El día que Guardiola dejó al Barsa, su gran obra, pensamos que nunca llegaríamos a ver nada igual…
Entre las calles de Girona y Bailén que atraviesan la Gran Vía, cruza un hombre de abrigo negro. Manos en los bolsillos, mirada triste y andar oblicuo. Un incógnito genial. Encontrarse con Antonio Gaudí por las calles que trazaban el modernismo catalán era imposible. Vivía encerrado en una torre de su Sagrada Familia, todavía inconclusa porque el arquitecto de Barcelona jamás dibujó los planos.
Gaudí diseñaba sobre la marcha, nació con un sentido único para interpretar el espacio. Cada centímetro de su obra es evolución. Piedra sobre piedra acomodó el tiempo, hablaba con rocas, les exigía compromiso detallando el plan que tenía para ellas. Sin calcular, dominó la geometría, abusó de la imaginación, nunca llevó las cuentas porque Gaudí no era un gran arquitecto, fue maestro cantero.
Volvamos a Girona y Bailén. El hombre de abrigo húmedo con barba salitrosa camina sin destino. Descuidado por su obligación de loco gira a contraflujo y es arrollado. Los ejes del colectivo rechinan como gaitas, esa música mortal, el tranvía que espera lo mata. Nadie reconoce el cuerpo, lo toman por vagabundo. El hombre que construye la última Barcelona monumental, la más célebre antes de Guardiola, muere en sus calles.
Hay algo de Gaudí en Guardiola: capricho y extravagancia; un ídolo con necesidad de anonimato. Gaudí era celoso, confiaba poco, huía de la prensa. Hablaba con dos personas, su confesor, el padre Agustí Mass Folch, y su gabarrero. Hizo públicos sus ideales tallando el futuro de Barcelona que hoy cuentan las piedras. También hay algo de Guardiola en Gaudí, nadie sabe lo que piensa, parece un loco y quizá tengan una lápida común: construyeron Barcelona.
El día que Guardiola dejó al Barsa, su gran obra, pensamos que nunca llegaríamos a ver nada igual. Ese cuadro tan suyo deslumbró a todos, es irrepetible. Pero poco a poco, asistimos a la refundación de un equipo que puede dominar al mundo. Cuando el Bayern de Pep Guardiola arrancó esta temporada, lo hizo como si no hubiera ganado nada. A los tres títulos levantados por Heynckes unos meses atrás, les hicieron un sitio especial en el Allianz, pero en clubes de estas dimensiones los trofeos pasan en poco tiempo de las vitrinas del museo. Con ese espíritu modernista que rodea a la industria alemana, el Bayern lanzó un reto para sí mismo, cambiar la ingeniería de un cuadro que parecía perfecto.
En las primeras semanas de entrenamiento los jugadores que acababan de ganarlo todo, asumieron las teorías de Guardiola como novatos. Esta inducción del Bayern al concepto donde la pelota es el origen de todo, está calando en la milenaria forma que tienen los alemanes para entender la competencia. Asistiremos durante los próximos partidos mientras su equipo juegue, al último gran experimento del fútbol: el embellecimiento de la fuerza. A ese estilo físico y disciplinado que el Bayern llevó la temporada pasada a su máxima expresión, empezaron a brotarle signos de brillantez, ritmos elegantes y movimientos fantásticos que lo hacen un equipo único en el mundo.
Las comparaciones con el Barsa de Guardiola, además del Bayern de Heynckes, ya son cosa de todos los días; sin embargo, no debería haberlas porque aun siendo Guardiola el creador de ese escuela, el pensamiento de uno y otro equipo nada tienen que ver. Este será precisamente el gran misterio por resolver: ¿puede un equipo de fútbol modificarse culturalmente? Atención, que estamos hablando del Bayern de Múnich, representante de una cultura sobre la que se levantan tres campeonatos mundiales.
Si Guardiola consigue imponer sus ideas allí, como hasta el momento está logrando, no estaremos solo frente al mejor entrenador de la historia, sino al mayor colonizador del mundo del fútbol. Intentemos analizar científicamente lo que está pasando en esos laboratorios donde se supone que el fútbol avanza. Desmenucemos los primeros meses del Bayern de Guardiola, un cuadro sobre el que pesa el difícil honor de cambiar un estilo efectivo y ganador, por otro igual de efectivo y ganador, pero más espectacular. Esto es lo importante del juego, y no ir al mundial para cerrar el expediente.
