La escena es lo opuesto a
agradable: Émilie
Delepoulle mete las manos en un bidón repleto de codornices muertas y pezuñas
de cordero, saca las piezas a puñados, las lanza a su alrededor, y sale
corriendo. “Es una señal. Así ellos saben que me voy”, dice en voz muy queda.
Al decir ‘ellos’ se refiere a decenas de buitres negros,
unas aves de casi tres metros de envergadura –clasificadas entre las más
grandes del mundo– que vuelan formando una corona sobre la cabeza de Émilie.
Cuando la científica se va, las rapaces bajan en picado y devoran las 180
codornices y las pezuñas. El banquete apenas dura unos segundos. “El desayuno
es nuestra estrategia para fijar la población. Si saben que cada mañana tienen
algo de comer, se quedan”, explica.
Delepoulle vive desde hace un año en Sant Martí de
Canals, una aldea de 30 habitantes en la comarca del Pallars Jussà, en las
estribaciones de los Pirineos, en Lleida. Trabaja como naturalista para el
Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat (GREFA),
organización que acaba de ganar el Premio Fundación BBVA a la Conservación de
la Biodiversidad, uno de los más importantes del mundo por su dotación, 250 mil
euros (unos 268 mil dólares).
Cada día, al amanecer, Delepoulle acude a su cita con
los buitres negros, en ocasiones en compañía de Gerard Plana, técnico de campo de
la asociación conservacionista local Trenca. Ambos son la vanguardia del
proyecto de reintroducción del buitre negro en los Pirineos, en específico en un
paraje de más de 13 mil hectáreas de sierras abruptas catalanes, llamado la
reserva de Boumort.
En este rincón del mundo, los buitres negros bajan a
tragar el desayuno que a diario les prepara Delepoulle. El proyecto comenzó en
2007 y ha sido un éxito. Casi una década después, 55 buitres negros viven ya en
la reserva de Boumort; han nacido 18, los primeros en más de un siglo.
“Nuestro objetivo es recuperar las poblaciones
ancestrales de buitre negro en Europa. Con la reintroducción de la especie en
el Pirineo, queremos crear un puente de comunicación que vincule las
poblaciones españolas y las francesas”, explica Ernesto Álvarez, presidente de
GREFA.
La población mundial de buitre negro se reduce a unas
mil 900 parejas en Europa, la mayoría en España, y unas siete mil parejas en
Asia, según la Lista Roja de Especies Amenazadas.
“Los buitres tienen un papel ecológico de gran
importancia; limpian el monte de los cadáveres de animales, que de otra manera
podrían propagar enfermedades; de verdad benefician a la sociedad”, proclama convencida
Delepoulle. Mañana, al amanecer, saldrá de nuevo a darles el desayuno.