El 5 de diciembre próximo, Elena Poniatowska presentará su novela más reciente, Dos veces única —Seix Barral, 2015—, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Y la siguiente obra que publicará, una serie de crónicas y ensayos sobre mujeres, prácticamente ya la tiene terminada.
“Uno vive de proyectos”, precisa, en entrevista con Newsweek en Español. “Si yo no tuviera un proyecto me pegaba un tiro. También quisiera hacer un libro sobre un arquitecto —se habla poco sobre ellos—, un arquitecto mexicano, discípulo de Luis Barragán, un libro sobre lo difícil que es esa disciplina. Bueno, todo es difícil, ser periodista es difícil”.
—¿Y ser escritor, en un país como México, también es difícil? —se le inquiere.
—En México la disciplina es más difícil mantenerla porque la realidad va a la par; sobre todo si eres periodista, te interrumpe a cada rato. Además, en México hay pocos lectores, aunque se dice que la Feria Internacional del Libro de Guadalajara es la mejor feria de América Latina, lo cual a lo mejor es verdad, en México hay muy pocos lectores.
“La televisión es la gran enemiga de la lectura. La televisión y los noticiarios son terribles enemigos del periodismo. Se está acabando el periodismo, se están acabando los periódicos, todo el mundo ve los noticiarios y ya párale, es una tristeza horrible. Espero que prosigan los grandes editorialistas, los grandes periodistas, los que dicen la verdad, los que nos guían, como lo fue Miguel Ángel Granados Chapa. Pero todo tiene que ver con nuestra educación, nosotros estamos en los últimos lugares de educación en el mundo”.
—¿Cómo subsanar, entonces, la herida intelectual que significa la poca lectura?
—Hay que seguir insistiendo, insistir, insistir. Dicen mucho que el libro va a desaparecer, mucha gente compra iPads, les parece más fácil leer en una cosa electrónica que en papel, un libro, la cubierta, las páginas, todo lo que nosotros amamos, el olor del papel, el abrir un libro.
—¿La otra alternativa sería que los escritores no dejen de escribir?
—Tenemos grandes escritores. Es un gran orgullo para nosotros que viviera en México un escritor de la talla de Gabriel García Márquez, se puede comparar el Quijote con Cien años de soledad, es la Biblia de América Latina. Y luego tenemos a escritores de la talla de Carlos Fuentes, Octavio Paz y uno que admiro muchísimo, Juan Rulfo; y se olvida mucho a Rosario Castellanos, a quien con el movimiento de los zapatistas, en 1994, empezaron a leer muchísimo para saber qué era Chiapas.
—¿Y las nuevas generaciones estarán listas para ocupar esos lugares?
—Hay una escritora, Guadalupe Nettel, que es muy buena, escribe a partir de sí misma… Sobre las mujeres hay muy poco; sobre la Corregidora [Josefa Ortiz de Domínguez], por ejemplo, a mí me dijo Rosario Castellanos que no sabía ni escribir, pero tomó un palo de escoba y golpeó el piso, el ruido se oyó hacia abajo y así comenzó la Independencia, no podía ni siquiera mandar un recado. Yo no sé si eso es verdad o no, no sé si haya historiadores que tengan documentos sobre la Corregidora, pero hay muy poco sobre las mujeres. Una que se llamaba Juana Gutiérrez Belén hizo una imprenta, está bien, pero a nadie le importa; o Concha Michel, la esposa de Hernán Laborde, del Partido Comunista, ella recorrió la república y recogió los corridos y canciones antiguas, sin ella ni siquiera sabríamos de esas canciones. ¿Quién le da crédito? Nadie.
LA IMPRESIONANTE LUPE MARÍN
En Dos veces única, Elena Poniatowska convierte en novela una gran investigación. Diva y musa por derecho propio, esposa legendaria, cocinera magnífica, madre tormentosa y viuda trágica, María Guadalupe Marín Preciado, Lupe Marín (1895-1983), fue testigo excepcional y parte indispensable de algunas de las vidas extraordinarias que dieron forma al arte mexicano del siglo XX.
