Quince años después de la invasión a Afganistán, realizada después del 11/9 y encabezada por Estados Unidos, el país se encuentra en una importante encrucijada. Aunque se han logrado frágiles ganancias desde la caída del régimen Talibán, la nación enfrenta un conjunto desalentador de riesgos de seguridad, políticos y económicos, a pesar de que, en ese país, se han gastado más de 100,000 millones de libras esterlinas, únicamente por parte de Washington.
El desafío mayor, que exacerba a todos los demás problemas, es la situación de seguridad interna del país, en el que los militantes insurgentes del Talibán se han extendido a 31 de las 34 provincias. Únicamente desde 2009, la Misión de Asistencia en Afganistán de Naciones Unidas registró 23,000 muertes relacionadas con el conflicto y 41,000 personas heridas, además de que 70 por ciento de las personas que habitan en las ciudades viven en campamentos improvisados, de acuerdo con el Consejo Noruego para los Refugiados.
En medio de este caos, muchos afganos han abandonado el país. Únicamente en 2015, más de un cuarto de millón de los refugiados y migrantes que llegaron a Europa provenían de ese país, únicamente por debajo de los sirios, de acuerdo con la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados.
Oficiales del ejército estadounidense, que continúan participando en lo que se ha convertido en la más larga intervención militar de Washington desde Vietnam, con el apoyo previo de otros países que iban desde el Reino Unido y Canadá hasta Corea del Sur y Australia, afirmaron recientemente que el balance entre el Talibán y las fuerzas dirigidas por el gobierno afgano está, de hecho, en un “punto muerto”. Esto, a pesar de las bajas militares extranjeras a finales de 2014, que sumaron 3500 personas muertas y 33,000 heridas, siendo el personal estadounidense el que sufrió la mayor parte de esas pérdidas.
La continua presencia de fuerzas extranjeras comprende alrededor de 8500 miembros del personal militar estadounidense y, aunque la mayoría de los soldados de la OTAN salieron del país en 2014, Washington mantendrá a estos oficiales en el país al menos hasta finales de 2017. La fuerza internacional sigue siendo muy importante para garantizar el entrenamiento y la cohesión del personal policíaco y militar afgano, compuesto por aproximadamente 350,000 miembros (que tienen la responsabilidad diaria de garantizar la seguridad en el país), el cual, de otra manera, se desintegraría.
Repetidamente han surgido temores de que la fuerza extranjera actual (que actualmente comprende menos de la 15ª parte de 150,000 miembros de la presencia de combate cuando alcanzó su punto máximo) no es lo suficientemente grande. Por ejemplo, el senador estadounidense John McCain, presidente del Comité de Servicios Armados del Senado y ex candidato presidencial republicano en 2008, ha dicho que la reducción en las fuerzas internacionales ha hecho que el país sea vulnerable ante el recrudecimiento de la violencia del Talibán.
Por ello, la razón por la que otra de las prioridades del gobierno afgano ha sido impulsar las conversaciones de reconciliación y paz con el Talibán, actualmente estancadas y que son un proceso en el que la influencia de las potencias vecinas, especialmente de Pakistán, podría resultar clave para facilitar cualquier acuerdo futuro. Aunque cualquier acuerdo parece aún muy lejano, el 29 de septiembre, el gobierno logró un acuerdo similar con el grupo opositor armado de Hezb-i-Islami dirigido por Gulbuddin Hekmatyar .
En el frente económico, tampoco hay buenas noticias, a pesar de la enorme cantidad de ayuda extranjera prometida al país, que incluye 15.2 mil millones de dólares, prometidos el mes pasado por la comunidad internacional para los próximos cuatro años. La reconstrucción ha sido lenta, el desempleo permanece por arriba de 40 por ciento, más de un millón de afganos han sido desplazados internamente en el país, y se piensa que 3 millones más de refugiados se encuentran en Pakistán e Irán.
Aunque se calcula que Washington ha gastado alrededor de 110,000 millones de dólares en la reconstrucción de Afganistán desde 2001, una cantidad mayor a la del Plan Marshall que ayudó a reconstruir Europa después de la Segunda Guerra Mundial, esta cantidad no ha sido empleada en forma óptima. Por ejemplo, se informa que alrededor de 80 por ciento de ese dinero ha sido entregado a organizaciones estadounidenses en forma de contratos militares/de seguridad y de mantenimiento, así como de proyectos de asesoría.
También resulta claro que, después de 2001, la economía no se ha diversificado lo suficiente con respecto a la exportación de drogas como el opio y la heroína, a pesar de que el país posee abundantes recursos naturales, gas, minerales y petróleo con un valor que se calcula en alrededor de 3 billones de dólares. Uno de los problemas relacionados es la corrupción, y Transparencia Internacional ha clasificado a Afganistán como el tercer país más corrupto del mundo.
En medio de este panorama tan difícil y que en ocasiones se deteriora aún más, existe motivos para el optimismo, en parte porque aún quedan muchas de las frágiles ganancias logradas desde el derrocamiento del régimen Talibán en 2001.Uno de estos éxitos es la floreciente democracia del país, que enfrentará su más reciente prueba este sábado con las elecciones parlamentarias para la Cámara del Pueblo.
A pesar de los problemas que afligen al país, el gobierno de unidad nacional ha sobrevivido más de dos años después de que, en 2014, se logró un importante acuerdo para compartir el poder entre el presidente Ashraf Ghani y el jefe del ejecutivo Abdullah Abdullah, exministro de Relaciones Exteriores. Esto ocurrió después de una disputada contienda presidencial entre Ghani y Abdullah, en la que se anuló hasta un millón de votos por fraude.
La creación del gobierno de unidad nacional y la elección de Ghani representaron la primera transferencia democrática de poder en la historia de ese país. Aunque ha habido importantes tensiones entre él y Abdullah, que podrían explotar en la próxima elección presidencial, el hecho de que el gobierno de unidad nacional no se haya derrumbado ha ayudado a consolidar el poder y la legitimidad del nuevo sistema político posterior al Talibán.
Otras de las ganancias son el ingreso de Afganistán en la Organización Mundial de Comercio y acciones más amplias para revivir los enlaces económicos con el mundo exterior, incluida la moderna Ruta de la Seda, una nueva ruta del ferrocarril que conecta al país con China y Asia central, así como un proyecto de red eléctrica que atravesará Afganistán, Turkmenistán, Uzbekistán y Pakistán. Mientras tanto, hay un mayor número de niños (especialmente niñas) inscritos en escuelas; se informa que son aproximadamente 10 millones; asimismo, hay un mayor reconocimiento de los derechos de las mujeres y una difusión de tecnologías como la Internet y la telefonía celular en todo el país.
En términos generales, el país enfrenta una importante encrucijada 15 años después de la invasión estadounidense. Aunque se han logrado frágiles ganancias desde la caída del régimen Talibán, se prevé que exista una inestabilidad significativamente mayor en las áreas de la política, la seguridad y la economía si no se puede impulsar el proceso de reconciliación con el Talibán.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek