Casi siempre nos parece que las plantas desempeñan un papel pasivo en su ambiente, pues solo crecen y absorben luz solar. Sin embargo, esa impresión es un error, pues las plantas recurren a medios muy sofisticados para influir en su entorno, así como en las otras plantas y los animales que lo pueblan. Y esto incluye conducir a los herbívoros por el camino del canibalismo.
Cuando las orugas roen tomateros y otras plantas, estas secretan sustancias químicas que actúan como señales que alertan a sus vecinas, provocando que produzcan sustancias de sabor desagradable para ahuyentar a los herbívoros. Al imitar estas condiciones en el laboratorio, investigadores de la Universidad de Wisconsin han demostrado que las plantas bien defendidas inducen a las orugas a canibalizarse.
“Cuando atacan plantas bien defendidas, las orugas se vuelven caníbales mucho más pronto” dice John Orrock, ecólogo conductual y principal autor del estudio, cuyos hallazgos fueron publicados el 10 de julio en la revista Nature Ecology & Evolution.
Para su investigación de laboratorio, Orrock y sus coautores, Brian Connolly y Anthony Kitchen, rociaron plantas de tomate con un químico llamado jasmonato de metilo, el cual producen muchas plantas como respuesta a un ataque, y que también induce defensas químicas. Los investigadores rociaron plantas con cantidades grandes o reducidas del químico para imitar a las plantas bien defendidas o pobremente defendidas y luego, soltaron a las orugas entre las plantas para observar qué sucedía.
Orrock informó que, al final del experimento, descubrieron que las plantas bien defendidas tenían cinco veces más biomasa respecto de las que estaban pobremente defendidas. Y las orugas de las plantas bien defendidas terminaron por canibalizarse.
El canibalismo de las orugas beneficia a los tomates de dos maneras: reduce la cantidad de herbívoros, y los que quedan están menos hambrientos, agrega Orrock.
Otros experimentos demostraron que las orugas optan por el canibalismo después de comer plantas pobremente defendidas, aunque solo después que las hojas se han terminado, prosigue Orrock. Y al parecer, las orugas se las arreglan bastante bien consumiendo a sus congéneres, aunque (obviamente) no parecen hacerlo porque esa sea su preferencia, añade.
Las plantas de tomate “pueden cambiar la conducta de las orugas de una manera que reduce la densidad de insectos”, un fenómeno fascinante, señala Evan Preisser, investigador de la Universidad de Rhode Island, quien no intervino en la investigación.
Cuando pensamos en canibalismo, lo primero que nos viene a la cabeza es un carnívoro, dice Jennifer Thaler, profesora y entomóloga de la Universidad de Cornell. No obstante, el canibalismo también es muy importante en los herbívoros. Por ejemplo, en su trabajo, Thaler ha demostrado que no es infrecuente que la mitad de los huevos que deposita un escarabajo de la patata sea canibalizada por otros escarabajos de la patata. La presente investigación demuestra otra manera como el canibalismo de los herbívoros podría ser de importancia ecológica, y cómo podría ser aprovechado por las plantas.
“Las plantas están manipulando a los organismos de su ambiente, en todas partes”, sentencia Thaler. “Las plantas lo alteran todo”.
—
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek