En sus llamadas telefónicas, cablegramas y reuniones, los aliados europeos de Estados Unidos compartido entre sí una profunda alarma por las declaraciones públicas de Donald Trump, en las que niega la intervención de Moscú en los ataques cibernéticos dirigidos a interferir con las elecciones estadounidenses. Según fuentes de inteligencia, los cuerpos de seguridad y varios funcionarios gubernamentales de Estados Unidos y Europa, todos temen que el nominado republicano a la presidencia haya alentado la inaudita campaña cibernética del Kremlin para perturbar las elecciones en diversos países, con la única intención de debilitar a las alianzas occidentales.
Aunque, en privado, funcionarios de inteligencia estadounidenses han informado a Trump sobre los intentos de Rusia de influir en las elecciones estadounidenses, el candidato ha desechado, públicamente, esa información calificándola de poco confiable, y en vez de ello ha declarado que el hackeo, de increíble sofisticación y complejidad técnica, pudo haber sido perpetrado por algún un “tipo de 180 kilos sentado en su cama” o incluso, por un niño.
Funcionarios de dos países europeos dijeron aNewsweek que los comentarios de Trump sobre el hackeo de Rusia han alarmado a varios socios OTAN, ya que sugieren que no cree en la información que recibe en las sesiones informativas de inteligencia; no le presta atención; no la entiende; o simplemente, quiere engañar al público estadounidense por razones desconocidas. Un funcionario británico afirmó que los miembros de su gobierno que conocen el alcance de los ataques cibernéticos de Rusia, tanto en Europa Occidental como en Estados Unidos, encontraron “muy inquietantes” los comentarios de Trump, pues temen que, de resultar electo, el candidato presidencial republicano seguirá ignorando la información reunida por los servicios de inteligencia cuando formule la política exterior estadounidense.
No obstante, la conducta de Trump ha afectado a los rusos en ocasiones, obligándolos a revisar su estrategia de hackeo y desinformación. Por ejemplo, cuando Trump lanzó un ataque inexplicable contra los padres de un soldado musulmán-estadounidense que murió en combate, el Kremlin concluyó que el candidato republicano se había mostrado psicológicamente incapaz de asumir la presidencia y sería forzado por el partido a retirarse de la carrera. En consecuencia, Moscú detuvo su campaña de hackeo, temporalmente, y dejó de distribuir documentos hasta que Trump se estabilizó, tanto en lo personal como en las urnas, según informes proporcionados a la inteligencia occidental.
Los socios europeos de Estados Unidos también están preocupados por las acciones de varios individuos próximos a la campaña y la compañía de Trump. El multimillonario se ha rodeado de asesores y asociados que tienen vínculos económicos y familiares con Rusia. Las relaciones y contactos publicitados entre Ucrania y el ex director de campaña, Paul Manafort, han dado pie a grandes inquietudes. Carter Page, ex asesor de Trump, está bajo investigación de las inteligencias estadounidense y europea debido a la acusación de que sostuvo conversaciones secretas con funcionarios del gobierno ruso durante el verano. Si bien Page reconoce que viajó a Moscú, niega cualquier contacto inapropiado con funcionarios rusos. De igual manera, los aliados europeos están inquietos a causa del teniente general retirado Michael Flynn, un asesor de Trump, quien fue considerado como un posible compañero de cédula del nominado del Partido Republicano (GOP). En diciembre pasado, Flynn asistió a una cena en el Hotel Metropol con motivo del décimo aniversario de RT, una agencia noticiosa rusa que la inteligencia estadounidense ha identificado, públicamente, como un medio primario para las campañas de desinformación de Moscú. Flynn quien, durante la cena, se sentó a dos asientos del presidente ruso Vladimir Putin, se ha presentado con frecuencia en RT, a pesar de que la inteligencia estadounidense ha hecho advertencias públicas de que dicha agencia de noticias se utiliza para divulgar propaganda rusa.
