Ellos están convencidos de que el mundo está llegando al fin de los tiempos, el Apocalipsis presagiado en las Escrituras. Ellos creen que Jesús, el Mesías, regresará entonces a unirse con los fieles en una batalla contra el anticristo. La confrontación gloriosa se ganará, con Jesús y sus seguidores reinando supremos después de la derrota del mal.
¿Y quiénes son estos creyentes? No, no son los cristianos evangelistas; son los miembros del Estado Islámico (EI).
Si esto sorprende, ello refleja la falta general de conocimiento respecto a este grupo. Que Jesús regresará en los últimos días de la humanidad es un dogma del islam fundamentalista y es una fuerza impulsora detrás de las decisiones del EI. Desgraciadamente, muchos estadounidenses han sido víctimas de la idea de que estudiar al enemigo es una señal de aplacamiento o debilidad. Demasiada gente —guiada por políticos taimados o ignorantes— se enorgullece de su negativa de tomar la decisión militarmente esencial de aprender sobre los extremistas.
Ello no es un análisis de guerreros de sillón. La importancia de aprender sobre el adversario es una estrategia militar aceptada, incluida en El arte de la guerra, el antiguo tratado chino sobre el combate atribuido a un general llamado Sun Tzu. El libro es considerado tan importante para las tácticas de guerra que su lectura es obligatoria para todos los oficiales de la CIA y se enseña en toda academia militar estadounidense. Él expone: “Si conoces al enemigo y te conoces a ti mismo, no necesitas temer el resultado de un centenar de batallas. Si te conoces a ti mismo pero no al enemigo, por cada victoria lograda también sufrirás una derrota”.
Cuando se trata del EI, nuestro fracaso en entender al enemigo está claro en la manera torpe y contraproducente en que Estados Unidos ha manejado el problema de los refugiados sirios que huyen de la violencia infligida por milicianos y el gobierno de Bashar al-Assad. Impulsados por el miedo que van sembrando principalmente los gobernadores y candidatos presidenciales republicanos, los estadounidenses están aterrados de que terroristas pudieran esconderse entre los refugiados que entran al país. Esto es un constructo sin sentido edificado a partir de la ignorancia: el EI no necesita a los refugiados para infiltrarse en Occidente. Gracias a su propaganda incesante en los medios sociales que es ayudada por políticos estadounidenses ignorantes, el EI ha reclutado miles de residentes en Europa y unas cuantas decenas en Estados Unidos, según la CIA. Y ellos, obviamente, no necesitan hacerse pasar por refugiados.
“Es cierto que el EI podría explotar la crisis para insertar agentes en Europa”, considera Aaron Zelin, del Instituto Washington para Política del Cercano Oriente. “Sin embargo, al mismo tiempo, uno debe recordar que el grupo ya tiene miles de miembros con pasaportes de la Unión Europea y tiene muy buenos falsificadores de documentos. Por lo tanto, la única razón para encajar agentes adicionales en los flujos de refugiados sería suscitar una reacción violenta contra los refugiados sirios y otros, así como contra las poblaciones musulmanas nativas”.
Entonces, los extremistas tienen maneras más fáciles de entrar a Estados Unidos que haciéndose pasar por refugiados. Esto es importante considerarlo porque, al mantener a los refugiados fuera, los políticos estadounidenses están siendo cómplices del EI (y no lograrán nada). Irónicamente, el flujo de sirios huyendo de los países islámicos enfurece al grupo, ya que mina la afirmación del EI respecto a que está formando un imperio islámico que protegerá a los musulmanes devotos. En esencia, toda familia siria que hace el viaje peligroso a otros países le comunica a los musulmanes de todo el mundo que prefieren arriesgarse a morir que permanecer cerca del EI.
En respuesta, el grupo ha hechos públicos por lo menos doce videos en los que trata de persuadir a los sirios de no moverse. Los videos advierten a los sirios que huyen a Occidente que serán obligados a convertirse al cristianismo, una afirmación que respaldan con declaraciones imprudentes de políticos y comentaristas occidentales. Los portavoces en los videos dicen que los occidentales atacarán a los sirios, luego les muestran cortos de la policía golpeando a refugiados en Europa. Ellos dicen que los refugiados serán tratados con desdén, y tienen mucha evidencia para apoyar esa afirmación.
En otras palabras, aquellos en Estados Unidos y sus aliados occidentales que le niegan un albergue seguro a los refugiados sirios por un miedo inapropiado de que terroristas podrían filtrarse junto con ellos están haciendo el trabajo del EI. “Los acosadores de refugiados, su retórica y sus políticas propuestas llevarán a finales que ellos mismos buscaron y nos harán a todos menos seguros”, dice Zelin.
La ignorancia sobre el EI también está motivando peticiones de soluciones militares simplistas. Esto se relaciona con la creencia del grupo en el fin de los tiempos. En 2014, el EI libró una batalla amarga contra otros musulmanes suníes para hacerse con el control de Dabiq, un pueblo sirio sin importancia estratégica. Pero es allí, según una profecía islámica, donde se entablará la batalla contra el anticristo. Y ahora, conforme más países se unen a la lucha contra el EI, sus miembros vitorean, creyendo en la profecía de que ochenta banderas (naciones) se reunirán en Dabiq para librar la guerra, con Jesús guiando a los musulmanes a la victoria, que se acerca cada vez más.
