El sonido húmedo y blanco del agua saliendo a borbotones se
levanta sobre una pista de fondo de guitarras vibrantes. El agua sale disparada
de una tubería hacia un estanque de retención el cual parece que hubiera estado
casi vacío demasiado tiempo, con sus costados arenosos del color del desierto
sediento. Se ve como la California de los titulares recientes: con una sequía
tan grave que el viento se lleva la tierra. Excepto que ahora, aquí, en este
video promocional de Chevron, hay agua. Muchísima.
“El sonido de esa agua es como música para mis oídos”, dice en
el video David Ansolabehere, gerente general del Distrito de Aguas Cawelo en el
condado Kern, mirando cómo se llena el estanque. “Chevron está siendo
ambientalmente consciente, y este es un programa muy beneficioso, y ha ayudado
mucho a nuestros granjeros, ha ayudado a nuestro distrito, enormemente”.
Los campos petrolíferos del condado Kern, donde Chevron es el
mayor productor, bombean más petróleo que los de cualquier otro condado de
Estados Unidos. También resulta ser uno de los condados agrícolas más
prolíficos del país, produciendo más de 6,000 millones de dólares en cultivos
cada año. Pero después de tres años de sequía, toda esa agricultura está
agonizando.
Allí es donde entra Chevron. Por cada barril de petróleo que
Chevron produce en su campo petrolífero del río Kern, otros 10 barriles de
aguas residuales saladas vienen junto con el primero. Así, Chevron está
vendiendo alrededor de 500,000 barriles de agua por día, o 21 millones de
galones, al Distrito de Aguas Cawelo –distribuye agua a los granjeros dentro de
un área de siete millas del condado Kern– por una cantidad no revelada, pero
“en esencia, ‘a costo’,” según Cameron Van Ast, portavoz de Chevron. En un
momento en el que el agua dulce en el Valle Central se vende hasta 10 veces por
encima del costo habitual, es un buen negocio para los granjeros.
Las aguas residuales que vende Chevron fluyen, sin tratamiento
municipal (aunque los productos petrolíferos son removidos), hacia 90 granjeros
que la distribuyen entre sus cultivos de cítricos, nueces y uvas. El Distrito
de Aguas Cawelo podría mezclar primero las aguas residuales con agua dulce, o
podría no hacerlo, dependiendo de en qué cultivo se usará el agua, y de cuánta
agua dulce haya disponible al momento. En medio de una sequía, hay menos agua
dulce, por lo que el agua que reciben los granjeros es más salada que en un año
húmedo. Pero los granjeros entienden que usar aguas residuales saladas en sus
cultivos es una medida de emergencia. Si todo sale como se planeó, cuando
regresen las lluvias, el exceso de sal se eliminará a través del suelo.
Pero eso conlleva riesgos: con el tiempo, altas concentraciones
de sodio pueden cambiar las propiedades del suelo, haciéndolo impermeable,
incapaz de absorber más agua. Los árboles empezarán a “quemarse por la sal”.
Sus hojas se pondrán amarillas y las cosechas disminuirán. Al final, el suelo
se volverá yermo.
Ansolabehere dice que la mezcla de aguas residuales enviada a
los granjeros es monitoreada con rigurosidad para evitar salar el suelo a ese
grado. Es examinada cada trimestre en busca de sales y boro, dice él. “La única
razón por la que este programa funciona es porque la producción de agua [de
Chevron] es de muy buena calidad”, dice él. “Así, tal vez tengamos un poco de
sal acumulándose. Pero la siguiente lluvia la eliminará”.
Pero el Servicio Nacional del Clima no prevé mucha lluvia en el
futuro inmediato. De hecho, las condiciones de sequía podrían “intensificarse”.
Para los granjeros locales, la merma del agua es un nudo en su
cuello que lentamente se aprieta. La mayoría busca alivio donde puede, pero no
Tom Frantz. “Prefiero dejar morir mis árboles” que usar el agua de Chevron,
dice él.