Así mismo, la inteligencia occidental ha obtenido informes de que un asociado de Trump se reunió con un miembro pro-Putin del Parlamento ruso en un edificio en Europa Oriental propiedad de Rossotrudnichestvo, una agencia del Ministerio de Relaciones Exteriores encargada de administrar programas de idiomas, educación y apoyo para civiles. Aunque se desconoce el propósito de esa reunión, y no hay evidencia de que Trump estuviera enterado de que se llevó a cabo, el incidente se ha convertido en otro factor de alarma para los funcionarios de, al menos, un aliado OTAN. Por último, las reiteradas declaraciones de Trump acerca de Putin a lo largo de toda la campaña –y su comentario impactante de que los rusos no estaban en Crimea- han dejado perplejos a varios funcionarios extranjeros, quienes temen que, bajo una presidencia Trump, Estados Unidos no mantendrá su alineación con Europa Occidental respecto de Moscú.
Trump y su campaña también han diseminado la propaganda creada como parte del esfuerzo del Kremlin, basada en información falsa generada con las técnicas de desinformación tradicionales de Rusia. En un caso, propagandistas que trabajaban con Rusia subieron a la Internet, de manera anónima, un documento manipulado; pocas horas después, Trump comenzó a recitar dicha información falsa durante un mitin de campaña. La campaña Trump también ha difundido afirmaciones de Sputnik, otro medio noticioso que la inteligencia estadounidense ha identificado como un elemento de la campaña de desinformación rusa. Por ejemplo, casi tan pronto como Sputnik publicó un artículo atacando a este reporteroNewsweek, la campaña Trump envió por correo electrónico un enlace del reportaje a los periodistas estadounidenses, instándolos a ampliar el mismo tema.
Hope Hicks, portavoz de la campaña Trump, no respondió a dos correos electrónicos queNewsweek envió el lunes y el jueves, preguntando cómo fue que descubrieron tan rápidamente el artículo de Sputnik; por qué, casi de inmediato, promovieron la información del sitio de propaganda ruso entre los reporteros de Estados Unidos; y qué orilló al candidato republicano a ignorar la inteligencia que se le proporcionó en las sesiones de información tocantes a la propaganda de Moscú y la campaña de hackeo.
Los funcionarios de inteligencia estadounidenses saben que Rusia lanzó ciberataques y recurrió a la desinformación para interferir con elecciones recientes en Europa Occidental, incluidas las elecciones alemanas del mes pasado, que resultaron en victorias para los populistas de derecha; y también con el voto Brexit del Reino Unido, un referendo que clamó porque Gran Bretaña abandonara la Unión Europea.
La inteligencia occidental y los cuerpos de seguridad afirman que decenas de miles de personas han colaborado en la campaña de hackeo y desinformación de Rusia desde hace muchos años. Entre ellos figuran propagandistas y operativos cibernéticos radicados en Moscú, San Petersburgo y Novosibirsk, localizada en suroeste de Siberia. También han emprendido operaciones en Estados Unidos, sobre todo desde la Ciudad de Nueva York, Washington, D.C. y Miami. Los implicados incluyen a un gran número de emigrados rusos, aunque también a muchos estadounidenses y otros naturalizados de origen extranjero. Operativos de inteligencia llevados a cabo en Europa y Estados Unidos han determinado que el dinero que perciben dichos emigrados a cambio de su trabajo está disimulado como un pago del sistema de pensiones ruso. Y un funcionario estadounidense asegura que hay pruebas de que muchos de los estadounidenses y naturalizados extranjeros no saben que forman parte de la operación de propaganda de Rusia.
Así es cómo Moscú dirige sus campañas: los hackers roban información de diversas organizaciones, tanto dentro como fuera de los gobiernos occidentales; esa información se distribuye entre individuos que la introducen en un “pipeline”, según el término de una fuente que habló con un experto de inteligencia europea. Ese pipeline puede incluir varias etapas antes que la información hackeada se divulgue en los medios de comunicación o se publique en línea. Por ejemplo, la fuente de marras dijo que los documentos destinados a causar caos durante las elecciones de Estados Unidos se distribuyen a través de WikiLeaks. Sin embargo, hay tantas capas de individuos entre los hackers y esa organización, que existe la fuerte posibilidad de que WikiLeaks no sepa con toda certeza cuál es el origen real de los documentos; durante 2016, el sitio publicó correos electrónicos de diversas organizaciones del Partido Demócrata que fueron obtenidos, inicialmente, por hackers rusos.
