La carretera en la costa oriental de Tobago, desde el
aeropuerto a la población de Speyside, pasa por docenas de pequeñas playas
donde, en otros tiempos, la gente se tendía en la arena bajo las palmeras y
nadaba en las claras aguas azules que acarician la orilla. Pero ese fin de
semana de mediados de mayo, arena y mar yacen bajo una capa de algas pardas
varios centímetros de espesor.
El sargazo es una alga flotante natural del Golfo de México y
el Atlántico Norte, donde abarca una extensión de más de 3.5 millones de
kilómetros cuadrados conocida como Mar de los Sargazos. En primavera y verano,
esta planta suele alcanzar las playas del Golfo, el sur de la costa atlántica
de Estados Unidos y el norte del Caribe, pero en 2011 comenzó a aparecer en
cantidades sin precedentes y lugares donde jamás se la había visto. Por
ejemplo, en un solo día de mayo 2014, más de 8,400 toneladas de algas
enterraron una extensión de casi cinco kilómetros de playa en la isla
Galveston, Texas.
Igual que muchas modificaciones ambientales drásticas
recientes, la razón de esa explosión de sargazo parece ser una combinación de
factores resultantes del cambio climático y eso significa que las escenas
vistas en Tobago y Texas podrían convertirse en la nueva normalidad: un
inconveniente para los amantes de la playa y un desastre económico potencial
para quienes se ganan la vida del turismo y otras industrias costeras.
Los lechos de sargazo son hábitat y alimento para muchas
especies marinas como tortugas, peces, invertebrados, mamíferos marinos e
incluso aves, las cuales dependen del alga para sus migraciones acuáticas. Así
mismo, los mantos sueltan partículas que nutren a los seres de las
profundidades oceánicas, de modo que si el mar abierto fuera un desierto, los
lechos de sargazos serían sus oasis. Incluso pueden ayudar a las playas:
impelidos hacia la costa por el viento y las olas, los mantos de sargazo
introducen nutrientes en los ecosistemas de playa y ayudan a construir y
fortalecer dunas, que protegen de las tormentas el suelo y las estructuras que
se encuentran por detrás de ellas.
Sin embargo, en grandes cantidades, el sargazo tiene un lado
oscuro, pues ahuyenta el turismo que acude a la costa por su arena, no por las
algas. Y no todas las comunidades afectadas cuentan con recursos para retirar
la plaga e incluso las que disponen de medios tienen dificultades para hacer
frente a su creciente invasión. En Tobago y otras partes, los pescadores no han
podido trabajar debido a la densidad de algas; las gruesas acumulaciones en el
agua podrían dañar arrecifes coralinos; y en las playas, impiden que las
tortugas hagan sus nidos.
En 2011 y 2012 se registraron los primeros picos de sargazo en
las Antillas Menores y Mayores (incluidas Trinidad y Tobago). Sin embargo,
parece que el problema inició a muchos kilómetros de allí. En años recientes,
la cuenca del Amazonas ha experimentado una de las tasas de deforestación más
altas del mundo y sin vegetación que evite la erosión del suelo, la lluvia ha
arrastrado la tierra y todo su contenido hacia ríos y arroyos. De suerte que
cuando la cuenca amazónica experimentó precipitaciones más intensas de lo
habitual en 2011 y 2012, los niveles de nutrientes inusitadamente elevados
(como nitrógeno y fósforo) fueron arrastrados hasta las aguas del Atlántico en
la desembocadura del río Amazonas, frente a la costa norte de Brasil. Al pasar
por esas aguas ricas en nutrientes, el sargazo respondió creciendo… pues sí,
como hierba y las corrientes oceánicas lo arrastraron de allí a las Antillas
Menores y el Caribe occidental.
Jim Franks, importante científico del Laboratorio de
Investigación de la Costa del Golfo en la Universidad del Sur de Misisipi, creó
hace poco un sitio Web para recoger informes de testigos sobre grandes
cantidades de sargazos. Dichos informes han confirmado que el sargazo está
apareciendo en regiones donde nunca se le había visto o solo rara vez. De
hecho, los patrones de circulación del Atlántico ecuatorial arrastraron lechos
hasta África por primera vez. Datos satelitales sugieren que la cantidad de
sargazo en el Golfo de México, el Caribe y el Atlántico podría alcanzar niveles
históricos en 2015.
“Las comunidades [caribeñas] no podrán contener semejante
influjo”, asegura Franks. “Ha impactado radicalmente el turismo de algunas
islas, creando dificultades económicas y ambientales. No puedo exagerar lo
importancia de este fenómeno para la región”.
El verano pasado, funcionarios de la ciudad de Galveston
desplegaron carteles y distribuyeron folletos pregonando las muchas virtudes
del alga. La Junta del Parque envió 50 voluntarios capacitados para mostrar a
los visitantes de la playa todos los animales interesantes que vivían en los
lechos. Aunque eso no cambió el hecho de que las costas estaban tapizadas, la
ciudad confiaba en que cambiaría la opinión de los turistas respecto de los
sargazos. Pero se equivocaron. La mayoría de los visitantes dijo que una costa
cubierta de algas era “una playa sucia”, señala David Parsons, gestor urbano de
Port Aransas, Texas, comunidad de la isla Mustang, al norte de Corpus Christi,
donde están desarrollando una máquina que utiliza un mecanismo de rastrillo
para recoger el sargazo (pero deja mojada la arena circundante) y conducirlo a
lugares apartados de la playa donde se descompone naturalmente, lejos de los
visitantes.
A principios de mayo, Tobago comenzó a retirar algas de 16
playas, pero funcionaros señalaron que el oleaje siguió depositándola en la
costa en tales cantidades que sus esfuerzos fueron claramente inútiles. Algunas
islas caribeñas utilizan rastrillos mecánicos y tractores para retirar sargazo,
mas otras solo disponen de equipos manuales y carretas tiradas por animales.
Con todo, aun cuando es posible retirar algas de las playas,
surge la interrogante de qué hacer con las toneladas de sargazo en
descomposición. Una solución sería desecarlo y compactarlo en fardos, y usarlo
como fundamento de nuevas dunas. La teoría es que esas dunas formadas a partir
de algas resistirán oleajes y marejadas mucho mejor que las naturales aunque,
claro está, de nada servirán en playas que no tienen sistemas de dunas. Otra
opción consistiría en desechar el sargazo frente a la costa, pero eso requiere
de equipo pesado que podría dañar el ambiente marino.
Al menos la tecnología está ayudando a seguir el rastro de las
algas. En abril, durante un simposio para analizar la “situación sargazo”, NASA
y la Universidad A&M de Texas en Galveston, científicos desvelaron el
Sistema de Alerta Temprana de Sargazo (SEAS, por sus siglas en inglés), una app
inteligente que combina imágenes satelitales con información de corrientes
marinas y viento para predecir dónde y cuándo llegarán a tierra los lechos de
sargazos.
Las alertas tempranas serán útiles para comunidades que
dispongan de recursos para responder. No obstante, conocer anticipadamente una
invasión no siempre ayudará a los vacacionistas, quienes suelen reservar sus
viajes con varios meses de anticipación y por supuesto, ahuyentar al turismo es
justo lo que no desean hacer las comunidades afectadas. Pero hasta que
científicos y políticos encuentren una solución más adecuada, esa podría ser su
única opción.