Frantz es un pequeño granjero de almendras que vive a unas seis
millas de los campos petrolíferos donde las aguas residuales son bombeadas a
colectores para su mezcla. Sus 36 acres son una mota a la sombra de operaciones
mucho más grandes: naranjales vastos, pistacheros, hileras e hileras de
almendros. Pero Frantz sabe de agricultura. Él ha estado en el condado Kern
todos sus 65 años de vida. Sus padres y abuelos fueron granjeros. Hay una
generación que le sigue, dice él, y que parece dispuesta a tomar la estafeta
pronto.
En años normales, Frantz depende de aguas subterráneas
bombeadas desde pozos, junto con “aguas superficiales”, el agua contenida en
reservas municipales que fluye en chorros frígidos al derretirse la nieve
acumulada en las montañas de la Sierra Nevada. Pero como la nieve en la sierra
este invierno se acumuló un insignificante 6 por ciento de su altura habitual,
no habrá mucho que derretir. Las aguas residuales de Chevron son una opción,
pero Frantz sabe lo que todos los granjeros saben: no se pueden cultivar
alimentos con agua salada por mucho tiempo.
“Simplemente no es sostenible en absoluto usar agua salada, sin
importar cuánto se la diluya… Podemos cosechar aquí por mucho tiempo, si somos
cuidadosos con las sales que aplicamos”, dice él. “He visto granjas que tienen
aguas subterráneas más saladas, y tienen dificultades severas después de 50
años. Son niveles muy bajos de sales los que hacen eso”.
Frantz tiene poca confianza en cómo las aguas residuales de la
industria petrolera es regulada en su área, y le preocupa lo que todavía no se
sabe sobre los contenidos de las aguas residuales. Recientemente, hubo un
escándalo por la noticia de que funcionarios estatales de petróleo y gas
permitieron por años a las compañías petroleras inyectar aguas residuales de la
perforación y fractura hidráulica en cientos de pozos de acuíferos protegidos.
El agua estaba cargada de bencina, un cancerígeno, según una investigación de
Los Angeles Times. “Lo que esto me demuestra es que tenemos que cuidarnos
nosotros mismos”, dice Frantz.
California no tiene regulaciones a nivel estatal para reciclar
aguas residuales para la agricultura. Más bien, nueve juntas de aguas
regionales expiden permisos a los distritos de aguas locales. Una vez al año,
se le exige al Distrito de Aguas Cawelo que envíe información sobre el
contenido de sal y boro a la Junta de Aguas del Valle Central, según Clay Rodgers,
director adjunto de la junta. Pero el distrito no está obligado a hacer pruebas
en busca de otros componentes, como metales pesados, arsénico, materiales
radioactivos y químicos que podrían usarse en el proceso de perforación.
Ansolabehere dice que Cawelo ha hecho pruebas en busca de elementos
radioactivos “un par de veces” en los últimos 20 años, porque las pruebas “son
muy costosas”, y no es exigido por la junta. Esas pruebas no dieron resultados
positivos.
Chevron dice que las pruebas del mes pasado no mostraron
presencia de metales pesados o toxinas químicas en el agua por encima de los
niveles máximos permisibles. Los niveles de arsénico fueron altos, pero los
“problemas relacionados con concentraciones de arsénico en el agua fueron
abordados por completo en el proceso de obtener el permiso de la Junta Regional
de Control de la Calidad del Agua del Valle Central”, dijo Chevron en una
declaración.
Se ha hecho poca o nula investigación independiente a este tipo
de agua y cómo interactúa con los cultivos, el suelo y las masas de agua a su
alrededor. Algunos científicos dicen que hay muchísimas incógnitas asociadas
con las aguas residuales de los campos petrolíferos. Si se usa en alimentos, y
para irrigar tierras que están encima de acuíferos de agua potable, necesitamos
saber más sobre ellas, en especial a la luz del hecho de que, como señala
Rodgers, el Valle Central espera ampliar su uso en irrigación de granjas
durante la sequía.
“Podría no haber un solo riesgo en esta práctica. Pero el mayor
riesgo que tenemos justo ahora es que simplemente no sabemos”, dice Seth
Shonkoff, un científico de medioambiente y salud pública e investigador
invitado de la Universidad de California, campus Berkeley. “Entonces, hasta que
lo sepamos, definitivamente tenemos razones para preocuparnos. Sabemos que se
están poniendo componentes dentro de los pozos de petróleo y gas que no
querrías en tu comida”.
