Como embajador de Obama ante Rusia, Michael McFaul llegó a saber cómo piensa su presidente. Y tiene clara una cosa: gracias a Trump, “el mundo se ve muy bien desde el punto de vista de Putin”.
Michael McFaul era un experto académico en estudios rusos cuando el presidente Barack Obama lo nombró para convertirse en la cara de la Casa Blanca ante Rusia en 2009. Se le dio la tarea de tratar de restablecer las relaciones con Rusia después de su invasión a la vecina Georgia. Pero poco después de que fuera nombrado como embajador, Vladimir Putin acusó a Estados Unidos de hallarse detrás de las protestas masivas que se oponían a su tercer periodo como presidente. McFaul rápidamente se convirtió en una figura odiada en los medios de comunicación rusos, y grupos juveniles nacionalistas lo acosaron físicamente después de que se reunió con representantes de la oposición rusa.
Hacia el final de su embajada en 2014, Rusia invadió a la vecina Ucrania, haciendo trizas el restablecimiento. McFaul, ahora profesor de ciencias políticas en la Universidad de Stanford, ha sido un crítico franco de los nexos del presidente Trump con Rusia. Su nuevo libro, “From Cold War to Hot Peace”, es una historia reveladora de las relaciones entre Rusia y Estados Unidos desde la caída del comunismo. Mientras Trump y Putin se preparaban para una planeada cumbre frente a frente en julio —una noticia que sacudió a funcionarios europeos y estadounidenses por igual—, Newsweek habló con McFaul sobre el papel de Rusia en el ascenso de Trump, la agresión continua de Putin y cómo las políticas de Washington lo están ayudando a hacerse más fuerte.
—¿En qué se equivocó Estados Unidos con Rusia? ¿Fue demasiado suave con Putin después de la invasión a Georgia en 2008?
—Tu pregunta asume que todos los problemas en las relaciones entre Estados Unidos y Rusia son nuestra culpa. Fue Rusia la que invadió Ucrania y Georgia; el peso de quién es culpable radica en las políticas de ellos. ¿Qué otra política habría dado un mejor resultado? Yo estuve [en la Casa Blanca de Obama en enero de 2009], y repasamos las otras posibilidades. Que Georgia se uniera a la OTAN no era una opción. No había ganas de una guerra subsidiaria con Rusia en el Cáucaso. No había un enfoque alternativo claro que hubiera evitado una confrontación con Rusia más tarde.
—¿Fueron efectivas las sanciones que se dieron tras la anexión de Crimea?
—No. Putin no ha cambiado su comportamiento. Pero ¿se hizo lo correcto? Sí. Tenía que haber una respuesta a la anexión. ¿Pudo haber sanciones más exhaustivas? Posiblemente, pero es dudable que hubieran marcado una diferencia. a veces, tienes que hacer lo correcto a pesar de las consecuencias. Y ha habido consecuencias: las sanciones le quitaron medio punto al PIB de Rusia.
—Entonces, ¿las sanciones son una política simbólica sin una efectividad real?
—Si no hubiera habido sanciones, entonces Putin habría avanzado más en su proyecto [de anexarse más de Ucrania]. Entonces, probablemente le impidieron ir más allá de lo que lo hizo. Sabemos por otros casos históricos que el efecto de las sanciones se mide en décadas, no en meses y años. Rusia es un país grande que no depende del sistema internacional, por lo que podría tardar más en verse el impacto. Pero tiene que haber consecuencias negativas para las cosas negativas. Tiene que haber un castigo.
—¿Hay algo de sustancia en las acusaciones de colusión entre Rusia y la campaña de Trump?
—La respuesta es obviamente que sí: Putin ayudó a Trump a ganar con su hackeo, su propaganda y sus plataformas de desinformación. Eso es tan claro como el agua para mí. Cuando [la agencia noticiosa oficial rusa] Sputnik retuitea #CrookedHillary, no necesitas un doctorado en estudios rusos para entender de qué lado están. ¿Qué si el gobierno ruso envió emisarios para tratar de ofrecer materiales con el fin de ayudar a Trump? Es obvio que esa era la intención. ¿La intención de la campaña de Trump era recibir esa información? Sí, por supuesto. ¿Se violó una ley? Esa es una pregunta diferente. Todavía necesitamos saber más sobre las relaciones financieras entre los apoderados rusos y los miembros de la campaña de Trump; esa es la incertidumbre más grande que [el fiscal especial Robert] Mueller tiene que hurgar.
