El caso Profumo, ocurrido hace 50 años, inspira una exitosa comedia musical.
Andrew Lloyd Webber es, junto con los Beatles, una de las exportaciones musicales inglesas más exitosas de todos los tiempos, con comedias musicales de éxito internacional basadas en la Biblia (José el soñador y Jesucristo Superestrella), la política argentina (Evita), la caprichosa poesía felina de T. S. Eliot (Cats), y una clásica historia de terror francesa (El fantasma de la ópera).
Pero incluso un compositor con fuentes de inspiración tan eclécticas admite que podría parecer raro que haya elegido a Stephen Ward, una oscura figura de un escándalo político británico olvidado, ocurrido a comienzos de la década de 1960, como el héroe trágico de su más reciente obra de teatro musical, Stephen Ward.
“Francamente, no es para todo el mundo”, reflexiona Lloyd Webber mientras telefoneo a su casa de Londres en Chester Square. “Lo sé, pero de vez en cuando es bueno tomar un tema que podría parecer un poco extraño. Y al mismo tiempo, ello me ha permitido hacer muchas cosas musicales que, de otra forma, no podría haber hecho”.
La palabra “extraño” define al caso Profumo tan adecuadamente como cualquier otra.
Un poco de historia: como el poderoso secretario de Guerra de Gran Bretaña, responsable de las fuerzas armadas y de la estrategia militar de la nación, John “Jack” Profumo estaba enterado de los secretos nucleares del Reino Unido durante el apogeo de la Guerra Fría.
Cuando se descubrió que este “respetable” hombre casado y pilar del Partido Conservador había disfrutado una larga aventura amorosa con Christine Keeler, la corista de un club nocturno de 19 años a quien conoció en una fiesta ofrecida por amigos, todos hedonistas de la alta sociedad, y que pudo haberla compartido sin saberlo con un espía soviético, el orden establecido de la política británica entró en pánico.
El opositor Partido Laborista sacó tajada, y las sirenas de alarma sonaron en los niveles más altos en Washington. J. Edgar Hoover y Bobby Kennedy echaron un buen vistazo y aparentemente se interesaron y se preocuparon por este escándalo característicamente inglés, en el que se combinaban aristócratas conservadores envejecidos y núbiles fulanas, francachelas y personajes de baja estofa desatando el caos en el corazón del viciado y complaciente orden establecido británico.
Para añadir aún más pimienta a esta mezcla, en una era de las relaciones raciales imprevisibles en Gran Bretaña, después de compartir la cama con Profumo, Keeler tuvo aventuras con músicos negros, y todo el enredado asunto salió a la luz cuando un promotor de jazz de Londres que había sido rechazado por Keeler baleó el departamento que ella compartía con su compañera de fiestas, Mandy Rice-Davies.
El propietario del departamento era Ward, que habló arrebatadamente a la prensa del incidente, lo que hizo que todo el tinglado apareciera en las primeras planas de los tabloides.
Lo que llegó a conocerse como el caso Profumo tuvo un grave giro cuando Profumo mintió ante el Parlamento sobre su aventura con Keeler, fue exhibido como un mentiroso y fue obligado a renunciar. El escándalo sorprendió a Gran Bretaña y sacudió hasta los cimientos al gobierno conservador, dirigido por el primer ministro Harold Macmillan.
Algunos meses después, Macmillan renunció cuando descubrió que padecía cáncer de próstata, y su gobierno profundamente deteriorado fue expulsado del poder en las elecciones del siguiente año.
Los tabloides hicieron su agosto mientras los británicos miraban con una mezcla de conmoción, indignación, excitación lasciva y diversión irónica. El escándalo Profumo marcó el final de una era y el último capítulo en la anacrónica vida al estilo de Downton Abbey y “Los de arriba y los de abajo” que se arrastraba en turbias casas de campo aristocráticas 20 años después de la Segunda Guerra Mundial.
Gran Bretaña nunca recuperó realmente la complaciente seriedad de aquellos lejanos días.
Escondido en el ojo de este huracán político estaba el hombre que había presentado a Profumo y Keeler. Ward, de 50 años, era a decir de todos, un encantador y experimentado osteópata formado en Estados Unidos, así como un talentoso retratista que había pintado a Winston Churchill, Mahatma Gandhi, Elizabeth Taylor, y el marido de la reina, el príncipe Felipe.
Siendo un amigo especial del vizconde William “Bill” Astor, propietario de The Times, el medio de comunicación oficial del orden establecido británico, a Ward le encantaba hacerse acompañar de mujeres jóvenes problemáticas y sexis como Keeler y Rice-Davies y presentarlas a sus amigos de la alta sociedad, amantes de las diversiones. Ward también ofreció sus servicios al organismo nacional de espionaje de Gran Bretaña, el M15, presentándose como un intermediario oculto de la Guerra Fría para mantener vigilado a su amigo (y supuesto amante de Keeler) Yevgeni Ivanov, un agregado naval y espía soviético en la embajada rusa en Londres. Ward afirmó que el M15 lo había empleado y que incluso le había asignado a un oficial de caso, llamado Terry Woods.
Desesperada por desviar la vergüenza del gobierno y deseosa de encontrar un chivo expiatorio, la policía recibió la orden del ministro del Interior de Macmillan de investigar a Ward, quien fue arrestado y acusado de vivir de ingresos derivados de la prostitución. Para consternación de Ward, sus encopetados “amigos” lo abandonaron casi sin excepción. Y el M15 negó haber tenido algún contacto con él.
Falsas pruebas de la policía y lo que ahora se considera ampliamente como un juicio amañado dieron como resultado la condena de Ward, pero este tomó una sobredosis de somníferos y cayó en coma antes de que se emitiera el veredicto de culpabilidad. Murió tres días después.
Incluso existe una teoría, ferozmente desestimada por Tom Mangold, el veterano periodista de investigación que estuvo más cerca de estos eventos, de que Ward fue asesinado por un agente del M15 para hacerlo callar.
Las notas tomadas por el juez de alto rango Lord Denning para un informe sobre el asunto encargado por el gobierno fueron prohibidas durante un plazo sin precedentes de 83 años y aún están ocultas, pero actualmente existe una campaña encabezada por el eminente abogado de derechos humanos Geoffrey Robertson para invalidar la condena de Ward por no estar sustentada en pruebas fehacientes. El nuevo musical de Lloyd Webber deberá dar un gran impulso público a esta campaña. Aun así, ¿la historia personal de Ward es realmente la materia prima del musical?
El interés de Lloyd Webber nació debido a ciertos contactos sociales. “La idea me vino accidentalmente”, explicó. “Estaba en una fiesta de cumpleaños y conocí a un par de personas que hablaban apasionadamente acerca de Stephen Ward, entre ellas, Mangold, que fue el último hombre que vio vivo a Ward. Dijo que se había cometido una terrible injusticia.
Me fui a casa, busqué en Google y me enteré del libro de Ludovic Kennedy [The Trial of Stephen Ward, El juicio de Stephen Ward, de este distinguido autor y locutor, que en ese entonces era un reportero judicial júnior]. El autor pensaba que era escandaloso que la transcripción del juicio de Ward estuviera bajo la ley de Secretos Oficiales, y él la había redactado tan fielmente como podía recordar para la posteridad”.
“Me interesó el hecho de que Ward estuviera en la Cámara de los Horrores en [el museo de cera de] Madame Tussaud en Blackpool. [La exhibición empieza con un retablo de Ward calzado, ridículamente, entre modelos de Jack el Destripador, Adolfo Hitler y Vlad el Empalador.] Y entonces comencé a reunirme con mujeres que lo conocieron en esa época, mujeres respetables que afirmaban que era uno de los compañeros más encantadores que cualquiera podía tener, y que todo el asunto había sido una trampa absoluta [es decir, que había sido incriminado]. ¿Cómo uno de los hombres más populares de Londres y gran amigo de la familia real podía terminar en la Cámara de los Horrores de Madame Tussaud?”.
“Almorcé con Tom Mangold”, continuó. [Mangold cubría la historia de Ward para el Daily Express y estaba con él la noche en que tomó la sobredosis.] Entonces conocí a Geoffrey Robinson, el abogado de la reina que trata de conseguir un indulto póstumo para él. Dondequiera que iba, me topaba con personas que eran jóvenes en esa época, y pensé, ¿por qué no hacer un musical un poco diferente y ahondar por lo menos un poco en el asunto?”.
Lloyd Webber reunió a un formidable equipo, con un libreto de Christopher Hampton, letras de Don Black y la dirección de Richard Eyre, exdirector artístico del Real Teatro Nacional. Hampton y Black pudieron consultar el libro recientemente reeditado de Caroline Kennedy y Phillip Knightley, titulado How the English Establishment Framed Stephen Ward (Cómo el orden establecido inglés incriminó a Stephen Ward), posiblemente la descripción más autorizada de estos eventos hasta la fecha.
Entre ellos, el equipo ha creado un espectáculo que, de algún modo, hace eco de las reacciones que se produjeron en la década de 1960. Los números incluyen un tema musical triste y conmovedor, una brillante canción humorística en forma de pastiche, un número de orgía divertidamente exagerado y una inquietante ejecución musical del juicio de Ward. El tono va de lo picante (es lascivo en algunas partes) a lo amenazador y lo triste.
“He organizado esto yo mismo por primera vez desde que hice el borrador de Cats”, explicó Lloyd Webber. “Ha sido muy interesante adaptar a la música escenas como la del juicio. Alguien que estuvo ahí dijo que la recapitulación del juez parecía justa en el papel, pero que la manera en que la realizó no [lo fue]. Pensé que eso era algo muy interesante, ver si era posible hacer eso con la música”.
El caso ocurre indudablemente en un momento crucial de la historia social y política británica. Hasta la década de 1960, la clase gobernante británica había estado protegida por un caparazón de deferencia y por la suposición de tener un comportamiento honorable, una actitud similar, quizá, a la que mantuvo las aventuras amorosas de JFK fuera del escrutinio público.
Este sistema ya estaba bajo ataque en Gran Bretaña por “el auge de la sátira” encabezado por David Frost y el programa nocturno de la BBC titulado That Was the Week That Was. El caso Profumo le dio un despiadado golpe adicional.
Las actitudes con respecto a la moral también cambiarán rápidamente. “Siempre he pensado que esos hombres honorables y reputados que lucharon en una terrible guerra por sus valores y su moralidad no estaban listos para enfrentar a una nueva generación que quería vivir de acuerdo con un estándar más relajado”, me dijo Mangold. “No podían entender la inmigración negra, la mariguana, los Beatles, Mary Quant… Todo eso era demasiado abrumador”.
Siendo una adolescente en la época del escándalo, la autora Caroline Kennedy era cuñada del artista Dominick Elwes, el único amigo que parece haber apoyado a Ward hasta el final. En una dolorosa repetición de la historia, Elwes mismo se suicidó 12 años después, cuando fue condenado al ostracismo por sus amigos de clase alta por describir a un periodista la vida de juego y lujos de sus amigos en el casino del Clermont Club, después de la desaparición de lord Lucan, un personaje de alta alcurnia que presuntamente asesinó a su niñera.
Un elemento central del juicio de Ward era si las mujeres podían ser libertinas, como lo eran Keeler y Rice-Davies, sin ser prostitutas, lo cual no eran. “Fue en esa época cuando tuvimos la píldora y podíamos acostarnos con quien quisiéramos”, dijo Caroline Kennedy, “y me temo que eso fue lo que hicimos. Sentíamos que teníamos los mismos derechos que los varones”.
“La policía metropolitana formó un escuadrón especial para investigar a Ward”, me dijo Knightley. “Existía la sensación de que el escándalo tenía que detenerse ahora, pues si no lo hacía, el orden establecido británico estaba en peligro de colapsar completamente”.
Mangold piensa que Ward nunca comprendió plenamente la precariedad de su situación. “Los tiempos estaban cambiando”, dice. “Este elemento debe ser reconocido como una de las principales fuerzas impulsoras, y no creo que Stephen lo haya entendido. Stephen pensaba ingenuamente que la ley era segura y que tomaría su curso, que sería hallado inocente, que sus amigos le apoyarían, que el M15 admitiría que lo había usado como agente. Nada de eso ocurrió, y yo traté de decirle que nada de eso ocurriría. Era sumamente vulnerable, pero no lo creyó sino hasta el final”.
Para Lloyd Webber, el contexto de la Guerra Fría fue un elemento crucial: “Debemos recordar que era una espada de Damocles, y que existía [una sensación] entre las personas de ‘recoja sus capullos ahora que puede’, de que quizá no estemos ahí mañana por la mañana, de que todo podía cambiar de color, combinado con la paranoia de un comunista bajo cada cama concebible.
“Esta historia, condimentada por la prensa, fue el espectáculo más estupendo y asombroso en una época muy febril. Cuando la crisis de los misiles en Cuba no terminó con nuestra aniquilación, se produjo un suspiro de alivio colectivo y la sensación de que tal vez la amenaza nuclear se desvanecería en el aire”.
Actualmente, todas las personas interesadas en el caso, entre ellas, Lloyd Webber, Mangold y Knightley, se sienten perturbadas o intrigadas por el embargo actual de las notas de lord Denning sobre la investigación del caso Ward. Lloyd Webber mismo planteó el tema recientemente ante la Cámara de los Lores (sin lograr nada). ¿Qué es exactamente lo que se oculta? ¿Asuntos de seguridad nacional o las reputaciones de personas importantes?
“Me parece bastante extraordinario”, dijo Mangold. “Pienso que, probablemente, las razones superficiales para no revelar sus notas son que podrían haber hecho referencia al M15, el FBI y posiblemente la CIA, y existe un acuerdo en el mundo secreto de la inteligencia, según el cual no se debe hablar acerca de ningún enlace.
“La existencia de enlaces es tabú; eso es algo no negociable. Pero pienso que existe un peligro de que esto pudiera haber sido usado como una justificación para ocultar otros temas. Y una persona que ha leído esas notas dijo a mi contacto que contenían material explosivo.
“Pero siempre he pensado que los estadounidenses, que acababan de firmar un acuerdo para compartir la energía nuclear con nosotros, tenían que ser convencidos de que Gran Bretaña no estaba llena de espías homosexuales comprometidos por la KGB o por ministros de Guerra que andaban por ahí teniendo aventuras con mujeres descocadas mientras estas presuntamente se acostaban con espías rusos”.
Entonces, ¿cuál fue el efecto duradero del escándalo? “Pienso que hizo que las personas se plantearan preguntas que no se habían hecho antes”, dijo Mangold, “Y liberó a muchas personas de la aprobación casi ciega de la política de clase de Gran Bretaña. Las personas se sentían preocupadas y perturbadas por la posibilidad de que hubiera sido un intento del orden establecido para encontrar un chivo expiatorio”.
Como lo pronosticó Lloyd Webber, el espectáculo se estrenó en Londres con reseñas divididas. Será difícil atraer al público estadounidense, a pesar de que Lloyd Webber tiene muchos seguidores en ese país. Dirty Linen y New-Found-Land, las obras satíricas de Tom Stoppard sobre un escándalo británico, no tuvieron muy buena suerte en Broadway en 1977.
Pero independientemente de cómo sea evaluada por los devotos del teatro musical, sin duda se trata de una visión general muy entretenida sobre un episodio extraordinario e importante de la historia británica moderna.
Cronología de la política y del fin de la deferencia en Gran Bretaña en la década de 1960:
1960
La elección de JFK como el 35 presidente de Estados Unidos de Norteamérica promete una nueva era de optimismo en la política occidental
1960
El fracaso de la acusación contra. Penguin Books por la publicación de El amante de lady Chatterley, de D. H. Lawrence, logra echar abajo la Ley sobre Publicaciones Obscenas de Gran Bretaña y abre la puerta al material sexual explícito en la literatura.
1961
La pastilla anticonceptiva está disponible en Gran Bretaña.
1961
Lanzamiento de la revista satírica Private Eye, que ataca la hipocresía e incompetencia entre los poderosos, ricos y famosos.
1961
El primer ministro Harold Macmillan presencia la despiadada imitación de él, realizada por el actor satírico Peter Cook durante una interpretación de la revista teatral Beyond the Fringe en el teatro Fortune.
1961
Construcción del Muro de Berlín.
1962
El programa nocturno de televisión satírico That Was the Week That Was se mantuvo al aire durante dos años, avergonzando a figuras públicas e impulsando la carrera de David Frost y otros, antes de que la BBC perdiera las agallas y lo sacara del aire de cara a las elecciones generales de 1964.
1962
Crisis de los misiles en Cuba: el mundo mira aterrado cómo la Guerra Fría casi se sale de control.
1963
El caso Profumo termina. Juicio y suicidio de Stephen Ward.
1963
Lanzamiento de Please Please Me, el primer elepé de los Beatles.
1963
Asesinato de JFK.
Octubre de 1963
Macmillan renuncia alegando problemas de salud.
Octubre de 1964
Las elecciones generales en el Reino Unido dan fin a 13 años de gobierno conservador.
La nueva novela de Paul Hoggart, Man Against a Background of Flames (Un hombre contra un fondo en llamas, Pighog Press) está disponible en Estados Unidos en Amazon.com.