Durante 20 años Laura Avila alimentó el deseo de volver a
abrazar a su madre. El sábado, con lágrimas en sus mejillas,
cumplió ese sueño pero solo por tres minutos.
A las 12.27 pm caminó con incertidumbre hacia una puerta de metal
gigante que un funcionario de la frontera en San Diego había abierto
unos minutos antes. Allí hundió su rostro en los brazos de su
madre.
Avila y su hija de 11 años son unas de las seis familias elegidas
para participar de este evento organizado por el grupo de defensa de
los migrantes Border Angels en cooperación con las autoridades
estadounidenses, con motivo del Día Universal del Niño que se
celebró el domingo.
Una por una, cada familia fue escoltada hacia la apertura de la
valla de acero que separa el distrito San Ysidro, en la ciudad de San
Diego, de Tijuana, en México. Allí, bajo las miradas atentas de
guardias fronterizos y periodistas, las familias seleccionadas
abrazaron y besaron a sus seres queridos que los esperaban del otro
lado.
“Vi por última vez a mi madre cuando tenía 50 años y la
semana próxima cumple 71”, dijo Avila, quien vive en el área
de Los Ángeles, luego del emotivo abrazo.
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“Es un regalo de Navidad por adelantado para nosotras dos, y
un regalo de cumpleaños para ella”, añadió.
“Tuvo que tomarse un vuelo de cuatro horas desde Puebla para vernos”, dijo sobre su madre, quien fue deportada
luego de haber ingresado ilegalmente a Estados Unidos.
El evento del sábado –el cuarto organizado por Border Angels
desde 2013– tomó una relevancia particular tras la victoria de
Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos.
Durante la campaña, Trump afirmó que construiría un muro en la
frontera con México y multiplicó las declaraciones denigrantes
contra los mexicanos.
Debido a esta promesa, muchos temen que este haya sido el último
encuentro. “Estoy aterrado”, dijo Luis Hernández, de
25 años, quien desde hace cinco no ve a su padre.
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Sus padres ingresaron a Estados Unidos de manera ilegal a través
de la frontera con Tijuana cuando él tenía cinco años. Y hace
cinco años su padre fue arrestado y deportado.
Pero Hernández, como muchos de los que se encontraban en el
evento del sábado, pudo permanecer en el país gracias al programa
de Acción Diferida para los Llegados durante la Infancia (Deferred
Action for Childhood Arrivals, DACA, siglas en inglés) del
presidente Barack Obama.
DACA busca dar permisos temporales de residencia y laborales a
jóvenes traídos de niños por sus padres, pero muchos de estos
chicos, conocidos como “dreamers”, temen que Trump cierre
el programa, que actualmente protege a 750,000 personas.
“Tocando el cielo”
“Lo que Trump ha propuesto es muy aterrador para un montón
de integrantes de minorías, incluido yo mismo”, afirmó
Hernández, quien dirige un servicio de Internet y televisión en Los
Ángeles.
“Dijo que planea anular la ley que me protege”,
ejemplificó. “No tiene ni siquiera que buscarme. Él tiene mi
dirección, ya formo parte de este programa”.
Sin embargo, mantiene la esperanza de concretar la promesa que le
hizo a su padre de volver a abrazarse relativamente pronto.
Esperaron por años para poder ver a sus familiares por tres minutos. Foto: AFP
“Sería como tocar el cielo”, dijo a la un eufórico
Eduardo Hernández, padre de Luis, a través de la valla después de
la breve reunión. “Sólo deseo que pueda suceder más a menudo
y durante más de tres minutos”.
El área donde se realizó la reunión del sábado se llama Parque
de la Amistad. Allí se les permite hablar a las familias cada fin de
semana, a través de la malla de acero.
Desde 2013, en sólo cuatro ocasiones, incluyendo la de este
sábado, se abrieron las puertas para que un puñado de familias
elegidas por la guardia fronteriza tuvieran contacto físico.
Enrique Morones, fundador y director Border Angels, dijo que
esperaba que la iniciativa no sea interrumpida por la futura
administración.
“Mi único mensaje para Trump es este: el amor no tiene
fronteras. El presidente debe recordar sus raíces y las raíces de
los migrantes de todo el mundo”, dijo Morones.
Con información de AFP