Por: Natalia López
Puebla, Pue. El 4 de junio de 2017 se llevó a cabo la elección a gobernador en el Estado de México, el mayor bastión priista en el país y el que más votantes aporta al padrón electoral con 11 millones 312 mil 917.
Cómo ganó Del Mazo
En medio de la polémica, el 9 de junio el Instituto Electoral del Estado de México (IEEM) otorgó el triunfo al candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Alfredo del Mazo Maza, quien también fue apoyado por el Verde Ecologista, Nueva Alianza Encuentro Social; además de ser primo de Enrique Peña Nieto, presidente de la República.
El triunfo de Del Mazo fue gracias al fraude orquestado por los gobiernos federal y local, junto con el PRI, en una complicada operación que incluyó la evolución de una elección de Estado a que la totalidad de la administración se convirtiera en un aparato electoral; a la utilización de programas sociales y el terrorismo electoral.
El libro “El infierno electoral: El fraude del Estado de México y las próximas elecciones de 2018”, recoge la experiencia, más allá de la hipótesis, de seis exconsejeros electorales, una consejera en funciones y un extitular de la Fiscalía Especializada Para la Atención de Delitos Electorales (Fepade); resaltan el peligro que esta operación representa para los comicios del 2018, los más importantes en la historia de México.
Fue un infierno en Edomex
En la presentación de la obra en la Universidad Iberoamericana Puebla, el coordinador Bernardo Barranco Villafán, quien fuera consejero del IEEM, señaló que “la elección del 2018 empezó en el Estado de México y en Coahuila el año pasado” ante la debacle del PRI en las elecciones intermedias de 2016, perdiendo nueve gubernaturas, entre ellas Veracruz, el segundo estado con más electores. Por lo tanto, perder el Estado de México “era prácticamente entregar las elecciones de 2018 y llegar tremendamente vulnerable”.
Barranco puntualizó que en el año 2016 la imagen presidencial y la del gobierno federal “estaban por los suelos”, y ganar la elección del Estado de México “era un imperativo” sin importar lo que costara.
Explicó que el primer elemento fue la participación descarada del Estado. La elección de Estado, dijo, se plantea generalmente como “los dados cargados” hacia el candidato oficial; ya sea en recursos, medios de comunicación y programas de gobierno.
Sin embargo, para el triunfo de Alfredo del Mazo esta noción se queda corta pues “el aparato de gobierno se convirtió en un aparato electoral”; es decir, el conjunto del Estado trabaja para ganar la elección. Se contabilizaron, en total, 700 visitas de funcionarios locales y federales, incluidos la Primera Dama, para la entrega de apoyos en las zonas más pobres.
“No hay equidad posible, ¿quién va a competir contra esto? Ni todos los partidos juntos tendrían la capacidad de poder enfrentar una maquinaria de este tipo”, apuntó.
Utilizan a los pobres
Señaló que el segundo elemento es la utilización de programas sociales para coaccionar el voto, pese a que está prohibido por la Constitución; y aprovechando la flexibilidad que otorgan leyes intermedias se usan para explotar a los más pobres. “¿Cómo le hacen con los programas sociales? Van con la gente y le dicen tienes esta ayuda, si no gano se acaba y quién sabe qué va a pasar. Necesito ganar, necesito tu voto y el de tu familia. Gano yo y vas a ganar automáticamente tú. Era sencilla la operación”, explicó.
El resultado fue que en las zonas más pobres del estado, colindantes con Guerrero y Michoacán, el nivel de votación se elevara hasta el 70 por ciento, lo que es inédito en otros países como Suiza o Uruguay.
“Es un problema jurídico, político, pero fundamentalmente ético, porque nos estamos aprovechando de los más vulnerables, con más necesidades, que no tiene alternativa más que esa pequeña ayuda. A los partidos políticos les conviene la existencia de pobreza; es un colchón de inducción al voto importante”, destacó.
El peligro para el 2018, relató Bernardo Barranco es que “los programas sociales han crecido cerca del 500 por ciento. En el primer trimestre, hay secretarías como Sedatu y Sedesol que están destinando más de 80 mil millones de pesos cada una en el momento preelectoral, tal como en el Estado de México”; por lo que es muy probable que muchos estados utilicen este mecanismo.
A puro terrorismo electoral
El tercer elemento fue el terrorismo electoral, entendido como “acciones de inhibición, creación de miedo y pánico utilizados por el estado en el campo o la dimensión electoral”.
Entre las estrategias adoptadas por el equipo de Alfredo del Mazo estuvieron dejar cabezas de cerdo en las casillas o casas de campaña de partidos opositores; poner coronas fúnebres con la leyenda “RIP AMLO”; que helicópteros lanzaran volantes con amenazas en mítines de los partidos opositores, sobre todo del PRD y Morena; levantones o falsos citatorios de la Fepade sobre todo para adultos mayores.
El terrorismo electoral se utilizó en las zonas de mayor oposición, la conurbada del Estado de México, donde ocho de cada 10 no iba a votar por el PRI. Allí la violencia son fuertes y prevalece una sensación de inseguridad; por lo tanto, ante las acciones de terrorismo electoral la participación electoral fue sólo del 49 por ciento.
“Se da lo que se conoce también como elección del miedo: la gente vota por una opción segura o se queda fuera”, apuntó.
La buena noticia ante este “infierno” es que el país en su totalidad no es como el Estado de México, “si no, ya estaríamos todos condenados”.
Preocupan los dichos de Meade
Es preocupante que José Antonio Meade, candidato del PRI haya señalado en tres ocasiones que se va a inspirar en el triunfo mexiquense para conquistar la Presidencia de la República, “aunque probablemente la distancia no le dé para que el proceso del infierno electoral se cuaje”, dijo.
Barranco Villafán manifestó que “lo que tenemos enfrente es un proceso que tenemos que cuidar todos los ciudadanos, los medios y sobre todo, las universidades; porque esta elección la van a decidir los jóvenes”; quienes suman el 65 por ciento del padrón en la lista nominal, con personas de entre 18 y 45 años.
Desgraciadamente, este grupo no vota por despreciar a la clase política; ante lo cual hizo un llamado a dicho sector a hacer conciencia y votar pues “si el 65 por ciento sale a votar no hay fraude por más maquiavélico y bien financiado, que pueda aguantar ese nivel de participación”; tarea que recae en ellos.