ES DIFÍCIL hablar de mafias en un mundo gobernado por esas mafias llamadas gobiernos, donde los que se hacen llamar buenos son los principales mafiosos; hablar de ética y moral en un mundo hipócrita que funciona con un capitalismo liberal, que es esencialmente antiético e inmoral y donde no hay nada más importante que el mercado. No las personas, no la humanidad, no el bienestar, y desde luego no la honestidad?o la paz: el mercado como ley suprema y el beneficio como único objetivo. Un mundo así solo puede generar mafias. La diferencia entre ser conocido como mafia o como gobierno es tener o no el poder, las actividades son las mismas.
A partir de la Ilustración, la Revolución Francesa, y la Industrial, convertimos al mundo en un mercado donde todo y todos estamos a la venta; ese fue el resultado del proyecto burgués. Las mafias son resultado de este mundo, y de la contradicción que existe entre una economía de libre mercado, que permite la venta de todo, y un control estatal que limita los mercados.
Ahí a donde llega el capital y el capitalismo, llegan los mercados negros y las mafias; ahí donde el capital y el capitalismo son prohibidos, también. Esa es la historia de la Bratva, grupo de bandas del crimen organizado surgidas tras el colapso de la URSS, que dominan Rusia, el Cáucaso, Asia Central y Europa Oriental; y cuyos tentáculos dan la vuelta al mundo: a Sudáfrica y Tailandia por un lado, a Estados Unidos y México por el otro.
Ahí donde haya algo prohibido, pero con un mercado, habrá una mafia, háblese de tráfico de armas, drogas, sustancias, material nuclear o personas. Evidentemente lo prohibido se encarece, y de eso resulta que no haya mayor negocio que tener en las mismas manos el poder de prohibir y el de vender, algo que es común en todos los estados. La diferencia entre ser partido político o cartel estriba en tener o no tener el poder oficial; esa es la realidad sin máscaras.
¡Mafiosos del mundo, uníos!
Marx dejó muy claro el carácter mafioso de los gobiernos capitalistas y liberales; describió perfectamente cómo la burguesía, esta clase social que venía pujando por el poder económico desde finales de la Edad Media, al tomar el poder, tras la Revolución Francesa, levó a cabo los mismos excesos, abusos y opresiones que la destronada aristocracia. Por eso hablaba de una revolución proletaria mundial para derrocar dicha tiranía. Con base en su propuesta y sus ideas se estableció una de las tiranías más grandes de la historia, y los representantes del proletariado multiplicaron los excesos, abusos y opresiones de la burguesía. Muy poco evoluciona la humanidad.
Una mafia tomó el poder en Rusia en 1613, la Dinastía Romannov, que cayó en marzo de 1917 dejando un vacío de poder en el país más grande del mundo. En el territorio ruso otra mafia se hizo del poder a lo largo de cinco años de guerra civil (de 1917 con la revolución, hasta que se firmó el pacto que da origen a la Unión Soviética, en diciembre 1922). Son conocidos como bolcheviques. Ya en el poder, se dedicaron a acaparar todo aquello que le prohibieron al resto de la población: herencias, tierras, transporte, máquinas, fábricas y dinero.
Como consecuencia ineludible surgieron mafias y mercados negros en torno a todas esas cosas, grupos de delincuencia organizada que fueron atacados por el gobierno hasta que, como ha pasado siempre, comenzaron a asociarse. Los mafiosos entraron al gobierno y el gobierno se hizo mafioso. Todo lo que el gobierno comunista prohibía a sus ciudadanos se podía obtener ilegalmente con miembros de dicho gobierno, que así contaba también con una válvula de escape y una fuente alterna de riqueza. Al igual que el gobierno de Estados Unidos, el de la URSS siempre fue una mafia.
La Bratva tiene su origen en toda la historia soviética. Siempre hubo una mafia rusa, que no era otra que el propio partido y la Nomenklatura o burocracia soviética, pero la mafia estaba limitada al bloque comunista. Con la caída de dicho bloque y la apertura al mundo de lo que fue el espacio soviético, sus mafias también se globalizaron, una mafia que era tan débil como la economía comunista, y que ahora cuenta con todo el empuje del capitalismo que los derrotó.
En ese sentido es importante comprender que es incorrecto hablar de una mafia rusa, pues de hecho gran parte de sus miembros son ucranianos, uzbekos, kazajos, tártaros, turkmenos, caucásicos, mongoles y coreanos. Es la mafia soviética, los vestigios de la potencia roja que, ante el evidente colapso de su imperio, desde la década de 1980, fueron cambiando el poder político por el poder económico.
LA GLOBALIZACIÓN DE LAS MAFIAS
Todo el gobierno soviético era una mafia, había un amplio mercado negro desde tiempos de Stalin, que para la década de 1970 era una mafia petrolera; aunque el verdadero avance de grupos del crimen organizado comenzó en 1987, cuando, como parte de la Perestroika de Gorbachov, se comenzó a liberalizar la economía comunista. Ese intento de modernizar a la Unión Soviética fue un fracaso y terminó con el colapso de dicho imperio, el 31 de diciembre de 1991… nada hizo más poderosos y ricos a los camaradas del Imperio rojo que dicho colapso.
Uno de los puntos centrales de Marx en su Manifiesto Comunista era señalar la injusticia implícita en el hecho de que el trabajo del proletario sirviera para enriquecer a la burguesía. Tras la caída de la Unión Soviética, el imperio que sometió al proletario, con el proletario como pretexto, la riqueza generada durante siete décadas de trabajo proletario fue a caer en manos de las mafias.
El 1 de enero de 1992 la URSS había dejado de existir y en su lugar había 15 países, uno de ellos la actual Federación Rusa, al día siguiente el presidente ruso Boris Yeltsin comenzó las reformas liberales, y con ello el empoderamiento de las mafias. El 2 de enero de 1992 ,Yeltsin ordenó la liberalización total del comercio exterior, de los precios y de la moneda, eliminar todo control de precios y desaparecer las barreras legales a la inversión privada. Los rusos pasaron del comunismo más cerrado y protector al capitalismo más voraz y agresivo.
La economía de todo el extinto bloque soviético en general colapsó y se hundió en una depresión peor a la de principios de siglo, con la caída del zarismo, la guerra mundial, la revolución y la guerra civil. Las muertes relacionadas con el alcohol subieron un 60 por ciento, las muertes por infecciones y enfermedades parasitarias se incrementaron un 100 por ciento, y llegó a haber aproximadamente 1.5 veces más muertes que nacimientos al año en Rusia. La población, literalmente, se moría de hambre y de enfermedades curables, y los excomunistas que antes controlaban la economía ahora controlaban los mercados negros.
Pero el año fundamental fue 1993. A las reformas radicales de Yeltsin se opuso el parlamento ruso, que fue disuelto por el presidente el 21 de septiembre para convocar a nuevas elecciones legislativas y hacer una nueva constitución. El parlamento declaró a Yeltsin fuera de su cargo y designó a Aleksandr Rutskoy como nuevo presidente el 22 de septiembre. Los días siguientes fueron de mucha tensión, hasta que hubo disturbios en las calles el 2 y 3 de octubre. El 4 de octubre, Yeltsin ordenó a la Fuerzas Especiales y a la élite del ejército que tomaran el edificio del parlamento con tanques.
Los parlamentarios se rindieron y fueron arrestados y encarcelados; los datos oficiales indicaron 187 muertos y 437 heridos. Se aprobó una nueva constitución por referéndum en diciembre de 1993 y Rusia pasó a tener un sistema fuertemente presidencial que le daba a Yeltsin poderes casi dictatoriales. La privatización radical siguió adelante.
Este fue el momento de las mafias. El estado ruso vendió todo lo que estaba en su poder, que era todo; pero, ¿a quién vender las empresas estatales en un país donde no existía el mercado de dinero, ni el dinero? Así pues, Yeltsin asignó las empresas. El Partido Comunista había sido disuelto, y fueron los que vivían bajo su tutela: políticos, intelectuales, científicos, militares, veteranos de la guerra de Afganistán (1979 – 1989) y exagentes de la KGB, los que se quedaron con todo. El uno por ciento de la población se quedó con la riqueza de todo el bloque.
Para 1993 casi todos los bancos de Rusia eran de la mafia, y prácticamente todas las empresas, viejas y nuevas, pagaban por protección, so pena de que los altos ejecutivos fueran asesinados. Desde ese año, las principales inversiones y actividades de la Bratva estaban en Israel y muchos de los mafiosos rascaron en sus orígenes judíos para obtener el pasaporte israelí. Para 1995 un judío ucraniano, Semion Mogilevich, era conocido como el jefe de jefes de la mafia y uno de los hombres más peligrosos del mundo según el FBI. Para 1998 más de 4000 millones de dólares de la Bratva se blanquearon pasando por la economía israelí.
Con la internacionalización de la economía soviética se internacionalizaron sus mafias, que ahora tienen contacto con las triadas chinas, la Cosa Nostra, y desde luego, con los carteles mexicanos, a través de los cuales abastecen de cocaína a la Europa Oriental. La relación de la Bratva y los carteles se remonta a hace dos décadas, cuando comenzaron a negociar con los Arellano Félix y más adelante con Amado Carrillo, el Señor de los Cielos, quien compró gran parte de su flota aérea precisamente en Moscú.
Así es como la mafia comunista que se apoderó del imperio ruso, sus recursos y sus habitantes, ante el colapso soviético encontró la forma de soltar parte del poder político mientras monopolizó el poder económico. El capitalismo que derrotó a la Unión Soviética es la fuente del actual poder que el nuevo gobierno ruso, como todos los gobiernos, se ve obligado a compartir con sus mafias, un poder más del Estado en prácticamente todos los estados, así como los piratas de la era monárquica que siempre trabajaron para la corona. Muy poco ha cambiado el mundo.