Si los soldados de Estados Unidos se hubieran quedado en Irak, podrían haber detenido a los militantes. Pero la decisión no dependía de los estadounidenses.
Desafortunadamente, la mayoría de los estadounidenses solo recuerdan los zapatos. En diciembre de 2008, durante la visita final de George W. Bush a Bagdad, un periodista iraquí interrumpió una conferencia de prensa lanzándole dos zapatos y gritando, “¡Esta es la despedida… perro!”. Si preguntamos casi a cualquier habitante de Estados Unidos acerca del incidente, es muy probable que esa persona pueda recordarlo; después de todo, el sorprendente lanzamiento de zapatos fue transmitido una y otra vez en la televisión nacional, y una multitud de comentaristas explicó el intento de agresión y el insulto implícito en el acto.
Si preguntamos cuál era el tema de esa conferencia de prensa, la gente se quedara pasmada. Pero mientras el gobierno iraquí y, en consecuencia, el de Estados Unidos, enfrentan amenazas renovadas por parte del grupo fundamentalista suní mejor conocido como el Estado Islámico de Irak y Siria, o ISIS, resulta útil comprender los eventos inmediatamente anteriores a aquel lanzamiento de zapatos, y es crucial para aquellos que se preocupan por la realidad en vez de la imaginación partidista (¿está escuchando, senador John McCain?). Cuando los estadounidenses dicen, “Debimos habernos quedado en Irak debido a lo que ocurre ahora”, están distorsionando los hechos en forma cínica (o ignorante). No había forma de que se quedaran en Irak ni pronosticar la aparición de ISIS. Es importante conocer la historia, que es la enemiga natural de los argumentos venenosos.
El día del lanzamiento de zapatos que estremeció al mundo, Bush firmó el Acuerdo sobre el Estado de las Fuerzas entre Estados Unidos e Irak, en el que se determinó que los soldados estadounidenses saldrían de Irak el 31 de diciembre de 2011. El acuerdo se relacionaba con otro elemento que resultó muy polémico posteriormente: la inmunidad para los estadounidenses. Los contratistas del Departamento de Estado y otros organismos estadounidenses no podían ser enjuiciados según la ley iraquí, ni tampoco los soldados estadounidenses, con la (posible) excepción de los soldados que hubieran cometido crímenes mayores y premeditados estando fuera de servicio.
Muchos iraquíes reaccionaron con indignación, no porque el ejército estadounidense planeara salir del país, sino porque se le permitía quedarse. Los líderes religiosos musulmanes condenaron el acuerdo, y los ciudadanos organizaron protestas frente al Parlamento, en la Ciudad de Sadr y en toda Bagdad. Incluso miles de refugiados iraquíes en Siria protestaron contra lo que se percibía ampliamente como la ocupación continuada de su país por parte de Estados Unidos.
Adelantémonos tres años. El plazo para la retirada de Estados Unidos de Irak se acercaba rápidamente. El gobierno de Obama había dedicado meses a negociar un nuevo acuerdo con el gobierno iraquí con la esperanza de prolongar el plazo. Washington quería que varios miles de soldados se quedaran para seguir entrenando al ejército iraquí; el gobierno quería asegurarse de que no se perdieran las escasas ganancias conseguidas desde el inicio de la guerra.
Pero ello no sucedería. Demasiados estadounidenses (particularmente políticos) se niegan a reconocer el hecho indisputable de que Irak es una nación soberana. No es una versión descafeinada de Estados Unidos. Sus líderes y su gente están a cargo de su propio destino. Estados Unidos no debe decir a los iraquíes lo que deben hacer. Y lo que ellos nos dijeron es que nos largáramos de su país.
Hubo un intento final de mantener en Irak a los soldados estadounidenses, pero esas negociaciones se redujeron al tema de la inmunidad. En lo que no debería sorprender a ninguna persona pensante, a los iraquíes no les gustó que los extranjeros que habían entrado en su país a la fuerza no pudieran ser enjuiciados según sus leyes. Para algunas personas, esto fue el colmo de los insultos: ¿qué clase de arrogancia se requería para que Estados Unidos nombrara un gobierno y luego declarara que no podía confiarse en él para que aplicara sus propias leyes a los estadounidenses?
Los iraquíes se negaron categóricamente a seguir concediendo inmunidad a los soldados estadounidenses (no ayudó en nada el hecho de que aún se recordara el escándalo en la prisión de Abu Ghraib y el incidente de Haditha, en el que 24 civiles iraquíes fueron asesinados por marinos estadounidenses). Parte del problema era la molesta democracia que Estados Unidos legó a Irak: el Primer Ministro Nouri al-Maliki le dijo al gobierno de Obama que no había suficientes votos en el parlamento para mantener la previsión de inmunidad. Para los militares de alto rango de Estados Unidos, esto fue un elemento que rompía el acuerdo: no estaban dispuestos a correr el riesgo de que sus soldados pudieran terminar en un tribunal iraquí enfrentando cargos.
Así que el plazo llegó, y, según los términos del acuerdo alcanzado por el gobierno de Bush, Estados Unidos se retiró de Irak.
En los años siguientes, Al-Maliki resultó ser un líder enormemente incapaz. Siendo musulmán chiita, hizo todo lo que estuvo en sus manos para agitar la disconformidad entre los suníes. Expulsó a líderes suníes del gobierno, aplastó sus movimientos políticos y desplegó desproporcionadamente a las fuerzas de seguridad en los vecindarios suníes. La animosidad de siglos entre los suníes y los chiitas alcanzaba niveles sanguinarios.
Entonces, en 2013, un evento inesperado convirtió ese odio en una guerra: la expansión de la guerra civil siria. Ese año, un grupo variopinto de yihadistas provenientes del extranjero participaron en la lucha contra el gobierno del presidente Bashar Assad. Previamente, se habían dado a conocer como “Al-Qaeda en Irak” y habían sido elementos clave en la sublevación en el país. Pero cuando los soldados estadounidenses salieron del país, este grupo suní fundamentalista había sido gravemente dañado y parecía no representar ninguna amenaza. Siria cambió eso.
Durante su lucha contra Assad, el grupo recibió dinero, capturó armas, atrajo a nuevos seguidores y se entrenó y se curtió en la batalla. Después de un año, el grupo, que era considerado prácticamente inexistente, se había reconstruido hasta convertirse en una fuerza temible, y dejó de ser conocido como Al-Qaeda en Irak para adoptar su nuevo nombre: ISIS. Y este verano, el grupo (ahora denominado “Estado islámico”) lanzó su agresivo ataque en Irak.
Todo esto nos trae al presente, y a los engañosos gruñidos de demasiados políticos conservadores que están demasiado desinformados sobre la historia, o están demasiado dispuestos a mentir a los estadounidenses para promoverse a ellos mismos. El mentiroso más reciente es McCain, quien últimamente ha declarado a cualquiera que tenga una cámara de televisión que la crisis en Irak es culpa del gobierno de Obama porque retiró a los soldados. Pero McCain es solo una de las muchas personas que actúan imprudentemente con la verdad.
Al conocer la historia de la retirada de las tropas estadounidenses de Irak, la mejor pregunta que se puede hacer a estos mariscales de campo de sillón es simple: ¿Cómo? ¿De qué manera Estados Unidos pudo haber dejado a sus soldados en Irak sin infringir los términos de un acuerdo firmado por Bush, o sin ignorar a nuestros comandantes que se negaron a permitir que los soldados quedaran en peligro de ser sometidos a un juicio en un país extranjero? ¿Están pidiendo que Estados Unidos colonice a Irak?
Más importante, ¿se suponía que se debía combatir a ISIS durante la guerra civil siria, atendiendo a la remota posibilidad de que la nueva organización creciera hasta convertirse en una amenaza para Irak? ¿Se suponía que se debía estar de parte de Assad, quien arrojaba gas a sus enemigos y a la población civil?
La ventaja de ser un político que solo dice las cosas sin ninguna preocupación por los hechos o la lógica es que resulta fácil eludir las preguntas difíciles. Seguro, si los soldados estadounidenses hubieran permanecido en Irak, probablemente pudieron haber detenido la agresión de ISIS desde el principio. Pero esa decisión no dependía de los estadounidenses.
@kurteichenwald