La penetración rusa en Estados Unidos es mucho más extensa de lo que se había reconocido con anterioridad, aunque en gran parte ha estado dirigida contra departamentos gubernamentales u organizaciones no gubernamentales vinculadas con el Partido Demócrata. Hackers rusos han infiltrado la Casa Blanca, a los Jefes de Estado Mayor Conjunto y al Departamento de Estado. El ciberataque del Departamento de Estado, que inició en 2014 y duró más de un año, fue particularmente grave, pues los hackers rusos ingresaros en el sistema no clasificado, incluyendo el correo electrónico (Hillary Clinton terminó su servicio en el Departamento de Estado en 2013, lo cual significa que si hubiera utilizado el sistema de correo electrónico no clasificado en vez de su servidor privado –una decisión que la ha acosado durante toda la campaña-, los hackers rusos hubieran podido obtener cualquiera de sus correos albergados en el sistema gubernamental).
La magnitud de los ciberataques en organizaciones no gubernamentales es asombrosa. Los hackers rusos han obtenido mensajes de correo electrónico y demás información de la campaña Clinton y del Comité Nacional Demócrata, pero también han atacado organizaciones con nexos menos estrechos con el partido, incluidos comités de expertos como Brookings Institution, donde trabajan algunos viejos amigos y colegas de Clinton.
Una vez que los hackers obtienen y distribuyen los documentos, un gran grupo de propagandistas, dispersos en todo el mundo, comienza a promocionarlos en medios sociales –en las secciones de comentarios de sitios Web y otras ubicaciones en línea- con la intención de generar noticias negativas que lesionen a los funcionarios demócratas, sobre todo a Clinton.
La motivación de la campaña del Kremlin no es tanto apoyar a Trump como lastimar a la nominada demócrata. Durante el periodo en que Clinton fue secretaria de Estado, Putin la acusó, públicamente, de interferir en los asuntos de Moscú. Por ejemplo, Putin enfureció con la declaración de Clinton de que las elecciones parlamentarias rusas, en diciembre de 2011 (que implicaron fraudes descarados), no fueron “ni libres ni justas”. El mandatario ruso también se sintió envalentonado por los comentarios invariablemente positivos de Trump, incluso después que el propio GOP comenzara a criticar a su candidato por mostrar un apoyo excesivo al Kremlin, según información obtenida en Rusia por una fuente de inteligencia occidental.
Según fuentes de inteligencia estadounidenses y europeas, a lo largo de los años, la inteligencia rusa vigiló tanto a Trump como a Clinton durante sus visitas a Moscú con la esperanza de reunirkompromat, material comprometedor sobre un político o una figura pública. El expediente de Clinton contiene, sobre todo, grabaciones de conversaciones y llamadas telefónicas intervenidas; la fuente de inteligencia dijo que el expediente ha estado bajo el control de Dmitry Peskov, portavoz del Kremlin. Cuando era secretaria de Estado, Clinton sabía que era muy posible que registraran sus conversaciones en Moscú, así que, según la fuente, el expediente ha sido utilizado sobre todo como recurso de inteligencia más que para avergonzarla con sus aliados. El Kremlin también tiene un expedientekompromat con grabaciones de video y audio de Trump, masNewsweek no pudo confirmar si hay algo comprometedor en esas grabaciones.
Esta campaña masiva de Rusia ha derivado en disputas importantes dentro del Kremlin. Al principio, los funcionarios rusos creyeron que podrían actuar sin represalias significativas por parte de Estados Unidos. No obstante, de acuerdo con la información obtenida por la fuente de inteligencia occidental, este verano, Sergei Ivanov –jefe de gabinete en la oficina ejecutiva presidencial del Kremlin- llegó a pensar que la campaña de hackeo y desinformación (organizada parcialmente por Peskov) había llegado demasiado lejos. Algunos reportajes implicando que el ruso había tratado de dividir a los partidarios de Clinton y Bernie Sanders (su rival en las primarias demócratas) al tiempo que apuntalaba a Trump, provocaron el temor de Peskov y otros de que los harían responsables de las represalias de Estados Unidos, según información obtenida por la fuente de inteligencia occidental.
