EN UNA CHOZA de Haryana, un estado en el noreste de India, más de una docena de hombres se preparan para una noche a la que quizá no sobrevivan. A su alrededor hay vaquillas heridas, muchas de ellas con las patas rotas. El aire huele a orina y heces, y en un tazón colocado en el piso, los gusanos se retuercen entre la carne podrida que un veterinario ha retirado de la herida de una de las vacas.
Sin embargo, los hombres permanecen impasibles. Se hacen llamar Gau Putra Sena, el ejército del Hijo de la Vaca, y su misión en la vida es proteger a las vacas. Frente a ellos está su líder, un militante hindú llamado Sampat Singh. Esta noche viste de blanco y me muestra dos pistolas automáticas en la penumbra. Pronto, él y su grupo se reunirán a lo largo de las autopistas cercanas para detener e inspeccionar los camiones que podrían transportar vacas al matadero. Si los conductores rehúsan cooperar, los vigilantes los perseguirán y los obligarán a detenerse, aun si ello significa tener que dispararles.
Esto, dice Singh, es una simple cuestión de aplicación de la ley. En Haryana, al igual que en la mayor parte de la India, es ilegal matar vacas, que son animales sagrados para el hinduismo. El Estado incluso prohíbe que los conductores transporten vacas a mataderos legales ubicados en otras partes del país. Singh no me dice si sus hombres le han disparado a alguien alguna vez, pero dice que los contrabandistas han atropellado y matado deliberadamente a cinco de sus hombres.
Mientras el cielo se oscurece, Singh y sus hombres se dirigen a sus autos. Están listos para combatir a los contrabandistas. “Jai shri Ram”, cantan. “Victoria para el dios Rama”.
¿COINCIDENCIA? De todas las víctimas asesinadas por los vigilantes, más de 80 por ciento son musulmanas. A diferencia del hinduismo, el islam no prohíbe el consumo de carne de vaca. FOTO: BURHAAN KINU/HINDUSTAN TIMES/GETTY
FILETES CAROS
En junio pasado, una organización de periodismo de datos llamadaIndiaSpend informó que los vigilantes habían matado al menos a 28 personas desde 2015. Muchas de las víctimas, afirmaron los vigilantes, planeaban matar o comerse a las vacas. Dos meses después de queIndiaSpend publicó sus hallazgos, una muchedumbre mató a dos hombres musulmanes que transportaban a esos animales sagrados.
De todas las víctimas asesinadas por los vigilantes, más de 80 por ciento son musulmanas. A diferencia del hinduismo, el islam no prohíbe el consumo de carne de vaca, y entre los extremistas hindúes se ha difundido el rumor de que los musulmanes matan en secreto a esos animales. Dado que los musulmanes dominan la industria de la carne de búfalo en India, que es la más grande del mundo, los extremistas hindúes afirman que utilizan sus instalaciones para matar vacas, algo que los encargados de los mataderos niegan.
Las décadas de derramamiento de sangre entre los seguidores de ambas religiones no han hecho más que aumentar la tensión. Y conforme se incrementa la violencia relacionada con las vacas, organizaciones entre las que se encuentran Amnistía Internacional y Human Rights Watch han condenado al gobierno de India, diciendo que ha alentado a los vigilantes al pasar por alto algunos de sus crímenes. Los grupos afirman que algunos funcionarios del gobernante Partido Bharatiya Janata (BJP, por sus siglas en inglés), de tendencia nacionalista hindú, condonan y apoyan la labor de los vigilantes.
El BJP logró la victoria en 2014, bajo el liderazgo del actual primer ministro, Narendra Modi, quien acusó erróneamente al gobierno anterior de arruinar la industria de los lácteos de India al proporcionar subsidios a las personas que mataran vacas para el consumo humano. Prometió proteger a los amados bovinos de ese país, y su retórica pareció hacer eco entre algunos votantes. Un año después de su victoria, los asesinatos de los vigilantes comenzaron y se han vuelto cada vez peores.
Uno de los más mortíferos se produjo el 1 de abril, cuando un ganadero musulmán llamado Pehlu Khan conducía de vuelta a su casa en Haryana con dos vacas lecheras en su remolque. Los vigilantes lo detuvieron y lo acusaron de llevar a los animales al matadero. Pasando por alto sus documentos, que mostraban que estaba autorizado para transportar a los animales, atacaron a Khan y a sus dos hijos. Armados con cinturones y palos de hockey, lo golpearon tanto que le rompieron 12 costillas. Un video tomado por testigos durante el ataque parece mostrar a uno de los agresores pateando repetidamente a Khan en la cabeza mientras yacía en el piso. Algunos de los vigilantes tomaron una lata de gasolina y lo prepararon para prenderle fuego antes de que la policía llegara y evitara una ejecución pública. Dos días después, Khan murió en el hospital.
ARMADOS CON CINTURONES y palos de hockey, golpearon tanto a Khan que le rompieron 12 costillas. FOTO: ALLISON JOYCE/GETTY
SOLDADOS DE LOS BÚFALOS
En nuestro camino al puesto de control de Haryana, Singh, el líder de los vigilantes recibe una llamada de otro miembro de su grupo. Han visto un camión, dice el hombre, que parece desnivelado, lo cual es una señal de que podrían estar transportando animales. Los vigilantes trataron de hacer que se detuviera, pero el conductor aceleró, haciendo que los hombres de Singh fueran tras él y bloquearan el camino. Singh le ordena a su conductor que se dirija hacia el camión, que está detenido a un lado del camino cerca del puesto de control.
