Un ventoso día en la costa atlántica de Marruecos, practicantes
del kitesurfing atraviesan las aguas de color turquesa, con sus coloridas velas
impulsándolos a velocidades impresionantes. El viento es tan constante que
Dakhla, un pueblo costero ubicado en la región del Sahara Occidental de
Marruecos, fue sede recientemente de los Campeonatos Mundiales de Kitesurfing
que atrajeron competidores de lugares tan lejanos como Australia. Cuando se
habla del Medio Oriente y el Norte de África, el kitesurfing es una de las
últimas cosas en las que la que piensa la mayoría de las personas. Pero
Marruecos, un aliado de Estados Unidos, es un refugio de tranquilidad en una
región envuelta en las violentas consecuencias de la invasión estadounidense a
Irak, la Primavera Árabe y el surgimiento del Estado Islámico (EI).
A primera vista, la estabilidad de Marruecos parece
contraintuitiva. La pobreza, la corrupción y el desempleo entre los jóvenes,
que fueron algunos de los problemas que desencadenaron la primavera árabe,
atormentan a este árido reino del Norte de África. Marruecos también ha sufrido
ataques por parte del extremismo violento: en 2003 y 2007, terroristas suicidas
vinculados con Al-Qaeda mataron a un total de 46 personas en Casablanca. Y
según los cálculos del gobierno, unos 1,500 marroquíes luchan a favor del
Estado Islámico en Siria y plantean una posible amenaza si vuelven a casa. Sin
embargo, en mayo, Pharrell Williams, Usher, Sting, Maroon 5 y Jennifer López se
sintieron lo suficientemente seguros como para encabezar un festival musical al
aire libre en Rabat, la capital de ese país, ante una multitud de 160,000
entusiasmados admiradores. Algunos islamistas conservadores se sintieron
ofendidos por los movimientos de cadera de López y presentaron una demanda
judicial contra la cantante y su promotor marroquí. (No hubo violencia.)
“Marruecos tiene algo de contradictorio”, declaró a Newsweek Sarah Feuer,
experta en Norte de África del Instituto Washington para la Política del
Cercano Oriente. “Por un lado, el país es estable. Al mismo tiempo, algunas
personas se están uniendo a la jihad.”
Los marroquíes dicen que su larga tradición de moderación
religiosa es una de las principales razones por las que el país es relativamente
estable. Muchos de sus habitantes siguen las tradiciones Maliki y Sufi del
Islam, que quizás sean las más tolerantes de esa fe. Otro factor lo constituyen
las historias admonitorias de otros países del Medio Oriente, sacudidos por la
violencia islamista en los últimos años. “Los marroquíes miran a su vecindario
y dicen que no quieren ir por ese camino”, señala Abdellatif Begdouri Achkari,
jefe de personal del Ministerio de Asuntos Islámicos.
Expertos en el Medio Oriente también reconocen al joven rey de
Marruecos, Mohammed VI, quien asumió el trono en 1999 y actuó rápidamente para
terminar con los arrestos, la tortura y la desaparición de los disidentes,
prácticas que marcaron el reinado de su difunto padre, Hassan II. Luego de las
protestas antigubernamentales en 2011, durante los primeros meses de la
Primavera Árabe, el rey instituyó una serie de reformas liberales que lo
distinguieron de otros atribulados líderes árabes.
A diferencia de Hosni Mubarak de Egipto, que trató de aferrarse
al poder cuando estallaron manifestaciones similares, Mohammed aceptó
compartirlo. Sin demora, reveló una nueva constitución, sorprendiendo a muchos
al renunciar a sus derechos divinos como rey. Después, ese mismo año, incluso
permitió la realización de elecciones parlamentarias, y cuando triunfó un
partido islamista moderado, el rey eligió a su líder, Abdelilah Benkirane, como
Primer Ministro de Marruecos. (Benkirane fue quien se quejó del espectáculo de
J.Lo, que fue transmitido por la TV marroquí, diciendo que era “sexualmente
provocativo” y que estaba lleno de escenas “vergonzosas.”) Actualmente, el
parlamento tiene una voz en relación con todos los temas del gobierno, con
excepción de la seguridad nacional, la política extranjera y los asuntos
religiosos, que todavía son responsabilidad del rey.
Pero las personas que siguen atentamente los eventos en
Marruecos se preguntan cuánto tiempo puede durar la estabilidad del país. Una
gran pregunta es si la corrupción y el desempleo eclipsarán las reformas
políticas de Mohammed, haciendo que los manifestantes salgan a las calles para
exigir más cambios. Por ahora, las concesiones del rey y los temores del
público acerca de la inestabilidad han tranquilizado a los grupos de oposición.
Sin embargo, Haim Malka, un experto en Marruecos y el Norte de África del
Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, señala que las reformas de
Marruecos se han centrado en gran medida en temas constitucionales “en lugar de
abordar factores menos tangibles que impulsan la inestabilidad, como el
sentimiento de marginación, injusticia y falta de oportunidades, que es lo que
más les importa a las personas de la región.”
La estabilidad de Marruecos es importante para Estados Unidos,
que depende de los servicios de inteligencia del rey para dar seguimiento a la
creciente amenaza terrorista en la región. Marruecos también se ha unido a la
coalición anti-EI, realizando duros ataques contra miembros y simpatizantes del
Estado Islámico en todo el país.
Además de la ayuda militar, Washington ha proporcionado a Rabat
más de mil millones de dólares en ayuda desde 2007 para estimular la creación
de empleos. Pero los esfuerzos del rey para impulsar la economía han producido
resultados mixtos. Por un lado, su campaña para modernizar la infraestructura del
país ha producido plantas de desalinización, nuevas autopistas y un buen
servicio de telefonía celular. Con la ayuda de inversionistas sauditas, también
ha dado grandes pasos para aprovechar los vientos del Océano Atlántico y el sol
del desierto para obtener energía y compensar la falta de petróleo del país.
