Sentado en su oficina en la colonia Guerrero, en Ciudad de México, Salvador López López, nieto de Amalia Hernández y director del Ballet Folclórico de México, habla de lo indispensable que es la innovación para evitar que las tradiciones se conviertan en archivo histórico. También habla de su niñez, cuando acompañaba a su abuela a ensayos y funciones. Y del momento en que supo que quería dedicar su vida a mantener vivo el legado que su abuela dejó al país.
Después de 65 años de historia y con más de 25,000 presentaciones en todo el mundo que han alcanzado 45 millones de espectadores, el Ballet Folclórico de Amalia Hernández arrancará su temporada de verano el próximo 18 de julio en el Palacio de Bellas Artes. Y lo hará a lo grande, con una función de gala, en la que participará la primera bailarina del staatsballett en Berlín, Elisa Carrillo.
—¿Qué ha significado para ti cuidar la tradición de tu abuela?
—Ha sido muy importante. En retrospectiva, yo empecé a apoyar al cien por ciento a mi abuela en 1984, después organizamos una serie de giras a Europa, China y Estados Unidos. Entender la forma en que opera la compañía fue muy interesante porque fui entendiendo el sentido, el porqué debemos de darle importancia a la cultura. El reto para mí ha sido el ir renovando a la institución para que no se quede como un archivo cultural de la nación, para que se vuelva una institución viva, un espectáculo que muestre la diversidad y que constantemente se esté actualizado.
—¿Es así como capturan a las nuevas generaciones?
—El reto es generar nuevos contenidos para que el ballet sea igual de atractivo tanto para un adolescente de 15 años como para un adulto de 80. Mi aportación ha sido la renovación constante.
—¿Qué ha cambiado en estos 65 años?
—Amalia desarrolló un proyecto maravilloso con muchísima sensibilidad que hoy genera empleos para 600 personas. Hay que entender la forma en que creó la obra y lo que podemos aportar para enriquecerla: usar nueva tecnología, iluminación, proyección, sonido, arreglos musicales, dinámicas distintas, bailarines distintos y siempre prestar atención a la preparación de nuevas generaciones de bailarines. Si ves una grabación del ballet de los años 60 y una de hoy son dos compañías distintas, ambas basadas en la obra de Amalia Hernández, claro.
—¿Qué es lo más arriesgado que como director has hecho para el ballet?
—Una propuesta que suena arriesgada es la de trabajar con la Orquesta Sinfónica Nacional y la Compañía Nacional de Danza porque son expresiones distintas, pero se complementan muy bien y ha sido muy exitoso. También está el proyecto de usar el Castillo de Chapultepec como parte escenográfica para el ballet. Ahora saldremos a escena con un coro de 40 voces que interpretan música en purépecha y en náhuatl.
—¿Este proyecto representa a México en el mundo?
—Sí, y por eso es importante para México, porque en el país hay muy pocas expresiones artísticas que puedan ser exportables. Y este ballet es una de ellas, es un referente de la nación.
—¿Cuándo supiste que dedicarías tu vida al ballet?
—Tengo una parte artística, yo hice una demostración de floreo como artista del ballet por 20 años. Creo que es una parte de la expresión cultural de nuestro país que tengo muy arraigada y siento que no ha sido valorada. La cultura de México es lo que nos hace diferentes y es muy apreciada por los extranjeros, pero los mexicanos no siempre nos damos cuenta de la diversidad de colores, de música, de comida que tenemos, no vemos que la cultura de México es mágica.
—¿Qué nos falta para apreciar nuestra cultura?
—Nos falta entender que no todo lo de afuera es bueno y que una manera de conocer nuestra historia es conocer la cultura y la diversidad de México. El ballet ha sido un promotor importante, pero falta que los gobiernos y los empresarios le den ese peso a la cultura como generadora de un sentido de pertenencia.
PIE:
LA CITA: “En el país hay muy pocas expresiones artísticas que puedan ser exportables”.