Los contingentes se acomodan para que la sexta #AccionGlobalPorAyotzinapa dé inicio. Una vez más tendrá lugar un recorrido que exige y suplica dar fin con la impunidad en México.
La marcha de los seis meses contra el olvido por los 43 normalistas asesinados en septiembre pasado en el municipio de Iguala, Guerrero, comienza más tarde de lo planeado. A las 4:47 de la tarde la columna humana comienza a avanzar por el Paseo de la Reforma. Por las bocinas se dice que la tardanza se debe a que las filas de los contingentes que avanzarán del Ángel de la Independencia hacia el Monumento a la Revolución se siguen congregando.
Melitón Ortega, padre de uno de los estudiantes desaparecidos, no luce cansado. Debería de estarlo luego del sinfín de horas sin poder dormir. Luego de las marchas, mítines y entrevistas que se han vuelto su vida desde hace medio año. “Estamos por la lucha, porque sabemos que nuestros hijos están vivos”, grita el líder de los padres que encabeza la marcha de la ciudad de México.
Horas antes de que comience la manifestación, Melitón y los demás padres de los desaparecidos se dirigen a las oficinas del Instituto Nacional Electoral (INE) para exigir que el próximo 7 de junio no se lleven a cabo las elecciones en Guerrero. Afirman que el estado no está en condiciones de proponer a un gobernante honesto.
Repudia el hecho de que cuatro de los alumnos desaparecidos hayan sido electos como funcionarios de casilla para los próximos comicios intermedios: “Eso es una burla, es una falta de responsabilidad y de respeto.” Tras evidenciar el doloroso absurdo refiere que si no los han quitado de la lista nominal es porque saben que están vivos. “Ahora exigimos que hagan pública esa declaración”, suelta Melitón en alusión a la reunión que sostuvo esta mañana con el presidente del INE, Lorenzo Córdova Vianello.
Desconsolado, afirma que “lo peor es que sabemos que sí habrá elecciones en Guerrero”. Al decir esto, es probable que solo tenga en mente esa negra madrugada en la que su hijo no volvió a casa.
Cuando la vanguardia de la marcha arriba a la Torre del Caballito ya se han sumado a la manifestación contingentes de estudiantes, de telefonistas, de integrantes de la Sección 22 de la CNTE, del Sindicato Mexicano de Electricistas. También de organizaciones sociales y miles de ciudadanos que apoyan la lucha de los padres, que ya no asisten a todas las manifestaciones, pero que, cuando lo hacen, como en esta ocasión, corean la consigna principal: “¡Ayotzinapa somos todos!”.
Una hora después —se escucha el himno “venceremos” al fondo—, los padres arriban al templete ubicado frente al Monumento a la Revolución. Desde ahí hablan a las miles de personas que pueblan por completo la Plaza de la República.
“Ya pasaron seis meses de que el gobierno no da cuenta de nuestros hijos, y aquí estamos con la misma fuerza y desesperación que cuando empezamos. Y no nos vamos a rendir hasta saber el paradero de nuestros hijos”, grita Epifanio Álvarez mientras estruja con unas manos nerviosas el cartel con la imagen de su hijo Jorge.
La tristeza que los padres sentían hace meses se ha transformado en distintos sentimientos. Uno de los más comunes es el enojo. María Elena Guerrero, madre del desaparecido Giovanni Galindes, lo describe así: “El dolor de madre ya se me volvió furia contra este gobierno, nos ha quitado tanto que nos quitó hasta el miedo, no tenemos miedo y por eso seguiremos luchando”.
La tristeza que ha mutado en rabia no deja de estar exenta de dolor. Ese dolor que punza cada vez que asiste a identificar cuerpos. Ese dolor que siente cada vez que le dicen que en Iguala han encontrado una nueva fosa.
La furia no es la que alimenta el alma de todos en este movimiento. Epifanio se arremolina en la culpa: “Cuánto trabajo cuesta y cuánto cuida uno a un hijo para que no le pasa nada… lo que más siento es que cuando él me necesitó yo no estuve para él. Ahora yo daría mi vida para que él viniera aquí”, dice con lágrimas que surcan su rostro y la voz entrecortada. “Lo que digo y hablo es lo que pienso y es lo que sale de mi corazón”, agrega, mientras se aprieta el pecho con la mano.
A Epifanio no le deja de pesar eso que sintió cuando el gobierno mexicano dijo que el caso estaba cerrado. Ese pesar más la culpa de no lograr encontrar a su hijo.
Mientras los padres hacen escuchar su voz en el templete, en algunos tramos la Plaza de la República resuena como un tianguis dominical donde se ofertan gorras, camisas y pulseras con estampados del Che Guevara. Se ofrecen elotes, esquites y hot cakescon cajeta. Ondean las banderolas de México en blanco y negro. Se observan viejas ediciones de Karl Marx. La Plaza de la República es un confuso y triste escenario donde lo mismo se escuchan gritos, llantos y risas perdidas y nerviosas.
Las intervenciones de los padres y compañeros de los estudiantes en el micrófono no se limitan a hablar de los desaparecidos. También hay quienes mencionan a la periodista Carmen Aristegui e, incluso, se declaran “testigos de que ha habido agresión del Estado en contra de los medios de comunicación: tenemos el caso de la compañera Carmen Aristegui, y el movimiento de los padres respalda el trabajo serio que ha hecho la compañera Carmen porque ha cubierto espacios con mucha seriedad como es el de Ayotzinapa”, dice uno de los compañeros de los 43 desaparecidos.
“También hemos sido testigos de la imposición de Medina Mora para llegar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación cuando es de conocimiento público que tal personaje no tiene una carrera judicial”, agrega el joven indignado por los relevos políticos que han tenido lugar en el último mes.
En la parte trasera del templete un adolescente se acerca a la señora María Elena, le pide que se agache y “discretamente” deja en su mano un billete de 200 pesos, la abraza y al oído le dice: “Estamos contigo”. Ella toma el dinero y le agradece. El joven corre a los brazos de su madre y se suelta en llanto mientras esta le dice “te amo”.
A partir de este momento, al menos veinte personas más se dirigen a los padres para ofrecerles dinero, algunos les dan billetes de 100 o 200 pesos mientras que otros piden algún número de cuenta para poder hacer una donación más sustanciosa. María Elena nota que los medios se acercan y rápidamente aclara que el dinero que ahí reciben se usa para los viajes que hacen en favor de esta gran lucha.
Luego de las intervenciones los padres bajan del templete, la gente se les acerca solo para poder estar un momento junto a ellos. Como si de ese modo intentaran quitarles un poco de esa infinita tristeza que llevan a cuestas. Porque han pasado seis meses y siguen sin saber nada de sus hijos.