El
discurso de Obama -quien estará acompañado en el funeral por
el vicepresidente Joe Biden y el expresidente George W. Bush- servirá como
prueba de liderazgo en el ocaso de su presidencia.
Ocho
años atrás, su carisma y habilidad para inspirar lo llevaron a convertirse en
el primer presidente afroamericano de Estados Unidos, y generaron la esperanza de que
el país superaría algunas de sus más arraigadas divisiones sociales.
Incluso
el sábado, mientras el país se recuperaba del ataque del francotirador, Obama sonó
excesivamente optimista. “Creo firmemente que Estados Unidos no está tan
dividido como algunos han sugerido”, dijo en rueda de prensa durante la cumbre
de la OTAN en Varsovia.
“Hay
tristeza, hay rabia, hay confusión… pero hay unidad”, dijo.
Estados
Unidos está ya muy familiarizado con la violencia armada, pero ahora se
encuentra en un nuevo precipicio.
De
Charleston a Orlando y Dallas, este año ha habido varias matanzas motivadas por
el odio racial o a las minorías.
Las
masacres provocaron repudio generalizado, pero no así un objetivo común, ya que
el control de armas sigue siendo un asunto esquivo en el Congreso
estadounidense.
“El
presidente reconoce que no sólo son personas de Dallas las que están afligidas,
es gente de todo el país la que está preocupada por la violencia que tantos
estadounidenses han presenciado en la última semana”, dijo el lunes Josh
Earnest, portavoz de la Casa Blanca. “El presidente espera ofrecer
consuelo mañana”.
Las vidas negras y azules
importan
Cada
semana parece traer una nueva imagen de un policía disparando a un negro
estadounidense, imágenes que se vuelven virales y reavivan problemas raciales y
sobre la actuación policial.
La
semana pasada, los polémicos casos de disparos de policías a dos hombres
negros, Alton Sterling en Luisiana y Philando Castile en Minnesota, desataron
la ira nacional, con miles de manifestantes tomando las calles de una costa a
otra en el país.
Al
parecer también desataron el mortal tiroteo en Dallas protagonizado por el
joven negro Micah Johnson, mientras la protesta contra la brutalidad policial
apenas empezaba.
John,
de 25 años, y quien sirvió en Afganistán, usó un rifle de alto calibre para
matar a cinco policías y herir a otros nueve la noche del jueves. Dos civiles
también resultaron heridos.
El
joven dijo a los negociadores de la Policía, antes de morir, que quería matar a
policías blancos en venganza por las muertes de negros.
No
ha sido fácil para Obama vincular los problemas raciales irresueltos y la
cuestión del control de armas que han emergido tras el tiroteo de Dallas.
“No hay contradicción entre apoyar a las fuerzas del orden (…) y decir
que nuestro sistema de justicia penal tiene problemas, que hay sesgos -algunos
conscientes y otros inconscientes- que deben ser erradicadas”, dijo el
mandatario.
“Entonces
cuando la gente dice ‘las vidas negras importan’, eso no quiere decir que las
vidas azules no importen; quiere decir simplemente que todas las vidas
importan”.
“Lo haría de nuevo”
El
jefe de la Policía de Dallas, David Brown, dijo que su departamento examinaba
varias horas de videos para reconstruir los episodios del jueves por la noche.
El
caos terminó cuando la Policía utilizó un robot bomba para matar a Johnson.
Brown defendió el uso del robot, usualmente desplegado para desactivar bombas.
“Esto
no era un dilema ético para mí. Lo haría de nuevo”, dijo Brown.