Hoy se cumplen cuatro años de que el legendario arquero de los Tuzos del Pachuca, Miguel Calero, colgó los guantes y defendió la portería de los hidalguenses por última vez.
Fue el 22 de octubre de 2011 cuando el Cóndor saltó a la cancha para su partido final ante los Pumas de la UNAM, en la jornada 14 del torneo Apertura 2011, en el estadio Hidalgo.
Calero anunció su retiro en septiembre del mismo año, en una emotiva ceremonia en la que dejó una frase que se haría inmortal después con su fallecimiento: “Si volviera a nacer, me llamaría Miguel Calero, sería portero y vestiría, a huevo, los colores del Pachuca”.
El día del encuentro ante Pumas, un ambiente de nostalgia se respiraba en el Huracán, que sabía que esa noche vería por última vez volar por los aires a ese Cóndor colombiano que durante más de 10 años y 495 partidos defendió la portería del cuadro minero, ese arquero que ganó una Copa Sudamericana, cuatro ligas de México y tres títulos de la CONCACAF, además de participar en tres mundiales de clubes.
Calero dio un gran juego para mantener el cero en su arco, en un partido que terminó con un empate sin goles y que el guardameta tuvo que jugar completo debido a una expulsión de los Tuzos, por lo que fue hasta el silbatazo final cuando se dirigió al medio campo, se arrodilló y besó el césped que lo vio llenarse de gloria, y después, entre lágrimas y gritos de la afición, dio la vuelta olímpica en la que se desprendió de su vestimenta para dársela a ese público que hizo retumbar el “Venga, Calero”, cada encuentro durante esos diez años, desde su llegada en 2000.
Ahí comenzaba la leyenda de Miguel Ángel Calero Rodríguez, una de las más grandes figuras de los Tuzos del Pachuca, y que falleció más de un año después, en diciembre de 2012, pero que sigue vivo en todos los rincones del estadio y en el corazón de los aficionados por su gran legado.