El relato arranca con la voz de un viejo tan familiar, que cuesta trabajo no creerle. La mejor imagen que he visto de Lionel Messi está en los ojos de un hombre que murió hace cinco años y hoy vive almacenado en Youtube.
Salvador Aparicio dedicó su vida como entrenador del Abanderado Grandoli, un equipo de niños menores de seis años al sur de Rosario. Allí jugaban Rodrigo y Matías Messi. Una tarde, al formar el cuadro, Aparicio se da cuenta de que solo tiene 10 jugadores; voltea hacia la banda y recuerda que al campo siempre viene el menor de los Messi acompañado por la madre y la abuela.
—Señora, présteme al niño pequeñito que me falta uno para completar el equipo.
Doña Celia contesta:
—No, no, no sabe nada, es muy chiquito, nunca ha jugado.
Insiste Aparicio:
—Mire, señora, que se quede aquí paradito, así paradito nomás, lo quiero para que haga bulto, déjelo jugar, se lo pongo cerca de la raya, así cuando llore usted lo saca solita.
La abuela de Lionel Messi intercede y el niño termina alineando. Mientras Aparicio continúa con su relato, la voz se va quebrando.
—Era muy chiquitito, no sé cuántos años tenía, la primera pelota le pasa por la derecha y ni se mueve, la segunda le llegó por la izquierda y le rebota en las piernas, pero la acomoda y sale en diagonal gambeteando a todos.
Aquí es donde el viejo no puede más y llora. Al preguntarle si él fue quien descubrió a Messi, se asusta, no quiere cargar con la culpa.
—No, yo no lo descubrí, solo lo puse a jugar.
Años después, a la orilla de una mesa de restaurante, el padre del niño pregunta:
—Leo, ¿vos qué quieres hacer?
—Yo me quiero quedar, contesta el niño…
“En Barcelona, a 14 de diciembre del 2000 y en presencia de los Sres. Minguella y Horacio, Carles Rexach, Secretario Técnico del F. C. B., se compromete bajo su responsabilidad y a pesar de algunas opiniones en contra, a fichar al jugador Lionel Messi siempre y cuando nos mantengamos en las cantidades acordadas”.
Firman los presentes en una servilleta donde escribieron las palabras que lo vinculan hasta la fecha. Son 13 años y Messi sigue firmando el mismo documento en cada renovación. Un pedazo de papel que lo compromete a jugar con el Barça, un buen lugar donde terminar sus días, quizá para entonces, la mejor carrera de la historia. Así lo han ido documentando desde entonces los grandes organismos, Blatter y Platini incluidos, como cuando acudieron a la canonización de Lionel Messi concediéndole el cuarto balón de oro consecutivo.
Aquella tarde los dos grandes poderes del fútbol, FIFA y UEFA, disecaron a Pelé y Maradona, dos figuras que ahora solo existen en Youtube, de vez en cuando nos acercaremos al mausoleo digital para visitarlos. La ventaja de la tecnología es que hace menos olvidables a los mitos, ayuda a convivir con ellos en el tiempo y se mantienen al alcance de nuestras manos. A partir de aquí las nuevas generaciones tendrán que recurrir a Wikipedia para saber quiénes fueron estos monstruos, los últimos reyes que hoy parecen lejanos, mas históricos aun, porque Messi les arrebató el futuro.
Es el futbolista que convino a todos. Al aficionado, patrocinadores, directivos, instituciones y medios impulsados por la explosión de las redes sociales. El mensaje fue muy claro: sencillez, humildad, fraternidad. Un nuevo concepto de liderazgo en el fútbol mundial avalado por la mayoría. Una sociedad fría, utilitaria y violenta lo que menos necesitaba era un futbolista egoísta, escandaloso, de látex y acero inoxidable.
El superhéroe moderno debería tener el tamaño de una pulga, o bien, pudo tener el rostro pálido e introvertido con el frágil cuerpo de Iniesta, otro personaje cuajado en equipo con gran sentido de responsabilidad social. A los incuestionables méritos futbolísticos de Messi se agregaron todos esos valores por los que responde el deporte. No se estaba premiando tan solo al futbolista, es el deportista con todo lo que representa quien se llevó el reconocimiento. Messi ha enterrado nuestra época. Es probable que la imagen de ningún atleta en la historia, quizá solo la de Beckham o Cristiano, haya llegado a lugares y momentos tan lejanos.