Hasta donde sabe Shonkoff, ningún científico ha publicado jamás
un estudio sobre qué componentes del proceso de desarrollo del petróleo –los
ejemplos que él da son metanol, biocidas y surfactantes– podrían estar en las
aguas residuales petroleras que se usan en cultivos. Chevron dice que estos
componentes se mantienen separados del agua que se entrega a los granjeros.
Avner Vengosh, geoquímico de la Universidad Duke, sirve en un
panel de expertos para el Sondeo Geológico de EE. UU. mientras empieza a ver la
calidad del agua producida en campos petrolíferos del condado Kern. Su
información es “sólo preliminar”, pero él ha encontrado “altos niveles de
vanadio, cromo y selenio” en muestras de aguas residuales (aun cuando fue
incapaz de decir si el agua fue producida en las operaciones de Chevron u otro
de los muchos operadores en el área). Estos niveles son consistentes con la
información sobre agua producida en campos de petróleo y gas de otras cuencas
en EE. UU., según Vengosh.
El vanadio, un metal, está clasificado como “posiblemente
cancerígeno” por la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer. Ciertas
formas de cromo y selenio, ambos metales pesados, están asociadas con una
miríada de problemas de salud, incluido el cáncer, por una alta exposición
crónica. Ansolabehere dice que el Distrito de Aguas Cawelo hizo pruebas en
busca de cromo y selenio una vez, el año pasado, y no halló ninguno de los dos.
Nunca ha hecho pruebas para vanadio. Las pruebas para ninguno de estos metales
son requeridas por la Junta de Aguas del Valle Central.
¿Los cultivos podrían absorber estos metales? El Departamento
de Alimentos y Agricultura de California dice que no tiene la jurisdicción para
revisarlo. La Junta de Aguas del Valle Central tampoco toma muestras de
residuos de cultivos donde se usa el agua.
Para Vengosh, lo más preocupante es la posibilidad de que agua
contaminada se filtre a nivel freático. “Terminaría en las aguas subterráneas
subyacentes. Si las aguas subterráneas se mueven hacia una fuente de agua
potable, terminaríamos con eso en el agua potable con el tiempo”, dice él.
No importa cuán dura resulte ser la sequía, dice Frantz, él no
tomará el agua de Chevron. “Simplemente no tiene caso arruinar algo”, dice él.
“Para salir adelante en años como éste, tenemos que dejar fuera de producción
algunas tierras”.
Pero para Roy Pierucci, quien administra una granja de pistacheros
de 160 acres en el Distrito de Aguas Cawelo, las incógnitas sobre el agua de
Chevron no lo disuadirán de usarla. Si el agua contiene algunos elementos
todavía desconocidos, “sería un riesgo que estamos dispuestos a asumir”, dice
él, sin dudarlo. Él ha usado el agua de Chevron por 10 años y nunca ha visto un
problema con sus cultivos. (Pierucci fue presentado en el video promocional de
Chevron, aunque no le pagaron por aparecer en él.)
“En realidad nunca he preguntado cuál es el análisis del agua.
Sólo sé que está disponible. No ha habido queja alguna al respecto. No pienso
que recomienden beberla”, dice Pierucci. “Si [la sequía] sigue año tras año,
pienso que sería una preocupación. Pienso que los niveles de sal serían más
altos. Por algo la mezclan”.
El agua de Chevron es vital para la operación de Pierucci, pero
no cambia las reglas del juego. “No va a salvarnos”, dice él. Tres años de una
sequía brutal han dejado a sus pistacheros balanceándose al borde de la
supervivencia. Si la sequía persiste otros dos o tres años, dice él, él tendrá
que empezar a arrancar sus árboles y reducir la cantidad de acres que irriga.
En otra propiedad que él administra, donde no hay un pozo del cual bombear in
situ, él piensa que desarraigará árboles dentro de un año. “No se puede
perseguir el agua por siempre. Tarde o temprano vas a perder”.