—¿La administración de Trump ha sido suave con Rusia?
—La administración, no. En lo general, apoyo su política. Hay mucha continuidad con la administración de Obama, y en muchos casos —como la asistencia letal a Ucrania— ha ido más allá. Pero lo que hace falta es el presidente en sí. Él a menudo no está de acuerdo con la política de su propia administración; esa es la paradoja de este momento. Así, cuando [Trump] dijo que deberíamos reconsiderar que Rusia se una al G-7, esa no fue una política de la administración. No tuvieron una reunión entre las agencias y decidieron: “Esa es una buena idea. Echémosla a andar”. Trump ha dicho que él piensa que las sanciones son una mala idea, pero su administración las continúa. Tienen dos políticas con respecto a Rusia, no una.
—¿Cómo afectará el que Trump desechara el acuerdo nuclear con Irán a la posición de Estados Unidos en el mundo?
—Nuevas sanciones [contra Irán] son difíciles de hacer multilateralmente. Es casi imposible hacerlas solos. Nosotros, Estados Unidos, ahora somos quienes están aislados, no los iraníes. [la administración de Obama] hizo un esfuerzo tremendo para aislar a Irán y obligarlos a negociar. Ahora, es lo opuesto. Y Putin está en una situación inmejorable. Si el acuerdo con irán continúa, Putin se ve como si él estuviera [en] una alianza en el mundo que busca la desnuclearización. Si se viene abajo, todos culparán a Trump.
—¿La victoria de gobiernos a favor de Putin en Hungría e Italia significarán el final del apoyo europeo a las sanciones contra Rusia?
—Renovar las sanciones ha requerido mucha unidad transatlántica. El que [Trump] dé señales de que quiere “dejar atrás esa cuestión” es una mala señal. ¿Y meterse en un duelo de gritos con nuestros aliados más cercanos por cosas más bien triviales? Eso va a hacer todavía más difícil el mantener unida la coalición para las sanciones, de eso no hay duda.
—¿Usted diría que Putin está contento de que Trump sea presidente?
—Sí, sin duda, si la alternativa es la presidenta [Hillary] Clinton. Pero los rusos no recibieron la recompensa inicial que esperaban, dejemos eso en claro. Ellos esperaban que el nuevo presidente entrara y retirara las sanciones; después de todo, eso es lo que el candidato Trump dijo que iba a hacer. Eso no sucedió. Pero a largo plazo, la tensión que ves en las relaciones transatlánticas, la tensión que ves dentro de la OTAN, la desunión dentro del G-7, las discusiones que tenemos dentro de nuestro propio país, la retirada de Estados Unidos de acuerdos claves como el acuerdo climático de París, la Sociedad Transpacífica, el acuerdo con Irán, todas son cosas que le interesan a Putin. El mundo se ve muy bien desde su punto de vista.
“Añade a eso los [reportes de] cómo están cambiando las actitudes sociales entre nuestros aliados. Las encuestas muestran que entre siete aliados europeos, además de Japón y Corea del Sur, más gente confía en Putin que en Trump. Eso es alarmante”.
—¿Cuál es el siguiente paso para Putin?
—Él siempre creyó que tendría más paciencia que Occidente por lo de Ucrania, de que al final nos fatigarían las sanciones y querríamos volver a hacer negocios. Y pienso que la historia ha demostrado que Putin estaba en lo correcto. Los gobiernos radicales en Hungría, Italia —además de todos los que se presentaron al Foro Económico [Internacional] en San Petersburgo— están diciendo: “Simplemente sigamos adelante”. Y Putin no necesita ejercer más presión sobre la alianza transatlántica porque Trump ya está haciendo eso.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation whit Newsweek