“Ahora, no es mi intención ofender a nadie”, dijo el renombrado neurocirujano Ben Carson ante una multitud de dignatarios reunida en el hotel Hilton de Washington en 2013. Siendo un devoto cristiano, Carson seguramente conoce el proverbio sobre las buenas intenciones y el camino al infierno. Hablaba en el Desayuno de Oración Nacional, un evento anual que suele provocar todo menos sobresaltos: un breve lapso de afabilidad (afectada en ocasiones) cuando D.C. deja de lado las luchas, al menos hasta que se acaba el jugo de naranja y el café.
Con ese inicio, no es de sorprender que el discurso de 27 minutos de Carson haya provocado tantas hosannas como muestras de perplejidad. La mayoría de sus comentarios se centraron en su extraordinaria biografía, al salir de un gueto de Detroit para convertirse en uno de los neurocirujanos más célebres del mundo. Pero los comentaristas conservadores centraron su atención en su diatriba contra el Obamacare, mientras el presidente de Estados Unidos de Norteamérica estaba sentado apenas a unos metros de Carson.
Carson también profirió ataques contra lo que denominó los medios de comunicación políticamente correctos por “crucificar a las personas que dicen cosas de manera realmente inocente”. Declaró que el país está en una espiral de muerte como la que precedió a la caída del Imperio Romano: “la decadencia moral, la irresponsabilidad fiscal. Ellos se autodestruyeron. Si no creen que esto le pueda pasar a Estados Unidos, tomen sus libros y comiencen a leer”.
“Ben Carson para presidente”, decía el titular de un editorial de The Wall Street Journal a finales de esa semana.
Dos años y medio después, Carson se postula para presidente y lo está haciendo muy bien; un intruso político tan relajado como el magnate de los bienes raíces Donald Trump nos mira de frente. A pesar de sus diferencias estilísticas, Carson y Trump están abriendo prácticamente el mismo camino insurgente en la elección primaria del Partido Republicano. Después de arrastrarse detrás de Trump en las encuestas nacionales de este otoño, Carson ha empatado o se ha adelantado en dos de las últimas encuestas, y está adelante en varios sondeos realizados en Iowa. La creciente popularidad del doctor ha sido tan aplastante como furtiva. Mientras la campaña de “conmoción y temor” de Trump paraliza a los medios y a las clases murmurantes, este originario de Maryland de 64 años de edad y modales suaves, ha estado obteniendo apoyo sigilosamente entre los votantes conservadores con su atractivo poco ortodoxo y decididamente políticamente incorrecto.
El director jubilado de neurocirugía pediátrica en el Hospital Johns Hopkins ha expresado su pesar por algunas de las cosas más alucinantes que ha dicho, como sugerir que cumplir una condena en prisión puede hacer que una persona se vuelva gay. Pero ha refrendado otros comentarios, como argumentar que un presidente musulmán se sentiría obligado a obedecer la Sharia (ley islámica) y no las leyes estadounidenses; sugerir que los nazis no hubieran podido realizar el Holocausto si los judíos alemanes hubieran estado armados; o comparar el aborto con la esclavitud.
Esos comentarios han poblado los titulares nacionales y han provocado un acalorado contragolpe. Pero aun más que indignación, la campaña de Carson ha causado perplejidad: ¿cómo alguien con antecedentes científicos tan brillantes puede hacer afirmaciones tan carentes de pruebas, que son el componente básico del estudio científico? El tono apacible e incluso lánguido con el que Carson pronuncia sus polémicas opiniones solamente hace más profunda la contradicción.
En el clásico victoriano el Dr. Jekyll y el Sr. Hyde, un genial investigador científico bebe una poción que lo convierte en una bestia. Los viejos amigos y colegas de Carson presencian una versión de esa novela cuando lo ven en televisión. “Estaba viendo Meet the Press cuando dijo [que no apoyaría a un presidente musulmán], y mi familia se molestó mucho”, señala Harold Doley, un ilustre republicano afroestadounidense y amigo personal de Carson. Él instó a su familia a que “le dieran al Dr. Carson una oportunidad de aclarar y explicar su postura”, lo cual hizo en una sarta de entrevistas posteriores, aunque nunca se retractó completamente de su declaración inicial. Doley insiste en que Carson “no está en contra de las personas con base en sus creencias religiosas”.