Como periodista, guardo un momento en la carrera de Messi que impactó mi vida para siempre. El día que miré por primera vez aquella fotografía, entendí que ser Messi, ejercer de Messi o de número uno, ocupar el sitio más alto del fútbol mundial, sea quien sea, significa ocupar una posición de liderazgo pública, responsable y universal. Comprendí que Messi era un organismo internacional con aquella fotografía de Mohammad Hijazi de tres años y su hermano Suhaib, de dos. Los niños murieron cuando su casa fue destruida por un ataque israelí en noviembre de 2012. El padre Fouad también murió y su madre, única sobreviviente de la familia, permanecía grave. Días después, Paul Hansen, fotógrafo sueco, capta el sepelio de los niños y el padre en un callejón de Gaza, donde todavía alcanzaba a verse la polvareda levantada por los misiles. Mohammad y Suhaib aparecen en primer plano amortajados con sábanas blancas. Solo les ve le cara, herida, pero tranquila, conservan la ternura de niños durmiendo en brazos de sus tíos.
Los hermanos Hijazi encabezan la eterna procesión palestina: gritos que se confunden con rezos, dolor, rabia, reclamo, enfado, ira y venganza. La imagen enseña todos los rostros aciagos que siguen causando enfrentamientos entre Israel y Palestina, la guerra de un grupo de hombres dispuestos a cobrar la muerte, y por otro lado, la inocencia muerta retratada con perfecta crudeza.
La fotografía se vuelve un reclamo infantil en medio de una lucha de adultos. El fútbol con esa fuerza social perene logró colarse en la desolación de la instantánea. Aún allí, en la fotografía más impactante del 2013, primer premio World Press, el futbol era parte de la escena. El familiar que carga el cadáver de Mohammad vestía una sudadera de la Selección Argentina de Fútbol; siendo palestino lleva el logo de la AFA en el lado izquierdo y el de Adidas en el derecho. Junto a él, otro palestino desconsolado lleva una sudadera Nike del FC Barcelona. No es difícil deducir cuál es el jugador con quien soñaban esos niños horas antes de morir.
A veces no dimensionamos el alcance humano del fútbol, y otras, es el propio fútbol quien no entiende el amor que le tiene tanta gente. A la fotografía de Paul Hansen le fue retirado el premio un año después al comprobarse que había utilizado retoques de iluminación, pero ahí quedó la escena. Sin embargo, aquellos relatos del viejo, la servilleta y la fotografía con los que desarrollamos esta nota, ya no suenan tan románticas. Hoy, el contrato de Messi, en disputa por el escándalo Neymar, alcanzó los €25 millones fijos en salario más derechos, premios, primas y objetivos, llegando hasta los €50 millones anuales, incluyendo la renuncia a prestar su imagen para la compañía aérea Turkish Airlines, con quien Messi tiene contrato, en beneficio de Qatar Airways, patrocinador oficial del Barça.
La temporada que termina quizá haya sido la más complicada en la carrera de Messi. Detalles de una multa millonaria por evasión fiscal, una falsa y cobarde acusación por lavado de dinero en partidos de exhibición, la polémica renovación de su contrato, la debacle del Barça con cero títulos y el fantasma de una vieja lesión muscular que volvió a aparecer, fueron golpes que marcaron su año. Cuando la medicina le dio el alta, el Barça y la Selección Argentina, los dos equipos que se dividirían hasta julio la mejor versión del futbolista entre Liga, Copa, Champions, amistosos y Mundial, advertían al futbolista que ya no tenía margen de lesión. Recaer sería una pésima noticia, significaría que el músculo de Messi ya no resiste todo, o que en el jaloneo por su recuperación entre los médicos del Barça y la Selección Argentina alguien hizo las cosas mal.
Nadie de su entorno quiere aceptarlo, pero la relación de Messi con su club cambió en 2014. Los últimos meses dejaron claro que su prioridad era el Mundial. Recluirse en Rosario para recuperarse, lejos de compañeros, directivos, terapeutas y del Camp Nou fue un detalle que cayó muy mal en el interior del equipo. Así como el gran Barça se construyó a su alrededor, se fue desintegrando poco a poco a su lado. Hasta la renegociación de su contrato, algo que mantuvo inquieto durante meses al “argentinismo” círculo que le rodea, el club, incluida su afición, debió aceptar sin llantos que esta última campaña, Messi utilizó al Barça para llegar a punto al Mundial de Brasil.
Que cada quien juzgue lo que quiera. El argentino lo ha ganado todo por y con su club, ahora se le ha metido en la cabeza, como a cualquier futbolista de su categoría histórica, el derecho de morir por su país. Tiene la selección, la edad y la última oportunidad para lograrlo; con 30 años en Rusia 2018 ya no será el mismo. La temporada europea ha terminado, Messi arranca el camino a su Mundial, donde quizá, volvamos a encontrarnos.
José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo es periodista, escritor y director de operaciones de Publicidad y Clubes de Fútbol en CANAL+ España.