Ningún lugar del mundo árabe podría ser más distinto de la Franja de Gaza que Abu Dhabi. El próspero emirato, situado en el Golfo Pérsico, posee relucientes rascacielos, una pista de carreras de Grand Prix y su propio Louvre. Sin embargo, Mohammed Dahlan, el dirigente político de cincuenta y tres años nacido en Gaza y exiliado, luce cómodo aquí. Su casa es una resplandeciente mezcla de mármol y cristal, con arañas de luces colgando de altos techos y pinturas enmarcadas sobre las paredes. Recientemente, un soleado día de invierno, trabajaba en su jardín vestido con vaqueros y mocasines blandos, y me dio la bienvenida en su patio con vista a la costa.
Pese a todos estos lujos, Abu Dhabi es solo temporal, afirma Dahlan —un escenario en el que ahora planea su regreso—. Ha vivido en esta ciudad durante cuatro años, desde que el presidente palestino Mahmoud Abbas lo expulsó del partido gobernante Al Fatah y lo acusó de corrupción y difamación. La ruptura entre ambos interrumpió una carrera política que parecía rebosante de esperanza. Durante un periodo de veinte años, Dahlan fue el poderoso jefe de seguridad de Gaza, consejero de Yasser Arafat, negociador con Israel y ministro del Interior de Abbas. Ahora trata de suceder a su rival y convertirse en el próximo presidente de Palestina. “Tengo una buena vida aquí, pero créeme, mi corazón está ahí”, dice a Newsweek. “Si hay una elección mañana, volveré.”
Aunque no se espera que pronto haya una elección, las maniobras de Dahlan llaman la atención debido a una cuestión más amplia que preocupa a las personas en los territorios palestinos y en otras partes del mundo: ¿cuánto más tiempo puede sostenerse Abbas? El líder palestino, quien asumió el cargo después de la muerte de Arafat en 2004, cumplirá ochenta años el próximo mes. Es un fumador empedernido y tiene un historial de problemas médicos, incluso cáncer. Aun así, nunca ha nombrado a un suplente y tampoco tiene a ningún heredero natural. Para los palestinos, eso añade otra capa de incertidumbre a una existencia plagada de ella. Para Estados Unidos y Europa, esto plantea la posibilidad de un vacío político que Hamas, la organización palestina islámica, podría aprovechar para extender su dominio de Gaza a Cisjordania.
En su entrevista con Newsweek, Dahlan se colocó como un contrapeso de Hamas, una de las pocas figuras políticas con suficiente influencia y fuerza para derrotar a los islamistas. Dejó claro que estaba usando dinero y conexiones políticas (dos recursos que parece tener en abundancia) para recuperar la relevancia en el territorio del que salió. “El pueblo de Gaza es una víctima de Hamas, de los israelíes y de Abbas”, dice. “Todos ellos hablan del sufrimiento de la gente, pero ninguno hace nada.”
Durante 2014, Dahlan recaudó dinero en los países del Golfo y lo repartió entre las personas necesitadas de Gaza, en parte a través de una sociedad benéfica dirigida por su esposa. También ha presionado al presidente egipcio Abdel Fattah el-Sissi para que abra la frontera entre Gaza y el Sinaí para que los palestinos puedan tener cierto alivio del extenuante cordón israelí. Cuando Egipto lo hizo recientemente (aunque fuera solo durante unos cuantos días), Dahlan asumió el crédito en su página de Facebook. “La apertura del cruce de Rafah… es un primer paso de una serie de medidas tomadas por los líderes egipcios durante mi reciente visita a Egipto y su objetivo es aliviar la carga que pesa sobre nuestro pueblo”, escribió. El gobierno egipcio no hizo ningún comentario a tiempo para esta publicación.
No es seguro que los palestinos deseen adoptar a Dahlan. Sus críticos lo muestran como un gánster político que encarceló a sus adversarios y se enriqueció mediante sobornos derivados de importantes acuerdos financieros entre israelíes y palestinos (él pone en tela de juicio esta caracterización). Otras personas lo relacionan con los acuerdos de paz de Oslo de la década de 1990, que hicieron surgir la esperanza de una mayor libertad e independencia de Palestina, pero que no dieron ningún fruto. Aunque Dahlan todavía confía en la solución de dos estados, muchos palestinos comunes simplemente han seguido adelante. Cincuenta y ocho por ciento de ellos piensa que la idea ha dejado de ser práctica, de acuerdo con una encuesta publicada en enero por el Centro Palestino para la Política y la Investigación de Encuestas.
