Los sobrevivientes de la masacre de Xolapa están aterrorizados por la amenaza de que quienes ayer sábado mataron a sus parientes regresen a terminar su obra. A las 23 horas de ayer la población estaba ocupada por agentes de la Policía Estatal, los cuales arribaron en una veintena de camionetas. Pero nadie guardaba esperanzas de que se quedarían ahí a protegerlos, pues sabían que, los pocos que recibirían la orden de resguardar la población, se marcharían en cualquier momento del domingo debido a que la prioridad es el proceso electoral, y el estado de Guerrero se encuentra en el caos.
Los asesinaron con saña. El cuerpo de Ignacio Policarpo Rodríguez recibió varios balazos y, al final, lo remataron con tiros de escopeta a mínima distancia, en el pecho y en la cabeza, que destrozaron todo. Los peritos no hallaban cómo colocar en la bolsa mortuoria los restos de este líder de la policía comunitaria del grupo de Acapulco.
En las casas donde velan los trece muertos de la comunidad (Policarpo era de Acapulco), los familiares derraman lágrimas horrorizados por la forma en que destrozaron a los suyos.
Según lo que narran, la sección local de la Policía Comunitaria, afiliada a la organización Frente Unido por la Seguridad y el Desarrollo del Estado de Guerrero (FUSDEG), se cansó de que los enviaran a actividades en otros municipios, descuidando la seguridad de su pueblo, y decidieron independizarse. La matanza fue la represalia. Unos cien hombres armados los rodearon en la “comandancia” de Xolapa (una casa sin divisiones de unos cuarenta metros cuadrados) y los eliminaron ahí, asegurándose de no dejar ni a uno solo con vida.