CORAZONES Y MINAS: El general James Terry, quien dirige la operación militar de Estados Unidos en Siria, sabe que la propaganda es una de las armas más potentes del Estado Islámico. FOTO: MARK WILSON/GETTY
El anticristo en esta batalla es un mentiroso con un ojo, y algunos seguidores del EI creen que conocen su identidad. El libro indispensable, The ISIS Apocalypse, de William McCants, de la Institución Brookings, cita el tuit de un seguidor del EI después del ataque a la oficina del periódico Charlie Hebdo en París que proclamaba: “Occidente es el impostor tuerto”.
¿Por qué esto es importante? Porque nos dice que los combatientes del EI no rehuirán una confrontación militar; la ansían. Sus miembros no le temen a morir en batalla; rezan por ello. Los políticos estadounidenses, quienes proclaman que aterrorizarán al EI con su compromiso con la lucha, no entienden lo que motiva al enemigo. Decir: “Los buscaremos, los encontraremos, y los mataremos”, como hizo Marco Rubio en mayo pasado, tal vez satisfaga los impulsos emocionales de los chicos rudos (sus palabras son versiones en plural de oraciones tomadas directamente de la película de acción Búsqueda implacable), pero son promesas que provocarán dicha, no miedo, a los combatientes del EI. Pedir el bombardeo de refinerías, como quiere Donald Trump, no logrará nada; llevar soldados al terreno en Irak, como Jeb Bush y Ben Carson han exigido, alejará a los iraquíes que combaten allí mientras se deja intacto el bastión principal del EI en Siria. Por supuesto, esto no significa que Occidente debería abandonar las estrategias militares; la campaña encabezada por Estados Unidos, llamada Operación Resolución Inherente, ha demostrado su efectividad en hacer retroceder al EI. No obstante, lo que está claro es que los políticos que arman sus estrategias con la creencia de que los combatientes suníes pueden ser espantados con la promesa de más bombas y soldados están tan engañados como lo estaban cuando Washington invadió Irak en 2003.
Afortunadamente, incluso si los políticos no entienden al EI, los estrategas militares sí lo hacen. En 2014, estrategas gubernamentales de más de treinta países se reunieron en la base MacDill de la fuerza aérea. Allí, según dos oficiales militares que asistieron, el grupo se dedicó a “simular casos”, lo cual implica anticipar lo que hará el enemigo. Se discutió el asunto del fin de los tiempos, igual que el hecho de que la posibilidad de morir no asustará a los combatientes del EI.
Los estrategas también valoraron las fortalezas y debilidades del EI. Dos son importantes aquí. Una limitación es que el EI no tiene aliados reales entre las potencias árabes; incluso Al-Qaeda es un enemigo. Por ello se dedica a una barbarie grotesca contra los musulmanes sirios e iraquíes; el EI quiere obligar a la gente a tomar un bando. Únaseles y goce de su protección; rechácelos y tendrá una muerte horrible.
Los estrategas en MacDill concluyeron que la fuerza del EI proviene de persuadir a los musulmanes de todo el mundo, en especial en Europa, de que Occidente quiere destruir el islam. Desgraciadamente, muchos políticos parecen determinados a reforzar ese mensaje aquí.
Por ejemplo, el argumento de que el islam es una religión de pura violencia es una idiotez (para quienes señalan la brutalidad en porciones del Corán como “prueba” de que todos los musulmanes son violentos, lean el Antiguo Testamento; masacres y tortura son lugares comunes en las Escrituras). Según la CIA, los combatientes del EI son sólo 0.002 por ciento de los musulmanes del mundo, poco más de 30 000 personas. Para darle un sentido de escala, un porcentaje más grande de estadounidenses se presentó en agosto pasado en Carver, Oregón, para subir y bajar en balsas de hule por el río Clackamas para la celebración del Gran Flote de 2015.
No obstante, hay musulmanes que, aun cuando todavía no son violentos, están abiertos a las afirmaciones de que Occidente está entablando una batalla contra el islam. Cuando zopencos marchan con rifles de asalto afuera de mezquitas estadounidenses, el EI tuitea la noticia como prueba de que Occidente quiere destruir su religión. Cuando Trump proclama que los musulmanes estadounidenses deberían usar distintivos, hay baile en los campamentos del EI mientras sus milicianos lo difunden a través de internet. Cuando políticos republicanos exigen que el presidente Barack Obama diga que Washington está combatiendo el “islam radical”, el EI vitorea; el término no se evita por corrección política, sino porque es considerado un halago entre los musulmanes fundamentalistas. En otras palabras, discutir sobre el término hace al EI más atractivo ante los musulmanes que están indecisos con respecto a unirse.
Entonces, Estados Unidos y sus líderes políticos tienen que decidir: ¿continuarán condenando como débiles a aquellos funcionarios que intentan comprender al Estado Islámico? ¿Permitirán que el miedo fortalezca al enemigo? ¿Seguirán tratando de insultar a los yihadistas al llamarlos practicantes del islam radical, aun cuando hacerlo deleita y fortalece al enemigo?
Es más importante ser duro que sonar duro. Esa lección, combinada con mayores cantidades de valor y humanidad de parte de los líderes de Estados Unidos y sus ciudadanos, es la receta para la victoria contra este enemigo fervoroso.
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Publicado en cooperación con Newsweek/ Published in cooperation with Newsweek