COLIMA, COL.— El equipo de comunicación del gobernador electo de Colima irrumpe en la sala a la que el político llegará para la entrevista. Puntualísimos como un séquito fiel, tres hombres y una chica se sientan a mis lados en una mesa rodeada de fotos de su jefe, José Ignacio Peralta: “¿Para qué la entrevista? ¿Así que para tu reportaje hablaste con periodistas colimenses? ¿Quiénes son?”, indagan.
Oyen y vuelven a su silencio tenso: en esta residencia no hay fiesta. Pese a que en los comicios de junio el Instituto Electoral del Estado dio la constancia de mayoría a Peralta, candidato del PRI, tras obtener apenas 503 votos más que el panista Jorge Luis Preciado, aquí, en Lomas Vistahermosa —colonia de fabulosos caserones— todos cuentan las horas para que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación dé la victoria al candidato tricolor y no anule la elección, como exige el PAN por sufragios de personas muertas, compra de votos e inequidad en medios, sobre todo en el Diario de Colima. El propietario de la publicación, la principal del estado, es Héctor Sánchez de la Madrid, tío directo de Peralta. Vía su columna “En Solfa”, apoyó en campaña a su sobrino con frases como “Me falta espacio para sustentar mi decisión de votar el 7 de junio por José Ignacio Peralta Sánchez, pero espero haberles proporcionado elementos para que ustedes que me leen hagan lo mismo” o “Hace una semana recomendé por quién no votar y señalé al candidato del PAN”.
Al ambiente entumecido de esta casa-oficina lo anima un verde jardín con insectos que en su revoloteo llaman a la franqueza de Edgar Badillo, enlace de medios del gobernador electo: “La chikungunya se nos puso muy cabrona”, me informa.
—¿Tomaste complejo B?
—No —respondo.
—¿Te pusiste repelente de mosquitos?
—No.
—Hazlo si no quieres llevarte chikungunya al DF —se ríe.
Aunque el mes pasado la Secretaría de Salud local insistía en que sólo había doscientos enfermos del virus, quizás el más grave mal sanitario en la historia de Colima retuerce a la población. En el Hospital General de Zona 1, en el Centro de Salud Urbano, en el Hospital Regional Universitario y en decenas de clínicas de los diez municipios, hordas de enfermos con fiebre, dolor de cabeza, articulaciones rígidas, ronchas, miembros inflamados, llegan cojeando a los saturados servicios de urgencia para que los salven de la postración en que los sumen los mosquitos aedes.
El pequeño estado, antes apacible, solvente, líder en desarrollo humano, cae en una catástrofe monetaria: al gobierno, cuya deuda alcanza casi 7000 millones de pesos, el dinero se le acabó, e incumple en el pago de sueldos a jubilados, maestros, jueces y otros trabajadores del Poder Judicial local.
El majestuoso déficit sería tolerable si no se hubiera divulgado que el mandatario saliente, el priista Mario Anguiano, ya como gobernador adquirió un predio en Las Tinajas, un rancho en Suchitlán, una cabaña bajo el volcán de Colima, caballos purasangre y un terreno en Paseos de la Hacienda donde erige una casa. Su sueldo, 70 000 pesos mensuales.
Él aduce que lo pagó vendiendo propiedades, pero en medios nacionales la duda coquetea con la acusación: desvío de recursos.
Anguiano deberá ser investigado por el flamante titular del Órgano Superior de Auditoría y Fiscalización Gubernamental del Estado, Carlos Zamora.
Cuarenta minutos tarde, el probable sucesor del mandatario estatal llega a la entrevista. “Peor no podía recibir a Colima”, le digo al gobernador electo en referencia a la situación en que Anguiano, su correligionario del PRI y al que llama “amigo”, le deja al estado. Esta vez, Peralta no lo respalda: “La situación es insostenible”, acepta.
Amigos como Anguiano no parecen amigos.
POR SI GUSTAS PLATICAR
Cuando el gobernador electo se acerca, me dice: “Aquí yo no importo, importa el Dueño del Mar, te lo presento”. De guayabera, me da un apretón de manos Guillermo Woodward. Su apodo no es metáfora. Quizá nadie acumula tanto poder y millones en Manzanillo y el Pacífico como este agente aduanal de 73 años, dueño de nueve empresas y patrón de 750 personas en una decena de puertos. El empresario me muestra fotos del yate que hace días compró en Europa en un viaje que hizo a las islas griegas con seis agentes más. “¿No es una belleza? Me levanté 10 a. m. —narra—, bajé a la marina de la Isla de Rodas y vi en venta un Motorsailer modelo 34. Me encantó. Le di 10 000 dólares al dueño turco para apartarlo. En un astillero revisé el casco y le di 40 000 más”.