Miremos las matemáticas. Tras 24 fechas en la Bundesliga, el Bayern de Guardiola se mantiene invicto. Mientras escribimos estas líneas derrotaba 6-1 al Wolfsburgo, 22 victorias por dos empates. El de Heynckes en el mismo número de juegos, había perdido el primero en la fecha 9 contra el Bayer Leverkusen, y para la 24, sumaba tres derrotas y un empate. El de Guardiola lleva 68 puntos por los 63 que llevaba Heynkes. En cuanto a la diferencia de goles, el equipo de Heynckes había marcado hasta hoy 64 goles y solo había recibido ocho, por 72 a favor y 11 en contra del Bayern de Guardiola. Ambos cuadros, como es lógico tras semejantes números, están en primer lugar de su respectivo torneo de liga.
Hasta aquí, los números no sirven para debatir entre uno y otro estilo. ¿Dónde podemos encontrar la diferencia que nos ayude a distinguir entre los dos estilos? A simple vista, en las alineaciones, el principal cambio de Guardiola es utilizar de mediocentro al antiguo lateral derecho de Heynckes, Philipp Lahm. Pero donde los números realmente marcan diferencia es en la importancia que para uno y otro técnico tiene la pelota. Para marcar 72 goles en la Bundesliga el Bayern de Guardiola ha necesitado 28 208 pases en 24 partidos, con una efectividad de 82 por ciento, es decir, su equipo solo falla el 18 por ciento de los pases que utiliza; estos más de 28 000 pases le han generado 930 llegadas claras de gol, de las que ha convertido el 13 por ciento. Comparemos bajo los mismos criterios al Bayern de Heynckes: 25 051 pases en 24 partidos, con una efectividad del 87 por ciento, es decir, su equipo solo fallaba el 13 por ciento de los pases que utilizó para generar 821 llegadas de las que ha convertido el 14 por ciento.
Primera conclusión: el Bayern de Heynkes es más efectivo que el de Guardiola, con menos pases y menos llegadas a puerta hace casi los mismos goles y, por lógica, al hacer menos pases se equivocaba menos. En cuanto a la posesión, esa variable que se ha puesto tan de moda, el porcentaje, por deducción, es mayor para Guardiola: 67 por ciento contra 60 por ciento de Heynckes.
Segunda conclusión: tener más tiempo la pelota no siempre garantiza que te ataquen menos, Guardiola (11) ha recibido tres goles más que Heynckes (8) en las primeras 24 fechas de la Bundesliga.
Analicemos ahora la Champions League, pero comparando al Bayern de Guardiola con el Barsa de Martino, el mejor referente en cuanto a estilo que podemos tener. Ambos cuadros se mantienen en los octavos de final de la Champions League ganando la ida y a la espera de la vuelta en sus campos contra Arsenal y City, respectivamente. Tras siete partidos en esta competición, Guardiola ha necesitado 8510 pases para generar 114 llegadas con las que ha convertido 19 goles, su porcentaje de conversión es del 16 por ciento. Martino ha necesitado 7977 pases para generar 103 llegadas con las que ha convertido 18 goles, su porcentaje de conversión es del 17 por ciento. En cuanto a la posesión, 64 por ciento a favor de Guardiola contra 62 por ciento para Martino, prácticamente iguales.
Tercera conclusión: el Bayern de Guardiola es el equipo que más toca la pelota y más oportunidades de gol genera en Europa, y aunque todavía no alcanza los niveles de efectividad que lo llevaron a la excelencia con el Barsa, esto se debía a la ausencia de un jugador con características clave en su sistema; cuando Thiago Alcántara recuperó la forma, el actual Bayern empieza a parecerse mucho a aquel Barsa. Convierte mejor sus pases en llegadas y sus llegadas en gol.
La ciencia del fútbol está en el medio campo. Una zona desaparecida en muchos equipos y selecciones, preocupados por buscar delanteros que la metan, medios que corran y defensas que marquen. Veinticuatro fechas en liga y siete en Champions son pocas para juzgar si el nuevo Bayern hará olvidar al antiguo, o incluso, a su propio Barsa. Pero nos deja ver una primera muestra científica de lo que significa cambiarle el estilo a una de las grandes culturas del fútbol mundial. Guardiola está colonizando la vieja Bavaria.
José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo es periodista, escritor y director de operaciones de Publicidad y Clubes de Fútbol en CANAL+ España.