Cuando a mediados de 2009 recibió la noticia, Domitilo
Barragán, según confiesa, no pudo ocultar su emoción. No podía ser de otra
manera: iba a ser parte de un proyecto histórico con el que México celebraría
el Bicentenario de su Independencia y el Centenario de la Revolución. Y sí, la
Estela de Luz le cambió la vida. Aunque nunca imaginó que de esa forma.
El arquitecto, con 40 años de actividad profesional, padre
de tres hijos y abuelo de cuatro pequeños, era en esa fecha gerente de
Estudios, Proyectos y Construcción de III Servicios, una filial de Pemex
encargada de planear, programar, ejecutar y administrar todos los servicios
solicitados por la petrolera.
A esa empresa se le encargaron los primeros trabajos para
la construcción del monumento, y como parte de sus actividades, el 5 de enero
de 2010, el Comité de Obras Públicas, que él presidía, definió el mecanismo
para contratar a la constructora, sólo ocho meses antes de su inauguración.
En ese Comité participaban como vocales otras seis
personas, entre contadores públicos, arquitectos e ingenieros. Todos ellos sin
facultades para autorizar recursos, sólo para emitir fallos técnicos.
Ellos estuvieron acompañados durante el proceso por el
gerente jurídico y el titular del Órgano de Control Interno, además de un
asesor de la Secretaría de la Función Pública (SFP). Así se garantizaba la
adecuada toma de decisiones pero, sobre todo, que estuvieran estrictamente
apegadas a derecho.
Por unanimidad, el Comité decidió que la contratación se
haría por invitación a cuando menos tres participantes, y no por licitación o
adjudicación directa. Esto debido a lo apretado de los tiempos.
El arquitecto Barragán Álvarez asegura que esa fue la
única participación que tuvieron. No firmaron contratos con la constructora,
nada tuvieron que ver con el manejo del presupuesto, ni con las ampliaciones
solicitadas posteriormente. Es más, rompieron su relación laboral con la filial
de Pemex, ya que entre mayo y diciembre de ese mismo año, prácticamente todos
renunciaron.
Sin embargo, en abril de 2011, cuando estalló el escándalo
de la Estela de Luz por el sobregiro de los recursos, fue notificado que tenía
una acusación en su contra por “uso indebido de atribuciones y facultades”.
Junto con los otros seis compañeros que firmaron el acta
de aquel 5 de enero, fue señalado de ocultamiento de información, desaparición
de documentos oficiales y desvíos que causaron un daño al erario estimado en
1000 millones de pesos.
Desde hace cinco años, Domitilo Barragán ha enfrentado un
proceso penal costoso, desgastante, que le ha causado descrédito, desprestigio
y que lo puede llevar a la cárcel.
Para evitarla, tendría que exhibir una fianza por el monto
total del presunto desvío, es decir, por 1000 millones de pesos. Una cantidad
que jamás en su vida podría cubrir. Todo por una firma. Todo por ser parte del
eslabón más débil de la cadena.
LA ESTELA DE LA OPACIDAD
En esa Estela hay todo, menos luz. Su construcción está
envuelta en la opacidad. Con paciencia, el arquitecto muestra el dictamen
técnico, la justificación del proyecto, el contrato para la construcción y las
dos modificaciones posteriores. Esos son los cimientos de ese monumento al que
despectivamente se le conoce como la “Suavicrema”.
A principios de 2009, recuerda, se convocó a 30 arquitectos y seis despachos para que
participaran en el concurso nacional con el que se definiría la obra ganadora.
Tres meses después se dio a conocer que era el despacho del arquitecto César
Pérez Becerril y se firmó el contrato en el que se comprometía a entregar el
proyecto arquitectónico ejecutivo para junio.
El problema es que el proyecto presentado estaba
incompleto: no tenía los estudios de mecánica de suelo, ni los de túnel de
viento (para medir la resistencia ante fuertes ráfagas de aire), y tampoco los
análisis para determinar si el subsuelo aguantaría una estructura como la
planteada.
“Le comenté a mi jefe, Agustín Castro Benítez (director de
III), que la falta de esos documentos hacían inviable el proyecto, pues no
garantizaban ni su seguridad, ni su estabilidad. Sugerí que la construcción se
aplazara seis meses, pero él dijo que asumía toda la responsabilidad”.
