Las nuevas ofertas de transmisión directa de HBO y CBS son las primeras señales de
que la televisión común es la nueva radio AM.
La TV está cambiando por una serie de razones
apremiantes: nos gusta tener más control sobre lo que vemos y cuándo; la
transmisión directa a través de internet funciona bien ahora; odiamos pagar los
precios de las compañías de cable. Pero la razón más profunda es que la televisión
está cambiando por razones grandes de tendencias enormes. Las fuerzas que lo
provocan, impulsadas por internet y los datos, se suman a un gigantesco cambio
generacional hacia un estilo de vida del siglo XXI, de formas libres… urbano,
móvil, y lejos de los horarios, las estructuras, los suburbios, las oficinas y
los matrimonios de la época posterior a la Segunda Guerra Mundial.
En este nuevo ambiente, el viejo modelo de la
transmisión televisiva durará tanto como un cubo de hielo en un vaso recién
servido con bourbon. “Nuestro trabajo
es hacer el mejor contenido que
podamos y dejar que la gente lo disfrute de la manera que mejor le plazca”,
dijo Leslie Moonves, directora ejecutiva de CBS, el 16 de octubre cuando
anunció CBS All Access, el servicio por internet con subscripción de la cadena.
“El mundo se dirige a esa dirección”. Lo cual es cierto, excepto que para cualquiera
menor de 30 años, ya está allí.
Antes de la Segunda
Guerra Mundial, la vida de la mayoría de la gente estaba dominada por un
trabajo que consumía todo su tiempo en el campo, la fábrica o el pequeño
negocio como el molino local o la miscelánea. Nadie tenía mucho tiempo libre, e
incluso el tiempo era un poco arbitrario. Como lo escribe Steven Johnson en su
libro How We Got to Now(Cómo llegamos al ahora), antes de que los trenes
estandarizaran el tiempo a finales del siglo XIX, todo pueblo tenía su propio
tiempo. Incluso si la TV hubiera existido por entonces, no hubiera encajado en
ese universo.
La TV creció cuando los soldados regresaron de
la Segunda Guerra Mundial y crearon un nuevo estilo de vida construido sobre
una precisión cuasi militar. Esa generación creó un trabajador de clase media,
masculino y de cuello blanco que llegaba a la oficina a las 9 am, almorzaba al
mediodía y se iba a las 5 pm, para manejar hacia su hogar en un suburbio recién
construido. Era una existencia con horarios y estructurada, que le daba a la
gente una “vida” limpiamente separada del trabajo. Las noticias llegaban en
periódicos que cumplían con esos horarios, lanzados a la entrada de las casas,
en la mañana antes de trabajar o en las primeras horas de la noche, antes de
cenar.
La TV se hizo para ese estilo de vida:
telenovelas para la esposa durante el día; noticiarios vespertinos para cuando
el marido llegaba a casa; programas de hora-
rio estelar comenzando a las 8,
cuando los niños estaban en la cama y los padres estaban listos para relajarse
con un whisky con soda, todo ello servido ante una pantalla compartida en la
sala de estar. Este nuevo entretenimiento en video era tan excitante y tan
adecuado para su época que todos corrieron a conseguirlo. En 1950, 9 por ciento
de los hogares en EE UU tenía una TV. Apenas 12 años después, alcanzó el 90 por
ciento.
Ahora, la tecnología está pulverizando el estilo
de vida de la posguerra, especialmente para la generación que nació después de
1985 —la mitad de la población mundial— y que creció con computadoras
personales y, un poco después, internet y teléfonos móviles. La tecnología de
hoy día está matando la oficina y destruyendo la línea entre el trabajo y la
vida. Un proyecto de investigación de Herman Miller concluyó: “Las normas
largamente establecidas del lugar de trabajo están dando paso a la ruptura y la
incertidumbre”. A la nueva generación no le importa mucho el matrimonio o
poseer una casa, según muestran las encuestas. Está rechazando los suburbios y
se muda a centros urbanos.
El hogar, la familia y la oficina están
estallando en pedazos diminutos que uno puede volver a ensamblar de la manera
que le plazca. Los viejos horarios de la vida han desaparecido. Trabajamos en
todas partes y todo el tiempo, y disfrutamos el entretenimiento en todas partes
y todo el tiempo. La TV ha cambiado para tratar de acomodarse a todo eso,
añadiendo cientos de canales de nicho y videograbadoras digitales, pero todavía
depende de horarios y estructuras como los paquetes de cable, y sigue centrada
en una pantalla conectada y de un único servicio en un lugar fijo.
En octubre, Apple lanzó nuevos iPads y Samsung
trajo nuevos teléfonos inteligentes largos, todos con una asombrosa resolución
de pantalla. Estas son televisiones mejores que la TV, y son del todo portátiles.
La nueva generación no puede entender por qué el entretenimiento en video
alguna vez estuvo confinado a la sala de estar. Una TV inmóvil conectada por
cable a la alimentación de una compañía parece tan anticuada como un teléfono
de disco atornillado a la pared de la cocina.
Mientras tanto, miembros de las crecientes redes
sociales quieren compartir el entretenimiento a través de geografías y zonas
horarias, prácticamente resucitando la sensación de millones de personas compartiendo
el programa de horario estelar al mismo tiempo. La vieja industria de la TV no
puede superar eso.
Otro gran golpe a la TV tradicional viene de los
datos. Netflix y YouTube demostraron el valor de tener una relación digital
directa con los espectadores: uno obtiene datos de ellos, y los datos le
permiten abastecerlos y confeccionar publicidad para ellos. En toda industria
en el siglo XXI, quien tenga los mejores datos gana. CBS empezó a descubrir eso
cuando puso a prueba la transmisión directa previamente este año.David Poltrack, jefe de investigación de CBS, dijo a Variety
que la cadena descubrió que puede cobrar de 10 a 20
por ciento más por los anuncios enfocados en los programas de transmisión
directa versus los anuncios de transmisión normal en la TV tradicional.
Para programadores como HBO y CBS, un intermediario
—o sea, la compañía de cable— se interpone en la conexión directa con los
espectadores y la obtención de sus datos. Ello se convierte en un dolor de
cabeza para estos dueños de contenidos, sobre todo porque dicho intermediario,
con sus precios excesivos y servicio al cliente al estilo soviético, desde hace
mucho tiene una relación terrible con los clientes. Por donde se las vea, las
compañías de cable se han vuelto tan bien recibidas como una verruga.
Desde una perspectiva más amplia, la TV es como
un tucán en una selva tropical devastada, quedándose vulnerable mientras su
hábitat es arrasado. HBO un día; CBS al siguiente. Los otros dueños de
contenidos seguirán su ejemplo, rápidamente. La TV se transformará en un
collage de servicios por subscripción, ofertas de pago por evento y material
gratuito patrocinado con anuncios, todo disponible en cualquier cadena en
cualquier dispositivo y en cualquier momento.
El cambio sucede de manera muy similar a como
Ernest Hemingway describió el comienzo de la bancarrota en Fiesta:
gradualmente y luego, de repente. Las fuerzas que romperán a la TV se
acumularon gradualmente por décadas. Ahora viene la parte súbita.