Los criminales cibernéticos tienen su mira en las elecciones de EE UU, y estoy enojada.
Seamos claros. No creo que estos actores fuera de la ley tengan éxito. Creo en la capacidad de nuestros funcionarios electorales y autoridades para proteger la infraestructura de nuestra democracia.
Sin embargo, creo que una verdadera perturbación no es el motivo principal de estos actores. Al igual que el terrorismo está diseñado para paralizar la libertad mediante difundir miedo, estos ataques cibernéticos son un asalto indirecto a la democracia, con la intención de sembrar las semillas de la duda en nuestro proceso electoral.
Y ello debería enfurecer a todo estadounidense que ame la democracia.
Aun cuando admito sin reservas que hay vulnerabilidades, sigo teniendo confianza en nuestra democracia.
También reconozco que los funcionarios electorales deben estar atentos y que todo votante tiene el derecho a solicitar garantías de que nuestras elecciones son seguras y que sus votos serán contados. Con ese fin, he aquí sólo unas cuantas razones por las cuales creo que el público debería tener fe en nuestras elecciones en noviembre.
Primero, no hay un sistema electoral nacional. Hay alrededor de 9000 jurisdicciones electorales y cientos de miles de ubicaciones para votar. Las elecciones son difusas por diseño. Resulta que esta amplitud también añade capas de seguridad.
Entonces, ¿qué se ha “hackeado”?
A la fecha, hemos oído reportes de intrusiones de hackers en el extranjero en los archivos de registros de votantes de dos estados. Eso es alarmante. Sin embargo, en la mayoría de los estados, los registros de votantes son información pública. Los hackers tal vez estén sondeando estos archivos para propósitos de minería de datos, pero es más o menos similar a ojear el directorio telefónico.
¿Podría suceder algo más considerable en el futuro?
Ciertamente es concebible, pero en nuestro sistema descentralizado de baja conectividad, para los hackers sería increíblemente difícil cambiar los resultados de la elección.
En Connecticut, cuando alguien se registra para votar —ya sea en papel, en línea, en persona, en el Departamento de Vehículos Motorizados u otra agencia de registro— esa información es transmitida al registro público local de votantes, el cual ingresa la información del votante en una base de datos. Se conserva un respaldo en papel del registro.
Entre los preparativos para las elecciones, se crean padrones electorales y se imprimen los registros de votantes. Hay respaldo tras respaldo tras respaldo.
El incidente más común que halla mi oficina con respecto al archivo de votantes es el error humano. Un votante comete un error honesto al registrarse u ocurren accidentes durante el ingreso de los datos.
Muchos de los estados tienen maneras de lidiar con este tipo de problemas (votar con afidávit, boletas provisionales o, en algunos estados, registros el mismísimo Día de la Elección para gente no registrada). De nuevo, las variaciones en los sistemas electorales dificultan el abordar cada uno de los escenarios. Sin embargo, todos los estados llevan a cabo planeaciones de contingencia para emergencias, y existen respuestas.
Pero no confundamos el padrón con los resultados. Los sistemas para realizar y contar los votos funcionan de manera muy diferente que los registros de votantes.
De nuevo, hay una variación enorme entre las jurisdicciones.
Algunas jurisdicciones utilizan sistemas electrónicos de pantalla táctil para votar. Sin embargo, estos son capaces de imprimir recibos en papel. Otros sistemas —como el de Connecticut— emplean boletas de papel y escáneres/tabuladores ópticos (con tarjetas de memoria) para asegurar que los votos se cuenten con exactitud.
He visto que se ha sugerido el que la tarjeta de memoria es una tuta de alteración, pero estas tarjetas están aseguradas tras sellos a prueba de alteraciones y las máquinas están bajo la vigilancia de las autoridades de Connecticut, y otros estados tienen procesos de seguridad y procedimientos para su equipo similares si no es que idénticos. Los investigadores de seguridad cibernética reconocen que la alteración de las máquinas de votos requiere de un acceso físico.
Dado que ninguna de nuestras máquinas de votos está conectada entre sí, un atacante necesitaría tener tiempo a solas con todas las máquinas una por una. ¿Creemos que un ejército fantasma de hackers está en territorio de EE UU, listo para de alguna forma coordinar asaltos sigilosos contra miles de máquinas individuales de votos?
Si nuestros funcionarios federales así lo creen, quisiera saberlo. A la fecha, en múltiples conversaciones con autoridades federales, nada (repito: nada) al respecto me ha sido compartido.
Recuerde, no hay ninguna parte en el país donde las máquinas de votos estén conectadas a internet y muchas jurisdicciones llevan a cabo auditorías de las boletas por mandato legal.
La amenaza ha producido un resultado positivo. Los funcionarios electorales, a través de la Asociación Nacional de Secretarías de Estado y otros canales, tienen una mejor comunicación con las autoridades federales como nunca antes. Estamos juntos y listos para responder cuando surjan amenazas creíbles.
No obstante, no quiero que suene a fanfarronería. No puedo garantizar que alguna parte de nuestro sistema electoral no se vea afectado por criminales cibernéticos. Tampoco puedo decir con 100 por ciento de certeza que no es posible algún grado de perturbación.
Lo que puedo decir es esto. Nuestra democracia ha soportado demasiado como para verse alterada por este tipo de actos criminales.
No debemos permitir que los criminales cibernéticos minen la confianza en el sistema electoral de Estados Unidos.