Cuando el pequeño de la casa rechina
los dientes, lo primero que dice la abuela es que tiene lombrices. Y hay algo
de sentido, porque con parásitos, a los pequeños le da comezón en el ano, y se agobian
al no poder estar rascándose y entonces, rechinan los dientes.
También aparece esta conducta cuando
la tensión aumenta por cuestiones de estudio, algún asunto que les preocupa o
les inquieta. En los adultos, suele pasar lo mismo, con diferentes fuentes de
preocupación.
Si el pequeño no quiere comer porque
le cansa mastica’, es probable que apriete mucho los dientes mientras duerme.
Es como si a un deportista fatigado por el ejercicio, le piden hacer
lagartijas.
En los
adultos, beber, fumar, usar drogas recreativas, o simplemente
estar muy cansado contribuyen al bruxismo. Es una condición que parece apuntar casi en exclusiva a
la tensión, y no poner remedio trae molestas y costosas consecuencias:desgaste
de dientes más rápido de lo necesario, trastornos de la mandíbula, dolor de
oído, dolores de cabeza, lesiones en la parte interior de la mejilla, y
hartazgo de la pareja por tener que soportar el ruido todas las noches.
Durante
el día, el adulto puede llegar a controlar el bruxismo, o distraerlo con chicle
o algunas golosinas. El bruxismo del sueño resulta imposible mantener bajo
control, a menos de que se tomen medidas drásticas, como las guardas que se
utilizan –tipo boxeador– para no permitir que los dientes de arriba entren en
contacto con los de abajo.
Hay
algunos indicios de que el estrés relacionado con la vida y la ansiedad juegan
un papel en el desarrollo de bruxismo del sueño; no se ha vinculado con
trastornos psicológicos o psiquiátricos, aunque ciertos medicamentos –antidepresivos
y medicamentos para la esquizofrenia– pueden causar bruxismo del sueño.
El
tratamiento indicado, como muchos síntomas propios del sistema de vida actual,
se reduce a una máxima: tratar de reducir el estrés diario. Si eso no está en
sus manos, aprender entonces técnicas de relajación. Y si nada funciona; ir con
el dentista por unos protectores bucales, diseñados para mantener la mandíbula
en una posición más relajada y los dientes posteriores separados. Se acaban
así, de manera definitiva, los rechinidos.