He aquí quién está acechando mientras las últimas negociaciones entre israelíes y palestinos titubean.
Cuando las negociaciones de paz apoyadas por EE UU casi se vinieron abajo hace unos días, posibles sucesores de los líderes actuales en Ramala y Jerusalén rápidamente compitieron para posicionarse. Tarde o temprano, surgirán nuevas dirigencias palestinas e israelíes, pero ¿ello será suficiente para reavivar un proceso de paz perennemente moribundo?
En el bando israelí, la primera andanada política se dio incluso cuando el secretario de estado de EE UU, John Kerry, estaba ocupado en diseñar una fórmula para revivir un acuerdo complicado que liberaría a prisioneros palestinos y extendería las negociaciones hasta un año más. El ministro del exterior de Israel, Avigdor Lieberman, dijo en Nueva York que él preferiría elecciones nuevas en Israel, y predijo que él remplazaría pronto al líder de su partido, Benjamin Netanyahu, como primer ministro de Israel.
Y desde hace varios meses, Mohammed Dahlan, un exiliado y ex partidario fiel del partido gobernante en Palestina, Fatah, ha intercambiado críticas públicamente con su exjefe, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, a la vez que reúne apoyo y financiamiento en el extranjero para preparar su regreso.
Varios otros contendientes en ambos bandos son mencionados como candidatos a la dirigencia. Sin embargo, Kerry, muy consciente de su propia pérdida de prestigio, si fracasan las negociaciones, está presionando para que quienes todavía están a cargo, Abbas y Netanyahu, regresen a dialogar.
De veras que las cosas se veían desalentadoras a comienzos de abril, cuando Lieberman subió al estrado en una mañana dominical en un hotel del centro de Manhattan, donde el diario The Jerusalem Post celebraba su conferencia anual. Estamos en un “momento crucial”, dijo Lieberman al público. Que Abbas firmase un montón de tratados relacionados con Naciones Unidas días antes, equivalía a un “verdadero y claro chantaje del bando palestino”, dijo él.
Tengo una “buena idea”, ofreció luego Lieberman. Hay tres maneras de actuar, dijo él. “Una opción es regresar al paquete de acuerdos” que vería la liberación de una docena de prisioneros palestinos como se planteó antes de que Abbas hiciera su jugada en la ONU. Otra, promovida por “algunos analistas”, añadió él, era reorganizar la coalición gobernante de Israel para hacerla más adecuada y hacer concesiones a los palestinos.
“Y la tercera opción es una nueva elección”, dijo él. “Preferiríamos esto y no un paquete de acuerdos, y no una nueva coalición”. Luego, hablando ante partidarios judíos de origen ruso en el vecindario Brighton Beach de la ciudad de Nueva York, Lieberman predijo que el próximo primer ministro de Israel sería un hablante de ruso.
Nacido en Moldavia cuando era parte de la Unión Soviética, Lieberman, de 55 años de edad, ampliamente conocido en Israel por su primer nombre ruso, Evet, subió sin cesar en la escalera política desde que entró a la Knéset en 1999 como diputado ordinario del derechista Partido Likud. Posteriormente dejó el Likud para formar Israel Beyteinu (que se traduce como “Israel es nuestro hogar”), un partido apoyado principalmente por judíos de origen ruso. En la última elección israelí, en enero de 2013, el partido encabezado por Lieberman se unió al Partido Likud encabezado por Netanyahu. Sus maniobras le han granjeado a Lieberman una reputación como operador político astuto con una capacidad muy desarrollada para minar votantes e identificar el espíritu político de Israel.
“Si Evet se postula ahora sin el Likud, Israel Beyteinu puede ganar 20 escaños en la Knéset”, me dijo Avi Bnayahu, un exportavoz del ejército que ahora está activo en el centro-izquierda político. Él hizo notar que desde su regreso a la política después de ser absuelto de cargos por corrupción en noviembre, Lieberman “giró a la izquierda”, sorprendiendo a muchos israelíes que lo conocieron como un belicista acérrimo a lo largo de su carrera.