El procedimiento continuó. Ocho empresas participaron en
la invitación, pero todas sobrepasaban el presupuesto autorizado de 393
millones de pesos. El consorcio ganador fue GUTSA Infraestructura en asociación
con Proyectos y Desarrollo de Infraestructura, que había presentado la oferta
más baja por 462 millones. La diferencia hizo que se moviera el presupuesto por
primera vez.
El consorcio recibió un anticipo por 222 millones y se
estableció que entregaría la obra el 21 de agosto de 2010. Un mes después se
celebró un segundo convenio debido a que el costo se elevó en 18 millones y la
fecha de entrega se aplazó a diciembre de 2011, ya fuera del programa de
festejos.
Eso ya no lo vio el arquitecto Barragán. Debido a que se
negó a avalar estos cambios con su firma, decidió renunciar el 12 de mayo de
2010. Regresó a Saltillo, Coahuila, de donde es originario, para trabajar en un
despacho. Su vida y la construcción del monumento tomaron rumbos diferentes.
Hasta que se volvieron a cruzar en abril de 2011, cuando fue notificado de que
estaba demandado penalmente por uso indebido de atribuciones y facultades.
En tres ocasiones, relata, la Función Pública, a través de
la PGR, intentó fincarles responsabilidades, pero el juez del caso no admitió
los cargos. Hasta que en un cuarto intento, en 2012, se giró la orden de
aprehensión en su contra, por lo que promovieron un amparo.
Así, el arquitecto se vio envuelto en un tortuoso camino
que no diseñó: el de justicia. Un laberinto sin salida para quienes no tienen
recursos o padrinos que los exoneren. Y en el que sigue atrapado.
EL OSCURO ENTRAMADO DE LA JUSTICIA
“¿Cómo ha cambiado mi vida desde el momento que fui
denunciado penalmente?”, se pregunta Domitilo Barragán. “Muy difícil”, se
responde. Al ser Saltillo una ciudad pequeña, los comentarios que se hicieron
en su momento en periódicos y medios electrónicos, en los que se le señalaba
como un ladrón, le afectaron.
Detalla que muchos contratos se le cayeron y se le cerró
la oportunidad de volver a trabajar en la administración pública local. Con
todo, se siente “afortunado”, pues otros de sus compañeros que integraron el
Comité de Obras y que también fueron acusados, no han podido contratarse.
“Yo tengo tres hijos mayores, con licenciaturas, casados y
con cuatro hijos. Eso fue lo que siempre soñé y lo conseguí. Estoy con mi
esposa que es profesora de fisicomatemáticas, pero me preocupan mis compañeros
que todavía tienen niños. Yo ya estoy de salida”.
La Estela de Luz se inauguró hasta el 7 de enero de 2012. Su
costo final fue de 1046 millones de pesos, casi 200 por ciento más de lo
establecido originalmente.
Junto con sus coacusados, el arquitecto está a la espera
de que un Juzgado de Distrito resuelva el amparo que interpusieron para evitar
que les exijan a cada uno de ellos exhibir una fianza por 1000 millones de
pesos para continuar el proceso en libertad. Estiman que esto podría tardar
otros dos meses.
Si el fallo les fuera adverso, podrían presentar un
recurso de revisión ante un Tribunal Colegiado y, en caso extremo, solicitar a
la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) que atraiga el caso.
Mientras tanto, el juez décimo cuarto de Distrito en
Procesos Penales Federales, Rubén Darío Noguera (el mismo, por cierto, que
tiene el expediente de Oceanografía y el de Elba Esther Gordillo), deberá
seguir con el desahogo de las conclusiones y emitir una sentencia. Esto podría
llevarse todo el año.
“La cadena se rompe siempre por el eslabón más débil. Hay
personas que, como nosotros, también fueron acusadas, pero como tienen amigos
poderosos, ni siquiera se les ha mencionado. Se trata de Rubén Arenal Alonso y
Aarón Vázquez Figueroa, quienes eran subgerentes Jurídicos de III. Si quieren
chivos expiatorios, aquí estamos. Nadie ha huido. Estamos dando la cara”.
Y aunque confía en que serán exonerados, reconoce que el
daño moral que les han causado nadie se los podrá reponer. Para el arquitecto
Domitilo Barragán y sus compañeros acusados, la Estela de Luz sólo les
significa oscuridad.