El 72 por ciento de los brasileños se dice insatisfecho con el desempeño de la presidenta Rousseff.
“No se puede seguir aceptando una escuela miserable, un hospital desabastecido, niños que contraen enfermedades por falta de alcantarillado en todo el país y ese sistema de transporte renqueante. Es hora de convertir este país en una nación”. Paulo Lins, autor de Ciudad de Dios.
En la Copa Mundial de Fútbol que inicia este jueves 12 de junio, Brasil se juega mucho más que un título. El milagro brasileño se desvaneció y surgieron las protestas sociales por el mal desempeño económico, por el millonario gasto en las instalaciones mundialistas y por los escándalos de corrupción debido al sobreprecio de las obras. Si a eso se añade la proximidad de las elecciones presidenciales de octubre, lo que se tiene es una bomba de tiempo.
Hasta hace no mucho, la economía de América Latina parecía dispuesta a bailar al ritmo de samba. Brasil era el gigante que despertaba para desplazar a México como el “hermano mayor” del continente. Así lo decían las cifras que entregó Luiz Inácio Lula da Silva tras sus siete años de mandato (2003-2010), en los que se generaron 15 millones de empleos, 27.9 millones de personas salieron de la pobreza y 35.7 millones se sumaron a la clase media.
Sin embargo, la crisis internacional frenó el crecimiento. Del 7.5 por ciento reportado en 2010, la economía pasó a un 2.7 en 2011, a solo un punto porcentual en 2012 y a 2.35 por ciento el año pasado. Para el actual se estima un PIB de 2.5, aunque los pesimistas hablan de un mediocre 1.6 por ciento. Mientras tanto, la inflación fue de 5.6 por ciento en 2013 y el desempleo afectó al 6.7 por ciento de la población.
Frente a esos resultados francamente anodinos, en las calles se respira tensión. Ricos, clasemedieros y pobres de las favelas viven con el temor permanente de morir en un atraco o durante un enfrentamiento entre delincuentes y policías o soldados. Siete de las 12 ciudades que serán sedes mundialistas se encuentran entre las 50 más violentas del mundo, según un estudio del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal A. C.1
Se trata de Fortaleza, con 72.81 homicidios por cada 100 habitantes, que la colocan en el lugar 7 del ranking mundial; Natal, con 57.62 homicidios (lugar 12); Salvador, con 57.51 (posición 13); Cuiabá, con 43.95 (29); Manaus, con 42.53 (puesto 31); Recife, con 36.82 (lugar 39), y Belo Horizonte, con 34.73 homicidios y el sitio 44 de la tabla.
Frente a este panorama ya adverso, se agregaron otras molestias. El presupuesto para la organización de la justa mundialista se disparó. En 2007, la inversión para los estadios era de 1000 millones de dólares; hoy la cifra es cercana a los 3700 millones. El Estadio Nacional Mané Garrincha de Brasilia, por citar un ejemplo, pasó de 335 millones a 630 millones de dólares.
Lo mismo ocurre con el resto de la infraestructura aeroportuaria y carretera con la que se pretende movilizar a 600 000 extranjeros, a 3.1 millones de brasileños y a las 32 selecciones. De las 167 obras proyectadas, solo 68 se concluyeron; 88 están incompletas y el resto nunca se ejecutaron.
De ahí que muchos brasileños se pregunten por qué no se invirtió ese dinero en educación pública, salud y transporte. Gilberto Carvalho, ministro de la Secretaría General de la Presidencia de la República, respondió que las críticas son “un mito sin lógica ni fundamento”.
“El gobierno federal no ha incurrido en gastos directamente relacionados con el mundial. No es cierto que a causa de esas inversiones, la educación y la sanidad estén en pésima situación, como alegan algunos de los críticos más exaltados. En primer lugar, porque los 25 600 millones de reales [más de 8000 millones de euros] asignados desde 2010 a los estadios y a las obras públicas relacionadas con el mundial no se pueden comparar con los 825 300 millones [más de 272 000 millones de euros] que el gobierno federal ha invertido en enseñanza y sanidad en ese mismo período.
“A los estadios, que han costado 8000 millones de reales [más de 2600 millones de euros], el gobierno federal ha aportado 3900 millones [casi 1300 millones de euros] en forma de financiación del Banco Nacional do Desenvolvimento (BNDES). Pero esa financiación deberá ser reembolsada. En las obras relacionadas con el campeonato, realizadas en las ciudades sede, el gobierno ha invertido 17 600 millones de reales [más de 5800 millones de euros], principalmente en aeropuertos, transporte público y telecomunicaciones. Y esas obras quedarán como beneficios permanentes para el país”.2
Y parte de la sociedad brasileña responde que los empleos creados son temporales y que los 825 millones de reales invertidos no han mejorado la enseñanza o la salud de la población. De ahí que desde hace semanas no haya día en que no se registren marchas bajo el lema de “No habrá Copa”. Estudiantes, maestros, bomberos, policías, servidores públicos, partidos de oposición y el Movimiento de Trabajadores Sin Techo, protagonizan protestas que son dispersadas violentamente.
A unos cuantos días del inicio de la “fiesta mundialista”, el Pew Research Center hizo pública una encuesta3 en la que 72 por ciento de los entrevistados se dijo insatisfecho con el estado de la economía y el desempeño de la presidenta Dilma Rousseff.
De hecho, seis de cada 10 dijeron que ser sede del mundial “es malo para Brasil” e insisten en el argumento de que los miles de millones de dólares gastados debieron ser mejor invertidos en servicios de salud, escuelas y transporte público.
A pesar de lo anterior, 51 por ciento de los brasileños tiene una opinión favorable de su mandataria, que llegó a tener niveles marca de popularidad del 79 por ciento en su primer año de gobierno cuando exigió la renuncia de siete de sus ministros involucrados en casos de corrupción.
Con miras a los comicios de octubre, la eventual reelección de Rousseff cuenta con una intención del voto de entre el 35 y el 40 por ciento, pero sus rivales se fortalecen.
Un sondeo de Ibope reveló que Aécio Neves, del Partido Social Demócrata Brasileño, tiene el 20 por ciento de los votos, y Eduardo Campos, del Partido Socialista Brasileño, el 11. Si bien las cifras todavía le favorecen a ella, muchos analistas estiman que es muy probable el escenario de la segunda vuelta.
De hecho, ya hay opiniones dentro del Partido del Trabajo que, ante el desgaste de la presidenta y su falta de carisma, no la ven como candidata e impulsan el regreso de Lula, hecho que él mismo se ha encargado de desmentir.
Lo cierto es que el futuro de Brasil está atado al mundial. Si la selección que dirige Luiz Felipe Scolari pierde, es muy probable que las protestas tomen fuerza y la anarquía se apodere de las calles, lo que haría casi imposible la reelección. Pero si gana, algunos estiman que el país se envolverá en una gran fiesta y que todos los reclamos pasarán a segundo término.
De ahí que, en el próximo mes, Brasil comprobará que está en juego mucho más que un título de fútbol: su estabilidad y su futuro.
Hannia Novelles periodista y conductora del noticiario de la televisión mexicana Proyecto 40. @HanniaNovell