En economía, sobre todo en el capitalismo,
se remeda con números lo que la naturaleza hace con aminoácidos. Es un proceso
evolutivo, selectivo, de competitividad que provoca continuos saltos
cualitativos, desde la base de la cantidad hacia la calidad, aunque
antiguamente se pensaba “natura non facit saltus”.
En la evolución hay una formidable
dialéctica que se da en la cantidad, en el seno intrínseco de ella. En la
cantidad de individuos de una especie, igualados por el ADN se produce una
dialéctica, provocada por el medioambiente que obliga a los individuos a
competir y seleccionarse entre ellos, por ejemplo frente a una inusual carestía
de alimentos, o frente a un drástico cambio climático, que provoca en los más
competitivos cambios en las proteínas que han formado los aminoácidos que
llegan a producir una modificación genética, es decir, un salto cualitativo
para responder al desafío del medioambiente y que queda registrado en el ADN para
las futuras generaciones. En los mercados sucede lo mismo que en la naturaleza:
hay una abierta y permanente dialéctica entre la oferta y la demanda. La mejor
marca queda registrada en la mente de los consumidores.
La oferta es la base estratégica de la
cantidad. Son miles de productores que salen al mercado, que es el medioambiente
con sus manufacturas recién elaboradas para enfrentar la demanda. No todos
están preparados para ganar, aunque lleven el mismo producto. A veces la
demanda, al igual que el alimento para las especies, es muy poca, solo
triunfarán los que previamente han modificado sus números para lograr que el
producto sea de la mayor calidad, más baratos y hasta con mejor empaque y
garantía. Solo ellos darán el salto cualitativo como empresarios altamente
especializados y permanecerán en el mercado de la misma manera que las especies
más competitivas permanecen en una provincia darwiniana.
Las economías socialistas marchan “contra
natura” porque en ellas no está instalada la dialéctica ni la competitividad y,
por tanto, no se espera de ellas los saltos cualitativos que ponen a parir la
historia. El comunismo es una economía de subsistencia, no de progreso, nunca hará
historia.
La economía, como la naturaleza, no puede
descuidar ni la cantidad, ni la calidad. El salto cualitativo se da desde la
base de la cantidad. En la cantidad está incoada la calidad, es una constante
en la evolución, como lo es también la sofisticación de los empresarios. La
naturaleza jamás descuida la cantidad, para ello llegó a inventar el instinto
sexual, para que nunca se interrumpa la propagación de las especies y la
cantidad abrumadora de individuos que somos en la actualidad. De la misma manera,
el capitalismo jamás podrá descuidar su base: los mercados que forman los
consumidores y que en su inmensa mayoría son trabajadores que vienen desde el
subsuelo de la pobreza. Cuando los empresarios explotan a sus trabajadores,
están yendo contra sí mismos, porque destruyen la base desde la cual ellos un
día emergieron. Concentrar la riqueza en manos de pocos es romper las reglas
del juego económico. Los gobiernos deben ser sumamente vigilantes para que esto
no se produzca.
“La excesiva desigualdad de ingresos no
propicia un crecimiento sostenible”, ha declarado en Davos la directora gerente
del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, y recalca que “la
distribución de la riqueza es importante en sí, porque aumentar los ingresos de
los pobres tiene un efecto multiplicador, que no se produce si se aumenta el
ingreso de los que ya son ricos”.
Es una buena señal que el capitalismo
provoque la expansión de las empresas, pero los gobiernos deben cuidar las
bases desde las cuales se expanden, es decir, la cantidad de trabajadores,
presionando para que se creen puestos de trabajo mediante políticas
redistributivas y señalamiento de salarios mínimos; con la abolición de los
paraísos fiscales donde los ricos esconden su dinero; con la erradicación definitiva
de la pobreza, que pasó de afectar un 72 por ciento de la población mundial, en
el año 1950, a un 14.5 por ciento en el 2011, y facilitando “escaleras” para
que los trabajadores asciendan a la plataforma de clase media que hoy está en
el 44 por ciento de la población.
A medida que avanza la economía mundial, los
países se van quedando como plataformas que conforman la base de la cantidad, y
desde ellos, las corporaciones transnacionales son las que van dando el salto
cualitativo, desarrollando la tecnología y ampliando el conocimiento, pero con
el avance de la tecnología y el desarrollo de la economía, estas corporaciones
también se convertirán en plataformas sobre las cuales surgirán corporaciones
planetarias como la NASA para dar el salto, esta vez al espacio, rompiendo la
membrana protectora del planeta.
Apple acaba de dar un salto gigantesco ante
el asombro de todos porque ha logrado 18 024 millones de dólares con la venta
de su último teléfono inteligente, un logro que jamás se había producido,
dejando atrás a sus rivales como Samsung, Sony, Huawei y Nokia. con los que ha
tenido que competir duramente frente a los mercados, logrando avances
tecnológicos en los sensores y cantidad de pixeles de sus cámaras, en los bits
y núcleos de sus procesadores, en su prodigiosa memoria ram, etcétera. Es un
salto cualitativo gigantesco que se da tras una década de dura competencia
entre los fabricantes tecnológicos, pero que parte de la base de la cantidad de
millones de usuarios que no son pobres, sino con poder adquisitivo, repartidos
por las plataformas de sus países en los cinco continentes. Sin esta gigantesca
cantidad, Apple jamás hubiera logrado el salto a la calidad. Por eso la
economía mundial debe cuidar los mercados, por eso nada más oportuno en Davos
que las palabras de Lagarde: “aumentar el ingreso de los pobres tiene un efecto
multiplicador”.