LA ACTUACIÓN era una profesión inevitable. Hijo de la actriz Margarita Isabel y del comunicólogo Mario Iván Martínez, de pequeño no veía en su futuro otro destino que no fuera el seguir los pasos de sus padres. Desde chico, Mario Iván escribía guiones en casa y los ponía en escena en las escaleras de su edificio frente a algunos vecinos. Los niños cobraban un peso a quienes los veían para así recuperar su inversión.
A los nueve años representó, con la Compañía Nacional de Teatro, a Pedro en Pedro y el lobo. Desde ahí todo en su vida ha girado en torno a la actuación. Para el actor, el teatro y el cine son dos disciplinas distintas en las que se necesitan diversos talentos y escuelas. Mario Iván Martínez ha logrado desempeñarse exitosamente en ambas, representando en teatro personajes siniestros como Yago, en Otelo, de Shakespeare, y en cine a personajes benévolos como el Dr. Brown en Como agua para chocolate.
“No hay nada más exquisito que hacer personajes con tela de donde cortar. Es como un sastre al cual le otorgan un buen casimir: tiene la posibilidad de desarrollar, de presentar un traje espléndido. Pasa lo mismo al representar a esos personajes que te permiten ser un vínculo entre la literatura y el espectador”, cuenta Martínez en la sala de su casa, en la colonia Condesa de la Ciudad de México.
FOTO: ANTONIO CRUZ/NW NOTICIAS
Mario Iván ha caracterizado a personajes cómicos y divertidos o serios e intelectuales. “Soy un personaje camaleónico, entre más distintos los personajes sean a mí, más cómodo estoy. Entre más cercanos, más difícil, paradójicamente”, comenta, y ríe, pensativo.
Ahora, cumple veinte años como cuentacuentos, trabajando para lograr capturar la atención de los niños con elementos que ayuden a su formación cultural. Nos cuenta que de 2003 a 2007 mantuvo un espacio en el programa En familia con Chabelo, en el que contaba cuentos como Platero y yo, la vida de Mozart y Bach para niños, leyendas mexicanas y algunos fragmentos de El Quijote.
Por ello planea continuar con esta obra agregando cinco a sus 22 audiolibros. Se presentó el pasado 23 de julio en el Teatro de la Ciudad con la obra Descubriendo a Cri-Cri y se presentará el 30 de julio con la puesta La música y los cuentos, acompañado del pianista Alberto Crusprieto y el pequeño Sergio Vargas Escoruela, “un increíble niño prodigio mexicano”, explica Mario Iván, emocionado de conocer talentos que comiencen tan jóvenes como lo hizo él.
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—¿Cuándo fue la última vez que te sentiste como niño?
—Cada vez que me subo a escena a hacer algo para los niños. Hay que jugar y adentrarse en el espíritu del niño, el primero que debe divertirse y pasarla bien eres tú. Debemos de recobrar esa necesidad de soñar despierto, de exploración de juego. Cuando cuento cuentos soy como un mago y cada niño es una hoja en blanco donde puedo dibujar a los personajes.
—¿El último niño que te conmovió?
—Fue una función en Oaxaca para público indígena: se acercó un niño con una bolsa de pan y la puso en mi pecho y dijo: “Mira, cuentacuentos, te traigo pan de mi pueblo para agradecerte que estás aquí”. Fue muy conmovedor y hasta estaba caliente el pan. Resultó una experiencia muy entrañable.
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—¿En qué estás trabajando últimamente?
—Estoy haciendo una puesta sobre Van Gogh en donde voy a interpretarlo, es mi primer acercamiento a un texto dramático para actor y actriz. Me apasioné por él, su vida, su obra y su personaje. Me encontré un libro llamado La viuda de los Van Gogh, escrito por el argentino Camilo Sánchez. Es el diario de la esposa de Theo, el hermano de Vincent, Johanna Bonger. La obra no es solo alrededor del pintor, sino de esta mujer que fue de las primeras feministas. Es impresionante.
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