Micah
Johnson, antiguo reservista del Ejército de Estados Unidos, de 25 años, mató a
cinco policías en días pasados en la ciudad de Dallas porque, dijo poco antes
de morir, estaba enfadado por los recientes tiroteos de la policía, enfadado
con los blancos: quería matar blancos. Y lo hizo.
Hamza bin Laden, de 25 años,hijodel
fallecido líder terroristade Al Qaeda Osama bin Laden, juró venganza contra Estados Unidos por la muertede supadre: ‘Seguiremos
golpeándolos y apuntando contra ustedes en sus países y en el extranjero en
respuesta a su opresión contra el pueblo de Palestina, Afganistán, Siria, Irak,
Yemen, Somalia y las tierras musulmanes que no sobrevivieron a vuestra
opresión’, dijo Hamza en un audio de 21 minutos titulado ‘Todos somos Osama’,
difundido hace unos días.
Pese a lo condenable que puede ser desde el punto de vista moral o ético, la venganza causa placer a quien
la concreta. El vengador suele estar inmerso en sentimientos de odio y rencor,
la revancha entonces aparece como un desahogo, y por eso es dulce.
La
definición textual señala que la venganza es una reprimenda que
se ejerce sobre una persona o un grupo por una acción que es
percibida como mala o dañina. El sujeto que se siente afectado concreta una
especie de reparación por el daño.
La venganza supone una compensación por el agravio recibido. La neurocientífica Tania
Singer del Instituto Max Planck en Leipzig, Alemania, afirma que el nivel de empatía disminuye
drásticamente cuando se considera a alguien injusto, lo que podría explicar por
qué muchas personas que en otras circunstancias son amables pueden llevar a
cabo su venganza sin inmutarse por el padecimiento de la víctima.
El antropólogo de la
Universidad de California, Robert Boyd, cree que nuestra sociedad necesita la
figura del ‘héroe justiciero’ para sobrevivir. Dice que si todos los individuos
fueran altruistas, la evolución no sería posible.
Cuando la venganza intenta ser ejemplificadora (que
el daño que causa es mayor al daño original), se corre el riesgo de entrar en
un espiral de violencia sin control. Por eso, desde la época bíblica (libro del Éxodo), se intentó fijar una justicia
retributiva con la lex talionis o Ley del Talión, resumida en la sentencia ‘ojo por ojo, diente por diente’.