Cercanos o lejanos, los acontecimientos mundiales perturbadores pueden incidir en nuestra salud mental. Los violentos choques ocurridos el sábado, durante el mitin de supremacistas blancos en Charlottesville, Virginia y la amenaza nuclear del líder norcoreano, Kim Jong Un, son solo dos de los acontecimientos recientes que –además de sus daños directos- ofuscan nuestras vidas.
Este lunes, el procurador general, Jeff Sessions, dijo que el mitin de Charlottesville (que dejó el saldo de una mujer muerta y 19 personas lesionadas) cumple con la “definición de terrorismo doméstico”. Y el terrorismo –sean pequeños incidentes aislados o ataques calculados con bombas sofisticadas- abruma la psique colectiva.
Newsweek entrevistó al Dr. Charles Marmar, miembro del comité sobre dimensiones psiquiátricas de los desastres en la Asociación Psiquiátrica Estadounidense, y psiquiatra de adultos en la Universidad de Nueva York Langone, en la Ciudad de Nueva York, acerca de cómo impacta la amenaza del terrorismo real en la salud mental.
-¿Es posible que las noticias inquietantes tengan efectos a largo plazo en la salud de las personas?
-En general, no. El mundo siempre ha sido y siempre será así. En cuanto a lo ocurrido el fin de semana, se trata de una vulnerabilidad a largo plazo que se remonta a la Guerra Civil de Estados Unidos. La Guerra Civil se debió a este asunto. La psique estadounidense tiene muy arraigado que las relaciones de raza suponen una historia de gran tensión. Y en general, los incidentes de bajo nivel no escalan. Si bien los incidentes violentos crean sensibilidades raciales y agitan las antipatías raciales, no lo hacen al extremo de una amenaza terrorista o una guerra nuclear.
-¿Cuál es el efecto psicológico a largo plazo de lo ocurrido en Charlottesville, este fin de semana?
-Muy pocas personas se verán afectadas, a menos que sean las propias víctimas, los lesionados, las familias cuyos seres queridos perdieron la vida o resultaron heridos, o individuos que estuvieron presentes y presenciaron los hechos. La gran mayoría seguirá con su vida como siempre, con la agitación del viernes por la situación de Corea del Norte. Mañana será un huracán y así, sucesivamente.
-¿Cuál es el efecto psicológico de las amenazas de una guerra nuclear?
-Creo que la amenaza de un ataque real contra nuestra patria, en este caso por parte de Corea del Norte, es muy profunda y es algo que hemos enfrentado desde la Guerra Fría. La gente se encuentra en un estado de alerta, no solo aquí, sino en la escala internacional. A menos que se restrinja la capacidad para atacar a Estados Unidos, tendremos un problema grave. Y no solo un problema grave de seguridad, sino un problema grave de angustia.
-¿Hay ejemplos pasados de esta situación?
-Lo observamos después del 9/11. El nivel de estrés de la población general depende de la percepción de cuán real es la amenaza y de lo que sucede en los meses siguientes. Por ejemplo, si Kim Jong Un retrocede a la diplomacia o si la cuestión escala y requiere de una intervención militar que afectará el nivel de estrés.
-¿Qué experimentan las personas a resultas de la amenaza del terrorismo?
-No se trata del trastorno de estrés postraumático, en sí, a menos que ocurra un incidente nuclear real que nos afecte (en cuyo caso, estaremos enfrentando un escenario post Hiroshima o Nagasaki, lo cual es bastante inimaginable, aunque posible). Los síntomas de estrés general son hipervigilancia a las noticias, ansiedad general estrés y a veces, algo de insomnio.
-¿Cómo afecta la amenaza terrorista a los niños?
-Lo que hemos hallado en todas nuestras investigaciones –sobre terremotos, terrorismo, guerra y cualquier otro tipo de desastre- es que la respuesta psicológica de los niños, cuando no son víctimas directas, está determinada por los progenitores y las familias. Si los cuidadores principales controlan bien su ansiedad, protegen a los niños de la sobreexposición a la información y no comunican su ansiedad directamente a los niños, entonces los niños responden bien. Si los progenitores se muestran en extremo ansiosos cuando están con sus hijos, eso perturba a los niños y se vuelven sintomáticos. O bien, si los niños se ven sobreexpuestos a la amenaza a través de los medios o en conversaciones a la hora de la cena o cuando sea, pueden desarrollar algunos síntomas de estrés.