A MEDIADOS DE ENERO, cuando la policía de Nueva Delhi arrestó a Sunil Rastogi por crímenes sexuales contra menores de edad de sexo femenino, el hombre de 38 años y padre de cinco hijos hizo una escalofriante confesión: afirmó haber atacado, o tratado de atacar, a unas 500 niñas durante más de una década.
No está claro qué tan confiable es esa cifra, pero, desde 2004, las autoridades han arrestado a Rastogi al menos 15 veces por cargos similares, pero no había sido condenado. Una corte aún debe analizar su reciente confesión, pero desde su arresto en enero, los investigadores afirman que lo han relacionado con 58 crímenes sexuales en al menos tres estados, donde las víctimas lo identificaron por su característica camiseta roja y blanca.
Independientemente de lo impactantes que puedan parecer los supuestos crímenes de Rastogi, a pocas personas en India les sorprende que nunca haya sido castigado. En los últimos años, muchas personas de todo el país han llegado a creer que la violencia sexual está creciendo gracias a la pobreza endémica, a los rápidos cambios sociales y a un sistema legal fallido. Desde 2012, cuando la cruel violación en masa y asesinato de una joven india a bordo de un autobús en Nueva Delhi llegó a los titulares internacionales, India ha aprobado leyes más severas contra los crímenes como el acoso sexual, el asedio y el voyerismo; también ha aumentado las sentencias de encarcelamiento para muchos crímenes sexuales y ha dejado en manos de las personas acusadas de violación el hecho de probar que el acto sexual no fue de mutuo acuerdo. Sin embargo, la violencia sexual y el frenesí mediático que lo rodea no han mostrado señales de detenerse. Junto con los ataques contra mujeres adultas y adolescentes, los diarios locales presentan casi a diario informes sobre horripilantes ataques sexuales contra niños y bebés.
Ahora, mientras continúa la indignación nacional contra Rastogi y la facilidad con la que supuestamente abusó de niñas pequeñas, los activistas, políticos y autoridades policiacas del país buscan maneras de cambiar las actitudes sociales con respecto a la violación y enmendar un sistema de justicia que no logra mantener a los criminales sexuales reincidentes tras las rejas.
Muchas personas culpan del problema a la urbanización y los cambios sociales que conlleva. Entre 1991 y 2011, que fue el año del censo más reciente, la proporción de indios que viven en áreas urbanas se incrementó de alrededor de la cuarta parte de la población hasta casi 40 por ciento, mientras que la población de la Región de la Capital Nacional que rodea a Nueva Delhi aumentó a 46 millones, en comparación con la cifra de 17 millones. Muchos de los nuevos migrantes viven en barrios bajos informales que carecen de agua y drenaje y, por supuesto, también de patrullajes policiacos periódicos. Acostumbrados a vivir en pueblos en los que las mujeres de todas las religiones visten ropas discretas y frecuentemente se cubren el rostro con velos o mascadas, se enfrentan con actitudes nuevas y más permisivas con respecto al sexo. Y los migrantes ya no pueden apoyarse en redes de la familia extendida para vigilar a sus hijos, porque sus propios padres se quedaron en el campo. Como resultado, los padres de las víctimas de abuso sexual infantil con frecuencia dicen que desean volver a sus pueblos, señala Rajat Mitra, psicólogo residente en Nueva Delhi que suele trabajar con la policía. “Antes, las familias indias estaban configuradas de tal manera que, si alguien trataba de abusar de un niño, ello llamaría la atención de alguien”, indica Mitra.
Aunque los crímenes sexuales casi nunca son reportados en todos los países, este es un problema más agudo en India, donde la violación acarrea un estigma social: muchas víctimas y sus familias temen que ello podría perjudicar sus posibilidades de matrimonio. La policía india registró menos de 40,000 casos de violación y otros crímenes sexuales contra niños en 2015, en comparación con alrededor de los 63,000 que se informan anualmente en Estados Unidos, país que tiene solo alrededor de un tercio de la cantidad de niños que habitan en India.
HIPOCRESÍA HIPOCRÁTICA: Una niña de ocho años yace en su cama en Uttar Pradesh, India, en septiembre. Tres meses antes, un médico del pueblo la violó y luego le ofreció dinero a su familia para que retirara el caso. Foto: Getty.
Cuando las personas reportan los crímenes sexuales en India, pocos casos llegan a los tribunales. “Aun cuando los pedófilos son arrestados, son liberados después de un breve periodo debido a la falta de una buena investigación o de pruebas adecuadas”, se queja un inspector de policía de Nueva Delhi que pidió permanecer en el anonimato debido a que no está autorizado a hablar con la prensa. Muy pocos oficiales reciben un entrenamiento adecuado sobre cómo recolectar y preservar pruebas forenses y casi ninguna estación de policía de India cuenta con el equipo que requiere para almacenar y transportar adecuadamente muestras de semen y vello púbico, entre otras pruebas biológicas, sin ponerlas en riesgo, dice Rajinder Singh, abogado del Tribunal Supremo de Nueva Delhi que ha representado a presuntos delincuentes sexuales y víctimas de violación. “Eso destruye las oportunidades de condenar al acusado mediante pruebas científicas”, dice.