Tánger, que durante mucho tiempo fue una ciudad descuidada y deteriorada, más
conocida por su estilo de vida libertino, ha recibido una muy necesaria
renovación, con calles limpias, nuevos hoteles y un nuevo y agitado puerto. En
el disputado Sahara Occidental, Mohammed ha invertido grandes cantidades de
dinero en infraestructura y vivienda.
Sin embargo, de acuerdo con el Banco Mundial, el deslucido
desempeño de los sectores agrícola y de fabricación de Marruecos redujeron a la
mitad el crecimiento económico el año pasado, alcanzando sólo 2.6 por ciento,
mientras que el número de desempleados era de 30 por ciento entre las personas
menores de 34 años, una cifra que coincide con los pésimos índices de desempleo
en toda la región. El Banco Mundial pronostica que el crecimiento del producto
interno bruto se duplicará hasta alcanzar 5 por ciento en 2015, pero los
economistas dicen que los grandes proyectos de infraestructura del rey han
beneficiado solamente a un estrecho círculo de amigotes del palacio. A menos
que actúe para lograr que su economía sea más competitiva y democrática, la
mayoría de los marroquíes “sospecharan de los empresarios, las empresas grandes
seguirá siendo sospechosas de practicar el amiguismo y la corrupción, y el
crecimiento seguirá siendo esquivo”, señalan Ishac Diwan, economista de
Harvard, y Mustapha Nabli, ex gobernador del Banco Central de Túnez.
La corrupción ha hecho que el problema del desempleo resulte
aun peor para quienes no se han beneficiado de las inversiones del rey. En 2010
WikiLeaks divulgó cables diplomáticos de Estados Unidos en los que se decía que
funcionarios del palacio real coaccionaron a varios hombres de negocios para
que concedieran beneficios a la empresa del rey, que posee acciones en casi
todos los sectores principales de la economía marroquí. Pero después de las
manifestaciones de 2011, el palacio instituyó otra reforma para mantener la
estabilidad: los consejeros del rey se deshicieron de sus propiedades en
empresas que producían y distribuyan alimentos. De esa manera, no parecía que
el rey se estuviera beneficiando de los altos precios, que perjudicaban a las
clases más bajas.
Algo que también ha ayudado a estabilizar al país son sus
poderosos servicios de seguridad interna, que son controlados por el rey. Según
se informa, Marruecos fue uno de los países donde la CIA detuvo y torturó a
sospechosos de terrorismo en prisiones secretas. En mayo, Amnistía
Internacional divulgó un informe en el que decía que los servicios de seguridad
de Marruecos continúan torturando a disidentes, pero los activistas dicen que
la situación no es nada en comparación con el reinado de Hassan II. “Todavía
hay algunos casos de maltrato, pero no existe una política sistemática de
tortura”, señala Driss el-Yazami, presidente del Consejo Nacional de Derechos
Humanos de Marruecos.
Después de los bombardeos en Casablanca, los servicios de
inteligencia y la policía marroquí han mantenido bajo una estrecha vigilancia a
los islamistas del país, reuniendo a aquellos de quienes se sospecha que
mantienen lazos con grupos extremistas. En mayo, durante su más reciente
ataque, las autoridades arrestaron a una célula del EI compuesta por 10
miembros por planear ataques en el reino y reclutar a jóvenes marroquíes para
pelear en Siria e Irak.
El rey utiliza más que sus servicios de seguridad para combatir
el extremismo. Al afirmar que es descendiente directo del Profeta Mahoma,
también disfruta de una amplia legitimidad como líder espiritual del país. En
una de sus acciones más progresistas, Mohammed financia un seminario en Rabat
del tamaño de una pequeña universidad, donde los eruditos religiosos supervisan
la capacitación de clérigos de ambos sexos. En el moderno y blanco campus del
seminario, los instructores no sólo enseñan a clérigos marroquíes, sino también
a eruditos religiosos de países donde el extremismo plantea una amenaza, entre
ellos, Mauritania, Malí y Nigeria, cuna del violento grupo militarista Boko
Haram. En las clases y seminarios, los profesores desacreditan al wahabismo,
que es la interpretación austera del Islam que se practica en Arabia Saudita y
que predica un regreso a la forma en que se practicaba la religión en el siglo
VII. También promueven la moderación y la tolerancia en un intento de vacunar a
la población contra grupos radicales como el EI, que suelen contactar a
personas jóvenes a través de la Internet.
Sin embargo, expertos marroquíes y occidentales dicen que es
demasiado pronto para juzgar si la campaña del rey para contrarrestar el
extremismo islámico está funcionando. “Se trata de un proyecto generacional”,
dice Malka. “En última instancia, se trata de dar forma a las ideas y a una
identidad religiosa que pueda competir con las interpretaciones más radicales y
encontrar un eco en las personas jóvenes.”
Esos jóvenes marroquíes que pueden permitirse practicar el
kitesurfing o mirar el ardiente espectáculo de J.Lo tienen pocos motivos para
dudar de la estabilidad de su país. Pero el rey sabe que muy pocos de sus súbditos
pueden siquiera soñar con esa vida, por lo que tendrá que trabajar mucho para
evitar que recurran a actividades más oscuras.
El viaje para este reportaje fue financiado por el Centro
Marroquí-Estadounidense, una organización no gubernamental con sede en
Washington, que promueve las relaciones entre Estados Unidos y Marruecos.