Kim Jong Un es el joven y autoritario líder supremo de Corea del Norte, mientras que Donald Trump es el añoso presidente democrático de Estados Unidos. Sin embargo, pese a su publicitada guerra verbal por el programa de misiles de Pyongyang, ambos mandatarios tienen bastante en común.
Los dos asumieron el poder sin la menor experiencia y, desde que ocuparon sus cargos, han intentado compensar esa ignorancia con desenfrenados intentos para demostrar su valía a los públicos escépticos de sus países y del exterior. El drama resultante ha enfrentado sus egos, reforzados con armas nucleares. Y ahora, uno de ellos parece tener la ventaja.
Al morir su padre, en 2011, Kim contaba apenas 27 años y se convirtió en el jefe de Estado más joven del mundo. Pero, a diferencia de Kim Jong Il, Kim Jong Un no tuvo décadas para capacitarse para una posición que le dejaría al mando de uno de los sistemas políticos más rígidos y despiadados del planeta.
En la actualidad, Kim –quien, según cálculos, cuenta 33 años- ya no es un desconocido que simplemente ocupa la silla de su padre; y tampoco es, técnicamente, el líder mundial más joven. Luego de implementar reformas económicas en un intento para rescatar la fallida economía del país, y de emprender una violenta purga para eliminar a los hombres de su progenitor, como un mensaje para sus detractores, Kim parece haber dado a Corea del Norte algo que la nación nunca había tenido: misiles balísticos intercontinentales (ICBM, por sus siglas en inglés), con la capacidad de lanzar ojivas nucleares a Estados Unidos.
Esto ha enfurecido a Trump, el líder estadounidense más añoso que jamás haya ocupado la presidencia, y el primero en asumir el cargo sin la menor experiencia política o militar. Con todo, igual que sus predecesores y la mayoría de los restantes funcionarios estadounidenses, Trump ha exigido que Corea del Norte renuncie a sus armas de destrucción masiva, la cuales Corea del Norte siempre ha argumentado son indispensables para salvaguardar su soberanía.
La transición de Trump al poder ha distado mucho de ser tan armoniosa como la de Kim. Enfrentado ya con acusaciones de colusión con una potencia extranjera para lograr la presidencia, la legitimidad de Trump ha sido disputada por una incesante andanada de filtraciones, renuncias y despidos de alto perfil. No obstante, tal vez uno de sus desafíos más grandes es su espontaneidad personal, un rasgo que, en opinión de los expertos, contrasta profundamente con el estilo de liderazgo calculado de Kim.
“Kim Jong Un parece entender mucho mejor su papel. Aunque no estés de acuerdo, demuestra que hay toda una estrategia, una lógica subyacente”, comentó Jenny Town, subdirectora del Instituto Estados Unidos-Corea, en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins, en entrevista conNewsweek.
“Si Trump realmente pretendía que las cosas resultaran como hasta ahora, entonces su estrategia es pésima”, añadió.
Aunque ya desde diciembre de 2016 –un mes antes de su investidura- Trump había jurado que impediría que Kim probara un ICBM, el pasado abril, el “magnate de bienes raíces convertido en presidente” aumentó fuertemente la tensión con su rival norcoreano: el mismo día que lanzó un ataque sorpresa con misiles de crucero contra las fuerzas del presidente sirio, Bashar al-Assad (un aliado ruso que Estados Unidos acusaba de emprender ataques químicos contra civiles), Trump amenazó que su siguiente medida sería emprenderla contra Corea del Norte por su intención de realizar una sexta prueba de armas nucleares. En julio, cuando Corea del Norte probó su primer ICBM y poco después, ese mismo mes, hizo una segunda prueba, Trump respondió con una ominosa advertencia.
“Más vale que Corea del Norte no siga amenazando a Estados Unidos. Responderemos con fuego a ira como el mundo jamás ha visto”, dijo Trump a la prensa en un campo de golf de Nueva Jersey, a principios de agosto.