Para las personas que lo conocían como médico y filántropo, la nueva carrera de Carson como político ha sido desorientadora. Los socios de Trump siempre lo han conocido como una persona teatral, un tornado de autopromoción. Por contraste, los amigos de Carson dicen que la imagen que ha surgido en los medios de comunicación nacionales no muestra a la persona que él es realmente. No es que ignoren que es conservador y cristiano, y que abraza una larga tradición de independencia en la comunidad afroestadounidense. Esos son valores, reconocen sus amigos, que ha abrazado abiertamente desde que era un joven que empezaba su carrera médica. Los colegas de Carson en Johns Hopkins, una de las Facultades de Medicina más prominentes de Estados Unidos, no se avergüenzan cuando declara que el mundo fue creado en seis días, de acuerdo con su fe Adventista del Séptimo Día, pero luchan con todas sus fuerzas con el fanático intolerante que muestran los noticiarios por cable, que, en su opinión, no se asemeja en nada al hombre con el que han trabajado día tras día durante tantos años. Un hombre que, efectivamente, era inquebrantable en sus creencias y poco convencional en su enfoque, pero que fue siempre humilde, constructivo y, sobre todo, respetuoso.
“En la vida real, es la persona más imparcial que he conocido”, dice el Dr. Henry Brem, director del Departamento de Neurocirugía del Hospital Johns Hopkins y colega de Carson desde la década de 1980. Brem y otros afirman que Carson tiene el don de unificar y reunir a las personas, que es una habilidad importante para un presidente. “Hacer cosas innovadoras, romper barreras, unir a las personas, hacer que todo el mundo tire en la misma dirección y conseguir financiación para hacer cosas… pienso que es una extraordinaria habilidad administrativa”, señala Brem. “La manera en que esto se traduzca [al dirigir al país] aún está por verse”. Pero el éxito de carrera de Carson se basa en mucho más que en lo que ha ocurrido en la sala de operaciones.
En la raíz de la cosmovisión de Carson se encuentra su relación con Dios. Carson ha sido miembro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día desde que era un adolescente de Detroit con un temperamento explosivo, y le atribuye a Cristo la ayuda para controlar su cólera. El énfasis de la religión en llevar una vida moral e industriosa y ceñirse a una interpretación fundamentalista de la Biblia explica muchas de las contradicciones de Carson. Los Adventistas son una denominación protestante, y aunque no son parte del movimiento evangélico, comparten creencias similares en relación con el respeto de la autoridad bíblica y fomentar el acercamiento religioso. Interpretan literalmente la creación como algo que se llevó a cabo en seis días. En una encuesta realizada recientemente por el Pew Research Center se descubrió que 60 por ciento de los evangélicos blancos rechazaba la evolución (al igual que 47 por ciento de los protestantes de raza negra).
Las oficinas centrales a escala mundial de la Iglesia Adventista están justo en las afueras de Washington, D.C., en Silver Spring, Maryland, que es también el hogar de una congregación particularmente animada, la Iglesia Adventista del Séptimo Día de Spencerville, a la que Carson y su familia asisten. Un reciente sábado por la mañana, la creciente iglesia de piedra estaba a reventar. A pesar del clima tempestuoso que había afuera, el salón principal se sentía tibio y acogedor, vibrando con un murmullo bajo y alegre mientras los fieles se arremolinaban y las familias entraban silenciosamente en la nave del templo, buscando asientos vacíos en los bancos. Se parecía mucho cualquier otro oficio religioso cristiano, con la excepción, por supuesto, de que era sábado, que es cuando los Adventistas marcan el Sabbath.
