Comer animales, el influyente libro de Jonathan Safran Foer, ahora es una película y es probable que luego de verla reconsideres ingerir esa hamburguesa que acabas de ordenar.
JONATHAN SAFRAN FOER se entera con frecuencia de las costumbres alimentarias de sus lectores. No es médico ni nutriólogo; es un exitoso novelista mejor conocido por, entre otros libros, su inventiva novela de 2002 Todo está iluminado. Sin embargo, su incursión en el ámbito de la no ficción, Comer animales (2009), se ha convertido en un texto muy influyente para la nueva generación; tal vez el ensayo más popular sobre las dimensiones éticas de comer carne desde la publicación de Liberación animal, de Peter Singer, en 1975.
Desde entonces, “no puedo hacer una lectura, sobre cualquier otro libro que haya escrito, en la que alguien no se acerque y me diga: ‘Me volví vegetariano porque leí aquel libro’”, informa Foer. En términos de impacto, es el equivalente literario del álbum musical Meat is Murder, de The Smiths, aunque el autor evita los eslóganes veganos militantes; prefiere razonar con los amantes de los filetes.
Una persona que resultó conmovida por el libro es Natalie Portman, vieja amiga y ocasional pen pal electrónica de Foer. “Comer animales me transformó de una vegetariana de 20 años en una activista vegana”, escribió Portman en 2010, para el HuffPost.
Ahora, la actriz de El cisne negro ha producido y narrado una adaptación documental, cuya producción demoró más de cinco años y que fue realizada en colaboración con el director, Christopher Dillon Quinn, y la organización no lucrativa Farm Forward. Según Foer, Portman leyó un borrador de Comer animales y comenzó a pensar en la película incluso antes que se publicara el libro (asistió a una de sus lecturas en 2002, cuando “Todo está iluminado” lo convirtió en un fenómeno literario, y empezaron a escribirse por correo electrónico).
¿Por qué la actriz fue la persona más indicada para el proyecto? “La conozco de toda la vida, y es súper inteligente”, asegura Foer. “Hacer cualquier película es una tarea cuesta arriba, y cuando se trata de un tema tan serio como este, el ascenso es casi vertical”.
Mientras escribía Comer animales, Foer pasó varios años observando la ganadería industrial, investigando la producción de carne y contemplando las interrogantes difíciles que prefiere ignorar la mayoría de los clientes de Burger King. El libro resultante fusionó, en una especie de memorias, sus reflexiones sobre nuestra dependencia emocional de la comida (por ejemplo, la receta de pollo favorita de su abuela) con relatos periodísticos desgarradores sobre sus experiencias visitando una granja industrial. La conclusión de Foer: “Aceptar la granja industrial te hace sentir inhumano”.
El documental es una adaptación en el sentido más amplio de la palabra, ya que pierde la narrativa personal distintiva de Foer y proporciona documentación visual de la granja industrial moderna: animales saturados con antibióticos y retacados en jaulas minúsculas donde aguardan la matanza. Si bien gran parte de la cinta es una reflexión sobre esa crueldad y las consecuencias ambientales de criar animales por su carne (según un científico, esta práctica causa entre 14 y 50 por ciento del cambio climático), el documental también ofrece una visión íntima de la manera como las granjas industriales explotan a los pequeños agricultores y demás individuos.
“No existe defensa”, acusa Foer. “La defensa ha sido que alimenta al mundo. [Pero] alimenta al mundo con comida extraordinariamente derrochadora e insalubre, y hay muchas otras maneras, mucho mejores, de alimentarlo”. Hace poco, el autor conoció al fundador de Twitter, Ev Williams, quien ayudó a subsidiar la película. “Se hizo vegetariano solamente por razones ambientales. Nada tuvo que ver el bienestar animal. Y eso fue algo a lo que no estaba acostumbrado. Tenía la impresión de que casi todos se vuelven vegetarianos debido a la crueldad animal”.
Esa fue la motivación de Foer. El impulso inmediato para escribir su libro fue el nacimiento de su primer hijo, hace 12 años, ocasión que le orilló a reflexionar en las decisiones éticas y de consumo que tomaría en nombre de su retoño. “Hasta ahora”, agrega, acerca de los dos niños que procreó con su ex esposa, Nicole Krauss, “han sido criados como vegetarianos. El mayor ha comido algo de carne en ocasiones, por razones complicadas —es intolerante a la lactosa—, pero me refiero a que no soy rígido en ese sentido. Mi finalidad no es crear réplicas mías, sino empoderarlos, tanto con conocimientos como con respeto de sí mismos, para que elijan la manera como quieren vivir, aun cuando sea contraria a mis decisiones”.
MÁS ‘VEGGIES’ QUE CATÓLICOS
Foer es reservadamente optimista en cuanto al futuro. “En estos momentos, los campus universitarios de Estados Unidos tienen más vegetarianos que católicos”, informa. “No es una identidad marginal. No es algo que hagan los hippies… Si eras vegetariano hace 15 años, la gente preguntaba ‘¿Por qué?’. Nadie hace esa pregunta hoy, porque conocemos la razón. Creo que, en un futuro no muy lejano, llegará el momento en que la pregunta será ‘¿Por qué comes eso?’”.
El estilo de vida sin carne parece estar cobrando impulso, sobre todo entre los millennials estadounidenses y, hoy día, hay decenas de veganos famosos que hacen compañía a Morrissey, el exvocalista de The Smiths (Ariana Grande, Bill Clinton, Colin Kaepernick y Portman, por mencionar algunos). Los adelantos culinarios recientes, como Impossible Burger —alimento vegetariano desarrollado en un laboratorio para imitar el sabor y hacer que “sangre” como la carne de res molida— parecen de una literalidad absurda, mas esas opciones podrían atraer a los carnívoros de toda la vida; al menos en Occidente. El problema más grave es Asia, sobre todo China e India, que parecen estar adoptando las costumbres gastronómicas estadounidenses. “Ese será el fin”, presagia Foer. “Tendremos que duplicar la producción de las granjas industriales: cien mil millones de animales en vez de cincuenta mil millones. ¡Cien mil millones!”.
En 2010, mientras promovía Comer animales, Foer se sorprendió al descubrir que la industria de la carne no hizo el menor esfuerzo para refutar su libro. Algunos programas de televisión lo invitaron a debatir con representantes que habrían de defender la producción mecanizada, pero los productores tuvieron muchas dificultades para encontrar interesados.
“Es asombroso”, comenta Foer. “Escribí una argumentación muy completa contra la ganadería industrial y, al parecer, ellos no tuvieron el menor interés en decir, ‘¿Sabes? Hay otro punto de vista’. Porque el hecho es que no hay otro punto de vista. Y esa gente sabe lo que todos saben: cuanto más conoces de este asunto, menos dispuesto estás a comer carne”.
“Nadie que ve un video del interior de una granja industrial se siente hambriento”, agrega. “Y nadie que sabe de la inteligencia animal siente el deseo de comérselos”.