En julio de 2010, cuando creó en Twitter la cuenta @DonPorfirioDiaz, el ingeniero Pedro J. Fernández nunca imaginó el éxito arrasador que obtendría redactando satíricos tuits revolucionarios, políticos, sociales y culturales como si quien los escribiera fuera el otrora dictador mexicano Porfirio Díaz.
A casi siete años de que comenzara esa aventura, que hoy cuenta con más de 185 000 seguidores en la red social, Fernández publica una novela en la cual descarga un trabajo de investigación realizado durante mucho tiempo con la pasión que se puede poseer cuando se reconoce sobremanera a un personaje histórico.
“Yo quería encontrar al Díaz humano. Hasta ahora hemos visto solo extremos de él, o del completo villano dictador, o una imagen romántica de que se la vivía en fiestas y valses. Yo quería justo el punto humano, ver de dónde vino, por qué gobernó, cómo gobernó tomando en cuenta su pasado, y cómo vivió el exilio”, dice el escritor a propósito del reciente lanzamiento de su novela Yo, Díaz.
Publicado bajo el sello de la editorial Grijalbo, en Yo, Díaz el exdictador mexicano narra, desde su lecho de muerte en París y en primera persona, su vida íntima, militar, personal y política, así como la de sus amigos, familiares, colaboradores y compañeros de correrías que definieron su época.
Foto: Antonio Cruz/NW Noticias.
Además, siempre en voz de Díaz, el autor de la obra entrelaza la biografía del general oaxaqueño con los sucesos preponderantes que experimentó México durante el siglo XIX, como la Guerra de Reforma, la Segunda Intervención Francesa, el gobierno de Benito Juárez y la Revolución Mexicana, incluidas las sangrientas huelgas de Cananea y Río Blanco.
“Siempre me ha gustado la historia de México, especialmente la del siglo XIX”, dice el novelista en charla con Newsweek en Español. “Me pareció muy curioso encontrar a Díaz en momentos históricos ajenos a su gobierno, pues por lo general se le ve solo como el presidente que gobernó México treinta años. Cuando yo leía sobre el 5 de mayo, la lucha contra el Imperio de Maximiliano o los años de Juárez siempre aparecía Porfirio Díaz y me empecé a interesar por él”.
De esa manera, “posteriormente aquello se convirtió en una investigación propia de cómo un hombre puede convertirse en uno de los héroes más grandes, pues antes de llegar a la presidencia era un héroe muy importante, incluso le dieron el nombre de Benemérito de la Patria, y al final volverse el gran villano de la historia. Yo quería entender cómo se pasa del punto A al punto B”.
Pedro J. Fernández nació hace 31 años y estudió ingeniería en computación en la Universidad Iberoamericana. Es autor de las novelas Los pecados de la familia Montejo (de corte porfiriano) y La última sombra del Imperio (sobre Maximiliano). Sus textos sobre historia de México se publican en diversos medios impresos del país.
Foto: Antonio Cruz/NW Noticias.
—¿Pretendes desmitificar a Díaz, Pedro?
—No es un libro para desmitificarlo ni estoy haciendo una apología. No justifico sus errores ni sus crímenes, pero sí quiero que el lector entienda por qué tomó sus decisiones, por qué gobernó como gobernó, por qué se quedó en el poder. En el libro el lector va a encontrar no solamente a Porfirio Díaz, sino otras cosas de la época que son muy importantes porque, aunque está narrado en primera persona por Díaz, lo visitan los fantasmas de Juárez, de Lerdo de Tejada, de Madero, y eso permite un juicio completo al hombre de los aciertos y los errores. Creo que pocas veces se ve ese balance en una persona tan compleja y controvertida.
—Además, desmitificarlo se antoja una tarea ardua y titánica…
—Lo que he visto que hacen otros escritores cuando desmitifican a alguien es borrar ciertos matices de su vida. Yo quiero dejarlos ahí, que la gente siga viendo el “mátalos en caliente” y lo que pasó en Río Blanco y Cananea, pero que entiendan por qué tomó esas decisiones. No lo estoy justificando porque fue un hombre del siglo XIX que no pudo vivir ni pudo gobernar en el siglo XX. No obstante, es importante porque al final marcó la vida política del siglo XX, marcó la Revolución Mexicana, y bien que mal los aciertos y errores de Porfirio Díaz se siguen arrastrando en los partidos políticos actuales.
Foto: Antonio Cruz/NW Noticias.
—¿En qué se diferencia Yo, Díaz de la abundante literatura que existe al respecto?
—No pongo tanta ficción sobre Porfirio Díaz como pareciera. Hay muchos ensayos que retoman partes de su vida, y yo quería un libro donde él pudiera hablar y retomar absolutamente todo. Creo que no puedes entenderlo solamente desde su gobierno o su época de militar, por eso yo quería hacer una gran novela y recrear un México que ya no está. Un ensayo no te permite detenerte, por ejemplo, a hablar de cómo se vivía en la Ciudad de México en cuestión de colores y aromas, simplemente son datos, formas de pensar. Las novelas que existen de Díaz no me gustaban precisamente porque son muy cortas o retoman solo parte de su vida, por eso yo quería recrear desde que nace en Oaxaca hasta que muere exiliado en París. Quería que viéramos más a un Díaz íntimo, familiar.
—¿Cómo sintetizas al Díaz héroe, villano y personaje histórico?
—Sigue siendo el gran referente, para bien y para mal, de política, progreso y miseria. No quisiera decir que es la figura central de nuestra historia, pero si no aprendemos a verlo como lo que fue, no podemos entender nuestra historia. Para mí eso está claro.
—A tu juicio, ¿cuál sería la reacción de Díaz en estos tiempos de México contra Estados Unidos?
—Él hubiera estado molesto. Una de sus frases es que la gran maldición de México es estar junto a Estados Unidos. La instrucción que le daba a sus secretarios financieros, especialmente a [José Yves] Limantour, era que tenía que haber un balance entre los contratos que se daban a Estados Unidos y a Asia y Europa, porque Díaz creía que si se le daba tantito poder a Estados Unidos iba a querer influir en la economía y política en México, por eso siempre los mantuvo a raya. Y en su momento, cuando tenía problemas con Estados Unidos, los arreglaba a través del embajador y el secretario de Relaciones Exteriores, pero los hombres que ocupaban esos cargos tenían más carrera y malicia política y lo hubieran hecho mejor. De estar vivo yo creo que hubiera tratado de negociar de otra forma, simplemente romper con Estados Unidos y ver hacia otros países.
Foto: Especial