Correspondiendo a su ubicación en el suburbio diversificado y de clase media, aquel sábado, los feligreses de Spencerville eran un mosaico de jubilados, adolescentes, bebés, blancos, negros sudasiáticos y latinos. La Iglesia Adventista del Séptimo Día es la fe con mayor diversidad étnica del país, de acuerdo con Pew, otro recordatorio de que Carson ha estado inmerso en ambientes multiculturales durante toda su vida adulta. Sin embargo, en la contienda presidencial, se ha dirigido casi exclusivamente a los evangélicos blancos que, efectivamente, son una poderosa fuerza en las elecciones primarias del Partido Republicano, pero que constituyen sólo una pequeña parte del electorado en general. Incluso algunos de sus partidarios se sienten frustrados por ello, dados sus antecedentes y su origen étnico. “Debe acercarse a la comunidad afroestadounidense”, dice Doley. “He estado tratando de incorporar ese punto a la campaña, con poco o ningún éxito”.
Carson ha pasado casi toda su vida adulta en Maryland, trabajando en Johns Hopkins, la Facultad de Medicina y el sistema hospitalario ubicado en Baltimore, de mayoría negra. Hopkins es el sitio donde pasó de ser un joven y serio interno de neurocirugía (y uno de los pocos cirujanos afroestadounidenses de esa época) a convertirse en uno de los principales neurocirujanos pediátricos del mundo, haciéndose de un nombre por haber realizado operaciones innovadoras como la separación de siameses y la rehabilitación de niños con trastornos cerebrales degenerativos infrecuentes. Sus memorias, tituladas Gifted Hands (Manos talentosas) fueron convertidas en una película para televisión protagonizada por Cuba Gooding Jr. Esta obra fue seguida por muchos otros libros con una orientación más política.
El énfasis de Carson en la integridad personal y la responsabilidad ha sido una característica constante de su vida, señalan aquellos que lo conocen bien. Brem, un amigo íntimo, dice que el discurso del Desayuno de Oración de 2013 fue “un discurso típico de Ben”. Recuerda los polémicos comentarios que Carson hizo en una gala de premios de la NAACP en 2006, donde fue reconocido con el más alto honor del grupo. Después de recibir el premio, Carson “reconoció que todo lo que había conseguido lo había hecho gracias al movimiento de los derechos civiles”. Entonces, como Brem lo describe, empezó a “regañar” a todos los líderes que estaban en la habitación, “diciendo”, ‘no están haciendo lo suficiente. Tenemos que ayudarnos a nosotros mismos’”.
Los conservadores se han comido toda esa retórica, adoptando a Carson como la contraparte ideal del presidente Barack Obama. Rupert Murdoch, el magnate de los medios de comunicación, sugirió en Twitter el mes pasado que Carson sería “un verdadero presidente negro”, algo por lo que después se disculpó. Los propios comentarios de Carson, pronunciados en los últimos años, en los que compara al Obamacare con la esclavitud y afirma que el Presidente ha dañado las relaciones raciales en Estados Unidos le han hecho ganarse la antipatía de muchas personas de la comunidad negra, que idolatraba los impresionantes logros médicos y la filantropía del doctor. Pero en retrospectiva, parece claro que la filosofía subyacente estuvo siempre presente en la obra de Carson, aunque no expresada en un lenguaje tan divisivo. “Desde que lo conozco, ha estado enérgicamente a favor del individuo, de las libertades individuales, de las responsabilidades individuales en su máxima expresión”, señala el Dr. Donlin Long, presidente del Departamento de Neurocirugía de Johns Hopkins de 1973 a 2000 y consejero de Carson durante mucho tiempo.
Eso se aplicaba al trabajo de Carson en su comunidad, una prioridad desde la época en que llegó a Hopkins. En su entrevista para obtener un puesto en el programa de residencia de neurocirugía, Long recuerda que el joven Carson, que entonces era un estudiante de medicina de la Universidad de Michigan, le preguntó si tendría la oportunidad de faltar al trabajo para dar pláticas a los estudiantes de los barrios pobres de Baltimore. Él fue “la única persona que había preguntado eso una entrevista”, dice Long, riendo.
