Justo antes de Navidad, Atheel al-Nujaifi, prominente político iraquí, viajó sigilosamente a Washington, D. C. con la urgente petición de que la Casa Blanca proporcionara armas y entrenamiento a su milicia suní de 10 000 efectivos. Desde hace ya siete meses, Estados Unidosha bombardeado Irak y Siria intentando forzar la retirada del llamado Estado Islámico (EI), pero como no ha sido fácil desplazar al grupo yihadista más notorio del mundo, Nujaifi ofreció su ayuda. Sin embargo, el gobernador de la provincia de Nínive tuvo que huir el verano pasado, cuando militantes del EI tomaron territorios del norte y oeste de Irak (de mayoría sunita), y durante sus reuniones con funcionarios de Washington previno que, si Estados Unidos y sus aliados no liberaban cuanto antes las regiones iraquíes controladas por el EI, el pueblo sometido muy pronto aprendería a convivir con los militantes. “El tiempo no está de nuestro lado”, sentenció.
Otros líderes sunitas han seguido su ejemplo pidiendo a Washington que apoye sus milicias, las cuales –aseguran- están dispuestas a tomar las armas contra el grupo yihadista. La Casa Blanca aún sopesa la petición de Nujaifi, mas como una señal de sus posibles intenciones, fuerzas especiales estadounidenses y canadienses están entrenando a unos 5000 expolicías sunitas de Mosul en un campamento que Nujaifi estableció cerca de Erbil, en la región autónoma curda de Irak.
Semejante tumulto para unirse a la batalla recuerda el muy cacareado sahwa o “despertar” de 2005, cuando los sunitas unieron fuerzas con los estadounidenses para expulsar la filial deAl-Qaeda en Irak, precursor de ISIS; y sucede justo cuando Estados Unidos y las fuerzas de coalición entrenan a miles de miembros del Ejército iraquí y las fuerzas curdas para una ofensiva terrestre que se llevará a cabo esta primavera. Muchos veteranos estadounidenses del primer despertar afirman que una repeticiónno vendría mal. “Necesitamos aliados”, declaró James F. Jeffrey, exdiplomático y posterior embajador en Irak durante la ocupación estadounidense. “Si hace falta un rostro sunita para montar algún tipo de ofensiva, este viene bien”. Patrick Skinner, quien actuara como oficial CIA en Irak, está de acuerdo. “En este momento, las opciones en Irak son pésimas”, dijo. “Esta podría ser una de las mejores.”
Un segundo despertar también ayudaría a promover un objetivo importante en Irak: reintegrar a los sunitas en el ejército y el gobierno iraquí. Grupo de minoría, los sunitas siempre han creído que los líderes de Bagdad obedecen los dictados de sus vecinos chiitas de Teherán. En 2011, tras la retirada de las tropas de combate estadounidenses, estallaron las tensiones sectarias cuando el exprimer ministro, Nouri al-Maliki se desdijo de su promesa de incorporar combatientes sunitas en el Ejército, reprimió a los políticos de minoría y autorizó que las milicias chií aterrorizaran poblaciones sunitas. Cuando invadió Irak, el verano pasado, el Estado Islámico aprovechó la ira y enajenación local, y persuadió a algunos excomandantes militares sunitas de unirse a sus filas; de modo que, ahora que Washington presiona por un acuerdo nuclear con Irán y coopera con su antiguo adversario en la guerra contra el Estado Islámico, algunos sunitas recelan de aliarse con los estadounidenses.
Desde que Haider al-Abadi ha ocupado el cargo de primer ministro de Irak, Estados Unidos ha presionado por un programa para formar brigadas de la Guardia Nacional en las 18 provincias iraquíes, en buena medida para alentar a los sunitas de occidente y norte del país a defender sus territorios. La legislación para crear dichas brigadas quedó paralizada en el Parlamento controlado por los chiitas; así que, a corto plazo –según expertos- el nuevo despertar podría instigar a los sunitas a sumarse al esfuerzo bélico. “Lo que dicen Nujaifi y otros líderes es: ‘De acuerdo, si aún no podemos seguir por el camino de la Guardia Nacional, porque está detenido en elParlamento, hagamos esto informalmente y llevemos a los sunitas a la batalla, para luchar y sentir que somos parte de la reconquista de Irak’”, dijo Kenneth M. Pollack, experto en Irak para la Institución Brookings, quien se entrevistó con Nujaifi en Washington.
Nujaifi no es el único sunita influyente que busca ser parte de la reconquista. El mes pasado un grupo de líderes políticos y tribales de la provincia de Anbar, corazón sunita de Irak, se entrevistó con el vicepresidente Joe Biden en la Casa Blanca para hablar de cómo podrían ayudar a combatir al EI. La delegación incluyó al gobernador de Anbar, Sohaib Al-Rawi y al jeque Abu Risha, director del Consejo del Despertar de Irak.
Otro importante líder suní que se ha unido a la lucha es Mudhar Shawkat, antiguo miembro del Parlamento y patricio de abolengo. Residente de Londres, adonde huyó en 2012 amenazado de muerte por los simpatizantes chiitas de al-Maliki, Shawkat asegura que sus seguidores incluyen luminarias sunitas como el exteniente general Ra’ad al-Hamdani y el exgeneral de división Nouri al-Dulaimi, dos comandantes iraquíes muy respetados, actualmente exiliados en Jordania. “Podemos organizar una fuerza muy grande con mucha, mucha facilidad”, dijo a Newsweek. “Solo hace falta que los generales hablen por la radio y pidan a la población que firmen como reclutas, y tendremos miles de soldados.”
Shawkat agregó que, este invierno, habrá una conferencia en Erbil en la que participarán cientos de exoficiales y líderes de las tribus sunitas más grandes e influyentes de Irak. Afirmó que, durante su próxima visita a Washington, pedirá a la presidencia de Obama que envíe un observador al evento. A la larga, dijo, le gustaría que Estados Unidos respaldara su milicia para obtener fondos de Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos. “El papel de los estadounidenses es esencial”, insistió. “No creo que pueda lograrlo sin ellos.”
Sin embargo, un segundo despertar sunita solo será buena idea si Estados Unidos se asegura de que los caciques iraquíes que solicitan armas, dinero y entrenamiento son capaces de reunir las fuerzas necesarias para vencer al enemigo yihadista. En el caso de Shawkat, se desconoce si los excomandantes militares y los importantes personajes tribales que cita como aliados están, realmente, de su lado. “Si yo fuera el gobierno estadounidenses y estuviera evaluando la situación, cuestionaría: ‘Este tipo, ¿realmente tiene una fuerza?’”, plantea Pollack. “Diría, ‘Si quiere armas, equipo y entrenamiento para sus hombres, que me muestre sus hombres. Que me dé los nombres’”. Agrega que los funcionarios estadounidenses también necesitan determinar si los sunitas que piden ayuda norteamericana son apoderados de potencias regionales como Turquía, Jordania, Arabia Saudita e incluso, Irán. “Hay muchas preguntas que debo formular antes de empezar a entrenar a esa gente”, concluyó Pollack.
Los planificadores del Pentágono consideran que hacen falta 50 000 hombres respaldados con poderío aéreo para romper el control del EI. Esperan conseguirlo interrumpiendo las líneas de suministro del grupo desde Siria; sitiando a los militantes en Mosul y otros bastiones iraquíes; y luego, destrozando a los yihadistas sistemáticamente. No obstante, como el ejército iraquí y las unidades curdas en entrenamiento equivalen a la mitad de la fuerza necesaria, es crítico añadir más hombres a la mezcla. Los 5000 policías sunitas en entrenamiento fuera de Erbil son un buen comienzo y dada la buena disposición sunita para unirse al combate –y la aversión de la Casa Blanca de enviar efectivos estadounidenses a Irak-, es muy posible que otras milicias sunitas completen la fuerza anti Estado Islámico.
Líderes sunitas saben que les aguarda una batalla terrible; pero muchos previenen que, si la contraofensiva funciona, no repetirán el error cometido después del primer despertar, cuando permanecieron impasibles mientras al-Maliki los pisoteaba. Esta vez, dicen los líderes, exigirán una región semiautónoma que defenderán con su propia milicia, algo parecido al arreglo de los curdos con el gobierno federal.
Shawkat visualiza un Irak compuesto de regiones sunitas, chiitas y curdas autogobernadas, donde Bagdad actúa como capital nacional dentro de una zona federal. Es un concepto que el presidente Barack Obama rechaza, pero que Biden y muchos expertos en Irak han defendido desde hace tiempo. “No existe otra solución”, insiste Shawkat. “Ha habido demasiada sangre, demasiada destrucción. Tenemos que sacar el mayor partido posible de lo que nos queda.”
Pollack concuerda con la idea de dividir Irak en tres regiones federales, mas duda mucho de que al-Abadi y los chiitas gobernantes permitan que los sunitas formen una región semiautónoma, pues Bagdad perdería el control de la tercera parte del país y, sin embargo, el gobierno aún tendría que pagar todas sus cuentas. A diferencia de la región curda, las áreas sunitas carecen de petróleo y, por consiguiente, poco tienen que contribuir al tesoro. “Es un arreglo terrible”, dijo Pollack. No obstante, sin separación, chiitas y sunitas de Irak permanecerían trabados en una guerra sectaria.
Con todo, Nujaifi sigue comprometido con la antigua Irak. Aunque es un prominente personaje sunita, rechaza la idea de un estado semiautónomo argumentando que confía en que al-Abadi se esforzará para que todos los sunitas se sientan parte del país. “No es momento de hablar de autonomía”, dijo. “Los iraquíes tenemos que unirnos primero para derrotar al EI.”
Con información de Jeff Stein.