Dicen que las mujeres fuertes ayudan a construirse unas a otras. Melanne Verveer es de esta clase. En los últimos años, la primera embajadora de Estados Unidos para Asuntos Globales de la Mujer ha visitado más de 60 países para conocer de primera mano cómo viven las mujeres del orbe y cuáles son los progresos que se han conseguido a más de dos décadas de la emblemática Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Pekín en 1995, la cual marcó un hito en el empoderamiento de las mujeres y definió el rumbo para la agenda de 189 países en materia de género e igualdad.
La embajadora Verveer habla pausado y sonríe mucho. Se alegra de estar nuevamente en México, país que conoce bien. Está enterada de los sucesos recientes en nuestro país, las altas tasas de feminicidios y la marcha nacional contra la violencia machista que se llevó a cabo en 27 ciudades mexicanas el 24 de abril. Considera que ha habido un gran progreso “aun cuando queda un camino largo por recorrer”.
La también coautora del libro Avance rápido: Cómo las mujeres pueden alcanzar el poder y las metas, junto a la asesora legal y de negocios Kim Azzarelli, señala que “gracias a los logros que se han obtenido —desde la conferencia en Pekín— podemos ir mucho más rápido porque ahora hay muchas mujeres en posiciones de responsabilidad y, además, contamos con la evidencia estadística de cómo las mujeres hacen una diferencia en la economía, en la política, a través de la educación y con la conectividad que permite el mundo actual”.
En esta entrevista exclusiva para Newsweek en Español, pregunto a la embajadora Verveer en qué áreas se han logrado los mayores avances. Responde:
“Estamos cerrando la brecha en cuanto a la educación de las niñas, aunque tenemos que mejorar para mantenerlas en la escuela y para que permanezcan en la educación secundaria. Otro avance muy importante es con respecto a la violencia contra las mujeres. Hace 20 años no era considerada una obligación del Estado, la violencia entre ciudadanos era un tema privado y cultural; ahora es criminal y los Estados tienen responsabilidad. Muchos gobiernos desde entonces han aprobado legislaciones y ahora existen leyes para proteger a las mujeres donde antes no las había, para prevenir la violencia y particularmente para procesar y terminar con la impunidad. Hay que reforzar la implementación; ahora tenemos que asegurarnos de que realmente la instrumentación y la aplicación se lleve a cabo, aún hay muchas prácticas discriminatorias”.
Foto: Antonio Cruz/NW Noticias.
—¿Cuáles prácticas considera que aún limitan el desarrollo de las mujeres?
—El año pasado, el Banco Mundial hizo un estudio que muestra cómo en 160 países todavía hay leyes que discriminan a las mujeres. En México, por ejemplo, en la fuerza laboral, en el sector económico, aunque las mujeres tienen un papel vital, no se están haciendo tan bien las cosas como se necesita. Aún hay obstáculos y barreras para que las mujeres puedan trabajar fuera de sus hogares; tenemos que ocuparnos de cuestiones como el cuidado de los hijos, el acceso a los créditos para emprendedores, el capital inicial. Aunque hay progreso en áreas como el acceso a la salud, a la educación, a la participación económica, en la participación política en un país en el que hay un 30 por ciento de mujeres parlamentarias, el lidiar con la violencia es uno de los principales retos, es una lucha global.
—Si bien en las legislaciones se condena la violencia contra las mujeres, ¿cómo se logran desarrollar en la vida cotidiana, en la práctica, las herramientas que permitan empoderar a las mujeres y erradicar la violencia?
—Una de las cosas que sabemos sobre la violencia contra las mujeres es que hay que pasar de castigarla en las leyes a ponerlas en práctica. En mi país sabíamos que teníamos que asegurarnos de que los crímenes fueran a juicio, pero para responder a tu pregunta, necesitamos formas de comprometer a los hombres y los niños. Ellos realmente necesitan ser una parte crítica de la solución. Hay muchos lugares del mundo donde los hombres se están involucrando en cómo tener un rol activo en la comunidad y se están transformando en el proceso, están haciendo un esfuerzo para cambiar la situación de las mujeres —y, por ende, la de toda la sociedad—, por ejemplo, en Escandinavia, donde el permiso de paternidad es el mismo para hombres y mujeres, los varones se preguntan cómo antes se les había restringido de participar en la crianza de sus hijos. Los millennials eligen ser más comprometidos de formas muy positivas. Nuestro trabajo es impulsar actitudes más significativas para los hombres y los niños a través de la educación, de los medios y el trabajo de campo, a través de las organizaciones que tienen presencia en la sociedad. Los gobiernos tienen que entender que tienen una posición muy importante que jugar en este espacio. No es sólo una buena causa, es una cuestión de suma importancia para la sociedad, es una cuestión de derechos humanos.
Foto: Antonio Cruz/NW Noticias.
—¿Cuál es el costo social del abuso o de la violencia hacia la mujer?
—Lo que le sucede a una mujer tiene también consecuencias para su familia; una violación a sus derechos humanos también es una cuestión de productividad, la economía sufre, porque las mujeres no van a trabajar y tiene costos para la salud. La consecuencia del abuso es un costo enorme para las personas y en la sociedad en general. Los gobiernos necesitan pagar esos costos, por ello esta cuestión debe afrontarse culturalmente, gubernamentalmente, a nivel de la calle. Cada sector de la sociedad tiene una responsabilidad, pero para enfrentarlo pienso que se requiere, sobre todo, tener voluntad política.
La asesora de Hillary Clinton y del presidente Barack Obama considera que en México las mujeres tienen que cabildear y empujar para que se apliquen las leyes y que están en una situación de vulnerabilidad por “las terribles tasas de feminicidios y los homicidios que son cometidos como parte de las redes del narcotráfico”.
Un muy buen punto de partida, considera la embajadora, es la visibilización a través de las marchas y la exigencia social de protección frente a la violencia machista. Verveer precisa: “Las autoridades encargadas de implementar la seguridad tienen que ser responsables y trabajar dentro del marco de la ley y no con poderes extraordinarios, donde guarden el poder para sí mismas”.
Y profundiza en el significado de tales manifestaciones: “Es importante mandar un mensaje a todos los niveles de la sociedad de que esto ya no puede seguir así; además, no es solamente una cuestión de las mujeres, es una cuestión de que cada miembro de la sociedad está siendo lastimado, quizá no tan directamente como las mujeres, pero todos estamos pagando un precio y hay que hacer ver cuánto los hombres se pueden beneficiar al erradicar el machismo y evitar encajar en estereotipos que han conducido a crímenes y homicidios, abusos y violencia doméstica. Todo esa criminalidad horrible tiene que ser perseguida, y esta es una decisión de la sociedad”.
Tajante, pero optimista, desde su posición, la embajadora lleva la vanguardia junto a las mujeres que se la juegan cotidianamente en la línea de fuego para alcanzar sociedades más justas, equitativas y seguras, una causa en la que todos salimos ganando y a la que todos debemos de sumarnos.