“Cuando llegué a Hopkins, los médicos negros eran extraordinariamente infrecuentes, particularmente en un entorno académico”, declaró Carson a Newsweek. “Me di cuenta de que lo que hiciera podía ser muy inspirador para muchos niños… a quienes muchas personas les decían lo que no podían hacer, y muy pocas les decían lo que sí podían hacer”.
Así que Carson se convirtió en proselitista y médico, llevando su mensaje de superación personal a las aulas de todo Baltimore y, en poco tiempo, a todo el país. “Los fines de semana se iba, y el resto de nosotros lo cubría”, recuerda Brem. “Y lo que hacía era ir a los barrios pobres… cada fin de semana en todo el país. Hizo eso durante años y años y años, y al final eso produjo Carson Scholars”. Brem fue uno de los primeros miembros del Consejo Directivo de esa sociedad benéfica, que otorga becas a estudiantes de primaria y secundaria de todo Estados Unidos para reconocer la excelencia académica y el servicio comunitario.
Incluso mientras Carson trabajaba para animar a los niños de los barrios pobres, no hacía énfasis en la raza o en la identidad étnica. El Fondo Carson Scholars, establecido en 1996, está abierto a cualquier estudiante de cualquier distrito escolar participante. El deseo de Carson siempre ha sido “unir a las personas y no ser divisivo en cuestiones de raza”, explica Nancy Grasmick, presidente interina de la organización sin fines de lucro.
También ha rechazado un enfoque racial al hablar de su vida. Cuando Carson todavía era un residente, Long recuerda haberle hablado a su protegido acerca de enrolarse en un programa de los Institutos Nacionales de Salud para médicos pertenecientes a minorías. “Era una muy buena cantidad de dinero que apoyaría sus carreras y algunas investigaciones adicionales”, recuerda Long. “Y Ben dijo, ‘Dr. Long, ese es el único insulto que usted me ha hecho’”.
Para muchos afroestadounidenses, la falta de énfasis de Carson en el color de la piel y su tendencia a invocar la esclavitud como un paralelo de diversas controversias políticas actuales (la ha comparado no sólo con el aborto, sino también con el Obamacare) han deteriorado su opinión sobre el doctor. “Académicamente, siempre ha sido un pilar dentro de nuestra comunidad”, señala Jamal Bryant, el pastor del Templo del Empoderamiento de Baltimore. “Su trabajo es realmente conocido y muy célebre”. Carson incluso obtuvo una mención en la temporada 4 de The Wire, la icónica serie de HBO, cuando un estudiante de primaria de un barrio pobre de Baltimore le dice a su maestro, “Quiero ser un neurocirujano pediátrico como ese negro”.
Pero Bryant, franco activista de los derechos civiles, también critica el silencio de Carson sobre la discriminación racial. “No ha abordado realmente las injusticias que enfrentamos aquí en Maryland”, señala Bryant, quien pronunció el discurso en el funeral de Freddie Gray, el joven de 25 años de Baltimore cuya muerte bajo custodia policial, ocurrida la primavera anterior, desencadenó varios días de protestas y tumultos. “En los últimos 15 años, todos los estudiantes han aprendido quién es Ben Carson. Se trata de un electorado natural” para su campaña presidencial, dice Doley. “Desafortunadamente, podría pensarse que otro electorado natural sería el electorado afroestadounidense. Pero no está ahí”.
Dados los antecedentes académicos de Carson, cabría pensar que los intelectuales también podrían ser un electorado político. Pero muchos de sus colegas con un alto grado de educación han luchado contra su rechazo de la ciencia convencional, incluyendo la teoría del Big Bang y las pruebas abrumadoras de la existencia del cambio climático. En un artículo reciente de The New Yorker, titulado “La ignorancia científica de Ben Carson”, se señala que en un discurso pronunciado en 2012, Carson “hizo afirmaciones… que sugieren que nunca aprendió, o decidió ignorar, los conceptos científicos básicos comprobados”.
