LOS GENITALES FEMENINOS son una especie de misterio para los científicos, hombres y mujeres. “Es mucho más fácil estudiar algo externo que algo interno en el cuerpo”, dice Dara Orbach, quien investiga anatomía en la Universidad Dalhousie, en Halifax, Nueva Escocia. Por esta razón, los órganos reproductivos masculinos desde hace mucho han sido los frutos de fácil acceso de la investigación en reproducción sexual, mientras que el conocimiento del papel de las vaginas en el apareamiento exitoso es nebuloso a lo más. Este desequilibrio ha obstaculizado nuestro entendimiento de muchos aspectos de la cópula. Hasta ahora, por lo menos en lo tocante a los delfines.
Orbach estudia la reproducción en cetáceos, el grupo de mamíferos marinos que comprende delfines, marsopas y ballenas. Hace varios años, ella aprendió que los delfines hembras tienen pliegues inusuales en sus vaginas, y sospechaba que esta característica podría ser una manera de que las hembras dificultaran más la fertilización, controlando, por lo tanto, qué macho realizaba la tarea (ese pensamiento iba en contra de la tendencia científica; la mayoría de las investigaciones les dan a las hembras un papel más pasivo). Orbach teorizó que los pliegues podrían funcionar como la zapatilla de cristal de Cenicienta: solo un pene con la forma correcta puede fertilizar el óvulo. Muchas especies tienen este enfoque de apareamiento, conocido como elección femenina críptica, pero nadie había revisado si los delfines lo hacían. Ello se debe en gran medida a que es muy difícil ver las vaginas de delfines en acción.
Pero la ciencia, como el amor, halla un modo. Orbach y sus colegas obtuvieron tractos reproductivos extirpados a delfines, marsopas y focas que murieron naturalmente (“Recibo paquetes muy apestosos por correo”, dice ella). Su colega Diane Kelly, bióloga de la Universidad de Massachusetts, campus Amherst, infló los penes totalmente erectos con una bomba presurizada para examinar cómo encajaban dentro de una hembra. Luego insertaron los penes inflados en vaginas relajadas y, usando imágenes de tomografía computarizada, vieron dentro.
Las imágenes fueron asombrosas; Orbach pudo ver cómo, exactamente, las partes masculina y femenina encajaban. La vagina del delfín nariz de botella es como un molde en yeso del pene del delfín nariz de botella. El encaje estrecho insinúa la capacidad de las hembras de controlar la paternidad, dice Orbach, quien presentó el trabajo en la reciente conferencia Biología Experimental 2017. El más leve giro del cuerpo de la hembra podría evitar que el pene navegase exitosamente por los pliegues vaginales y penetre lo suficiente para la fertilización. “Potencialmente, ella tiene la capacidad de controlar el éxito de la fertilización —dice Orbach— sin conocimiento del macho”.
Entender los genitales de mamíferos marinos podría mejorar nuestro entendimiento de cómo las enfermedades del tracto reproductivo afectan la cópula, dice Kathleen Colegrove, patóloga veterinaria de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign. Además, agrega, el trabajo podría informar las acciones de reproducción asistida, como aquellas enfocadas en cetáceos en cautiverio. Orbach señala que tales perspectivas detalladas de la interacción genital podrían llevar a la creación de una vagina sintética que ayude a especies en peligro a reproducirse mediante proveer una experiencia realista para los delfines machos.
Pero a Orbach le preocupa menos la aplicación práctica que simplemente ampliar el conocimiento científico. En vez de discutir el tema no convencional de su investigación, es este aspecto el que halla más difícil. “Mi mayor reto es explicar por qué importa entender el sistema por el simple hecho de entenderlo”. En otras palabras, la gente no siempre entiende el fin del delfín.
Orbach ahora planea más estudios, porque en ciencia siempre está bien tener una visión inflada de la anatomía masculina.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek