La energía nuclear es un arma de
doble filo. El avance de la tecnología para producirla y su carácter ecológico
la han convertido en la opción del futuro para muchos países. El principio
fundamental que rige a la energía nuclear es una reacción química –fisión o
fusión- que genera solo agua y calor como residuo, a diferencia de la
combustión de fósiles, que resulta en emisiones de CO2. Sin embargo,
actividades como construcción de plantas “ilegales”, enriquecimiento de uranio
e intentos de producir bombas de hidrógeno han creado tensiones geopolíticas
con países como Irán y la misma Corea del Norte. Aun así, los beneficios
económicos y ambientales superan al peligro de guerra nuclear que existió, por
ejemplo, durante la guerra fría.
Como es de esperarse, Estados Unidos
es la potencia mundial en este sentido. Hasta julio de 2015, operaban 99
unidades nucleares en su territorio, generando así el 19.5 por ciento de la
energía utilizada por el país durante 2014, según datos de la Agencia
Internacional de Energía Atómica (IAEA por sus siglas en inglés). En México existen solo 2 unidades, que
produjeron menos del 6 por ciento de la energía utilizada. La Ciudad de las
Luces está iluminada por plantas nucleares casi en su totalidad, pues los
franceses obtienen poco menos del 80 por ciento de su energía de dicha fuente.
A pesar de sus beneficios, la
energía nuclear debe tratarse con cuidado. El accidente en Fukushima Daiichi
provocado por el terremoto y tsunami en Japón en 2011 son una muestra clara de
los frágiles que pueden resultar las plantas ante desastres naturales. No hubo
muertes que resultaran del desastre, pues el maremoto fue responsable de la
mayoría de éstas, sin embargo, es imposible acceder a la zona debido al
carácter radioactivo de los residuos que dejaron las explosiones.
En
total, alrededor del 11 por ciento de la electricidad mundial proviene de
procesos como gasificación de carbón, electrolisis y gasificación de biomasa,
evitando emitir cantidades masivas de CO2 a la atmósfera. La industria de la
calefacción y la electricidad es la mayor responsable del deterioro del medio
ambiente, pues emite 42% del dióxido de carbono, cuando la industria y el
transporte son responsables de un 20% según la IAEA. En países de la OCDE, se
generan cerca de 300 millones de toneladas de desechos tóxicos cada año, de las
cuales solo 10 mil metros cúbicos son remanentes radioactivos de las plantas.
La energía nuclear tiene muchos usos aparte de la generación de energía, tales
como la agricultura y seguridad alimentaria, tratamiento y cura del cáncer,
purificación de agua y limpieza del ecosistema marino.
El poder transformador de la energía nuclear
es claro. Y aunque la mayoría de los países desarrollados mantienen programas
de producción de armas en secreto, es necesario eliminar el tabú de la
inversión en plantas nucleares en beneficio del medio ambiente. Acciones como
las de Corea del Norte socavan los esfuerzos de la comunidad internacional por
un uso pacífico de este tipo de energía. Su programa militar no durará mucho
más si China decide dejar de financiar al dictador Kim Jong-Un. Las
consecuencias de una Bomba H exitosa podrían ser catastróficas. Mientras tanto,
la energía nuclear seguirá siendo un arma de doble filo para la humanidad.