Ivanov también enfureció porque Peskov emprendió lo que consideraba un intento mal ideado y fallido de usar la campaña de hackeo y desinformación para interferir con el fallido intento golpista de julio en Turquía. La red de relaciones que incluye a Turquía, Europa Occidental, Estados Unidos, Siria y Trump es muy compleja, e Ivanov no pudo creer que intentaran interferir con el golpe sin analizar las ramificaciones posibles. La base aérea de Incirlik, Turquía se ha utilizado como escenario principal para los bombarderos estadounidenses que participan en ataques contra el Estado islámico (ISIS), tanto en Siria como en Irak. Rusia apoya a Bashar al-Assad, el presidente sirio que trata de repeler a diversos equipos rebeldes, incluido ISIS, por lo cual el Kremlin ha autorizado campañas de bombardeo en ese país. El presidente turco Recep Tayyip Erdogan desdeña a Trump y a sus asociados debido a la retórica anti-musulmana del candidato republicano (un socio comercial turco de Trump fue acusado judicialmente en marzo, en lo que algunos críticos de Erdogan calificaron de represalias). Según un financiero de Medio Oriente, en contacto directo con altos funcionarios turcos, Erdogan ha dicho a sus asociados que no cooperará militarmente con un gobierno Trump.
Según fuentes de inteligencia europeas y de Medio Oriente, una facción del Kremlin considera que Moscú desperdició las ventajas que ofrecía el desprecio que Erdogan siente por Trump al interferir con el golpe turco utilizando esfuerzos de propaganda. Si Erdogan siente rabia por el próximo presidente estadounidense, quedaría muy limitada la capacidad de Estados Unidos para emprender acciones militares en Siria. En cambio, si la interferencia rusa en el golpe empuja a Erdogan a volcar su ira contra Moscú, los estadounidenses conservarán el acceso a la base aérea.
Dmitry Medvedev, el primer ministro ruso, también está profundamente preocupado por los ciberataques y las campañas de desinformación, a decir de una fuente de inteligencia occidental. Su intención es mantener una relación estrecha con Estados Unidos para viajar allá, tanto oficialmente como en privado. En consecuencia, se niega a apoyar a Peskov o a disputar con firmeza las acusaciones estadounidenses sobre la campaña de hackeo.
Pese a todas estas aprensiones, Putin está muy satisfecho con la campaña, no obstante el resultado de las elecciones estadounidenses, según la información obtenida por la fuente de inteligencia occidental. Dijo a sus asociados que, si Clinton gana, su administración estará entorpecida tratando de reparar las divisiones dentro del país ocasionadas por la divulgación y las tergiversaciones de la información hackeada, de manera que tendría poco tiempo o capital político para enfrentar los esfuerzos rusos en Siria, Ucrania y otros frentes.
Sin embargo, en agosto, comenzaron a surgir temores comenzaron en el Kremlin de que el esfuerzo se estaba desmoronando. La consternación del Kremlin repuntó cuando Trump atacó a los progenitores de un soldado musulmán-estadounidense caído en el frente, tras el discurso del padre durante la convención demócrata. Los principales funcionarios rusos llegaron a pensar que Trump se vería obligado a retirarse de la carrera, debido a su estado psicológico y a su aparente ineptitud para la presidencia, según la información de la fuente de inteligencia occidental. En específico, los funcionarios del Kremlin temían ser incapaces de predecir el impacto para Rusia si Trump dejaba la carrera. Por consiguiente, los rusos decidieron interrumpir el flujo de materiales por sus canales con WikiLeaks, si bien parte del material ya se encontraba en el pipeline.
Ivanov expresó la opinión de que, mientras que las sanciones de Estados Unidos por la invasión a Ucrania habían sido incapaces de dividir a la elite rusa, los ciberataques habían creado una división política en Estados Unidos. Con todo, tenía serias dudas sobre el impacto de continuar la campaña tras el ataque de Trump contra unos padres que habían perdido a un hijo en la guerra. Pero, en ese momento, la controversia interna sobre los ciberataques y la campaña de desinformación ya había pasado factura, y se tomó la decisión de “barrerlo todo bajo la alfombra”, según un informe obtenido por funcionarios occidentales de contrainteligencia. El 12 de agosto, Ivanov –un aliado cercano de Putin durante décadas- fue forzado a abandonar su cargo por el mandatario ruso y reemplazado por Anton Vaino, quien había sido jefe adjunto del gabinete.
Dos días después,The New York Times informó que Manafort, el entonces director de campaña Trump, presuntamente recibió, ilegalmente, 12.7 millones de dólares del Partido de las Regiones, al que pertenece el presidente ucraniano Viktor Yanukovich. Manafort ha negado toda irregularidad, y su abogado, Richard Hibey, dijo que su cliente nunca recibió semejante pagos. Poco después de publicado el artículo, Manafort renunció a la campaña Trump. Según la información obtenida en Rusia por la inteligencia occidental, más tarde, Putin se reunió en secreto con Yanukovich cerca de Volgogrado, ciudad antes conocida como Stalingrado. Yanukovich aseguró a Putin que no había ningún rastro de documentación que mostrara los pagos hechos a Manafort, aunque, según la información obtenida por la fuente de inteligencia occidental, Putin dijo a sus asociados que no le creía al presidente ucraniano.
En octubre, el Kremlin era presa del “remordimiento del comprador”, según un informe obtenido por la contrainteligencia occidental. Rusia llegó a considerar que Trump era demasiado imprevisible y temía que, de ganar, el Kremlin no podría confiar en él o siquiera anticipar sus acciones.
El 7 de octubre, la administración Obama por fin rompió su silencio sobre la información que tenía Estados Unidos acerca de la campaña rusa. “Estos robos y divulgaciones tienen la intención de interferir con el proceso electoral de Estados Unidos”, declararon Jeh Johnson, secretario de seguridad nacional, y James Clapper, director de inteligencia nacional, en un comunicado conjunto. “Creemos que, a juzgar por el alcance y la sensibilidad de estos esfuerzos, solo los funcionarios rusos de mayor rango podrían haber autorizado estas actividades”. La Casa Blanca declaró que Obama estaba considerando una “respuesta proporcional”: una declaración que sugería que Estados Unidos lanzaría ciberataques contra Rusia (poco después, hackers ucranianos comenzaron a publicar correos electrónicos y otros documentos obtenidos en el Kremlin, aunque no queda claro si este esfuerzo se llevó a cabo en coordinación con el gobierno estadounidense).
Menos de dos semanas después –a pesar de sus sesiones informativas de inteligencia sobre la campaña rusa de hackeo y desinformación; a pesar de las declaraciones públicas de altos funcionarios estadounidenses de inteligencia, confirmando la existencia de estos ataques; y a pesar de que la Casa Blanca proclamó que estaba preparándose para responder a la interferencia inusitada de Moscú-, Trump, una vez más, descartó todas las evidencias y salió en defensa de Rusia. Funcionarios de inteligencia y de otras agencias gubernamentales de Gran Bretaña quedaron horrorizados, dijo una persona con conocimiento directo de la reacción en aquel país.
El incidente que tanto impactó a los funcionarios británicos, fue casi ignorado en Estados Unidos, donde los analistas de medios se enfocaron más en la negativa de Trump a decir si aceptaría el resultado de las elecciones. En vez de eso, el tema salió a relucir durante una discusión en el tercer debate presidencial, cuando los dos candidatos hablaron del hackeo ruso.
Clinton: Nunca había ocurrido que un gobierno extranjero tratara de interferir en nuestras elecciones. Tenemos 17, ¡17 agencias de inteligencia, civiles y militares! Todas las cuales han llegado a la conclusión de que estos ataques de espionaje, estos ciberataques, provienen de los más altos niveles del Kremlin y están diseñados para influir en nuestras elecciones. Eso me resulta muy inquietante. Y creo que es hora de que tomes una postura…
Trump: Ella no tiene idea de si es Rusia, China o alguien más.
Clinton: No estoy citando información propia.
Trump: No tiene idea.
Clinton: Estoy citando a 17…
Trump: Hillary, no tienes idea.
Clinton: … 17 agencias de inteligencia. ¿Dudas de 17 agencias militares y…
Trump: Y nuestro país no tiene idea.
Clinton: …civiles?
Trump: Sí, lo dudo. Lo dudo.
Clinton: Bien, él prefiere creerle a Vladimir Putin que a los profesionales de inteligencia militares y civiles que han jurado protegernos. Encuentro que eso es absolutamente…
Trump: A ella no le simpatiza Putin porque Putin ha sido más inteligente que ella a cada paso.
Las palabras que tanto horrorizaron a los británicos fueron “nuestro país no tiene idea”, y “lo dudo”. Todos los aliados OTAN están seguros de que Rusia es responsable del hackeo. Lo mismo aseguran todas las agencias de inteligencia de Estados Unidos. Los servicios de inteligencia extranjeros habían compartido con los estadounidense todo lo que sabían al respecto, y Trump fue informado del asunto. Y no obstante, con absoluta tranquilidad, descartó la conclusión no solo de Estados Unidos, sino también de sus aliados, basándose en absolutamente nada. Trump no tenía algún medio evidente para desarrollar información propia que contradijera las conclusiones de las agencias de inteligencia de todo el mundo. Y que luchara de manera tan agresiva para limpiar el nombre de Putin y lanzar calumnias contra todas las agencias de inteligencia occidentales, dejó boquiabiertos a los funcionarios británicos.
“No sabían qué pensar”, dice un ex funcionario británico que ha hablado con varios miembros del gobierno acerca de los comentarios de Trump durante ese debate. “Ahora, muchas personas tratando de hilvanar todos los datos [contenidos en los archivos de inteligencia] para tratar de entender a Trump… No dudo que estén circulando un montón de teorías de conspiración, pero es incuestionable que hay mucha inquietud por lo que está pasando por la cabeza de Trump… y si podremos trabajar con él “.
Mientras Trump disputaba el papel que desempeñó el Kremlin en el hacking, su campaña registraba los sitios que la inteligencia estadounidense identificó, públicamente, como fuentes de propaganda rusa. Diez días antes del tercer debate,Newsweek publicó un artículo donde reveló que, durante un mitin de campaña, Trump citó, como hecho incontrovertible, un documento que propagandistas rusos alteraron y subieron a Internet, y que Sputnik publicó en última instancia. (La información divulgada en Internet puso en boca de Sidney Blumenthal, un confidente de Clinton, palabras que habían aparecido enNewsweek, y que sugerían que sus aliados más cercanos creían que la nominada era responsable del ataque a la misión estadounidense en Bengasi, Libia.)
Más tarde, Sputnik, que había bajado dicho artículo, publicó otro en el que, esencialmente, negaba estar controlada por el Kremlin y arremetía contraNewsweek. Antes que terminara aquel día, la campaña Trump envió correos electrónicos a varios reporteros, adjuntando enlaces del artículo publicado en el sitio de propaganda ruso e instándolos a ampliar el reportaje.
Funcionarios de Europa Occidental confiesan estar muy consternados porque ahora se ven obligados a reunir inteligencia sobre un hombre que podría ser el próximo presidente de Estados Unidos, pero consideran que no tienen más alternativa. Moscú es percibida como una amenaza directa a sus intereses, tanto por sus esfuerzos agresivos para reformar alianzas globales como por su poder para dañar a Europa Occidental, la cual obtiene casi 40 por ciento de su gas natural de Rusia. Si Estados Unidos, la última superpotencia que aún queda, abandonara sus políticas pro-OTAN en beneficio de Rusia, la alianza entre Washington y Europa Occidental podría sufrir una transformación sin precedentes. Y así, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, los países de Europa Occidental empiezan a temer que las elecciones estadounidenses, en la eventualidad del triunfo de Trump, puedan desencadenar acontecimientos que pondrían en peligro su seguridad nacional y causarían daños potencialmente irreparables a las alianzas que han preservado la seguridad del continente durante décadas.