También en este caso, los contactos de la vida de Carson antes de la política señalan que nada de esto es nuevo, y el alboroto político ha llevado a caricaturizar al doctor. Los académicos se han vuelto “muy intolerantes”, lamenta Long. Las personas han olvidado, dice, “que la base de la ciencia consiste en cuestionar los principios científicos. Eso produce la verdad, como lo eran dichos principios en su época. O generará fuertes críticas y quizás hipótesis más sólidas”.
El Dr. George Jallo, director del instituto Johns Hopkins All Children de Ciencias de Protección Cerebral, trabajó bajo las órdenes de Carson durante una década y lo considera su mentor. Jallo declaró a Newsweek que las creencias religiosas de Carson lo hicieron respetar aún más al neurocirujano. “Aquí es como cualquier médico, tiene muy buenas bases científicas y es también un hombre religioso”, dice Jallo. “Sus creencias eran bien meditadas, en el sentido de que tenía una buena comprensión de ambas cosas”. Los antiguos colegas de Carson no son las únicas personas en el área de la medicina a las que no les molestan sus creencias: los profesionales de la salud representan al mayor grupo individual de profesionales que han donado para su campaña hasta ahora, de acuerdo con el Centro para una Política Responsable.
Jallo dice que Carson era notablemente abierto, aunque no doctrinario, con respecto a su fe religiosa. “No temía hablar de ello, y respetaba los demás, por lo que ellos lo respetaban también”, recuerda Jallo. “Rezaba con ellos si querían rezar con él”. Eso ha sido confirmado por Beth Usher, una de las pacientes de Carson, que tenía apenas siete años cuando fue sometida a una peligrosa intervención quirúrgica para tratar de curar sus convulsiones crónicas. En ese momento, en la década de 1980, Carson y sus colegas eran el único equipo de médicos de Estados Unidos que llevaba a cabo el procedimiento, conocido como hemisferectomía, en el que se retira permanentemente la parte deteriorada del cerebro. La noche anterior a la cirugía, Usher y su familia, particularmente su hermano de 9 años, se quedaron “petrificados”, declaró a Newsweek. Carson lo notó y “llevó a mi hermano a la pequeña capilla del hospital y rezó con él durante una hora o así”, recuerda Usher. “Él era quien era”, dice Jallo. “La religión lo hizo ser quien era”.
Los antiguos colegas de Carson tienen dificultades para encontrar sentido a algunas de las opiniones sociales que ha expresado en la ruta de campaña. El furor más reciente se produjo debido a los comentarios que hizo después de un tiroteo masivo en un instituto de enseñanza superior en Oregón. Cuando se le preguntó en Fox News qué habría hecho en la misma situación, Carson respondió, “No me habría quedado parado esperando a que me disparara. Habría dicho, ‘Oigan chicos, ataquémoslo todos’.” Los comentaristas de los medios de comunicación lo atacaron de inmediato, diciendo que estaba criticando a las víctimas.
Luego se produjo el insulto contra los musulmanes mencionado anteriormente en Meet the Press de NBC en el mes de septiembre. “No recomendaría que pusiéramos a un musulmán a cargo de esta nación. No estaría de acuerdo en absoluto”, le dijo Carson al anfitrión Chuck Todd. Y en una entrevista de CNN realizada en marzo, Carson dijo que la homosexualidad es una elección porque las personas “entran en prisión siendo heterosexuales y cuando salen, son gays”. El doctor se disculpó después y dijo que “no pretendía saber cómo cada persona llegaba a su orientación sexual individual”.
Ese tipo de retórica de campaña oculta la naturaleza atractiva y el respeto de Carson hacia las personas de todos los estratos sociales, de acuerdo con las personas que lo conocen y que han trabajado con él. Afirman que esos rasgos, incluso más que su destreza con bisturíes y taladros, son los que lo convirtieron en un cirujano excepcional. “Ben tenía una extraordinaria habilidad para unir… a las personas, principalmente porque nunca estuvo interesado en su propia reputación”, afirma Long. Ese es un rasgo infrecuente en el mundo de alto octanaje y motivado por el ego de la cirugía, el cual hizo a Carson muy popular entre sus colegas.