—Costó 50 mil? —le inquiero.
—No, 725 000 dólares.
El Dueño del Mar me da su tarjeta y murmura: “Por si gustas platicar”.
CINCO MIL AL MES
También platican cosas las calles de Colima, capital estatal, cuyos maestros retirados no recibieron este verano el “bono del jubilado”. En septiembre se sumó el no pago de quince tipos de bonos a maestros activos: el fuego ardió.
Los rayos mortecinos chamuscan el asfalto de la ciudad y sus muros, como el de la Primaria Morelos: “el gobierno no ha realizado el pago y de no cumplir haremos paro laboral este 1 de septiembre”, avisa un cartel en la calle Independencia.
Las prestaciones no llegaron y los 1200 maestros de educación básica lo cumplieron. “No hay clases”, repitieron las mantas en patios y ventanales que por tres días no se cimbraron con las fuertes voces norteñas de doce mil niños.
La Sección 39 del SNTE es el cuartel de los docentes contra el gobierno del PRI que no soltó el dinero. Un maestro que se mueve con dificultad se acerca. Calentura, articulaciones rígidas, cuerpo hinchado, Heriberto Valladares, jefe de Organización del sindicato, se queja con la poca energía que le respeta el chikungunya: “Ni fui al médico porque sé qué me dirán: paracetamol”.
Si uno sólo piensa que los maestros se fueron a paro porque por primera vez en diez años no recibieron bonos, la decisión suena excesiva: su quincena sí llegó. “El problema —dice Valladares— es que un maestro gana, en promedio, 5000 al mes”.
—¿De cuánto es el bono que no se pagó? —pregunto.
—Cuatro días de salario (700 pesos). Para lo que ganan sí hace diferencia. En suma, los bonos no pagados suman 40 millones de pesos.
Antes de que el maestro parta le hago otra pregunta: “¿Tienen la estadística de maestros enfermos de chikungunya?”. “¡Claro! —se ríe—: un promedio de diez maestros al día de dos meses para acá”.
Diez por sesenta es igual a seiscientos maestros.
CASOS AISLADOS
En el Hospital Regional Universitario un cartelón en una sala de espera orienta a los pacientes sobre la chikungunya con datos como “transmitida por zancudos aedes aegypti”. Y justo arriba de esa cartulina, en una broma macabra, otro afiche facilita una lista: los datos de funerarias y crematorios Santiago, San Rafael, Santoyo, Mendoza, Fuentes, Magaña, La Paz, Sagrado Corazón y La Inmaculada. Sentada bajo ese catálogo, la empleada doméstica Lucía Núñez entrelaza las manos viendo a la nada. En La Estancia, su colonia, el mosquito aedes aegypti mete terror: “Donde quiera hay. Ya le pegó a dos tíos, un primo y su esposa; a mi hermana, su esposo y sus tres hijos; y a los padrinos de mi hijo Michel. No se pueden levantar ni para ir al baño”.
Ella y su único hijo la habían librado. Para que el chico de catorce años no se fastidiara en casa por la huelga docente, decidió llevarlo al Parque La Piedra Lisa y escapar un rato de su barrio, cada vez más mórbido. Michel trepaba a los juegos en el segundo de la desgracia: un mosquito con patas blancas (como son los portadores del virus) le clavó su probóscide en el cuello. Ya en casa, al “me siento mal” lo acompañó una fiebre severa con convulsiones. “Me angustié mucho”, dice ella. Más tarde, en el Centro de Salud Parque Hidalgo un médico le leyó el diagnóstico, “chikungunya”, y le avisó: no hay camas para internarlo. Lucía trasladó a Michel al Hospital Regional: por el tiempo perdido lo entubaron en terapia intensiva. El adolescente cumple 72 horas sedado. “Ayer quería hablar. Le dije: no te esfuerces, hijo, para que pronto te den de alta”. ¿Cuándo volverá a casa? No se sabe, pero ocupar una cama en un hospital colimense lo hace un afortunado.
En la popular colonia El Moralete, la encargada de la farmacia Carvajal ha contado en dos meses cuatrocientos casos de gente con señales de chikungunya: “Vienen inflamados de articulaciones, cara, brazos, para automedicarse su paracetamol porque saben que es todo lo que les dan”. Sólo la palabra “paracetamol” sale tantas veces de las bocas colimenses como “chikungunya”. El gobierno lo aclama como un antifebril y analgésico glorioso. Y los pobladores reprochan que no se les dé algo más para un mal que incapacita semanas.