Sin dejarse intimidar, el Ejército norcoreano reveló un plan detallado para atacar el territorio insular estadounidense de Guam, que alberga bases de la Fuerza Aérea y de la Marina. Luego de más fanfarronadas políticas de los dos líderes, los medios estatales de Corea del Norte mostraron grabaciones de Kim revisando, personalmente, la estrategia bélica. No obstante, el líder anunció que no atacaría a menos que Estados Unidos lo hiciera primero, lo cual puso fin al inminente ataque con misiles.
Si bien numerosos medios occidentales describieron la declaración como una retirada por parte de Kim, Michael Madden, experto en Corea del Norte, señala que la medida fortaleció la credibilidad del líder supremo en el escenario internacional.
“Esto permitió que Kim Jong Un se presentara como el mandatario más experimentado”, dijo Madden, erudito invitado del Instituto Estados Unidos-Corea, en entrevista con Newsweek, añadiendo que Kim también parecía mejor dispuesto que Trump a escuchar a sus asesores.
“¿Quién habría imaginado que, cuando dijimos que ‘debían prevalecer las cabezas frías’, estábamos hablando del líder de 33 años de la RPDC?”, comentó Madden, refiriéndose al nombre oficial de Corea del Norte, la República Popular Democrática de Corea.
El miércoles pasadp, Trump celebró con un tweet la “decisión sabia y bien razonada” de Kim, pero Town y Madden concuerdan en que el norcoreano resultó fortalecido con la crisis más reciente. Aun cuando Trump lanzó varias declaraciones que fueron cuestionadas en Estados Unidos –incluida la afirmación de que había mejorado el arsenal nuclear del país y que los misiles estadounidenses estaban “cargados y listos”-, Kim optó por guardar silencio y delegar sus palabras a los medios de nivel inferior de la maquinaria propagandística gubernamental, dando amplio espacio para el des-escalamiento. Incluso el plan para atacar Guam con su fuerza de misiles estratégicos utilizaba un lenguaje que ofrecía una salida a Corea del Norte.
“Kim ha sido muy cuidadoso con las palabras para no arrinconarse con acciones irreflexivas, como hace la presidencia Trump”, asegura Town.
La estrategia norcoreana de Trump ha confundido a unos y frustrado a otros, incluido su aliado, Corea del Sur. Town y Madden, colaboradores frecuentes del grupo de monitoreo surcoreano, 38 North, aseguran que las últimas dos presidencias tampoco lo hicieron mucho mejor. Madden argumenta que los intentos de Trump para “perturbar el paradigma” de la política exterior estadounidense ha resultado en una gran diversidad de opiniones en la Casa Blanca. También cree que la actitud despreocupada de Trump frente a la política es lo que contribuyó a que ganara las elecciones. A pesar de las representaciones negativas que la prensa hizo del magnate multimillonario durante el trayecto de campaña, las evidencias demuestran que Trump y su séquito siguieron una campaña calculada y estratégica para derrotar a Hillary Clinton, aliada del ex presidente Barack Obama y ex primera dama con vasta experiencia legal y política.
Kim ha sido objeto de numerosas burlas en los medios occidentales, donde a menudo se le retrata como un bufón irracional. No obstante, otros aseguran que Kim ha descartado la estrategia de “canales secundarios” que su padre utilizaba para gobernar, y que ha tratado de restablecer el sistema político oficial que su abuelo –el fundador de Corea del Norte, Kim Il Sung- tenía en mente para el país. Durante su sangrienta campaña para “drenar el pantano”, Kim hizo ejecutar a varios funcionarios que se aferraban a posiciones eminentemente ceremoniales, incluido su tío, Jang Song Thaek. Desde entonces, parece haber logrado un equilibro entre brutalidad y reforma moderada como estrategia para consolidar el poder en el país, al tiempo que sigue desarrollando armas nucleares para desalentar posibles invasiones del exterior.
“Creo que mucho del discurso público descarta que Corea del Norte es una nación real, con consideraciones de seguridad reales y un liderazgo real”, dice Town.
“El hecho de que no nos gusten las decisiones [de Kim], no lo hace irracional”.
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Publicado en cooperación con Newsweek /Published in cooperation with Newsweek