¿Cómo saber si una empresa es joven o vieja? Resolver este dilema no pasa por revisar la fecha de fundación de cada empresa, pues no se trata de saber cuántos años tiene el negocio, sino cuánta es su vitalidad.
Para tratar de responder a esta pregunta, me referiré a un experto llamado Isaac Adizes. Él asegura que las empresas tienen un ciclo de vida determinado por cuatro factores: el Emprendimiento, la Producción, la Administración y la Integración.
Estos factores muestran la etapa en que se encuentra una empresa, y qué tan flexible es su estructura: si la empresa es joven, será muy flexible, aunque tendrá poco control; si es vieja, tendrá más control, pero ya no tanta flexibilidad.
Así pues, cuando una empresa empieza a concebirse, es el propio fundador quien tiene una visión, un sueño. Es aquí en donde aparece el factor Emprendimiento (E), el más creativo de todos y por el cual la empresa surge. Pero también hay un gran riesgo, que es la causa principal de la muerte de muchos negocios en esta etapa: quedarnos en el simple sueño, sin arriesgarnos a realizarlo.
Al momento de nacer, las empresas deben hacer lo que Adizes denomina: “Probar el compromiso”, lo que se realiza dejando ocupaciones anteriores para dedicarse completamente a esa idea o sueño. Como hacían los griegos, en esta etapa es necesario quemar las naves, pues estamos apostando por dejar un área de confort de corto plazo, para arriesgarnos con una idea que funcionará a largo plazo.
Superado el emprendimiento, empieza la etapa de infancia, determinada por el factor de Producción (P). Es el momento de trabajar y producir. Aunque la infancia de una empresa está marcada por la falta de dinero y la angustia de sobrevivir, de querer mantenerse y crecer, la gente aquí trabaja mucho porque está muy entusiasmada. En esta etapa, el riesgo principal es la falta de dinero si el producto no vende lo suficiente, y con ello puede llegar la “Mortalidad Infantil” si la empresa ha trabajado mucho pero no ha logrado crecer.
Cuando sobrevive a la infancia, la empresa incursiona en una situación compleja, pues es momento en que el fundador y los empleados acaban de triunfar y se sienten arrogantes, capaces de lograrlo todo. Aquí puede aparecer la llamada “Trampa del fundador”, que consiste en que el fundador se niega a pasar el control de la empresa y quiere seguir haciéndolo todo, lo que puede provocar una serie de crisis continuas que terminan en fracaso para la empresa.
Si después de una crisis, el fundador entiende que es necesario tener un mayor control, deberá fortalecer el factor Administrativo (A). Al realizar esto, uno de los dos factores anteriores, Emprendimiento o Producción, deberá decaer. Adizes asegura que en esta etapa es necesario que la empresa mantenga sus factores E y A al mismo nivel para dar paso a la adolescencia corporativa, disminuyendo el factor P con un enfoque en una mejor calidad del producto, más que en la cantidad.
Ya en la adolescencia, con los factores E y A fuertes, la empresa tendrá conflictos para equilibrar el control y también la creatividad, pues el primero trata de regular a la segunda, y ello puede reflejarse en un sinnúmero de inconsistencias. En esta etapa, los riesgos aparecen cuando el choque de ambos factores se da frontalmente, y uno de ellos decide huir. Normalmente, el que se va es el factor E, la creatividad, aduciendo que si logró emprender una vez, podrá hacerlo nuevamente. Cuando esto sucede, el factor A se hace cargo y empieza la vejez, pues se dejó ir la parte creativa y emprendedora, y con ella también la capacidad de inventar.
Sin embargo, si ambos factores se mantienen fuertes y juntos, llega la plenitud de la empresa. Ahora enfocarán sus esfuerzos nuevamente en la producción, pero ya con la seguridad de contar con la mejor calidad, y con el conocimiento previo y la seguridad de que tendrán éxito. En la plenitud los negocios generan mucho dinero, e inicia la etapa de madurez.
La empresa sigue funcionando, pero su factor E empieza a decaer y se pierde capacidad de innovación. Los empleados se sienten cómodos —pues hay mucho dinero— y no sienten la necesidad de mejorar o cambiar las cosas. Aquí es cuando empieza el final.
Pero la empresa ignora que ha empezado el declive, porque los factores A y P funcionan perfectamente. Sin embargo, llega el último factor, la Integración (I), como resultado de que el fundador ya no se preocupa por innovar, controlar o producir, sino por la situación de los empleados y la integridad de la corporación.
Si bien preocuparse por la situación de los empleados es adecuado, generalmente lo que se gana en Integración se pierde en innovación. Es decir, al fortalecerse el factor I, la situación del factor E baja, pues perdemos capacidad para ver las necesidades de los clientes y crear nuevas soluciones, por lo que el producto pierde rentabilidad.
Adizes denomina a esta etapa “Aristocracia”. El factor I es el adecuado, pero los factores E y P no, por lo que las ventas empiezan a caer. Esto lo entienden los empleados de la empresa, pero no lo reconocen. Esto sucede, según Adizes, porque la empresa en este momento está llena de dinero, así que no busca pelear. Pese a realizar acciones como encarecer el producto —que ya es obsoleto— o comprar empresas en etapa adolescente, la catástrofe es inminente.
En algún momento, la empresa perderá el dinero ganado y llegará la etapa de la Burocracia, que es cuando empiezan los despidos. Los primeros sacrificados son los pocos creativos que queden, pues se les culpa de errores en el producto. Los creativos son sustituidos por administradores, lo que provoca más peleas por el control de la empresa. El resultado: más despidos, un ambiente de paranoia y la llegada de la muerte de la corporación.
Algunas veces, a las empresas moribundas se les coloca respiradores artificiales, pero al no contar con los factores E y P, los pocos empleados que queden empezarán a crear gestorías, que serán las encargadas de realizar todo aquello que la moribunda empresa no pueda, pero que poco a poco terminarán de matarla.
Así pues: ¿en qué momento una empresa empieza a envejecer? La respuesta es: En el momento en que su factor E, es decir, su capacidad de innovar, de crear y emprender, se haya perdido.