“La población mienta madres. Dicen ‘¡nomás diez casos tengo en mi familia!’ —denuncia José Luis Santana, periodista y titular de la columna “Tarea Política” en el diario Ecos de la Costa. La crisis sanitaria estalló por la falta de acciones preventivas”.
El secretario de Salud, Agustín Lara Esqueda (quien no respondió a una solicitud de entrevista), renuente a anunciar una epidemia contabilizó sólo 1700 enfermos en todo el estado hasta la tercer semana de septiembre. Los colimenses se burlan de la visión tranquilizadora del gobierno con una frase: “Esto es una epidemia de casos aislados”.
“Sólo les damos paracetamol”, me susurra apenada una enfermera de Urgencias del Hospital Regional. “Es lo único que la literatura avala para la chikungunya”, justifica la subdirectora de esa institución, Ana Mosqueda. “Quita la fiebre y ayuda al malestar”, explica la directora de Urgencias Xóchitl Rodríguez, cuyas cifras difieren escandalosamente de las del gobierno. “Desde junio”, informa, ese nosocomio atiende un promedio de “cuarenta casos de moscos” diarios, es decir, hasta la primera semana de septiembre habría recibido cuatro mil personas con “fiebre, cefalea, mialgias, dolor de músculos y artralgias severas”, los síntomas de la chikungunya que ella enumera. Es decir, sólo a ese hospital han llegado más enfermos con la fiebre que los que el gobierno registra en toda la entidad. ¿Y después del paracetamol qué?
“Los mandamos a su casa porque se estresan viendo la cantidad de enfermos que nos llegan: hay psicosis de chikungunya”, admite Alberto Maldonado, director del Centro de Salud Urbano, y hace una confesión: el veneno con que el gobierno de Anguiano fumiga al mosco es ineficaz. “Tuvieron que cambiar de fumigante —aclara—, había resistencia”. Los piretroides fueron sustituidos por organofosforados y carbamatos más efectivos, pero los meses perdidos atestaron los hospitales. “En (el municipio de) Tecomán está muriendo la gente y el gobierno no lo dice”, lamenta Luz Gómez, farmacéutica de la Súper Farmacia Zapotlán. La joven sienta en banquitos a sus clientes porque “no pueden ni pararse”. Con recetas de doctores privados o sin receta, los enfermos combaten el sufrimiento con las medicinas que la Secretaría de Salud no aporta: “Me compran glucosamina, betametasona, fenilbutazona”, dice. Como el gobierno estatal receta casi exclusivamente paracetamol y cuesta 35 pesos, la gente se automedica, no va al hospital. Se abre así un vacío estadístico.
—¿La gente se está automedicando? —pregunto a la directora de Urgencias del Hospital Regional Universitario.
—Y no debe de ser. Es importante para (el Sistema Nacional de) Vigilancia Epidemiológica que se notifique cada caso. Además, existe el mito de que el complejo B previene la picadura y en Facebook la gente recomienda lociones, yerbas, hojas de mango con bicarbonato. Nada de eso sirve —lamenta.
Aunque el chikungunya no mata a gente sin padecimientos crónicos, sus efectos pueden ser letales en quienes sufren “diabetes, insuficiencias renales, problemas cardiacos y cáncer. Su estado se deteriora muchísimo”, acepta el director del Centro de Salud Urbano. A unos metros de su oficina, Elsa Ramírez, diabética de 55 años, desparramada en una silla espera atención en urgencias desde hace una hora. Es la tercera vez que desde la colonia Popular viene a este hospital por la chikungunya, que le vuelve un tormento el caminar. No logra que la internen. “Estoy desesperada, mis dolencias son horribles. Mire —extiende sus brazos—: mis dedos inflamados, bolas en mis codos, ronchas en mis manos y mi cuerpo desde hace dos meses”.
—¿Y qué respuesta le dan?
—Paracetamol.
CABALLOS Y RANCHOS
¿Cómo deja el estado el gobernador Mario Anguiano?, pregunto a personajes colimenses.
“Como si le pegaran tres ciclones Jova al mismo tiempo”, bromea el periodista José Luis Santana. “En bancarrota: desapareció 5000 millones de pesos y, según la vox populi, compró un rancho en Texas de 11 millones de dólares y veinte caballos de un millón de pesos”, dice el diputado del PRD Joel Esparza. “Quebrado. El interés supremo del gobierno fueron los caballos, ranchos, aviones”, define el líder estatal del PAN, Jesús Fuentes. “Con olas de asaltos, robos a casas y tránsito de droga en colonias como El Mezcalito, en pleno centro”, dice Manuel Delgado, subdirector en Ecos de la Costa.