Sin embargo, sería un error descartar a Dahlan. Entre las distintas figuras que se promueven como presidentes en espera, él destaca por su carisma y su habilidad política. Tiene un cuadro de partidarios en los territorios palestinos, muchos de ellos miembros del organismo de seguridad que alguna vez dirigió. Un mitin que organizaron en diciembre en Gaza atrajo a varios miles de personas, un número importante en un área controlada por Hamas, donde en ocasiones el disentimiento político puede ser enfrentado mediante la fuerza bruta. Y aunque las encuestas de opinión no han revelado ningún favorito claro (con la posible excepción de Marwan Barghouti, encarcelado desde hace mucho tiempo), la línea de tendencia de Dahlan en los últimos meses parece estar aumentando.
“Existe la sensación de que está haciendo cosas por los habitantes de Gaza”, señala Nabil Kukali, quien dirige el Centro Palestino para la Opinión Pública, la cual lleva a cabo encuestas periódicas en Cisjordania y Gaza. “Esto le da más apoyo.”
Entrar y salir de las
prisiones israelíes
Para las personas familiarizadas con la narrativa palestina, la biografía de Dahlan tiene todos los elementos familiares en su trama: desplazamiento, resistencia, una creciente esperanza y una decepción aplastante. Como hijo de refugiados de un área que actualmente forma parte de Israel, Dahlan creció en uno de los barrios más pobres de Gaza y se unió a los Halcones de Al Fatah, un grupo militante que organizaba ataques contra los israelíes. Pasó su segunda década de vida entrando y saliendo de prisiones israelíes, donde dominó el hebreo y llegó a ser reconocido como un ilustre líder de la resistencia. Cuando los palestinos pusieron en marcha su primer alzamiento en Cisjordania y Gaza, a fines de 1987, Israel lo deportó a Jordania junto con otros organizadores de la Intifada.
Dahlan regresó triunfalmente a Gaza en 1994 con la implementación del primer acuerdo de Oslo. En su exilio, había ascendido en la jerarquía de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y se volvió cada vez más cercano a Arafat, quien lo eligió para dirigir el principal organismo de seguridad en Gaza. El líder de la OLP también le asignó a Dahlan una función en las negociaciones con Israel, que para muchos palestinos culminaría en pocos años con Palestina asumiendo una condición de Estado.
A mediados de la década de 1990 se encontraba en el punto máximo de su poder. La fuerza de seguridad de Dahlan sumaba 20 000 elementos en Gaza, y sus conexiones en toda la región lo convirtieron en un elemento muy valioso para los israelíes y para los organismos de seguridad estadounidenses. El presidente Bill Clinton, en sus memorias tituladas My Life (Mi vida), lo describe como una de las figuras “más proactivas” entre los líderes palestinos. George Tenet, el jefe de la CIA, cultivó una relación personal con Dahlan.
Pero el debilitado proceso de paz dañó su posición. Hamas, cuyos ataques suicidas mataron a decenas de israelíes, acusó a Dahlan de encarcelar a sus activistas arbitrariamente y de torturarlos en prisión, un cargo que él niega. Para otros palestinos, su relación amistosa con Israel y Estados Unidos llegó a considerarse sospechosa.
Dahlan culpa a Israel de descarrilar el proceso de paz mediante la despiadada expansión de asentamientos en los territorios palestinos. “Con sus acciones en el terreno… están acabando con la solución de dos Estados”, dice, planteando una opinión que el gobierno israelí rechaza. Pero Dahlan también reconoció que hubo errores palestinos. Uno de ellos fue el rechazo del plan de paz de Clinton por parte de Arafat a fines de 2000, una propuesta que ofrecía la condición de Estado a los palestinos en más de 90 por ciento de Cisjordania y la Franja de Gaza. “No aceptarlo fue un error”, añade.
“Abu Mazen me odia”
El punto decisivo para Dahlan se produjo en 2007, cuando Hamas derrotó a Al Fatah en una guerra civil de una semana en Gaza y le arrebató el control del territorio. El grupo había ganado una elección parlamentaria en los territorios palestinos el año anterior, pero enfrentaba el aislamiento internacional y no logró consolidar el poder político. Aunque Dahlan estaba en Alemania para una operación de rodilla durante la guerra, la derrota de los soldados a los que había comandado por años constituyó un vergonzoso fracaso, agravado por el hecho de que muchos de ellos habían sido entrenados por Estados Unidos. También causó una ruptura entre él y Abbas, un silencioso intercambio de acusaciones que aumentó hasta convertirse en una enemistad pública.
En los años que siguieron, la antipatía se volvió cada vez más hostil, sacando a la luz una parte de la intriga de la clase gobernante que suele permanecer oculta para los palestinos comunes. Abbas despidió a Dahlan del organismo de liderazgo más alto de la OLP, lo acusó de haber robado millones en dinero público y envió soldados para atacar su casa en Ramallah. En una reunión a puerta cerrada el año pasado, sugirió que Dahlan podría haber desempeñado una función en la muerte de Arafat, aunque Abbas admitió que no tenía ninguna prueba. El líder de la OLP murió en un hospital de París por causas desconocidas. Muchos palestinos creen que Israel conspiró con colaboradores dentro del círculo de Arafat para envenenarlo. Dahlan dice que tiene sus propias sospechas sobre Israel, pero se ríe ante la idea de estar involucrado en un complot.