Casada con Diego Rivera y, posteriormente, con el poeta y crítico Jorge Cuesta, el más connotado de los escritores del grupo Contemporáneos, Lupe Marín vio refulgir su obra y la de otros creadores como Frida Kahlo, Rafael Coronel, Xavier Villaurrutia y Juan Soriano, además de ejercer una influencia poderosa sobre sus hijos y nietos, herederos de un legado tan brillante como imperioso.
“¿Por qué una novela? Porque todas las respuestas de los entrevistados apuntaban a un relato fantástico, y porque tanto Dos veces única como Leonora (Leonora Carrington) y Tinísima (Tina Modotti) pueden ser el punto de arranque para que un verdadero biógrafo rescate la vida y obra de personajes fundamentales en la historia y en la literatura de México”.
—¿Por qué Lupe Marín fue un personaje tan emblemático de la cultura mexicana?
—Yo la conocí y me gustó mucho cómo era: muy mexicana, muy auténtica, muy distinta. No era ni abnegada, ni santa, ni nada de eso, ni siquiera buena madre. Le hice una entrevista en 1976, y luego encontré muchos documentos y entrevisté a todos sus nietos, uno de ellos Ruth María, hija de Ruth Rivera, que ya murió. Lupe me impresionó, me impactó una mujer así, y escribí la novela. Es un personaje muy especial, pero fue tragado por Frida Kahlo, quien la borró del mapa totalmente. El amor entre Frida Kahlo y Diego Rivera abarcó todo, se tragó todo, y se la tragó a ella.
—Sin embargo, no deja de tener un significado muy especial…
—Un significado muy especial para México, para nosotros. Da mucha tristeza pensar que somos tan inferiores a nuestro pasado; el México después de la Revolución fue muy creativo con José Vasconcelos, con la educación, con llevar los clásicos al campo, con el surgimiento de un país nuevo, con la reivindicación del color moreno, de los indígenas, el decir que nosotros valíamos igual que cualquiera en el mundo, la raza de bronce, una raza más inteligente y más creativa, y en realidad parecía que eso iba a ser.
“Diego pintó a Lupe Marín desnuda en el anfiteatro Bolívar y después en Chapingo, en la capilla, es la figura tan enorme de ella, es la madre tierra, cuando ella acababa de dar a luz. Fue una gran cocinera, una gran modista, así como Chanel, cosía muy bien, se vestía muy bien, se arreglaba muy bien, y era ella misma, una tapatía realmente extraordinaria”.
—Además, Lupe sobresale con mucha vulnerabilidad, de algún modo, por la serie de personajes entre los que desfila…
—Sí, claro, pero no se deja vencer por ellos. Por ejemplo, están los Contemporáneos, que eran la gran inteligencia de México de esa época: Jorge Cuesta, Salvador Novo, Xavier Villaurrutia, José Gorostiza… Ella hizo todo para que nadie la sobajara, la rebajara, por ejemplo, leía a Fiódor Dostoyevski, a León Tolstói.
—¿Dos veces única es un complemento de la serie de novelas conformada por Tinísima y Leonora?
—He escrito muchísimo de mujeres porque siempre se olvidan de ellas, mucho sobre las soldaderas y distintos personajes femeninos, por ejemplo, las mujeres que estuvieron en huelga en Catedral o doña Rosario Ibarra de Piedra, gente que ha sido olvidada.
“Uno nunca está contento con el trabajo que hace —concluye Poniatowska—. Uno hace lo mejor posible y lo hace con todas las ganas, con toda la pasión, pero sufre mientras lo hace porque tienes mucho que investigar y leer. Es mucha pasión, una pasión que te hace sufrir. Para mí, la última pasada en limpio, ya cuando dices: ‘Así se va, así se va’, es un goce: ‘Ay, qué bueno, ya se va, ya acabé con esto, ya cumplí’”.