Anguiano, quien no aceptó una entrevista con Newsweek en Español, declaró que el culpable del caos es su exsecretario de Finanzas y Administración, Clemente Mendoza, quien a su vez respondió que no tomó ni una decisión sin el aval de su jefe.
A dos días de que me diera su tarjeta, busco a Guillermo Woodward —el empresario aduanal con quien el gobernador electo llegó a la entrevista—. Sulfura al hablar del gobernador Anguiano. Desde el edificio de su compañía, Woodward Group, el Dueño del Mar atestigua la bancarrota: los trabajos del túnel ferroviario de Manzanillo abandonados desde hace siete meses. A inicios del sexenio, el gobernador prometió la obra para evitar que los trenes con contenedores que se van o llegan al puerto causen a cada rato un tráfico vehicular descomunal. “¡Quedó a medias, ya no hay trabajadores! —exclama—. ¿Cómo es posible? El otro día le dije: ¿Y el túnel, Mario? Me salió con evasivas”.
—¿Piensa subir a su nuevo yate al gobernador electo? —le pregunto.
—Ya lo he invitado, somos parientes (Peralta es hermano de su yerno), y si se porta mal le quito mi hija a su hermano —se ríe para luego agregar—: un momento antes de que llegaras, con Nacho vimos los números de las deudas de Mario”. Es decir, hablaron sobre las famélicas arcas: hasta hace un mes, el gobierno de Colima acumulaba 5000 millones de pesos en deuda; hace dos semanas sumó 1860 millones de un nuevo préstamo. Cuando el 1 de noviembre Anguiano deje el cargo, los 850 000 colimenses empezarán a pagar la deuda de casi 7000 millones de pesos. O sea, prescindirán de ese monto para su desarrollo.
COLAPSO DEL PRI
—¿Es amigo de Peña Nieto? —pregunto al gobernador electo Peralta.
—Mi gratitud es enorme: desde su equipo me permitió servir a México. Tengo enorme admiración por su patriotismo y voluntad.
—Decir “tengo enorme admiración por Peña” no es políticamente correcto…
—Me duele ver a México debajo en seguridad, y en cuanto a las afectaciones económicas, tienen origen internacional. México está mucho mejor equipado por las reformas, (aunque) quisiera que población y medios no crearan víctimas con injustos juicios sumarios.
Miembro del equipo de transición de Peña y, por mandato de este, subsecretario de Comunicaciones, Peralta acepta su propia tragedia: “El 7 de junio fue el peor resultado en la historia del PRI de Colima: ganamos dos (de diez) municipios”, dice. Y de los dieciséis diputados (no pluris), solo dos son del PRI, y cuatro de su alianza con el Partido Verde y Panal.
—Si asume como gobernador se moverá entre dragones.
—Gran oportunidad para Colima: habrá negociaciones transparentes, no insanas.
—¿Cómo está el narco en Colima?
—Somos un triángulo con tres fronteras: Michoacán y Jalisco tienen delincuencia organizada (Caballeros Templarios y Cártel Jalisco Nueva Generación), y en Manzanillo hay problemas. Podemos reconstruir este estado, que era el más seguro, con una fiscalía especializada, un mando único, contralorías ciudadanas, inversión en criterios de reclutamiento, entrenamiento y equipamiento de cuerpos policiacos.
—¿Los delincuentes ya duermen y operan aquí?
—Sobre todo es trasiego por el puerto, y cuando en Jalisco y Michoacán se ponen las cosas muy duras, se da un efecto migratorio.
—¿Los muertos que aparecen aquí son colimenses?
—Gente de Colima se ha involucrado.
—No podía recibir peor al estado.
—Por el total de las deudas bancarias la situación es insostenible (…) Hay un efecto generalizado (de crisis).
—¿Le ha dicho a Anguiano: Colima se te está derrumbando?
—La semana pasada lo vi cuatro veces. Busco resolver problemas, no soy un juzgador.
—¿Qué le parecen las compras que él hizo como gobernador? Ranchos, casas (la revelación la hizo el reportero Juan Pablo Becerra-Acosta)…
—Si no son chismes y la autoridad demuestra (desvío de recursos), eso lastima y deben llamarlo a cuentas. Si es falso, el juicio histórico sobre él no se va a corregir: la gente seguirá pensando mal.
—Anguiano dice que la culpa de la catástrofe es de su exsecretario de Finanzas.
—Todos los hilos de poder conducen al gobernador. Ningún funcionario se manda sin consultar con él: el responsable es el gobernador.