Pero aun cuando el reporte de crímenes y las pruebas forenses podrían llevar a más victimarios a juicio, el sistema penal de India quizá no sea capaz de manejar más casos. Alrededor de un tercio de los crímenes sexuales que van a juicio terminan con el encarcelamiento del victimario, aunque los juicios en India suelen tomar diez años o más debido a que el sistema penal está sobrecargado. En 2015, un promedio de 80 a 90 por ciento de los crímenes sexuales aún estaban pendientes en los tribunales, de acuerdo con estadísticas de la Oficina Nacional de Registros Criminales.
Todos estos factores permitieron que Rastogi presuntamente atacara a niñas durante más de una década, aun cuando sus juicios en otros casos estaban pendientes. Fue arrestado y encerrado al menos dos veces cuando su caso estaba pendiente por secuestrar a niñas menores de edad entre 2004 y 2015, de acuerdo con registros policiacos. Fue arrestado de nuevo en febrero de 2016 de acuerdo con la severa Ley de Protección a los Niños contra Delitos Sexuales, que fue aprobada por el parlamento en 2012, cuando un tendero supuestamente lo atrapó mientras se llevaba a una niña de diez años a un paraje solitario. Pasó alrededor de seis meses tras las rejas por ese supuesto delito, pero finalmente fue liberado de nuevo bajo fianza.
Aunque Rastogi nunca ha sido condenado, su caso, y otros como el de él, son el motivo por el que muchos defensores de la reforma presionan a favor de un registro nacional de delincuentes sexuales como los que existen en Estados Unidos y el Reino Unido. Maneka Gandhi, ministra de India para el desarrollo de las mujeres y los niños, está a favor de esa idea y también ha promovido la construcción de una segunda base de datos de personas acusadas de crímenes sexuales que aún esperan veredictos en juicios que se desarrollan actualmente. Los críticos señalan que el hecho de incluir a sospechosos en un registro sería una violación del principio de que todas las personas son inocentes hasta que se demuestre lo contrario, y que la base de datos sería ilegal por ese motivo. Pero Gandhi argumenta que dicha base de datos es necesaria porque los juicios pueden durar años y el índice de condena es de tan solo de 10 por ciento. Incluso ese porcentaje tan pequeño se calcula sin incluir el enorme número de casos desechados debido a la incompetencia policial o a que los testigos rehúsan testificar contra el acusado, señala la activista Sunitha Krishnan de Prajwala, una organización sin fines de lucro que trabaja con víctimas de tráfico sexual y violación. La posibilidad de que personas inocentes puedan terminar en la base de datos es un precio que vale la pena pagar si ello impide que delincuentes sexuales peligrosos cometan más crímenes, afirma Gandhi, legisladora del Partido Bharatiya Janata, y que es cuñada de Sonia Gandhi, la presidente del Partido del Congreso.
A otras personas les preocupa que el registro pueda generar un tipo de justicia proporcionada por “vengadores”. Tomemos por ejemplo el caso de Rastogi. Antes de su arresto más reciente, miembros de su familia y vecinos declararon al diario The Indian Expressque varios padres iracundos golpearon severamente a Rastogi en al menos dos ocasiones cuando supuestamente lo atraparon tratando de seducir a niñas incluso de siete años de edad para llevarlas a sitios ocultos. “El solo hecho de mantener un registro, sin mejorar el proceso de sentencia, sería muy peligroso”, dice el psicólogo Rajat Mitra, que ha entrevistado a decenas de violadores y acosadores de niños para la policía durante los últimos años.
No obstante, Gandhi cuenta con muchos partidarios, particularmente ahora que cada vez más personas piensan que los delitos sexuales se están convirtiendo en una epidemia, principalmente en las ciudades, donde los indios se van dando cuenta poco a poco de que los cientos de miles de hijos de nuevos migrantes son en extremo vulnerables al carecer de las redes extendidas de adultos que existen en los pueblos y que mantienen una mirada vigilante sobre sus hijos. Alrededor de 200 niños indios desaparecen diariamente, principalmente en áreas urbanas, y la policía nunca localiza a la mayoría de ellos, de acuerdo con la organización sin fines de lucro Child Rights and You. Entre 2013 y 2015, la cantidad de niños extraviados que no han sido hallados aumentó de 34,244 a 62,988, de acuerdo con estadísticas gubernamentales.
Rastogi parece haberse dado cuenta de la ventaja que conlleva buscar víctimas en la ciudad. Tras su más reciente arresto, dijo a la policía que había recorrido por tren alrededor de 241 kilómetros hacia la Región de la Capital Nacional que rodea a Nueva Delhi, desde su casa en la ciudad de Rudrapur, que es más pequeña, para encontrar niñas. “Venir a la ciudad da [a los delincuentes sexuales] una sensación de anonimato”, declaró Mitra a Newsweek.“Sienten que la aplicación de la ley es tan mala que pueden esconderse y salirse con la suya al cometer el delito”. En ese sentido, todas las pruebas están a su favor.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek