“DILE A TODOS ESOS TIPOS BLANCOS en Misisipi que todos los negros asustados están muertos”. Eso dijo Stokely Carmichael al nacer el movimiento del Poder Negro en la década de 1960. El organizador del Comité Coordinador de Estudiantes No Violentos (SNCC, por sus siglas en inglés) no se sentía tan no violento luego de pasar algunos años viendo a la policía golpear a los manifestantes por los derechos civiles con cachiporras en el sur. Junto con la Organización por la Libertad del Condado Lowndes, Carmichael y otros miembros del SNCC trataron de derribar la estructura de poder totalmente blanca que administraba el condado mayoritariamente negro de Alabama en 1965. Fracasaron, pero el símbolo del grupo —una pantera negra arremetiendo— permaneció, con las garras de fuera, los dientes afilados, lista para morder.
Busca en Google “Pantera Negra” hoy día, y lo primero que aparece es el superhéroe programado para aparecer en la pantalla grande en 2017. Ese Pantera Negra debutó en los Cuatro Fantásticos de Marvel Comics en 1966, el mismo año en que los estudiantes universitarios de Oakland, California, Bobby Seale y Huey Newton, fundaron el Partido de la Pantera Negra, en octubre de hace 50 años. Tanto el superhéroe como los simples mortales tomaron su nombre del felino feroz de Carmichael, pero los panteras de la vida real tenían más estilo que el gato en el traje de gato. El peinado afro, la chaqueta de cuero, las gafas oscuras, esa apariencia que ha sido mencionada en películas como Forrest Gump y en el espectáculo de Beyoncé en el medio tiempo del Súper Tazón en 2016, donde ella y sus bailarines asustaron al conservador Breitbart News con solo usar boinas negras.
Pero el verdadero Partido de la Pantera Negra (BPP, por sus siglas en inglés) era mucho más que atuendos súper elegantes. Era un grupo de visionarios utópicos que buscaba servir a las comunidades oprimidas y desatendidas no con armas (aunque sí las tenían) sino exigiendo comida, vivienda, educación y demás. “Ha habido estas figuras de cartón de explotación negra [que sustituyen a] la manera en que pensamos a estas figuras históricas”, dice Alondra Nelson, autora de Body and Soul: The Black Panther Party and the Fight Against Medical Discrimination. “Estos eran seres humanos; no eran ángeles. Hay muchísimas cosas complicadas. Hubo violencia con armas de fuego. La gente fue asesinada… Esta era una organización complicada. Pero todavía hay muchísimo que no sabemos sobre la amplitud del partido”.
Eso fue, en parte, planeado: al principio, el FBI se propuso desacreditar y destruir al BPP mediante infiltrarse en el grupo y poner a sus miembros unos contra otros. Las drogas, los egos y la desorganización también contribuyeron al problema. A veces, parecía que los Panteras no necesitaban ayuda para desbandarse. “¿Usted piensa que a alguien todavía le importan los Panteras Negras?”, me preguntaron el mes pasado en una cena en Oakland, a pocas millas del Colegio Merritt, donde los estudiantes Newton y Seale elaboraron el programa de 10 puntos del partido y lanzaron una moneda para ver quién sería el presidente. (Seale ganó; Newton se convirtió en ministro de defensa.) Y esto me lo preguntó alguien que había producido un documental sobre Mumia Abu-Jamal, el ex Pantera Negra sentenciado a muerte por matar a un policía de Filadelfia en 1981. Tal vez a la gente no. La mayoría de los ex Panteras tienen 70 o más años y probablemente no estén en su lista de Twitter.
Como Las Vidas de los Negros Importan lo hace ahora, los Panteras respondieron con fuerza a la brutalidad policiaca (con armas de fuego en vez de teléfonos celulares), pero también alimentaron a miles y abrieron clínicas de salud para los pobres. Y como lo indican los recientes tiroteos policiacos y las protestas —Tulsa, Oklahoma, y Charlotte, Carolina del Norte, en septiembre y tal vez en alguna otra parte para cuando usted lea esto— su misión no se ha cumplido.
“Las Vidas de Los Negros Importan es un llamado a la acción y una respuesta al virulento racismo contra los negros que todavía permea en el panorama estadounidense”, escribió Seale el año pasado. Pero algunos se las ven duras para entender cuáles son los principios detrás del movimiento y qué, específicamente, espera lograr. “No estoy segura de cuál es el punto de mencionar todos los nombres de estas personas quienes están muertas si no se tiene un plan real de qué hacer”, dice Elaine Brown, presidenta del BPP de 1974 a 1977, sobre Las Vidas de los Negros Importan. “Y no parecen tener un plan. Nuestro plan era la revolución. Teníamos una ideología; se llamaba revolución”.
REVOLUCIONARIO: Newton se sienta frente a un póster de sí mismo en un trono de mimbre, con una lanza en una mano y un rifle en la otra, que adornó las paredes de muchos cuartos en dormitorios. FOTO: TED STRESHINSKY/CORBIS/GETTY
“APENAS ESCAPÓ DE UN LINCHAMIENTO”
“Un bebé llamado Huey Newton fue llevado de Monroe [Luisiana] a Oakland con sus padres aparceros en 1943”, escribió Isabel Wilkerson en The Warmth of Other Suns, su laureado libro sobre la diáspora afroestadounidense. “Su padre apenas escapó de un linchamiento en Luisiana por contestarles a sus supervisores blancos. Huey Newton se convertiría en quizás el más activista de los hijos desencantados de la Gran Migración”.
Billy X. Jennings fue el asesor de Newton a principios de la década de 1970 y ahora es el historiador no oficial del partido; su sitio web, It’s About Time, es un repositorio de todo lo que tiene que ver con los Panteras. Los padres de Jennings eran de Anniston, Alabama, donde los lugareños incendiaron un autobús de los Motoristas por la Libertad en 1961. “Lo primero que hicimos cuando venimos a California fue que mi papá tenía que comprarle a mi mamá una TV”, dice Jennings. “Todos los días, veíamos a Walter Cronkite desglosando lo que sucedía, y mi madre solía ponerse tan furiosa con Bull Connor y el resto de esos racistas, que se levantaba y apagaba la TV, hirviendo de ira. Ella me miraba y decía: ‘¡Muchacho, nunca permitas que alguien te trate así!’”
Los Panteras nacieron en un momento en el que la violencia policiaca se reportaba muy poco, y los asesinatos políticos eran algo tan fundamental en las noticias diarias como los tiroteos en las escuelas y las plazas comerciales lo son hoy día. No sorprende que estos tipos quisieran levantarse en armas. “Fui tremendamente influenciado por Martin Luther King primero y después por Malcolm X”, dijo Seale en 1988. (Él se negó a ser entrevistado por Newsweek; Newton fue asesinado por un miembro de una pandilla de narcotráfico en 1989, no muy lejos de donde creció en Oakland.) “En gran medida, el Partido de la Pantera Negra surgió de muchísimas lecturas”. Armados con pistolas y libros de leyes, Seale y Newton comenzaron “patrullas a policías”: ellos y otros miembros de su partido naciente manejaban por los vecindarios negros de Oakland y se detenían a observar a los policías que habían detenido a ciudadanos, a menudo sin causa. (Tanto Keith Scott en Charlotte y Terrence Crutcher en Tulsa fueron acribillados por policías que los detuvieron y creyeron que estaban armados.) “Las armas [estaban] cargadas”, recordó Seale. “No le apuntaban a nadie porque también sabíamos que [bajo] el Código Penal de California [que eso] constituye asalto con un arma letal”. Sus intervenciones eran notables y empezaron a granjearle respeto a los Panteras en la comunidad. “Finalmente, hicieron una ley contra nosotros, para impedir que portáramos armas”, dijo Seale. “Así de legales éramos”.
El 2 de mayo de 1967, un contingente de aproximadamente 30 Panteras fue al Capitolio estatal en Sacramento para protestar por la legislación que prohibía la exhibición pública de armas cargadas, un proyecto de ley inspirado en esos Panteras Negras armados. El gobernador Ronald Reagan estaba en el prado enfrente del edificio, hablando con un grupo de niños de una escuela parroquial, cuando los Panteras llegaron. Los reporteros rápidamente abandonaron a Reagan y los niños para fotografiar a los revolucionarios armados que caminaban hacia la escalinata del Capitolio. “¿Quién diablos son todos esos negros con armas?”, preguntó un guardia de seguridad, y después de que los Panteras marcharon hacia la sala de la Asamblea, sus rifles apuntando al techo, algunos legisladores se escondieron. Al grupo se le ordenó marcharse, y muchos de los Panteras, incluido Seale, fueron arrestados por “alterar la paz”.
Ver a esos hombres y mujeres negros portando armas solo ayudó a que se aprobara la legislación: la Ley Mulford (también conocida como el “Proyecto de Ley de los Panteras”) tenía el apoyo de Reagan y la Asociación Nacional del Rifle, y California aún tiene una de las leyes más estrictas de portación abierta de armas en la nación. Pero los Panteras nunca se trató en realidad de armas; su programa de 10 puntos exigía empleos, vivienda, atención médica y control sobre las instituciones que afectaban las vidas de los negros. Aun cuando ver negros armados en las calles de Oakland era un muy buen tema para iniciar una conversación, las armas no iban a despertar a la gente sobre lo que los Panteras veían como racismo institucionalizado, ya no digamos con la revolución.
“Si hubiéramos juntado nuestras armas de todas partes del país y nos hubiéramos preparado para luchar, no habríamos ganado una batalla contra el Departamento de Policía de Los Ángeles”, dice Brown. (La policía de Los Ángeles sostuvo un tiroteo de cuatro horas con seis Panteras en 1969; aun cuando finalmente se rindieron y nadie murió ese día, el metraje noticioso de media docena de hombres batallando contra 200 policías, sin mencionar al primer equipo SWAT de la nación, dejó una impresión indeleble.) Y aun cuando la imagen desafiante del grupo resonó en muchísimos jóvenes (un póster de Newton en un trono de mimbre, con una lanza en una mano y un rifle en la otra, adornó las paredes de muchos cuartos en dormitorios), claramente hizo temblar las rodillas de las autoridades. “Si hablas de revolución contra el estado”, dice Peniel Joseph, autor de Waiting ‘til the Midnight Hour: A Narrative History of Black Power in America, “¡el estado responde en concordancia!”
En las primeras horas del 28 de octubre de 1967, Newton y otro Pantera fueron detenidos por John Frey, un policía de Oakland; Newton sacó un libro de leyes y, después de que Frey lo insultó y le pegó en el rostro, un arma. Frey murió en la melé, y un Newton herido casi se convirtió en el primer mártir del BPP. Newton fue sentenciado por homicidio voluntario. “Liberen a Huey” se convirtió en el llamado a cerrar filas del movimiento, y en 1970 su sentencia fue anulada en una apelación. (Otro Pantera quien estuvo en la escena invocó la Quinta Enmienda cuando se le preguntó si “acaso” él le disparó a Frey.) Para entonces, el BPP había crecido hasta tener 50 divisiones, presumiendo miles de miembros nuevos. Y aun cuando muchos de esos nuevos reclutas vinieron por las armas, se quedaron por la ideología.
Jamal Joseph tenía 15 años cuando entró a la oficina del BPP en Brooklyn, Nueva York, en 1968. Joseph era un estudiante sobresaliente pero radicalizado por el asesinato de Martin Luther King Jr. y estaba ansioso de unirse a los Panteras Negras. “Mis amigos me dijeron que tenía que demostrar mi valía y probablemente tendría que matar a un tipo blanco, si no es que a un policía blanco”, recuerda él. “Yo salté en la reunión, sin escuchar realmente a alguien que explicaba el programa de 10 puntos, y dije: ‘¡Escógeme, hermano! ¡Estoy listo para matar un blanco!’ Toda la sala se quedó en silencio. El hermano que dirigía la reunión me llamó al frente y me vio de arriba abajo, muy duro. Él estaba sentado en un escritorio de madera y abrió el último cajón. Mi corazón estaba acelerado, así como: ¡Oh Dios mío, va a darme un arma enorme! Y él me entrega una pila de libros: The Autobiography of Malcolm X, Soul on Ice de Eldridge Cleaver, The Wretched of the Earth de Franz Fanon, el famoso Pequeño Libro Rojo [Citas del Presidente Mao Zedong] que todos llevábamos.
“Y yo le dije: ‘Disculpa, hermano, pensé que ibas a armarme’. Y él dijo: ‘Disculpa, hermanito: acabo de hacerlo’”.
BAJO FUEGO: El Pantera Negra Eldridge Cleaver se halla junto a un póster de campaña rociado de balas en la ventana de las oficinas centrales del partido en 1968. FOTO: AP
EL DESAYUNO MÁS ESCALOFRIANTE DE EE. UU.
Las ideas son mucho más peligrosas que las armas; a veces, también los panqueques. Las ideas comunistas que Seale y Newton habían descubierto en la universidad encajaban con su visión de la opresión racial en Estados Unidos; también eran anatema para la mayoría de “la Generación Más Grandiosa” y (no coincidentemente) de interés renovado para sus hijos. (Los Panteras hicieron dinero vendiendo Citas del presidente Mao Zedong a estudiantes de la Universidad de California, campus Berkeley, por un dólar, después de comprarlas por veinticinco centavos.) Pero para calar hondo en la comunidad negra, el partido necesitaba ser más que jóvenes elocuentes y cultos; necesitaban proveer seguridad, educación, comida.
“El germen de los programas sociales siempre estuvo en las imágenes originales que el partido tenía de sí mismo”, dice Nelson. En enero de 1969, los Panteras empezaron a servir desayunos gratuitos para niños en la Iglesia de San Agustín en Oakland; el programa de Desayunos Gratuitos para Niños se volvió nacional y pronto alimentó a 10 000 niños por día. La prensa lo adoraba, y a la gente le gustaba ver a los Panteras sirviendo panqueques. No toda la gente, por supuesto.
El FBI ya se había infiltrado en el BPP, y muchas de las luchas internas que finalmente dividieron al partido fueron atizadas por informantes, y monitoreadas obsesivamente por J. Edgar Hoover, quien llamó a los Panteras Negras como “la amenaza más grande a la seguridad interna de este país”. Fue a principios de la década de 1970 que Cointelpro, el programa secreto del buró para afectar a grupos revolucionarios, estuvo más activo. “Lo que Hoover más temía del BPP no eran las boinas y las armas”, dice Jamal Joseph. “Era el programa de desayunos de los Panteras. Él pensaba que éste era el programa más subversivo de EE. UU. … Estaba en lo correcto en cuanto a que era una herramienta formidable de organización porque usábamos el programa de desayunos para señalarles a los niños que no sólo tenían el derecho a comer sino en qué tipo de país vivían que tenían que ir a la escuela hambrientos”.
Y el desayuno era la menos radical de las demandas del grupo. Revisada en 1972, la plataforma de 10 puntos dice: “Queremos atención médica completamente gratuita para todas las personas negras y oprimidas”, y por ese entonces los Panteras empezaron a presionar por ello en sus comunidades. “Los Panteras promovieron todos sus programas sociales pero no proveían los recursos para desarrollarlos”, dice Nelson. “Tuvieron que descifrarlo por sí mismas… Tuvieron que hallar sus propios voluntarios y médicos, enfermeras, suministros médicos”. El personal médico idealista que reclutaron se inspiraba en el ejemplo de la Comunidad Médica por los Derechos Humanos, un grupo de médicos que participó en el Verano de la Libertad en 1964. Y las clínicas de hágalo-usted-mismo que surgieron en escaparates y tráileres en ciudades de todo el país, donde la gente acudía por emergencias o a hacerse pruebas por anemia falciforme, eran parte de una tendencia más grande. La Clínica Médica Gratuita de Haight-Ashbury en San Francisco había abierto en 1967 para tratar a pacientes con ladillas y malos viajes con ácido, mientras que la Clínica de Salud de la Mujer en Boston engendró la biblia feminista de la salud Our Bodies, Ourselves.
“Pienso que sería imposible hoy hacer lo que los Panteras harían, que sería ir a un escaparate, tomar algo de equipo y algunos médicos, o gente con conocimiento, y montar una clínica”, dice Nelson. Se necesitaría tener diezmada la estructura existente de atención médica, como lo estuvo en Nueva Orleáns después del huracán Katrina en 2005.
Dos días después de que Katrina arrasó la ciudad, cuando los cuerpos todavía flotaban en las calles inundadas y el presidente George W. Bush las sobrevolaba, Malik Rahim, un ex Pantera Negra, comenzó la Clínica de Terreno Común, dice Nelson. “Cuando le preguntaba: ‘¿Cómo diablos vas a hacer esto cuando la ciudad está destruida?, él decía: ‘Lo hicimos cuando éramos Panteras’”.
SALUDO DE PODER: Partidarios levantan el puño en un mitin por los Panteras Negras Bobby Seale y Ericka Huggins en New Haven, Connecticut, en 1970. FOTO: DAVID FENTON/GETTY
PRESIDENTE MAU-MAU
“La historia no se repite a sí misma, pero sí rima”. Aun cuando no hay evidencia de que Mark Twain en realidad dijo eso, es el tipo de expresión que los historiadores usan para explicar similitudes y diferencias entre entonces y ahora, y grupos tan diversos como los Panteras, que se arraigaron en los guetos, y Las Vidas de los Negros Importan, nacido en internet.
Para 1970, los Panteras habían conseguido una condición de celebridad, y sus fiestas para recaudar fondos para los 21 Panteras (miembros neoyorquinos arrestados bajo cargos de planear ataques con bombas por toda la ciudad) se celebraron en algunos de los apartamentos más finolis de Manhattan. Tom Wolfe asistió a una en el hogar de Leonard Bernstein y satirizó el proceso en un artículo de la revista New York titulado “Estas elegantes noches radicales”:
“Nunca he conocido a un Pantera’, dijo uno de los asistentes a la esposa de Bernstein; ¡esta es mi primera vez!’…sin siquiera imaginarse que a las cuarenta y ocho horas sus palabras estarían en el escritorio del presidente de Estados Unidos”. (Richard Nixon compartía la obsesión de Hoover con los Panteras y los liberales blancos quienes les apoyaban.)
Casi 50 años después, miembros de Las Vidas de los Negros Importan fueron invitados a la Casa Blanca para reunirse con el presidente Barack Obama, quien luego criticó al grupo por no ir más allá de las protestas. “En cuanto se ha enfatizado un problema y se ha captado la atención de la gente y se ha encendido un reflector, y funcionarios elegidos o gente que está en una posición para empezar a hacer cambios están listos para sentarse contigo, entonces no puedes seguir simplemente gritándoles”, dijo Obama.
Esto fue en diciembre de 2014, cuando había personas protestando por los tiroteos policiales en grandes cantidades por todo el país, cerrando caminos y plazas comerciales en las vísperas de la temporada navideña. Cuando uno de los asistentes dijo que ellos sentían que sus voces no eran escuchadas, Obama dijo: “Estás sentado en la Oficina Oval, hablando con el presidente de Estados Unidos”.
“Esa reunión se sintió como: ‘Vengan y siéntense, y descifremos cómo podemos regresar a la normalidad’,” dice Ashley Yates, una activista de Las Vidas de los Negros Importan de Oakland quien estuvo allí. “No sé qué tan útil fue, pero sí sentí que en ese momento nos veían”, dice ella. “Pero también se sintió como si Obama aprovechara el momento para decirnos que fuéramos más lento, algo de lo que hablamos después. Un poco de ambos, un poco de lenguaje ambiguo político: ‘Es una lucha larga, amigos, y como es una lucha larga, tal vez no quieran extenuarse’. Y nosotros pensábamos: ‘Tenemos lo suficiente para endurecerlo’”.
Llámelo otro de esos momentos en que la historia rima: el presidente Lyndon B. Johnson le dijo algo similar a King durante la lucha por los derechos civiles, a veces en ese mismo salón.
Una diferencia entre entonces y ahora es que Obama es el primer presidente negro de esa nación; otra es que el movimiento actual de Las Vidas de los Negros Importan tiene metas menos claras que acabar con la segregación (como “desmantelar la práctica patriarcal que exige a las madres trabajar ‘turnos dobles’,” y “abrazar y abrirles espacio a los hermanos y hermanas transgénero”.)
“Pienso que la mera declaración de que ‘las vidas de los negros importan’ es todo de lo que trataban los Panteras”, dice Yates. “El mero decir que vale la pena defender a la gente negra, que la gente negra vale”. La portavoz de 31 años de edad tiene una historia con el BPP. Cuando era miembro de la Legión de Universitarios Negros en la Universidad de Misuri, Yates llevó a Fred Hampton Jr. a hablar en el campus. Hampton, hijo del líder del BPP en Chicago muerto por la policía de Chicago en 1969, estaba en el vientre materno al momento del tiroteo; hoy, él es presidente del Comité de Prisioneros de Consciencia, el cual se presenta a sí mismo como “una organización revolucionaria”.
“No pienso que tengamos el análisis como un movimiento en general que los Panteras tenían sobre el imperialismo, el internacionalismo, la solidaridad internacional y lo que realmente significa presionar contra el imperio estadounidense”, dice Yates. “Mi generación y este movimiento acaban de empezar a ver eso [para nosotros], una de las formas más grandes de opresión no es Cointelpro; hablamos de tácticas divisorias, divide y vencerás, pero lo que en realidad tratamos de plantear [es] la táctica del encarcelamiento como una táctica de opresión”. Sus problemas tal vez no quepan fácilmente en una pancarta, pero la imagen de Michael Brown —yaciendo descubierto en la calle de Ferguson, Misuri, durante horas después de que un policía blanco le disparó— demostró ser tan motivadora como la de Huey en el trono.
SEGUIMOS NOSOTROS: Niños corean durante una protesta en Baltimore después de la muerte de Freddie Gray, quien sufrió lesiones en la espina dorsal cuando lo transportaban en una furgoneta de la policía. FOTO: JABIN BOTSFORD/THE WASHINGTON POST/GETTY
LA POLICÍA DE CHICAGO MATÓ AL “MESÍAS NEGRO”
La idea de “comunidad” se ha transformado desde la época de los Panteras e incluso de los días de Obama como organizador comunitario en Chicago. “Pienso que Las Vidas de los Negros Importan está absolutamente conectada con el período más grande de los derechos civiles y el Poder Negro”, dice Peniel Joseph. “Está arraigado en la misma lucha, pero las cosas han cambiado porque la comunidad negra se ha estratificado mucho más, se ha separado mucho más geográficamente de lo que estaba hace 50 años”.
Nacido después del acribillamiento de Trayvon Martin, Las Vidas de los Negros importan pasó de ser un hashtag a ser un movimiento nacional en el verano de 2014 con las protestas en ocasiones violentas que siguieron al acribillamiento de Brown. Los medios sociales permiten que el movimiento y sus figuras más reconocibles se mantengan en contacto de maneras que los Panteras difícilmente hubieran imaginado. Por ejemplo, DeRay Mckesson, portavoz de Las Vidas de los Negros Importan, publicó un vídeo en Periscope de sí mismo al ser arrestado en Baton Rouge, Luisiana, después del tiroteo policiaco contra Philandro Castile en julio de 2016.
“Todo lo que teníamos eran radios de transistores y walkie-talkies, mimeógrafos”, dice Jennings de los primeros días de los Panteras. “Nos tomó hasta 1994 y que a Rodney King le patearan el trasero para que la gente creyera que realmente sucedía una brutalidad policiaca. ¡Y mira todos los miles de personas a quienes les patearon el trasero mucho antes de ese entonces!” (Cuarenta y seis años después de que fue grabada, “The Revolution Will Not Be Televised” de Gil Scott-Heron sigue siendo profética, aunque en cierta forma irónica: “No habrá imágenes de los cerdos disparándoles a los hermanos en la repetición instantánea”.)
Aun cuando los métodos para distribuir vídeos tomados con celulares o con cámaras en tableros y corporales han hecho más instantánea (y defendible) la ira, algunos ex Panteras sienten que no hay sustituto para la organización. “Es casi como si tuviéramos demasiada información”, dice Jamal Joseph. “La gente pasa demasiado tiempo en sus dispositivos, leyendo en sus laptops, que no estamos entrando en el mismo salón como antes lo hacíamos”. (O como lo dice Yates: “Es mucho más fácil establecerse uno mismo como un experto que ha hecho cosas en el movimiento cuando estás sentado en casa tuiteando”.)