Dahlan no ha sido menos agudo en sus ataques contra el presidente palestino. Dijo a Newsweek que Arafat inicialmente se negó a recibir tratamiento en París durante los últimos días de su vida porque temía que Abbas tratara de asumir el cargo en su ausencia. Dahlan también planteó cuestiones sobre las finanzas de los dos hijos de Abbas, ambos hombres de negocios que han obtenido contratos de ayuda del gobierno estadounidense para trabajar en Cisjordania mientras su padre estuvo en el poder. “Dado que conozco los hechos, Abu Mazen [Abbas] me odia. Por cierto, lo comprendo. Pero eso no [le] da el derecho de afirmar que soy corrupto como [él].”
En respuesta, un funcionario que habló en nombre de Abbas negó que este hubiera cometido algún delito y afirmó que Dahlan está tratando de desviar la atención de sus propias fechorías. Dijo que la acusación de que Arafat temía que Abbas tomara el poder “ni siquiera merece una reacción”. Respecto a los hijos de Abbas, el funcionario señaló que las insinuaciones de Dahlan reflejaban su venganza contra el líder palestino, y nada más.
¿Qué obtienen los palestinos de la disputa? Ghassan Khatib, un exmiembro del gobierno de Abbas que actualmente enseña política en la Universidad de Birzeit, cerca de Ramallah, dice que los ataques y contraataques han sido tan impúdicos que es difícil que las personas no presten atención. Pero cree que el punto principal del conflicto es una lucha por el poder normal y corriente. “Las acusaciones se han vuelto irrelevantes porque no hay ninguna manera de verificar lo que es correcto y lo que está equivocado”, sostiene. “Es una competencia sobre… autoridad, sobre las funciones y la responsabilidad.”
“Es solo una excusa”
Actualmente está en duda si Dahlan puede regresar a Cisjordania y Gaza, y aún más si podrá participar en unas elecciones. El año pasado, un tribunal palestino lo condenó en ausencia por difamación (afirmó en una entrevista que el personal de seguridad palestino ayuda a proteger a los colonos israelíes en Cisjordania) y lo sentenció a dos años en prisión. En un segundo juicio, que actualmente está en marcha, fue acusado de robar 17 millones de dólares en fondos públicos. Dahlan ha contratado a un abogado francés para librar los cargos, pero afirma que los tribunales son herramientas del régimen e insiste en que sus veredictos son irrelevantes.
Incluso si vuelve, las elecciones no forman parte del programa palestino. El periodo presidencial de cuatro años de Abbas terminó en 2009, y el parlamento palestino concluyó su mandato un año después. Pero Abbas ha dicho que no es posible realizar ninguna nueva votación sino hasta que Hamas y Al Fatah lleguen a un acuerdo para reunir a Cisjordania y Gaza. Aunque con el paso de los años se han alcanzado algunos acuerdos de reconciliación, todos ellos se han desmoronado antes de que puedan realizarse elecciones. Khatib, el catedrático de política, dice que la división se ha vuelto conveniente para Al Fatah y Hamas. “Las dos facciones principales no muestran una actitud seria respecto a la elección porque su reputación no es buena. Argumentan que no es posible organizar unas elecciones debido a la escisión, pero pienso que esta es solo una excusa.”
Para Dahlan, esa podría ser una razón suficiente para quedarse en Abu Dhabi y enfocar su energía en otro lugar. Desde su posición privilegiada, también ha estado dirigiendo una empresa de consultoría que hace negocios en todo el mundo árabe y, aparentemente, también en Europa. El año pasado, Serbia le concedió la ciudadanía a él y a su familia, según se informa, para facilitar la realización de inversiones árabes de gran magnitud en Belgrado.
Pero Dahlan insiste en que su preocupación principal es el problema de los palestinos. Después de años de animosidad, ha organizado reuniones con viejos rivales de Hamas en Abu Dhabi y Egipto (negó informes de haber hablado con funcionarios israelíes, entre ellos, el ministro de Relaciones Exteriores, Avigdor Lieberman). Incluso tiene un plan para romper el punto muerto: un gobierno conjunto entre Al Fatah y Hamas, basado en los principios de la Iniciativa Árabe por la Paz y la realización de elecciones dentro de seis meses. “Les dije que tenemos un derramamiento de sangre, pero lo que tenemos en común es tratar de ayudar a los palestinos a sobrevivir”, afirma.
En el patio que da al jardín, sus palabras parecían prometedoras. Sin embargo, en la desdicha de Gaza, podrían sonar diferentes.