“Estados Unidos no tiene una buena historia de proyectos urbanos”, dice el arquitecto Matthijs Bouw.
Como prueba, señala la multitud de sombríos proyectos de vivienda pública por todo el país. Los teóricos creían que los patios cercados por torres altas mejorarían la calidad de vida, pero nadie le preguntó a la gente que viviría allí. Hoy, los estudiantes aprenden de lugares como Pruitt-Igoe en San Luis y Cabrini-Green en Chicago como modelos de lo que no se debe hacer; los gobiernos de las ciudades ya los sometieron al martillo de la demolición.
“Hemos visto muchísimos proyectos que fracasaron porque la gente no los quería”, dice Amy Chester, quien trabajó en la administración de Michael Bloomberg, exalcalde de Nueva York.
Hoy, equipos con financiamiento federal buscan aprender de estos fracasos mientras tratan de proteger las comunidades de bajos ingresos de las marejadas ciclónicas y olas de calor conforme el clima sigue cambiando y el tiempo se torna más destructivo. Chester trabaja para Reconstruir por Diseño, lanzado en 2013 por el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano (DVDU) federal para ayudar a las ciudades del noreste a recuperarse de la supertormenta Sandy, y prepararse para inundaciones futuras. Para asegurarse de que las comunidades le apostarán al máximo a proyectos de Reconstruir, el DVDU cambió totalmente el proceso normal de infraestructura: en vez de decidir qué construir, los gobiernos municipales tendrán que ganar el dinero federal mediante presentar ideas desarrolladas en consulta estrecha con grupos civiles en representación de las comunidades costeras desde Connecticut hasta Nueva Jersey.
Gran parte del Lower East Side de Manhattan fue vapuleada por Sandy: los bloques de apartamentos perdieron la electricidad y calefacción por semanas y vararon a los residentes en edificios de muchos pisos que ya no tenían elevadores funcionando. Cuando las aguas bajaron, una coalición de 38 grupos —incluidas asociaciones de residentes, grupos defensores, organizaciones de beneficencia ricas en recursos como la Cruz Roja y patrocinadores corporativos como Whole Foods Market— se unió como LES Ready para organizar la ayuda inmediata y desarrollar planes a largo plazo para preparar mejor el área para futuros desastres ambientales.
Después, cuando la ciudad buscó financiamiento del DVDU para un gran proyecto de mitigación climática, este le dijo que “presentara un caso de negocios”, dice Bouw, quien fue parte del equipo del proyecto. En otras palabras, ellos debían demostrar que el proyecto no sólo prevendría un futuro daño por aguas, sino que prosperaría. Así, el equipo de administración del proyecto envió diseñadores para que se reunieran con LES Ready para asegurarse de que los residentes y negocios locales no rechazarían su plan.
Al principio, la presidenta de la coalición, Damaris Reyes (también presidenta de la organización de vivienda y preservación de vecindarios Good Old Lower East Side) era recelosa de que las promesas que hacía el equipo de diseño de hacer el litoral a prueba de agua los dejaría fuera a ella y sus constituyentes. De inicio, la ciudad había asegurado sólo el dinero suficiente del DVDU para trabajar en una parte de ingresos más mixtos de la orilla al norte de la calle Montgomery; obras similares en un área de bajos ingresos más al sur sería algún día la fase dos. Reyes temía que el financiamiento se agotaría antes de que el proyecto se completara; ella sabía que si el primer segmento no funcionaba, entonces la respuesta negativa de los votantes les dificultaría a ella y sus vecinos el hallar dinero para protegerse de otra tormenta letal. Ella y otros defensores convencieron a la ciudad de ir a buscar más dinero antes de empezar cualquier obra.
En respuesta, la ciudad reorganizó algunos fondos y obtuvo asistencia financiera de otro concurso de ayuda para desastres del DVDU, comprometiendo finalmente 176 millones de dólares adicionales para proteger el área de Reyes. En los meses siguientes, One Architecture, de Bouw, y sus colegas de la importante firma de diseño Bjarke Ingels Group, trabajando con un equipo grande desarrollaron su diseño en reuniones frecuentes con los residentes al estilo de talleres. En vez del acostumbrado administrador de la oficina del alcalde, los lugareños decidieron cuáles tipos de servicios les hacían falta desde hace mucho tiempo y dónde colocarlos. El tramo en cuestión del East River Park desde hace mucho había sido difícil de acceder y mantenido con irregularidad, aun cuando los varios miles de inquilinos de vivienda pública, quienes viven a lo largo de la orilla, tienen pocos lugares extras para deportes al aire libre o ejercitarse. Así, el resultado final incluye un acceso peatonal seguro al parque (sobre una calle ajetreada de seis carriles), así como más mejoras para atletismo y plantaciones, además de algunos beneficios extravagantes, como una ventana subacuática. “No estamos simplemente planteando más reuniones para decirle a la gente lo que estamos haciendo”, dice Daniel Zarrilli, director de la Oficina de Recuperación y Resistencia de la Ciudad de Nueva York. “Hemos incorporado la retroalimentación al diseño”. Finalmente, el DVDU le dio a la ciudad una subvención por 335 millones de dólares para construir una berma exuberante e inclinada que puede absorber el agua de las marejadas ciclónicas y mantener a salvo las torres de vivienda pública detrás de sí, todo ello con un atractivo para quienes viven allí.
