LA EMOTIVA VISITA de su santidad el XIV dalái lama a Mongolia resalta la importancia que su figura tiene para los pueblos asiáticos, a pesar de las reprimendas y de los efectos adversos que puede causar tanto a los gobiernos grandes y poderosos. Su santidad sigue siendo un dolor de cabeza para el gobierno chino, el cual no duda en transformar visitas de carácter cultural y religioso en conflictos de relaciones exteriores.
En el mismo Tíbet, sin embargo, la cultura religiosa del budismo tibetano está enfrentando un ataque prolongado y sistemático a sus raíces mismas por parte del Estado y del Partido Comunista chino. En Tíbet y ante la República Popular China, cualquier ligera muestra de lealtad al ganador del Premio Nobel, el dalái lama, es vista nada menos que como un acto de sabotaje secesionista, capaz de poner en peligro la mismísima santidad del partido político estatal.
Para entender el porqué el dalái lama es visto por el liderazgo de Pekín como el enemigo público número uno, es necesario entender los imperativos económicos y estratégicos que impelen a la China del siglo XXI. Esto sin mencionar los peligros que para el mundo significa la senda que el Estado del Partido Comunista chino está persiguiendo.
Una reciente gira realizada por el jefe del Partido Comunista chino y presidente, Xi Jinping, a la fuente de origen de varios ríos importantes, incluido el Yangtsé, en la meseta tibetana, señaló la importancia del Tíbet para el liderazgo chino y reveló las prioridades de sus programas.
El viaje del presidente de la República Popular de China al lago salado más grande del país, el Tsakha, en la cuenca de Qaidam, ubicada en Qinghai, por ejemplo, es indicativo del plan chindo de explotar el litio del Tíbet en anticipación al boom mundial de las baterías de iones de litio, los teléfonos móviles, las computadoras portátiles y para los automóviles eléctricos. Y aunque los medios estatales no lo mencionaron, los científicos chinos piensan que hay gran esperanza de encontrar un yacimiento mayor de uranio en la cuenca del Qaidam, el cual es muy necesario para una mayor expansión del poder nuclear, que ya está en curso en China.
Esta nueva ola de minería a gran escala de cobre, oro, plata, cromo y litio da señales de la integración de la remota región a los planes de la economía industrial china, lo cual está teniendo un efecto devastador en el medioambiente del Tíbet. Los tibetanos que incluso expresen una moderada preocupación al respecto corren el riesgo de ser encarcelados, torturados y asesinados.
Es también el agua la que provee una clave en el entendimiento de los imperativos chinos sobre el Tíbet. Es poco sabido que la posición de Pekín ante la escasez de agua es mucho más grave que la de muchas naciones del árido Oriente Medio. La disponibilidad de agua per cápita en China es de 120 metros cúbicos por año, muy por debajo del umbral de la escasez absoluta de agua indicado por la ONU.
En contraste, el Tíbet es conocido como “el tercer polo” debido a que contiene la tercera reserva de agua dulce más grande del planeta, después del Ártico y la Antártida. La meseta tibetana es la fuente de la mayoría de los más grandes ríos de Asia, incluidos el Yangtsé, el Mekong y el Brahmaputra. Su ecología frágil es de una importancia crítica para millones de personas que dependen de agua, río abajo, y para las políticas chinas de enfrentar el colapso de recursos acuíferos en el norte de China. Pero en lugar de buscar proteger el frágil ecosistema de las elevadas altitudes de la meseta tibetana, los planes chinos están reformando el paisaje del Tíbet y causando devastadoras consecuencias.
En lo que ha sido descrito como “el saqueo de agua más grande de la historia” —inadvertido por el resto del mundo—, múltiples presas están siendo construidas en la mayoría de los ríos que se desprenden de la meseta tibetana por poderosos consorcios propiedad del Estado chino. También hay planes gigantescos de redirección de agua a través de algunas de las partes más reacias del Tíbet para transferir agua a las zonas secas del norte de China, a pesar de los altos riesgos río abajo, ya que la meseta es una de las zonas sísmicas más activas de la tierra.
En el viaje que Xi Jinping realizó en agosto a la meseta visitó a un grupo de tibetanos que han sido relocalizados de sus tierras para despejar la vía para los proyectos hidrológicos. Con una masiva campaña de ingeniería social, el gobierno chino ha acelerado la implementación de políticas para desplazar pastores fuera de los vastos pastizales tibetanos. Estas políticas no solo amenazan con asesinar una vía sustentable de vida adaptada simbióticamente al inclemente paisaje de la alta meseta, sino que también lleva a la degradación de los pastizales. La evidencia científica y los expertos chinos, tibetanos y occidentales en zonas de pastoreo aseguran que el conocimiento tradicional ecológico de los pueblos nómadas, de los pastores y la movilidad de sus rebaños son necesarios para proteger la tierra y sus formas de ganarse la vida, y para restaurar las zonas de pastura que ya se encuentran degradadas. El involucramiento de los tibetanos y, especialmente, el de los nómadas en particular, es esencial para sustentar a largo plazo la salud de los ecosistemas y de los recursos acuíferos de los cuales depende China y toda Asia.
Los impactos ambientales ya están teniendo consecuencias. Una combinación de urbanización, una intensificada militarización ligada a las pretensiones estratégicas chinas, la construcción de infraestructuras y temperaturas más cálidas están creando una “permuta ecológica” en el Tíbet. Esto significa un daño medioambiental irreversible que incluye la prevista desaparición de vastas áreas de pastizales, prados alpinos, humedales y tierras de hielo perpetuos en la meseta tibetana para el año 2050, esto con serias implicaciones para la seguridad ambiental de China y para Asia del sur.
Las políticas chinas en el Tíbet son impulsadas por los requerimientos de aumentar la productividad de las ciudades industriales de Xi’an, Chongqing y Chengdu y para la expansión de la minería y el control de los recursos hidrológicos. El Tíbet es vital para el desarrollo de China y también es considerado un área de control territorial y fronterizo, un factor clave de significado geopolítico, lo cual vuelve a la región una preocupación de seguridad estatal del más alto nivel. China presenta la identidad nacional tibetana y el apoyo al dalái lama como obstáculos para sus elaboradas ambiciones de transformar la meseta tibetana para sus propósitos particulares y para asegurar la dominación del Partido Comunista. Esto ha llevado a la ampliación de poderes de los aparatos gubernamentales de seguridad, militares y de la policía, basándose en aplastar la disensión hacia el mando del Partido Único.
Un nuevo acercamiento es requerido por parte del gobierno chino, concerniente al “oro azul” y su frágil ecosistema. La comunidad internacional debe enfrentar directamente a China y sus políticas antes de que sea demasiado tarde. Como lo dice el dalái lama: “La meseta tibetana necesita protección, no solo para beneficiar a los tibetanos, sino también para la salud y sustentabilidad medioambiental del mundo entero”.
La sabiduría del dalái lama y los valores existentes en la cultura del budismo tibetano, los cuales apelan cada vez más a millones de chinos y tibetanos, son esenciales para encarar el monumental desafío de proteger el tercer polo de la tierra. Existe la esperanza de que algún día todas las personas, budistas o no, a lo largo del mundo, y especialmente en China, puedan verse beneficiadas de la presencia de su santidad y su mensaje, sin la interferencia de ningún gobierno o cúpula partidista.