Es interesante la evolución que ya
presenta la construcción de las candidaturas hacia 2018, pues tanto en los
partidos como en el ámbito de los independientes, la guerra de encuestas y
estrategias ya comenzó, y por lo tanto el análisis periodístico intensivo
también.
En el interior de los equipos de cada
suspirante, la talacha electoral está a la orden del día y se trabaja con
ahínco en el posicionamiento de los perfiles, pues saben que este año debe
cerrarse con bastante fuerza, dado que durante todo 2017 se librará una batalla
cuerpo a cuerpo con los demás interesados.
Aunque los escenarios aún son
genéricos, en la opinión pública ya comienzan a prospectarse posibles alianzas,
unas tan naturales como previsibles, y otras que se visualizan tan fuera de lo
común que su nacimiento sería de alcance histórico, aunque decisorio.
Un ejemplo de esos impensables sería un
pacto entre el PRI y el PAN, para llevar a José Antonio Meade Kuribreña como
cabeza de un gran acuerdo para conformar un gobierno de coalición. ¿Se imagina
tal planteamiento? Sería la materialización del PRIAN que tanto critica Andrés
Manuel López Obrador.
Se trata de una alianza que, si se
trabajara con buen oficio en el interior de ambos partidos y se lograra
procesar en un ambiente razonable de unidad, sería prácticamente invencible.
Desde luego, la hipótesis se cimienta en la lógica y probabilidad de unir el
agua y el aceite. ¿O será que a Felipe Calderón y a Enrique Peña Nieto les
pudiera alcanzar para construir un buen amarre —poderes fácticos incluidos— que
le garantice medio gobierno a cada fuerza política?
En el interior de ambos partidos hay
múltiples intereses que nos hacen pensar que algo así suena descabellado,
máxime siendo el Dr. Meade alguien totalmente ajeno a la nomenclatura de ambos
partidos, aunque también es el único que, contando con una imagen limpia y
amplísima experiencia, pudiera conjuntarlos en un proyecto histórico que
llevase como bandera la transformación política de nuestro país, a la par de
una indiscutible capacidad económica para manejar el país. Ya veremos dentro de
unos 15 meses si los cálculos electorales incentivan la bondad del
establishment ¿azulado-tricolor? para algo así.
En lo que a Morena se refiere, si bien
ya está más que decidido que AMLO irá nuevamente de candidato, debe trabajarse
en la óptica de agregarle aliados, pues aunque el crecimiento del partido es
exitoso y manifiesto, me parece que es y seguirá siendo, de aquí a 2018,
insuficiente para llevar al tabasqueño a la Presidencia de la República. Creo
que Movimiento Ciudadano y el Partido del Trabajo son nuevamente los aliados
potenciales de Andrés Manuel, aunque el primero de ellos ha elevado bastante su
precio, pues jugando bien sus fichas ya aspira a ganar su primer gobierno
estatal, el de Jalisco.
Aunque el PRD pareciera cocinarse
aparte y tener diferencias irreconciliables con AMLO, al final me parece que
enfrentará el mismo escenario de Morena: cuenta con un candidato competitivo,
pero no le alcanza para ganar solo, necesita que alguien le ponga un pie
adicional en la báscula. Y por ello siempre estará latente la posibilidad de
una alianza con Acción Nacional, aunque a diferencia del primer escenario
descrito, ni el uno ni el otro cuentan con un candidato que los pueda vincular.
Así que regresar al origen y unirse con Andrés Manuel puede resultar un camino
más rentable para ellos; es una vía que siempre será posible, pero que en su
caso veremos hasta los últimos momentos de 2017.
La nueva variable en la ecuación serán
los independientes, los cuales tienen el gran reto de ponerse de acuerdo —al
estilo de todo partido político— para evitar ir fragmentados y poder impulsar
un proyecto competitivo. La verdad es que se pinta difícil, pues entre
millonarios aburridos, políticos enojados y los románticos que nunca faltan, el
ramillete será bastante amplio. De entrada hay que anotar al gobernador de
Nuevo León, al diputado Clouthier, al excanciller foxista, a Margarita Zavala
si se desbaratan las cosas en el PAN, y a los demás que se sumen conforme se
acerque la fecha.
En síntesis, nos encontramos ante la
víspera de una elección que, por primera vez en México, podría definirse,
porcentualmente hablando, en cuartos y ya no en tercios de votación. Es una
competencia para la que ya todos los interesados están juntando sus piedras
para ver cuánto pesan de aquí a un año; entonces decidirán si se inscriben en
la carrera o si le endosan su capital político al que mejor les convenga.
Recordemos que en nuestro sistema político se puede vivir muy bien de la
derrota, y que hay muchos que a eso se dedican.
Amable lector, recuerde que aquí le
proporcionamos una alternativa de análisis, pero extraer el valor agregado le
corresponde a usted.