Joseph fue uno de los 21 Panteras (que fue absuelto de los 156 cargos en 1971) y luego del Ejército Negro de Liberación, el cual emboscaba a la policía en la década de 1970. Él pasó tiempo en prisión en Leavenworth por su involucramiento en el robo de 1981 a Brink en el que murieron dos guardias de seguridad y obtuvo dos títulos universitarios mientras estuvo dentro. Hoy, es un profesor en la Universidad de Columbia, “de la cual yo solía decir: ‘¡Quememos este maldito lugar!’”
A menudo le piden que hable ante activistas negros. “Cuando hablo de ello, me consternó un poco”, dice él. “Doy un discurso muy bueno, una charla motivacional muy buena. Ellos lo toman a pecho, y luego se marchan y regresan de inmediato a sus muros de noticias, ¿entiendes lo que te digo? ‘Los Panteras eran lo máximo’, tuitean ellos, y luego regresan a lo que estaban haciendo”.
El proceso político es menos estimulante que la protesta, pero es donde muchos revolucionarios terminan después de tratar de cambiar el sistema desde fuera. Para principios de la década de 1970, los Panteras estaban pasando de agitar a hacer campaña. Seale se postuló como alcalde de Oakland en 1972, perdiendo en una segunda vuelta; Elaine Brown se postuló sin éxito dos veces al consejo municipal antes de manejar la campaña de Lionel Wilson, quien se convirtió en el primer alcalde negro de Oakland en 1977. Mckesson, de Las Vidas de los Negros Importan, ahora es jefe interino de capital humano de las Escuelas Públicas de la Ciudad de Baltimore, se postuló como alcalde este año. “Una estrategia sólo desde fuera no es una estrategia para ganar”, dice él. “Los Panteras Negras sirvieron como un modelo importante de una manera de organizarse y han inspirado a activistas y organizadores para que continúen desarrollando maneras nuevas de organizar conforme las herramientas cambian y el contexto cambia”.
Los Panteras tendrán una oportunidad de inspirar a más personas en Oakland este mes: el Museo de Oakland abrirá una exhibición titulada “Todo el Poder a la Gente: Los Panteras Negras a los 50”, y habrá reuniones tanto de los miembros del partido como de gente de grupos afiliados, como los Boinas Marrones, los Jóvenes Lores y un grupo blanco en gran medida olvidado de Chicago llamado los Jóvenes Patriotas, quienes se habían reunido con Fred Hampton, el líder carismático de quien Hoover temía en privado que fuera el “mesías negro” quien uniría a los dispares grupos revolucionarios de la década de 1960.
“Ellos se organizaron de la misma manera en que lo hizo el BPP, alrededor de los derechos de los arrendatarios”, recuerda Brown, aun cuando no eran los aliados más naturales. “Algunos de ellos tenían chaquetas con la bandera confederada cosida a ellas, y trabajaban con el BPP al punto en que, cuando Fred Hampton fue asesinado, muchos de ellos lo llamaban Presidente Fred. Te hablo de [tipos] mascando tabaco, chimuelos, llámame ‘negro’; de eso es de lo que hablo. No estoy hablando de los SDS [Estudiantes por una Sociedad Democrática] blancos que iban a la escuela en Berkeley. Te estoy hablando de blancos muy serios”.
Brown cree que si los Jóvenes Patriotas hubieran sobrevivido, “estas persona son votarían por Donald Trump”. Pero tal vez los grupos revolucionarios están hechos para venirse abajo. “La meta del BPP no era hacer que todo miembro de la comunidad negra se hiciera un Pantera”, dice Joseph. “La meta del partido era mostrarle a la gente la posibilidad de luchar, la posibilidad de pelear por tu libertad.
“Queríamos hacernos obsoletos a nosotros mismos”.
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Publicado en cooperación con Newsweek/ Published in cooperation with Newsweek