Los manifestantes violentos regresan a Sarajevo exigiendo la renuncia del gobierno.
La semana pasada, la violencia y el descontento volvieron a Bosnia. Lo que comenzó como una protesta popular contra la corrupción, la mala gestión y la pobreza condujo a lo que el Ministro de Seguridad del país advirtió como un “tsunami ciudadano”.
Se trataba de las protestas antigubernamentales más extensas desde el fin de la guerra, hace 18 años.
Sarajevo, que de 1992 a 1995 se convirtió en el símbolo del sufrimiento durante su sitio de tres años, fue cerrada, al igual que otras cinco ciudades.
Hubo incendios en el edificio de la presidencia, donde hace 20 años, los atribulados líderes bosnios dirigían su gobierno protegidos por barricadas y muros a prueba de explosiones, sin calefacción y, a menudo, sin electricidad en sus oficinas.
Estudiantes furiosos, algunos de los cuales ni siquiera habían nacido durante la guerra, se manifestaron y lanzaron rocas a los policías. Quienes vivieron las épocas de privación, asesinatos y limpieza étnica durante la década de 1990, miraban horrorizados.
Velma Saric, periodista y activista, estaba de pie, junto al edificio de la presidencia, mirando las llamas en silencio.
“La sorpresa me dejo mudo. Recordé los oscuros días de la guerra. Temía realmente que estos oscuros días pudieran estar de regreso”, dijo.
Era terrorífico, añadió Saric, ver lo indefensa que estaba la policía “ante la violencia que rugía por las calles”.
Ziyah Gafic, reportero gráfico, añadió: “los manifestantes superaban con mucho en número a la policía de Sarajevo, y esta actuaba muy pasivamente.
“No había camiones blindados ni cañones de agua, y se usaron pocas latas de gas lacrimógeno, aunque existen al menos dos divisiones de las fuerzas de seguridad totalmente entrenadas y equipadas para el control de disturbios!”.
¿Qué fue lo que desencadenó los tumultos? La mayoría de los bosnios interrogados se mostraron categóricos: el desempleo, los sueldos bajos, la pobreza, la corrupción.
“Existen muchas razones válidas para protestar en Bosnia”, afirma Gafic. “La opaca y criminal privatización de compañías estatales, la corrupción extendida, el nepotismo y la miseria general, solo por nombrar algunas”.
La gente común está furiosa con los funcionarios de la federación de Bosnia, quienes, en su opinión, son corruptos y reciben sueldos excesivos. Los letreros que llevaban los manifestantes (“Nos han estado robando durante 20 años”) eran muy claros.
Algunos pedían la renuncia del gobierno de la federación de Bosnia, una de las dos repúblicas autónomas, compuesta principalmente de croatas y bosnios musulmanes.
“Después de 18 años, no es de sorprender que la gente esté harta”, afirma Tim Judah, autor de The Serbs (Los serbios) y analista balcánico con gran experiencia. “El nivel de vida se reduce mientras los políticos parecen volverse cada vez más ricos y conducen automóviles cada vez más lujosos. Para conseguir un buen trabajo, es necesario pagar sobornos y la política nacionalista ha implicado que la economía se deje de lado”.
La vida en la Bosnia de posguerra no ha sido fácil. Aunque los bombardeos en los que murieron niños y que despedazaron los mercados a los que las personas acudían para comprar los escasos suministros han desaparecido, y el olor de las ciudades quemadas en el centro de Bosnia ha quedado en el pasado, aún hay pobreza, se carece de cualquier tipo de futuro optimista y existe un persistente desasosiego sectario.
Pero esta violencia reciente no se relaciona con algún conflicto étnico, sino con la frustración. Los precios son altos y un trabajador promedio “apenas puede llegar a fin de mes”, afirma Saric.
Enfurecidos por la supuesta corrupción, la inseguridad económica y el hecho de que los líderes electos en este país de 3.8 millones de habitantes se muestran alegremente despreocupados por las necesidades de su gente, los bosnios estallaron en cólera.
Las protestas empezaron el 6 de febrero, cuando un grupo de trabajadores químicos de la ciudad de Tuzla, en el norte del país, descontentos por no recibir sus sueldos de los últimos 18 meses, se reunieron frente a un edificio del gobierno.
Poco después, la situación se tornó violenta, extendiéndose a Sarajevo y a otras ciudades, donde las personas también salieron a las calles.
“Es un hecho que en la antigua Yugoslavia, Tuzla solía tener una de las industrias más desarrolladas. Pero fue destruida después de la guerra, a través de la mala privatización y la corrupción de los partidos políticos”, afirma Saric. “Durante mucho tiempo, estos trabajadores han advertido al gobierno acerca de sus problemas, pero nadie les ha prestado atención”.
En conjunto, todos estos problemas son los ingredientes clásicos de una revolución que, para muchas personas, como Saric, es una idea terrorífica.
Mientras observaba los sucesos que tuvieron lugar en Sarajevo a partir del 7 de febrero y miraba los enfurecidos rostros de las personas que arrojaban rocas a la Policía, su alarma era cada vez mayor. Los edificios en llamas, las multitudes enfurecidas, el miedo y la inseguridad le hicieron recordar momentos terribles.
“Cuando los manifestantes empezaron a dirigirse hacia el edificio de la presidencia, me fui a casa”, dijo Saric. “No pude soportar ver ese edificio siendo atacado e incendiado, porque para mí es un símbolo de la condición de estado y de la resistencia durante el sitio de Sarajevo”.
Técnicamente, la guerra en Bosnia terminó en 1995 con los Acuerdos de Paz de Dayton, negociados por el diplomático estadounidense Richard Holbrooke en una base militar de Ohio, pero en muchos sentidos la guerra no terminó allí.
Es cierto que se congelaron las primeras líneas de combate, y que se interrumpieron los sangrientos combates entre combatientes bosnios musulmanes, croatas y serbios. Pero las tensiones y la desintegración étnica continuaron. Yugoslavia, el antiguo país comunista que había existido bajo la promoción de la hermandad y la unión de seis naciones al estilo de Tito, había dejado de existir.
“Había venido a Yugoslavia para ver lo que significaba la historia en carne y hueso”, escribió la autora británica Rebecca West en 1941 en su importante libro acerca de la otrora Yugoslavia, Black Lamb and Grey Falcon (Oveja negra y halcón gris). West viajó por todo el país durante los años previos a la Segunda Guerra Mundial.
El pasado siempre ha perseguido a Bosnia. El 28 junio de 1914, el archiduque Francisco Fernando de Austria, presunto heredero al trono austrohúngaro, y su esposa Sofía, duquesa de Hohenberg, fueron asesinados a tiros en Sarajevo por Gavrilo Princip.
Princip era un joven activista serbio y formaba parte de un grupo de seis asesinos (cinco serbios y un musulmán bosnio). Su objetivo: separar a las provincias eslavas del sur de Austria-Hungría de forma que pudieran conformar un estado serbio o yugoslavo. El asesinato provocó directamente los sucesos que condujeron a la Primera Guerra Mundial.
La Segunda Guerra Mundial se libró brutalmente en el país, y durante la guerra a principios de la década de 1990, la gente hablaba con frecuencia acerca de la forma en que sus padres o familiares habían sido asesinados por distintos grupos étnicos.
West captó la esencia del ciclo de odio y violencia: “Si iba al mercado… y tomaba a un campesino por los hombros y le susurraba, ‘¿has conocido la paz alguna vez en tu vida?’… Nunca escucharía la palabra ‘sí’, ni siquiera si llevaba mi pregunta mil años hacia el pasado. Siempre escucharía, “No, había temor, nuestros enemigos afuera, nuestros gobernantes dentro, había prisión, había tortura, había muchas muertes violentas”·
La guerra de Bosnia dejó profundas cicatrices y, en muchos sentidos, un trauma colectivo que siempre ha sido difícil de sanar. Holbrooke lo sabía cuando negoció los Acuerdos de Dayton: siempre los consideró como poco más que un final temporal para aliviar el sufrimiento.
La Bosnia de posguerra fue un terrible recordatorio de la falta de acción de la comunidad internacional. Mientras fluían los fondos para la reconstrucción del destruido país, hubo un surgimiento de divisiones religiosas que, en algunos aspectos, no existían antes de la guerra. Y todo el dinero que corría a raudales para la reconstrucción atrajo naturalmente a elementos criminales.
El país cambió drásticamente. Rápidamente, se construyeron mezquitas en Sarajevo con fondos extranjeros. En algunos lugares, se enseñaba a los niños en distintas lenguas (bosnio y serbio) bajo el mismo techo. Un año, se prohibió a Santa Claus en una escuela de Sarajevo, lo cual provocó las protestas de los padres musulmanes seculares, que habían celebrado esta festividad junto con la suya propia.
El país era una encrucijada para el tráfico de drogas y de personas. Y en Europa, se hablaba con temor acerca de la posibilidad de que Bosnia se convirtiera en un estado fallido como Somalia, atrayendo a yihadistas.
“Estas olas de protestas sociales que han sacudido a Bosnia tienen sus raíces en la enorme tasa de desempleo, pero la respuesta de las autoridades muestra que el verdadero problema es un estado corrupto e ineficiente”, afirma Srdja Popovic, analista de Belgrado que ayudó a derrocar al dictador serbio Slobodan Milosevic cuando era un joven estudiante en 2000. “Son incapaces de manejar los problemas sociales”.
¿Y qué ocurrirá en las próximas semanas y meses? Saric piensa que las personas continuarán protestando hasta que se aborde el problema de la pasmosa tasa de desempleo. También está la cuestión de la juventud resentida que enfrenta un futuro sin empleo.
Popovic, que piensa que los dictadores y políticos que no satisfacen las necesidades de las personas deben ser retirados por medios no violentos, teme que las protestas tengan el potencial de crecer hasta convertirse en algo mucho más peligroso.
“Pero hasta ahora, las protestas bosnias no han sido demasiado organizadas”, afirma. “Todavía lucen como un conjunto de grupos enfadados independientes”.
En una opinión equilibrada, dijo, esta ola de protestas podría ser una profunda prueba para los bosnios descontentos: aún está por verse si pueden canalizar su cólera convirtiéndola en demandas claras y en una visión serena del futuro que daría como resultado el establecimiento de procesos democráticos verdaderos.
“Los extranjeros, entre ellos los dirigentes sindicales europeos, deben mostrar control y no empeorar las cosas. Lo que pueden hacer es ayudar a los bosnios a madurar hacia su propio futuro democrático”, dijo.
Aún es muy pronto para decir si las protestas sobre asuntos similares que surgieron en Kosovo y Serbia durante la semana anterior se convertirán en una primavera Bosnia o Balcánica, señala Judah.
“Lo que podemos afirmar con seguridad es que los problemas de Bosnia no son únicos”, dijo. “Lo que es nuevo son los plenums bosnios: reuniones de estilo revolucionario de ciudadanos enfadados”, afirma Judah. “Si logran arraigarse y si las protestas se extienden desde las áreas bosnias, donde se concentran ahora, entonces debemos preparamos para un juego completamente nuevo”.
Janine di Giovanni es autora de Madness Visible: a Memoir of War (Locura visible: Una memoria de guerra) acerca de las guerras en los Balcanes.