Pero algunos analistas dudan del poder real de Lieberman. “Él ha perdido apoyo entre la generación más joven de ruso-israelíes, que están mucho más integrados en la sociedad hablante de hebreo que sus padres”, dice Hanan Crystal, un analista político de Israel Radio. Crystal citó una encuesta reciente prediciendo que sin el Likud, el partido de Lieberman se caería a “un solo dígito”.
Después de esa mañana dominical, Lieberman le bajó el tono a su apuesta electoral, indicando que él seguiría en el gobierno de Netanyahu. Él también elogió a Kerry como amigo de Israel y alabó sus esfuerzos de paz.
Algunos analistas políticos dicen que por ahora Netanyahu puede sobrevivir y servir los tres años restantes de su período, aunque tal vez tenga que reorganizar su gabinete. Cancelar la liberación de una cuarta tanda de prisioneros palestinos fue popular, dice Crystal, y hay un consenso detrás de la construcción de Gilo, un suburbio de Jerusalén.
El anuncio del gobierno a finales de marzo de licitaciones para 700 unidades nuevas en Gilo, más allá de la “línea verde” trazada en 1947, después de que retrasó la liberación de prisioneros, fue el momento en que el proceso hizo “puf”, como Kerry lo describió recientemente en una audiencia ante el Congreso de EE UU. Ahora Abbas está exigiendo, como su precio para regresar a las negociaciones, una liberación de todavía más prisioneros, incluido Marwan Barghouti.
Arrestado en 2002 y enjuiciado en cortes israelíes por múltiples asesinatos, Barghouti fue sentenciado a cinco cadenas perpetuas consecutivas. Su popularidad entre los palestinos ha aumentado en la cárcel y, si lo liberan, es ampliamente visto como el favorito para suceder a Abbas. Ari Shavit, uno de los principales columnistas de Haaretz, periódico israelí de inclinación izquierdista, escribió recientemente que reemplazar a Abbas con Barghouti es la única posibilidad de revivir las negociaciones de paz, en especial si él promete postularse en la misma planilla que Salam Fayyad, el ex primer ministro palestino que fue hecho a un lado el año pasado.
Sin embargo, Fayyad tiene poco apoyo político entre los palestinos, quienes lo consideran demasiado cercano a Israel y EE UU. Y Barghouti, por ahora, sigue encarcelado.
Mientras tanto, desde 2010, Abbas ha reñido con otro posible heredero, Mohammed Dahlan, el líder de Fatah que otrora gobernó Gaza. Ahora viviendo en los Emiratos Árabes Unidos y El Cairo, Dahlan ha amasado millones de dólares en donaciones de Arabia Saudí y otros países del golfo Pérsico, los cuales él distribuye generosamente a sus partidarios en Gaza y la Franja Occidental. Él también se ha aliado con Abdel Fattah el-Sissi, el exlíder militar egipcio que se espera gane la presidencia más tarde este verano.
En un ataque inusualmente duro, Abbas acusó públicamente a Dahlan el mes pasado de complicidad con el Mossad de Israel en el asesinato del comerciante de armas palestino Mahmoud al-Mabhouh en Dubái, e incluso sugirió que él tuvo algo que ver en el asesinato de Yasser Arafat, quien murió de un padecimiento en París en 2004. Por su parte, Dahlan dijo a The Associated Press en enero que Abbas “solo dejará ruinas” tras de sí.
Abbas, de 79 años de edad, fue elegido presidente en 2005, y su período expiró hace más de cuatro años. Ante la ausencia de un acuerdo con su rival Hámas, el cual gobierna Gaza, no se ve que haya elecciones pronto. Pero de cualquier manera, el período de Abbas parece estar llegando a su final.
Algunos de los que defienden una paz negociada con Israel esperan que una “sangre nueva” pueda reanudar el proceso. La mala noticia es que la desavenencia entre los pueblos parece ser mucho más profunda que las diferencias entre sus líderes. Posiblemente regrese si, y cuando, ellos sean reemplazados.