Jallo dice que puede dar fe de eso, recordando los preparativos de Carson para la operación quirúrgica de 2004 para separar a los siameses de 13 meses que nacieron unidos por la cabeza, Lea y Tabea Block, en Lemgo, Alemania. Carson se había vuelto famoso casi dos décadas atrás, cuando siendo un neurocirujano de treintaitantos años dirigió al equipo médico de 70 personas que separó con éxito a otro par de gemelos alemanes unidos, Benjamin y Patrick Binder. Pero esta vez no fue menos meticuloso. Carson convocó a todo el equipo de médicos y al personal de apoyo para ensayar el procedimiento y pedir sugerencias. Escuchó a todo el mundo, “desde el electricista” (para hablar de los planes de contingencia ante un apagón) “hasta los ingenieros biomédicos y el personal de limpieza”, dice Jallo. “En mi experiencia, esto es muy poco usual; no hay muchos líderes que tenga la suficiente confianza en sí mismos para abrirse ante todos los miembros de su equipo”.
Entre los pacientes, Carson era conocido por su trato reconfortante, valiéndole el apodo de “Gentil Ben”. Trabajaba con niños muy enfermos, un campo difícil del que, sin embargo, nunca huyó. “Lo recuerdo arrodillándose para hablar conmigo cara a cara”, afirma Usher, que actualmente tiene 35 años. Ella y Carson continúan escribiéndose, y ella lo ve en un reencuentro anual donde se reúnen pacientes de hemisferectomía.
Aunque Carson ha enfurecido a los defensores de los derechos de los homosexuales con su oposición al matrimonio entre personas del mismo sexo y su comentario sobre los homosexuales en prisión, Brem señala que, cuando Carson era director del Departamento de Neurocirugía Pediátrica de Johns Hopkins, entrenó y tuteló a residentes abiertamente gays, así como a una gran variedad de personas de otros antecedentes y orientaciones. “No tiene ningún prejuicio o sesgo en su propia vida”, insiste Brem.
Entonces, ¿cómo explicar la imagen divisiva que ha asumido como político? Carson no ve ninguna contradicción. “Mi enfoque es que las personas son las personas, y a eso se debe que… no hable con mucha frecuencia acerca de la raza”, declaró a Newsweek. “La piel no las hace ser quienes son, el cabello no las hace ser quienes son. El cerebro sí”.
En cuanto a su preocupación sobre un presidente musulmán, Carson ha aclarado que aceptaría a un líder musulmán si él o ella rechazaran la Sharia. “Para mí, no tiene nada que ver con la fe, sino con un estilo de vida”, explica Carson. “El Islam es más que sólo religión. Es un estilo de vida, y no se adapta a la separación entre la mezquita y el estado”.
Doley dice que el comentario original de Carson “fue muy preocupante”. Incluso lo instó a ponerse en contacto con amigos cercanos musulmanes para pedirles que no se precipitaran a sacar conclusiones. Pero dice que las explicaciones posteriores de Carson lo han tranquilizado a él y a otros partidarios. “Ben no es un intolerante; Ben es un gran pensador”, dice Doley. Sin embargo, “No piensa en términos de declaraciones, y no se puede esperar que hable en términos de declaraciones”.
Otros amigos han ofrecido explicaciones similares para la desconexión con lo que escuchan en la ruta de campaña. Brem tiene la hipótesis de que su amigo se “entrampa” en declaraciones que realmente no piensa. Pero resulta claro que es algo difícil para Brem, quien hace una pausa mientras trata de ordenar sus ideas. “Es difícil de explicar”, dice acerca de la dicotomía entre el doctor a quien conoce y el político. “Me resulta doloroso”.
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Publicado en cooperación con Newsweek/ Published in cooperation with Newsweek