En pocos minutos, llegamos para ver al conductor de pie frente al camión, sudando y rodeado por los vigilantes. Estos dirigen las luces de sus linternas hacia el interior del camión. Hay siete búfalos apretujados entre las paredes de la camioneta.
Singh camina alrededor del conductor, le pregunta sobre los animales y le pide sus papeles de identificación. Tras unos minutos, Singh lo deja ir. “La próxima vez que los cargues, hazlo con cuidado”, añade Singh, señalando el camión. “No nos gustaría tener que reaccionar”.
El conductor se aleja, pero otros no han tenido tanta suerte. Los vigilantes de las vacas han golpeado a personas por llevar legalmente búfalos al matadero, e incluso han robado los animales. Supuestamente, otros han pedido sobornos para dar el paso a los conductores. Los repetidos ataques han provocado una reducción en el comercio de los mercados de carne de búfalo de India debido a que los conductores tienen miedo a la violencia de los vigilantes.
A pesar de la amenaza que constituyen para esta industria multimillonaria, los vigilantes de las vacas de India frecuentemente siguen actuando con impunidad. En Haryana, donde opera Singh, sus hombres llevan a cabo sus investigaciones con aprobación oficial.
En el segundo puesto de control que visitamos, dos policías esperan junto a los vigilantes, con las luces azules de sus patrullas parpadeando. No parece molestarles el hecho de que los vigilantes estén armados, y no hacen nada para interrumpir su trabajo. “Todos los puestos de control están diseñados con la ayuda de la policía —dice Singh—. El departamento de policía de Haryana nos apoya completamente en esta labor.
En ocasiones, las autoridades desempeñan una función aún más activa. Inmediatamente después del ataque a Khan, la policía lo acusó a él y a sus dos hijos de transportar vacas ilegalmente y de causarles daño (más tarde, los oficiales presentaron cargos contra los atacantes de Khan y arrestaron a siete hombres, cinco de los cuales fueron liberados bajo fianza). Un funcionario de alto rango del BJP incluso trató de culpar en cierta medida al difunto. Gulab Chand Kataria, ministro del Interior de Rajasthan, el estado en el que Khan murió, lo acusó falsamente de ser un contrabandista de vacas y describió las acciones de los vigilantes como simples “maltratos”. Tras recibir una oleada de críticas, Kataria dijo que los vigilantes se habían equivocado al utilizar la violencia, pero que tenían buenas intenciones.
El primer ministro Modi ha criticado la violencia relacionada con las vacas. Pero ha tenido cuidado de no mencionar el gran número de musulmanes que han sido objeto de los ataques. Sus opositores dicen que esta omisión recuerda los disturbios de Gujarat cuando Modi era ministro en jefe de ese estado. El 27 de febrero de 2002, un incendio en un tren provocó la muerte de 57 hindúes, de lo cual Modi culpó a los servicios de seguridad de Pakistán. De inmediato, turbas hindúes recorrieron el estado, atacando a los musulmanes. Alrededor de mil personas murieron en esa ola de violencia, y muchas personas afirman que Modi tiene cierta responsabilidad (el Departamento de Estado de Estados Unidos le prohibió la entrada a Estados Unidos en 2005 debido a su supuesta participación en los disturbios). En 2013, Modi concedió una controvertida entrevista a Reuters, en la que dijo que se sentía tan triste por los ataques como se sentiría una persona que viaja en el asiento del pasajero de un automóvil que acaba de atropellar a un cachorro.
Ahora que es primer ministro, es posible que Modi elija sus palabras con más cuidado, pero sus críticos dicen que su antipatía por los musulmanes es evidente (Modi no respondió a una solicitud para hacer comentarios). En mayo pasado, el gobierno declaró una prohibición a escala nacional de la venta de ganado para el consumo humano, una definición que incluye a las vacas, búfalos y camellos (los opositores a la prohibición dicen que estos dos últimos animales fueron incluidos para que el BJP no fuera acusado de aprobar una ley religiosa). Dos meses después, la Suprema Corte del país bloqueó la legislación, diciendo que afectaría los medios de vida de demasiadas personas, la mayoría de ellas musulmanas. En respuesta, el BJP anunció que volvería a redactar el proyecto de ley y trataría nuevamente de que fuera aprobado.
Los críticos de la prohibición afirman que el gobierno la escribió para apaciguar a sus partidarios hindúes de línea dura, quienes quisieran ver la destrucción de la industria cárnica de India y de los musulmanes que obtienen ganancias de ella. Estos nacionalistas hindúes ayudaron a Modi a lograr la victoria en 2014. Ahora, se rumora en los medios de comunicación locales que Modi podría realizar la próxima elección general de India en 2018, lo que le daría un año de ventaja para capitalizar sus sólidos índices de aprobación. Si lo hace, se estará apoyando en su base conservadora para alcanzar otra victoria.
En Haryana, Modi puede contar con el apoyo de un hombre. Son las tres de la mañana, y Singh permanece en el puesto de control, esperando con sus hombres mientras los camiones continúan pasando. Permanecerá allí durante otra hora antes de volver a casa con su esposa y su hija de cuatro años. De todos los partidos políticos de India, Singh cree que sólo el BJP comprende por qué trabaja hasta el amanecer. Son los únicos que protegerán a sus vacas sagradas y a las personas que las defienden.
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Publicado en cooperación conNewsweek / Published in cooperation withNewsweek