Este enfoque es una tendencia por todo el mundo. Al enfrentar el riesgo de sequías más largas y duras, el gobierno de Singapur lanzó recientemente el programa “Aguas, Activas, Hermosas y Limpias”: construir o reconstruir 17 embalses para crear un abastecimiento sustentable de agua, sin alejar a los lugareños. “La intención era hacer atractivos estos lugares. Teníamos personas, incluso niños, involucradas en el diseño, y convertimos [canales] en parques”, dice Khoo Teng Chye, quien encabeza la acción. La Presa Marina, el primer embalse en abrirse en el centro de la ciudad, puede captar agua de una sexta parte de la masa territorial y se ubica junto a un puente de más de 300 metros. La presa incentivó a la agencia de Khoo a elaborar maneras creativas de entusiasmar a la gente con respecto a la estructura. “Tuvimos talleres en los que invitamos al público a donar arte y creamos una galería pública costera al aire libre”, dice. “Hubo mucha participación de la comunidad en comparación con lo que pudo haber sido una estación de bombeo cercada”.
MUNDO ACUÁTICO: Las autoridades de Singapur le pidieron al público que donara arte para una galería pública en las orillas del embalse Presa Marina. Foto: DARREN SOH/BLOOMBERG/GETTY
En Rotterdam, Holanda, la lluvia adicional de un planeta cada vez más húmedo estaba causando estragos en los anticuados sistemas de desagüe, obligando a la ciudad a hallar maneras nuevas de almacenar el agua de lluvia. Los funcionarios del gobierno comisionaron a diseñadores para que trabajaran con los lugareños en un diseño urbano que almacenaría el agua de tormenta y haría la inundación “visible, audible y atractiva”. El resultado fue la Plaza Acuática, la cual abrió en 2013. Funciona como una plaza tradicional en los días agradables, un poco hundida en relación con el patio de ladrillo que la rodea y pintada con brillantes diseños geométricos azules. En el borde de la plaza hay una canaleta con la forma de una especie de resbaladilla que en los días de lluvia capta la precipitación y la vierte dentro de la plaza, convirtiéndola en una alberca. Las luces caen sobre el agua chapoteando, creando una instalación pública de arte urbano. La firma que diseñó la plaza, De Urbanisten, dice que las canaletas son lo bastante anchas para atraer patinadores en los días soleados.
“El público es mucho más receptivo a estos planes si les dices cuáles son las opciones”, dice Jan Peelen, quien trabaja para la Oficina de Infraestructura y el Medioambiente de la nación. Peelen se ha visto dirigiendo más reuniones de persona a persona en lugares públicos y haciendo menos de las cosas verticales que el gobierno hace usualmente. Los resultados han sido sorprendentemente buenos. “Estamos viendo disminuir el número de apelaciones contra los proyectos”, reporta. No sólo eso, el gobierno está viendo aumentar el número de soluciones. Resulta que los residentes a veces tienen ideas más inteligentes que las propuestas por los funcionarios.
Por ejemplo, como parte del proyecto “Espacio para el Río” —el cual pide a los holandeses duros el admitir que algunas áreas del delta del río Rin se inundarán de manera tal que no serán habitables en el futuro cercano—, Peelen y sus colegas propusieron permitir que el pólder Overdiepse, en el área agrícola de Waspik, se convierta en una zona de inundación con el fin de evitar una pérdida severa de vidas. La idea era que en vez de simplemente esperar que fallaran los diseños tradicionales de inundación de llanos como los pólderes —extensiones de tierras bajas ganadas a cuerpos de agua y protegidas por diques—, ellos evacuarían a todos de antemano.
Los ganaderos de allí, predeciblemente, no recibieron bien la idea de abandonar sus tierras. Así que propusieron “crear colinas pequeñas” dentro de la zona de inundación donde ellos y su ganado podrían vivir con seguridad. Stan Fleerakkers, el ganadero que encabezó esta campaña, dice que se requirió de un poco de trabajo para lograr que los funcionarios trataran como valiosa la aportación de los ciudadanos. “La primera vez que oímos del plan del gobierno fue en 2000, y fue el año pasado cuando el plan de compromiso estuvo listo”, dice. “Tengo 45 años, así que tardó un tercio de mi vida”. Pero al final el equipo del proyecto pasó a calcular cómo construir laderas más altas que la nueva marca de inundación. Hoy, Fleerakkers dice que su nuevo hogar y los nuevos establos de sus vacas, a cinco metros y medio sobre el antiguo sitio, satisfacen a todas las partes, incluidas las vacas
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Publicado en cooperación con Newsweek /Published in cooperation with Newsweek